domingo, 23 de febrero de 2014

EL BARQUERO INCULTO

Dos Figuras
Rabindranath Tagore
(indio, 1861-1941)
El barquero inculto

 Se trataba de un joven erudito, arrogante y engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca. Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:
  --Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las aves?
  --No, señor -repuso el barquero.
(Estilo mandana).
Lakhi Chan Jain (indio).
  --Entonces, amigo, has perdido la cuarta parte de tu vida.

  Pasados unos minutos, la barca se deslizó junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven preguntó al barquero:
  --Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
  --No, señor, no sé nada de plantas.
  --Pues debo decirte que has perdido la mitad de tu vida -comentó el petulante joven.

  El barquero seguía remando pacientemente. El sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces el joven preguntó:
  --Sin duda, barquero, llevas muchos años deslizándote por las aguas .¿Sabes, por cierto, algo de la naturaleza del agua?
  --No, señor, nada sé al respecto. No sé nada de estas aguas ni de otras.
  --¡Oh, amigo! -exclamó el joven-.  De verdad que has perdido las tres cuartas partes de tu vida.

  Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua. No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero preguntó al joven:
  --Señor, ¿sabes nadar?
  --No -repuso el joven.
  --Pues me temo, señor, que has perdido toda tu vida.


Tres maneras de aprender

            El primero de los “aprendidos” es el joven erudito.  Se muestra arrogante y engreído.  Al barquero lo trata de dos modos, que aparentan ser amables, pero esconden algo de superioridad: “amigo” y “barquero”.  Con los conocimientos que ha adquirido se burla de su transportador.  Le habla de pájaros, de plantas y de la misma agua, fraccionando la vida del sumiso barquero en partes perdidas.  El joven tiene muchos conocimientos, pero en realidad ha aprendido pocas cosas. 
Sin título.
Vasudeo S. Gaitonde
(indio, 1924-2001).

Quien recibe buena formación empieza por aplicar sus conocimientos a la propia vida, es decir, hacerse práctico para la vida concreta.  También la persona educada y culta se nota en el trato para con sus semejantes.  Ninguna de estas dos actitudes está en el joven del cuento.

            La segunda manera de aprender es la del barquero.  Quizás no es ilustrado, pero seguramente tiene una sabiduría bien práctica, que le ha permitido sobrevivir con su oficio sencillo y significativo.  No sabe de pájaros, como le dice al joven erudito, pero sí sabe interpretar su vuelo.  No conoce de plantas, pero se ve que no le faltan alimentos para la vida.  No puede decir mucho del agua, pero sí sabe sobrevivir en ella.

            La tercera forma de aprender es la que corresponde al lector de este breve cuento.  Su autor anónimo, con ingenio y buen trato, nos abre a las diferentes maneras de conocer.  Con sentido del humor, y sin poner en peligro la vida de nadie, pues todo es una fantasía, nos ayuda a entender que el auténtico saber está en unir lo que recibimos como información, a los aspectos prácticos de la vida.

            Hemos aprendido de la tradición que la vida fluye como el agua de un río, y no se detiene jamás.  Nuestra habilidad estará en saber navegarla, en aprovechar los conocimientos recibidos y los que hemos adquirido para no ahogarnos. 

También el cuento nos enseña a escuchar a los barqueros que nos conducen en  este caudaloso río, aquellos sabios que son silentes y sumisos, y que han tenido la generosidad de transportarnos a la otra orilla.




El aliento interior.
K. G. Subramanian
(indio, nacido en 1924).

domingo, 9 de febrero de 2014

DOS CAMPESINOS

Paisano vasco con vaca y ternera
Aurelio Bibiano de Arteta y Errasti
(vasco, 1879-1940)
El cuento.

