martes, 24 de abril de 2012

LA QUE SE POSA EN LA NARIZ



“En África, cuando un anciano muere,
 una biblioteca arde"
Amadou Hampaté Ba (malí, 1901-1991)

El río Níger es el tercero en longitud del continente africano.  A lo largo de sus 4.200 kilómetros se desarrollaron imponentes imperios subsaharianos.  También su fauna es llamativa, pues en sus aguas abrevan camellos y se bañan hipopótamos.

Máscara grupo Ibibio
Nigeria, siglo XX.
En Nigeria, un país africano atravesado por este río, se puede observar la amplia variedad de grupos y culturas.  En términos de composición étnica se ha estimado que el país está habitado por aproximadamente 470 grupos étnicos. Estos grupos no sólo se diferencian por el idioma, historia y costumbres, sino por su tamaño, poder e influencia.

Es el país más poblado de África y el quinto del mundo.  Al año 2007 Nigeria cuenta con una población de 135.000.000 habitantes. El promedio de hijos por mujer es de 5.45 una de las tasas más elevadas de África, lo cual está provocando un crecimiento poblacional nunca visto en la historia del país,

A orillas de un afluente del río Níger, cerca de su desembocadura en el Océano Atlántico, se desarrolló el Reino de Calabar, cuyo nombre africano es Akwa Akpa.  Su población es de la etnia Efik, un subgrupo del pueblo Ibibio.

Calabar es importante para América.  De allí salían muchos esclavos para la zona de América Central.  En Cuba se reconoce su influencia, y todavía perduran organizaciones que conservan lengua, arte y mitología de la región africana que nos ocupa.

La gente del Reino de Calabar, y hasta el día de hoy, cree que un dios, Abassi, creó a la primera pareja humana, y por intercesión de su esposa se le permitió habitar en la Tierra, en donde, desobedeciendo a las instrucciones recibidas de la divinidad, se dedicaron al cultivo y a la procreación. El castigo por la trasgresión son las distintas desgracias que hay en la vida humana.  A la vez, hay una importante devoción por los antepasados.


Porqué las moscas molestan a las vacas

            Con estas referencias nos sumergimos en un cuento de esa región africana, para llamarnos la atención sobre un fenómeno que se da en todas partes.

“Cuando Adiaha Umo era Reina de Calabar, siendo muy rica y hospitalaria, solía dar grandes banquetes a todos los animales domésticos, pero nunca invitaba a los animales salvajes porque les tenía miedo.

En una de las fiestas que daba, había tres grandes mesas, y dijo a la vaca que, puesto que era el animal más grande de los presentes, se sentara al principio de las mesas y distribuyera la comida a los demás. La vaca dijo que así lo haría, y comenzó a distribuir el primer plato, pero se olvidó de la mosca por ser tan pequeña-

Cuando la mosca vio esto, pidió a la vaca que le diera su parte, pero la vaca dijo: “Estate tranquila, amiga, debes tener paciencia”.

Cuando llegó el segundo plato, la mosca otra vez pidió su parte a la vaca, pero la vaca señaló a su propio ojo, y le dijo a la mosca que recibiría su comida más tarde.

Finalmente, todos los platos se acabaron, y la mosca, sin haber recibido comida, se fue a la cama sin cenar.

Al día siguiente la mosca se quejó a la Reina,  la cual decidió que, puesto que la vaca no había dado a la mosca su parte, sino que había señalado a su ojo, en el futuro la mosca siempre obtendría su comida de los ojos de la vaca, y incluso ahora, a donde quiera que van las vacas, siempre hay moscas alimentándose en sus ojos, de acuerdo con las órdenes de la Reina.”


El insecto insoportable.

            Científicos de nuestro tiempo han estudiado las reacciones de las moscas ante las amenazas, tratando de responder a la pregunta generalizada en todo el mundo: ¿por qué es tan difícil matar moscas? Parece que sus pequeños cerebros permiten anticipar la vía escape en mínimas fracciones de segundo.  Y si la amenaza no se concreta, pueden “arrepentirse” y no realizar la acción de escape.

