domingo, 28 de octubre de 2018

EL CIEMPIÉS Y EL SAPO

El paseo de Jasper
Mark Ryden 
(norteamericano, n. en 1963)

Una vez, un sapo vio caminar a un ciempiés y quedó atónito al ver con qué elegancia movía éste cada una de sus patas. ¿Cómo hacía para coordinar con tanta perfección sus movimientos?


 -¡Ay! –se lamentó el sapo para que el ciempiés lo oyera-. Yo no brillo ni reluzco. Solo tengo cuatro patas –solo cuatro patas- y no cien como tú, ¡oh venerable!

Al ciempiés le cayó muy bien el comentario: tanto que hasta aminoró el ritmo de su marcha.

-Dime, pues, venerable –continuó el sapo-, ¿cómo puede ser que, al caminar, siempre sepas con qué pie debes comenzar, cuál va a ser el segundo, y después el tercero, cuál llega después como cuarto, quinto y sexto, y si es el décimo el que sigue o el centésimo? ¿Qué es lo que hacen, mientras tanto, el segundo y el séptimo? ¿Se paran o siguen andando? Y cuando llegas a la pata número noventa y siete, ¿debes levantar también la septuagésima? Dime, por favor, a mí, el pobre, el mojado, el resbaladizo que solo tiene cuatro patas y no cien, cómo haces, ¡oh venerable!.

El ciempiés se quedó entonces muy pensativo. En efecto, ¿cómo lo hacía? ¡Ay, nunca se había preguntado él estas cosas!¡Dios mío, qué problema! ¿Y cómo explicarle al sapo el mecanismo si ni él mismo, ahora que lo pensaba, podía comprenderlo?

Y el ciempiés quedó inmóvil, clavado en el suelo, y desde aquel momento no pudo ya mover ningún miembro. Había olvidado cuál de los pies debía levantar primero, y mientras más pensaba en ello, menos podía recordarlo.


Caminar en la vida
Cigüena y cuatro sapos
Pierre Bonnard
(francés, 1867-1947)

En las culturas precolombinas los animales tenían una relación esencial con lo divino. Ocupaban un lugar importante en los mitos y las leyendas y también eran símbolos de valores y de ideas fundamentales de esas culturas. El ciempiés es un animal rastrero y de arraigo a la tierra por lo que no sorprende que aparezca entre los cabellos del dios azteca de la tierra Tlaltecuhtli, que significa "señor o señora de la tierra", pues era andrógino. La función principal del Dios y de todos los animales asociados era posibilitar que las almas de los muertos llegasen a la morada definitiva.

En la civilización del Antiguo Egipto el ciempiés estaba asociado al dios Osiris que también era un dios de la tierra relacionado con el mundo de los muertos. Como otros animales ponzoñosos está cercano a la magia y se consideraba que podía curar y proteger a su poseedor de las picaduras de otros seres venenosos. Ocupaba  un lugar importante en el mundo sagrado en tiempos de los faraones, y nadie osaba poner en duda su inteligencia.

Llama la atención la confusión que sufre el ciempiés ante la pregunta del sapo. ¿Cómo es posible que un animal tan sagrado quedé enredado y sin capacidad de moverse, después de haberse desplazado con tanto donaire? Solamente otro animal de mismo nivel sagrado podía cuestionarlo. En algunas culturas el sapo es la cara infernal y tenebrosa de la muerte. Su mirada fija indica una insensibilidad o indiferencia a la luz y lo que ella significa. Por esta característica intercepta la luz de los astros por absorción, dejando en la oscuridad a los que están cerca, como el ciempiés.
Seta, el ciempiés gigante
Utagawa Kuniyoshi
(japonés, 1797-1861)

El psicólogo George Humphrey (inglés, 1886-1963) se refirió al cuento diciendo: "Ningún hombre hábil en su profesión necesita una atención constante en el trabajo rutinario. Si la prestara el trabajo se echaría a perder".  Más adelante sigue comentando el cuento, diciendo: "Nos ocurriría lo mismo si le prestáramos una atención consciente a cualquier hábito bien asimilado como, por ejemplo, caminar". La razón, tan útil en algunos aspectos de la vida, puede también ser destructora de hábitos y virtudes valiosos.

Si aplicamos el cuento al plano espiritual nos encontramos con una enseñanza profunda. Es importante mantener la unidad y la armonía en nuestro interior. Por ejemplo, si estamos escuchando música con disfrute, no podemos al mismo tiempo ponernos a pensar que estamos escuchando música porque dejaríamos de lado el goce de oírla. Del mismo modo no podemos contemplar y observarnos como contempladores al mismo tiempo, la reflexión nos saca de la corriente íntima de la contemplación. En la vida espiritual hay una armonía por encima de la razón, en la que nos sumergimos sin pensar. Así nos movemos en la vida y evitamos el quedarnos paralizados.