Un tranquilo y taciturno campesino vigilaba a dos vacas que pastaban en un prado, y no hacía nada más.
Otro campesino, que pasaba por allí, se sentó en un pequeño muro que delimitaba el prado, permaneció un momento en silencio (en ese país las conversaciones son lentas y muy pensadas) y finalmente preguntó:
-¿Comen bien las vacas?
-¿Cuál de ellas? -dijo el otro.
El campesino que estaba de paso, un poco desconcertado por la pregunta, dijo entonces al azar:
-La blanca.
-La blanca sí -dijo el primero.
-¿Y la negra?
-La negra también.
Tras ese primer intercambio, los dos hombres permanecieron durante un buen rato sin hablar, la mirada perdida en el familiar paisaje, las montañas, el pueblo.

Entonces el segundo campesino preguntó:
-¿Y dan mucha leche?
-¿Cuál de ellas? -contestó el otro.
-La blanca.
-La blanca sí.
-¿Y la negra?
-La negra también.
A lo que siguió otro silencio, que duró tanto como los otros, en el transcurso de lo cual los dos hombres no se miraron. Sólo se oía el apacible sonido de las dos vacas que pastaban.

Finalmente el segundo campesino rompió el silencio y dijo:
-Pero, ¿por qué siempre me preguntas "cuál de ellas"?
-Porque -contestó el primero-, la blanca es mía.
-Ah -dijo el otro.
Reflexionó un poco y preguntó para acabar, no sin una oculta aprensión:
-¿Y la negra?
-La negra también.
Fresco de la Iglesia de San Telmo
(San Sebastián, siglo XVI)
 La conversación

            El cuento presentado tiene origen en la región vasca de España.  Tiene mucha gracia, por eso la lectura debe ser pausada.  La escena es como un juego de niños, que se basa en la reiteración de la mirada, y en la precisión de las observaciones.  Y como sucede con frecuencia cuando se juega con niños, se suele exasperar el adulto, que por lo general aplica más la lógica que la intuición.

Sin título
José Luis Zumeta
(vasco, n. en 1939)
            Cuando se busca el origen de la palabra “conversación”,  nos encontramos que implica un intercambio, algo que se asemeja a “realizar giros juntos”.  Por eso, en pueblos que hablaban en latín, la conversación era un intercambio de cosas que eran intensamente usadas por uno y por otro.  Es el uso común y frecuente de objetos, lo que llevó al término a designar intimidad, el estar unos con otros.

            Un “conversador” en la antigüedad era un comensal, que comparte una comida, una reunión con otros.  Para referirse a la conversación tal como la entendemos en nuestro tiempo, se hablaba de “sermo” en latín, que se acerca a la realidad del diálogo, centrado en el uso de la palabra.

            En la historia presentada están las dos realidades.  Por un lado, el estar juntos intercambiando perspectivas, miradas.  Aquí, lo que se está compartiendo es el símbolo de la vaca, una negra y otra blanca.  No hay intenciones explicativas, sino observaciones directas de la realidad.  Si se sigue lo central de los tres momentos, vemos que la primera observación es sobre la comida de las vacas, la segunda es sobre si dan leche, un alimento importante para la vida humana, y la tercera es una observación sobre la propiedad.

            El segundo aspecto, el del uso de la palabra, que permite que los dos campesinos tengan un intercambio, una interrelación en la soledad de un lugar abierto.  Los dos campesinos emiten palabras, que en realidad son sonidos transformados en sentido mediante la cultura.  La humanidad no surgió sabiendo “palabras” sino que las fue inventando de a poco, de tal manera que todos los que estaban en un mismo lugar, al escuchar determinado sonido, supieran qué es “lo que se quería decir”.  El diálogo nos remite al origen y nos recuerda el largo y sinuoso camino común de lograr entendernos.


            Del cuento también podemos rescatar a “la vaca”.  Es un animal muy noble, que nos ha llenado de bienes.  En todas las culturas es una de las representaciones de la Madre Tierra, que nos brinda variedad de alimentos para que vivamos.  Es figura de la abundancia y dadora de riquezas.  Por esta razón, es venerada en algunas regiones de nuestro planeta como un animal sagrado.


Sin título
José Luis Zumeta
(vasco, nacido en 1939).