Esta y otras explicaciones científicas complementan las observaciones que las diferentes culturas han hecho sobre este insecto, convirtiéndolo en un símbolo con variados significados.

Muy a pesar nuestro, la mosca ha sido una compañera inseparable del hombre.  En algunas culturas se han destacado sus cualidades positivas, como en otras se le han atribuido rasgos de maldad.  Las observaciones biológicas corroboran estos aspectos, que acentúan el valor de las moscas para la eliminación de cadáveres y materia fecal.  Por el otro, esta cercanía con la materia orgánica en descomposición hace de las moscas agentes portadores de enfermedades, como el cólera y la disentería.
Cadena y moscas de oro del
ajuar funerario de la Reina Ahhotep.
Museo de El Cairo.

En Egipto, la mosca era el mayor símbolo de reconocimiento militar.  El faraón Ahmose, que gobernó cerca del 1.500 a.C, condecoró en una bella ceremonia a su madre, Ahhotep, por su perseverancia y arrojo en las batallas para expulsar a los hicsos.  La condecoración consistió en un collar con tres moscas doradas.

En la región de Camerún, en África, la mosca es el símbolo de la solidaridad.  “En el reino de los insectos alados, la unión hace la fuerza.  Una mosca sola está indefensa”, dicen esos grupos.

Para los griegos, las moscas evocaban el torbellino de vida que protagonizaban los dioses en el Olimpo, y también la omnipresencia de los seres divinos en todos los aspectos de la realidad humana.  Para esa civilización, la mosca era un animal sagrado.

Los aspectos negativos de las moscas, que se multiplican con la podredumbre, transportan enfermedades y desafían toda protección, hasta representar la persecución incesante, se convirtieron en un dios en Siria: Belzebuth, que traducido significa “El señor de las moscas”. Este ser fue tomado luego como el Príncipe de los Demonios en la tradición judía y cristiana.

Sin llegar a ser símbolo de tanta maldad, desde la época griega hasta nuestro tiempo, la mosca representa al pseudo-hombre de acción, ágil, febril e inútil.

Uno de los más importantes elogios al símbolo de la mosca se encuentra en la reflexión de un gran filósofo alemán, Arthur Schopenhauer (1788-1860), que en su obra Parerga y Paralipómena, dice: "La mosca debe ser tomada como el símbolo de la impertinencia y la audacia; porque en tanto que los demás animales le huyen al hombre más que a otra cosa, y corren antes que él se les acerque, la mosca se posa sobre su nariz misma."

Madre de la Fratenidad
Twins Seven Seven (nigeriano, 1944-2011)

domingo, 15 de abril de 2012

ACÁ Y MÁS ALLÁ

El juicio en presencia de Osiris
Manuscrito de Tebas, Egipto.
Cerca del 1275 a.C.

Los cuentos tradicionales, en su gran mayoría, son anónimos.  Algunas veces encuentran un relator famoso, pero su origen es desconocido. 

Cuando los relatos son puestos por escrito ya han tenido una larga transmisión de boca en boca.  Fueron probados en sus enseñanzas, corregidos y adaptados a las innumerables comunidades por las que circularon. 

El siguiente cuento tiene origen en el folklore egipcio.  Por su contenido, pudo haber existido en las dinastías antiguas, que nacen alrededor del 3.100 a.C. y luego adaptarse a las distintas civilizaciones del norte de África.  Pero son suposiciones sin ninguna prueba contundente.

El relato suele ser presentado con distintos títulos.  El más adecuado es el más simple: “El hombre, su caballo y su perro”.

“Un hombre, su caballo y su perro caminaban por una calle. Después de mucho caminar, el hombre se dio cuenta de que él, su caballo y su perro habían muerto en un accidente. Es que a veces los muertos tardan un tiempo antes de darse cuenta de su nueva condición.

La caminata era muy larga, cerro arriba, el sol estaba fuerte y ellos estaban transpirados y con mucha sed. Necesitaban desesperadamente agua.

