domingo, 24 de abril de 2016

EL TRATADO


Ad Parnassum
Paul Klee
(suizo, 1879-1940)


Dos judíos de condición modesta discutían un día en una taberna de Varsovia.

-Hay algo en la lectura de la semana que no entiendo –dijo uno.

-¿Qué?

-Se dijo que nuestro padre Abraham y Abimelej, rey de los filisteos “concluyeron un tratado los dos”. 

-¿Y cuál es el problema?

-¿Por qué está escrito los dos? Es superfluo.

-Buena pregunta.

-¿Tú que piensas?

-Lo que pienso es muy sencillo.  Han concluido un tratado, pero no se han convertido en uno, han seguido siendo dos.

Destino común

         Abraham es un personaje bíblico fundamental, que representa al hombre de fe, el que se aventura en la vida saliendo de una situación estable y previsible para ir en busca del propio destino.  Era un pastor nómade, y como tal va entrar en tierras de Guerar, donde gobernaba Abimelej, cuyo nombre significa “mi padre es rey”.
Abraham y Sara
Marc Chagall
(francés, 1887-1985)

         La primera relación entre Abraham y Abimelej que se relata en la Biblia es conflictiva.  El rey quiere tomar a Sara, la esposa de Abraham, que se había hecho pasar por hermana del patriarca, para preservar la vida de su esposo.  Era un pedido que le había hecho el mismo Abraham viendo que su mujer era muy hermosa.  Gracias a la manifestación divina en un sueño que tiene el rey, la ofensa no se consuma.

         Luego, en el siguiente capítulo del Génesis, el primer libro de la Biblia, se cuenta el tratado que menciona el cuento, por el cual Abraham promete colaborar con la prosperidad de Abimelej.  En esa situación, Abraham reclama los derechos sobre un pozo de agua que él había cavado con su familia, y que gente del lugar le habían arrebatado.  Ese tratado dará nombre a una ciudad que todavía existe, Beerseba, que significa “pozo del juramento”.

Teoría de la tensión
Jacek Yerka
(polaco, n. en 1952)
         Estos relatos hablan de un pacto de no agresión entre los israelitas, representados por Abraham, y los filisteos, siendo Abimelej un rey de ellos.  Estas situaciones ancestrales cobrarán todo su valor cuando finalmente los israelitas se asienten en la Tierra Prometida.

         Es interesante el comentario que hace sobre ellos uno de los protagonistas del cuento citado.  El pacto de no agresión entre el rey y el patriarca es como los innumerables tratados de paz que se han realizado en la historia humana.  Se realizan entre dos pueblos, a través de sus representantes, y el resultado es dos pueblos que siguen su camino.  No se convierten en uno.

         La paz, el fruto deseable de toda alianza, implica una comunidad de destino.  Un tratado de paz duradero debe incluir las condiciones de una vida común, es decir, compartir las búsquedas, los sueños y la ayuda mutua para poder realizarlos.  

         Del mismo modo, la alianza entre el hombre y el ambiente natural que lo rodea parte de la comprensión de la comunidad de destino, sabiendo que no alcanza con un tratado de no agresión.  

         De la misma manera, el espíritu del hombre busca alcanzar la plenitud, la trascendencia, el Absoluto, el Amor eterno, Dios, o los nombres que se le quieran poner al Misterio deseado.  Esto no estará logrado solamente con un pacto de no agresión con el Misterio, sino que la paz la tendremos cuando nos demos cuenta que el destino común y final es la unión con el Misterio de la verdad, la bondad y la belleza.  


Reino pacífico
Edward Hicks
(norteamericano, 1780-1849)