Acompañamiento Negro
Vasili Kandinski
(ruso, 1866-1944)


domingo, 14 de octubre de 2018

LAMENTACIÓN DE UN DIABLO

Demonio sentado
Mikhail Vrubel
(ruso, 1856 - 1910)

A veces algunos personajes son bastante lúcidos para expresar a la vez las preguntas y las respuestas.


Es el caso de un demonio japonés que lloraba. Un hombre santo lo vio y le preguntó:

- ¿Qué clase de demonio eres? ¿Desde cuándo lloran los demonios? ¿Y por qué?

- Soy un personaje de otros tiempos –le dijo el demonio-. Viví hace cuatro o cinco siglos y mi corazón estaba lleno de odio hacia mi enemigo.

-¿Y ese enemigo te venció?

- En absoluto. Lo maté. ¡También maté a sus hijos, a sus nietos y a sus bisnietos! ¡Sin excepción!

- ¿Así que no te queda nadie a quien matar?

- Ni una persona.

- Entonces, te repito mi pregunta: ¿por qué lloras?

- Lloro porque querría que volviesen a nacer para poder volver a matarlos. Pero no tengo la más mínima idea del lugar donde podrían renacer. El odio todavía me corroe pero la progenie de mi enemigo ya no existe. No tengo a nadie a quien matar y sólo me devoro a mí mismo.

- ¿Así que has conservado tu odio, pero contra ti mismo?

- Sí, y durante cien millones de años lo sufriré. ¿Sigues creyendo que no tengo ningún motivo para llorar?

El demonio se alejó entre sollozos. El hombre santo vio llamas bailando alrededor de su cabeza.


La no-violencia
Atacado por un demonio
Utagawa Kuniyoshi
(japonés, 1798-1861)

          En Japón hay una tradición llena de seres extraordinarios y de demonios. Entre estos últimos se encuentran los shura, espíritus enfurecidos que son la reencarnación de los guerreros muertos en batalla.

          Los fantasmales guerreros han perdido el camino que los llevaba a la meditación y al respeto, y se han convertido en horribles espíritus hechos del odio y la venganza que queman sus oscuros corazones. Tienen una mirada que causa espanto, por lo que sorprende ver llorar a alguno de ellos.

En occidente, la palabra demonio proviene de un término griego daimon, que se traduce mejor por genio. En el mundo romano y griego los daimones son unas divinidades menores muy importantes, consideradas fundamentales en el desarrollo de la vida y de las buenas funciones de la naturaleza. Su culto estaba muy extendido, y al cristianismo le resultó muy difícil erradicarlo de los ambientes campesinos. Para este fin los cargó de connotaciones negativas y maléficas, asumiendo su representación plástica como la figuración de los espíritus del mal. Así los sátiros dejaron de ser protectores de animales, especialmente el ganado, para convertirse en seres dañinos y pecadores.
Dos divinidades danzando
          Tomioka Tessai
              (japonés, 1837-1924)

En las culturas en general una característica del mal, propia de los demonios, es el odio. Es interesante tener en cuenta que el odio tiene un aspecto positivo. Sirve para mantener un cierto estado de alerta intelectual. En situaciones peligrosas como el falso consenso grupal sólo los odiadores son capaces de actuar con lucidez. Hay veces que las decisiones colectivas equivocadas suponen la muerte y en estos casos el odio resulta muy útil. Para Aristóteles puede ser una forma de ira no desahogada: necesitamos ese sentimiento para separarnos de aquello que previamente hemos amado. Cuando una persona o una idea nos defraudan necesitamos del odio para apartarnos de aquello que puede limitarnos o estancarnos en nuestro camino por la vida.

El odio, que podemos caracterizar como un amor sin conocimiento, se vuelve amor ciego, y se apega al pecado. Por eso el demonio del cuento queda condenado a ser criminal, y lo único que ve de su interior es esta fuerza terrible que lo arrastrará millones de años. Para que el odio sea bueno tiene que estar muy controlado, porque enseguida se transforma en daño y crimen. Por eso la tradición es constante en la invitación a conocernos a nosotros mismos, en prestar atención a nuestro interior.

¿Qué es el conocimiento de sí mismo? Es descubrir nuestra esencia real, nuestra chispa divina, nuestro ser completos en Dios. No somos Dios, pero somos portadores de su presencia. Somos vasos de barro llenos de Dios. Sobre esta realidad se basa toda la experiencia de la no-violencia activa, opuesta al odio del demonio. La no-violencia activa propone un camino de liberación integral, empezando con la liberación interior de todo apego y de toda enemistad, para que brille nuestra esencia real. Esta es la actitud del santo que ve alejarse al diablo llorando, y ve llamas danzando en torno a su cabeza.


Huellas
Ion Tuculescu
(rumano, 1910-1962)