En una curva del camino divisaron un portón magnífico, todo de mármol que conducía a una plaza pavimentada con bloques de oro, en el centro de ella había una fuente de donde emanaba agua cristalina. El caminante se dirigió al hombre que en una garita custodiaba la entrada.

- Buen día, dice él.
- Buen día, respondió el hombre
- ¿Qué lugar es este tan lindo?, preguntó.
- Esto es el Cielo - fue la respuesta.
- ¡Qué bueno que llegamos al Cielo! Estamos con mucha sed - dijo el hombre.
- Puede entrar a beber agua cuando quiera - dijo el guardia, indicando la fuente.
- Mi caballo y mi perro también están sedientos.
- Lo lamento - dijo el guardia. Aquí no se permite la entrada de animales.

El hombre quedó desconcertado, pues su sed era grande. Pero él no estaba dispuesto a beber dejando a sus amigos con sed. Así que prosiguió su camino.

Después de mucho caminar cerro arriba, con la sed y el cansancio multiplicados, llegaron a un sitio cuya entrada estaba señalada por una puerta vieja semiabierta. La puerta conducía a un camino de tierra, con árboles a ambos lados haciendo sombra. A la sombra de uno de los árboles había un hombre acostado.

- Buen día - dijo el caminante.
- Buen día - dijo el hombre.
- Estamos con mucha sed yo, mi caballo y mi perro.
- Hay una fuente entre aquellas piedras - dijo el hombre. Pueden beber cuanto quieran.

El hombre, el caballo y el perro fueron hasta la fuente y saciaron su sed.

- Muchas gracias - dijo al salir.
- Vuelvan cuando quieran - dijo el hombre.
- A propósito - dijo el caminante, ¿cuál es el nombre de este lugar?
- El Cielo - respondió el hombre.
- ¿Cielo? Pero si el hombre de la garita de más abajo, al lado del portón de mármol, dijo que ese era el Cielo.
- Aquello no es el Cielo, eso es el Infierno.
- Pero entonces, dijo el caminante, esa información falsa debe causar grandes confusiones.
- De ninguna manera, respondió el hombre. En realidad, ellos nos hacen un gran favor porque allá quedan las personas que son capaces de abandonar a sus mejores amigos”.


Los dos ámbitos de la vida.

            Los elementos del cuento tienen una gran riqueza de significados.  Cada situación de este relato nos abre a inmensos espacios de sabiduría, como las dos entradas que se describen en el mismo.

El matrimonio
entre el Cielo y el Infierno

Max Ernst (alemán, 1981-1976)
            A primera vista se hacen evidentes las imágenes representativas: los caminantes, la sed, las entradas, el mármol y el oro, los árboles, los porteros.  Dominando toda la acción está el símbolo del cielo, que ha sido una inquietud constante en todas las civilizaciones.

            Resalta, en primer lugar, la continuidad entre la vida terrestre y el más allá.  Esto es permanente en las narraciones tradicionales.  Es un eco de dos expresiones del Evangelio.  Por un lado, lo que se reza en el popular Padrenuestro: “así en la tierra como en el cielo”.  Por otro, lo que repite el Maestro de Nazaret: “todo lo que aten en la tierra quedará atado en el Cielo”.

            Hay un constante fluir entre lo alto y lo bajo, entre la Tierra y el Cielo.  Por eso el protagonista del relato tarda en darse cuenta que ha pasado al más allá, insinuando que el tema de la muerte no está en el pasaje de un lado a otro, sino más bien en el modo de vivir antes de esa situación.  El ejercicio de nuestra vida, lo que se denomina “ética”, nos va a dar las capacidades necesarias para vivir en el más allá con plenitud.

            El cuento presenta en el “más allá” los dos lugares clásicos: el Infierno y el Cielo, pero con características llamativas.  Según el relato, solamente el que entra en el Cielo sabe que hay Infierno.  En cambio, el que entra en el Infierno nunca sabrá que hay otro ámbito en donde los otros pueden también saciar su sed, no le interesa más que la necesidad propia.  Es quedar sumergido en el egoísmo.

