Diógenes Jaxques des Rousseaux (francés, 1600-1638) |
Un
día, estaba Diógenes comiendo un plato de lentejas sentado en el umbral de una
casa cualquiera.
No
había ninguna comida en toda Atenas más barata que el guiso de lentejas.
Dicho
de otra manera, comer guiso de lentejas era definirse en el estado de mayor
precariedad.
Pasó
un ministro del emperador y le dijo:
-
"¡Ay, Diógenes, si aprendieras a ser más sumiso y a adular un poco al
emperador, no tendrías que comer tantas lentejas!"
Diógenes
dejó de comer, levantó la vista y mirando al acaudalado interlocutor
profundamente, le dijo:
-
“¡Ay de ti, hermano. Si aprendieras a comer un poco de lentejas, no tendrías
que ser sumiso y adular tanto al emperador!”
La
sabiduría de la austeridad
En
el cuento las lentejas parecen poco importantes, pero durante milenios el uso
de las legumbres, en sus múltiples formas, ha sido compañero inseparable de la
evolución del hombre. Las lentejas, junto con otras leguminosas, son la
principal fuente de proteína vegetal para el hombre. En el cuento son el signo
de autonomía del filósofo.
Diógenes
nació en el 412 antes de Cristo en una colonia griega fundada por un compañero
de Hércules, en la zona de la actual Turquía. Junto con su padre fueron
exiliados de su ciudad para recaer en Atenas. Allí conoció al fundador de la
escuela cínica, y a ella se consagró
enteramente por el resto de su vida. El cinismo
es una de las manifestaciones más radicales de la filosofía y también de las
más incomprendidas. Los cínicos
consideran que la forma de vivir es parte fundamental de la filosofía e
inseparable de su manera de pensar.
Para
los cínicos la libertad y la
felicidad suprema del hombre consisten en su independencia de todas las cosas
por medio de la vida virtuosa, y dicen que prueba de ello es que si Dios es
perfectamente bueno y perfectamente feliz es en razón de su absoluta
independencia de todas las cosas.
Muchas
anécdotas conservadas muestran la profundidad del compromiso de Diógenes con su
pensamiento. Se decía que el filósofo iba por la calle en pleno día, con la
lámpara encendida, diciendo: Busco un
hombre. Y así se refería a que en realidad ninguno nos comportamos
enteramente como seres humanos. En otra ocasión le preguntaron por qué la gente
daba limosna a los pobres y no a los filósofos, a lo que respondió: porque piensan que pueden llegar a ser
pobres, pero nunca a ser filósofos.
La
más famosa anécdota es con Alejandro Magno, de la cual damos una de sus
versiones.
Diógenes,
el filósofo griego se encontró con Alejandro Magno cuando este se dirigía a la
India. Era una mañana de invierno, soplaba el viento y Diógenes descansaba a la
orilla del río, sobre la arena, tomando el sol desnudo... Era un hombre
hermoso. Alejandro no podía creer la belleza y gracia del hombre que veía.
Estaba maravillado y dijo:
“Señor...”
- jamás había llamado “señor” a nadie en su vida- “...señor, me ha impresionado
inmensamente. Me gustaría hacer algo por usted. ¿Hay algo que pueda hacer?”
Diógenes
dijo: “Muévete un poco hacia un lado porque me estás tapando el sol, esto es
todo. No necesito nada más.”
Alejandro
contestó: “Si tengo una nueva oportunidad de regresar a la tierra, le pediré a
Dios que no me convierta en Alejandro de nuevo, sino que me convierta en
Diógenes”.
Diógenes
rió y dijo: “¿Quién te impide serlo ahora? ¿Adónde vas? Durante meses he visto
pasar ejércitos ¿Adónde van, para qué?”.
Dijo
Alejandro: “Voy a la India a conquistar el mundo entero”.
“¿Y
después qué vas a hacer?”, preguntó Diógenes.
Alejandro
dijo: “Después voy a descansar”.
Diógenes
se rió de nuevo y dijo: “Estás loco. Yo estoy descansando ahora. No he
conquistado el mundo y no veo qué necesidad hay de hacerlo. Si al final quieres
descansar y relajarte ¿Por qué no lo haces ahora? Y te digo: Si no descansas
ahora, nunca lo harás. Morirás. Todo el mundo se muere en medio del camino, en
medio del viaje”.
Alejandro se lo agradeció y le dijo
que lo recordaría, pero que ahora no podía detenerse. Alejandro cumplió su
destino de conquistador, pero no le dio tiempo a descansar antes de morir.
Diógenes
murió en el 323 a.C. en la ciudad de Corinto. Había sido comprado como esclavo,
pero su dueño lo liberó inmediatamente para que se dedicara a la educación de
sus tres hijos, lo cual hizo el filósofo de manera brillante. Y los jóvenes, pese a la rigidez de su
maestro, no solo no renegaron de él, sino que le tuvieron gran cariño.
Diógenes buscando un hombre honesto Jacob Jordaens (holandés, 1593-1678) |