            Bajo este punto de vista, el Infierno no es un castigo tortuoso, sino una limitación.  El que allí quede ni siquiera sospechará que podría haber algo mejor.  No siente nada.

            El protagonista principal, por su lado, puede satisfacer su necesidad en unión con sus compañeros, como una imagen de la solidaridad con el universo.  El Cielo es para él un inmenso horizonte abierto, formando parte de la naturaleza plena e ilimitada.  No hay nada artificial, como paredes de mármol, o fuentes de oro, sino lo que las cosas son en su auténtica belleza. Así el hombre es plenamente hombre.


Un significado del Cielo

            El Cielo, entre sus múltiples significados, es el símbolo de un aspecto de la conciencia.  En ella, representa lo más alto de las aspiraciones humanas.  En el caso del cuento, es presentado cuando el protagonista logra saciar su sed junto a sus inseparables amigos.

            En el cuento, se nota que el más allá se define acá, en nuestra vida.  Es una invitación a traer el Cielo a la tierra.  Es abrir la conciencia a una dimensión ilimitada.
           
El Cielo está en la Tierra, cuando buscamos la plenitud de nuestro interior.  Está tan cerca nuestro que a veces no nos damos cuenta.

            La narración “El hombre, su caballo y su perro” nos permite entender mejor qué significa esta plenitud de conciencia, este Cielo que tenemos a mano.  Es muy simple: el hombre pleno es el que no abandona a sus mejores amigos.   


El árbol del paraíso
Séraphine Louis (francesa, 1864-1942)



miércoles, 4 de abril de 2012

SALIDOS DEL HORNO

1-  La gran isla

            Los aborígenes de América del Norte pertenecen a varias etnias, cada una con sus mitos y leyendas.  Sin embargo, podemos encontrar una narración común, un gran escenario en el cual cada uno de ellos sitúa a su pueblo en relación con el resto de la humanidad.

            Todos afirman que antes de que los dioses creasen a los hombres, no existía la tierra y hubo que crearla para cuando ellos llegaran.  Sus deidades, bien extrayendo barro del fondo del océano y moldeándolo en forma de gran empanada o bien por cualquier otro modo mítico, constituyeron la gran isla en donde se desarrolló el Mundo Medio, que es el mundo actual. 

Ceremonia
George Catlin
(estadounidense, 1796-1872)
            Imaginemos una gran reunión de Sabios de algunos de estos pueblos, que están contando los mitos de sus respectivas naciones.  Los aguerridos hombres de rostro adusto escuchan arrobados cada una de las historias.  Son de distintas tribus: hopi, navajo, zuni, yaqui, papago, pies negro, kikapú y otras.

            Luego de pasar la pipa de paz, un chamán pima toma la palabra, para hacer el relato de la creación del hombre.

            Los pima, llamados en su lengua akimel o'odham, “pueblo del río”, son un grupo indígena que vive en el estado norteamericano de Arizona,  y en el estado mexicano de Sonora. Según datos oficiales, actualmente es un pueblo conformado por cerca de  22.000 personas en total. Una parte de los pima, en los comienzos, vivía congregada en aldeas, tenía campos de cultivo y aves de corral. Construía canales de riego, con herramientas de madera. Los pimas eran gobernados por un jefe electo y un consejo, y sus viviendas eran chozas unifamiliares abovedadas hechas de adobe y ramajes.

            El hombre sagrado, el chamán pima, hizo el siguiente relato.  El registro ha sido  tomado en el libro “Historias mágicas de los indios pieles rojas” de R. Benito Vidal.


2-  La labor del Hacedor del Hombre.

“El Mago o Hacedor del Hombre llegó a la gran isla e, instalándose en su morada construida al abrigo de los vientos del norte y del oeste en la ladera de la gran montaña,  decidió fabricar a los hombres utilizando para ello arcilla.  Pero antes debía construir un horno para cocer sus carnes y darles vida.
Matrona Pima
(fotografía, 1907)
Edward S. Curtis
(estadounidense, 1868-1952)

Pero, cuando el dios estaba en plena labor de creación, apareció a la puerta de su casa
Coyote y, con sus dotes de embaucador y bufón ridículo, interfirió en el delicado trabajo, diciéndole al Mago:

—Creo, amigo, que cualquier cosa que cuezas en tu horno ya está lo suficientemente hecha. 

El Hacedor del Hombre reconoció en la figura que le hablaba a Coyote y aunque sabía de su estupidez y sus mentiras, también sabía que era parte integrante del milagro de la creación. Coyote tenía poderes para realizar buenas acciones,  ya que  es el que procura que las personas pasen de un mundo a otro, al igual que es el responsable de esparcir las estrellas por el cielo. El Hacedor entonces, admite el acierto en sus palabras y cae en su trampa y le pregunta:

— ¿Estás seguro de lo que dices, Coyote?

El aludido, lleno de jovialidad y burla, le contestó:

—Ya lo creo que lo estoy, señor. Compruébalo tú mismo sacándolo  del horno y mostrándomelo.

El Mago le hizo caso y extrajo prematuramente a las criaturas de arcilla que quedaron muy poco cocidas  y, por tanto, blanquecinas...

—... y de este modo aparecieron sobre nuestro mundo los hombres blancos —explicó el chamán pima.

Con gran contrariedad del Creador huyeron aquellos del lugar y se esparcieron por la tierra, concentrándose en determinados espacios.

Pero fue de nuevo Coyote quien le hizo la siguiente recomendación:

—Si el calor del horno no ha sido suficiente para acabar de cocer a tus criaturas, haz otras y mantenlas durante más tiempo entre las llamas.

Al Hacedor del Hombre le pareció buena la idea del embaucador: conformó nuevos humanos con la arcilla que extraía de la montaña cercana y los introdujo en el horno ardiente. Por supuesto, los mantuvo más del doble del tiempo que estuvieron aquellos que quedaron blancos y cuando los sacó a la vida aquellas otras criaturas habían sido quemadas y la negritud les había invadido.

Frente a estos resultados el Mago despidió con malas actitudes a Coyote, que desapareció rápidamente a lo largo de la gran llanura del sudoeste en busca de otros infelices a quienes poder embaucar y reírse de ellos.

El creador ordenó llevar a blancos y negros a ultramar y, una vez asegurado que allí descansaban, tomó reticentemente el Hacedor del Hombre nueva arcilla y moldeó con ella nuevos individuos y, como ya había aprendido a tomar el punto de la cocción justa que tenía quehacer, creó a los habitantes de estas tierras, los pieles rojas.”


3- Cociendo al ser humano.

            El símbolo del horno es presentado en este cuento como una obra del Hacedor del Hombre, antes de dedicarse a su tarea principal.  Este instrumento de cocción es una realidad sagrada.

Pájaro de trueno.
Indios de Nuevo México, 1932.
            En el horno se produce la transformación.  Lo que entra es arcilla, tomada de la tierra.  En el interior, el fuego transmuta la materia inerte, y sale materia viva, el hombre.  En la imaginación del hombre antiguo, la sustancia muere en el horno para renacer en forma sublimada.

            Se lo reconoce como un crisol, el lugar donde se une la materia y el espíritu. También el horno recuerda al seno materno, que es el lugar donde se gesta el nacimiento de los seres.

            La tradición espiritual de la humanidad ha usado repetidamente este símbolo.  Y lo ha relacionado con otro de primordial importancia: el corazón humano.  Es el corazón el lugar donde nacen verdaderamente los seres, es allí donde se forja la humanidad. 

            Los aborígenes de América del Norte nos dicen que el corazón humano es sagrado, en cuanto que es el horno realizado por el Creador.  Y la vida humana, con sus características, también ha salido de sus manos, y es sagrada en el mismo sentido.

            La enseñanza del chamán pima también se refiere a los hombres de otras razas o etnias.  Le recuerda a su pueblo que los otros son un aspecto olvidado de ellos mismos, y que todos juntos forman la plena imagen reencontrada del Hacedor de los Hombres.


Plutusia
(de la colección "Mundos Imaginarios II", 1996)
Frank Stella (estadounidense, n. en 1936).