domingo, 30 de octubre de 2011

BUSCANDO AYUDA

Nadie sabe el origen de los cuentos, quién los inventó o en qué lugar nacieron.   Seguramente fueron atesorados porque a quienes los escucharon las primeras veces, les produjo algún deslumbramiento, o les ayudó a entender algo de las propias vidas.

Formaban parte de tradiciones, o eran conservados en pequeños círculos para formación y entretenimiento. Es probable que fueran relatos orales durante largos siglos.  Hasta que alguna vez, un cronista o un escriba, los anotaran en algún lado. 

Con pequeños detalles o algunas palabras fueron alcanzando su actual configuración.  Algunos nacieron en lugares remotos, por lo que pasaron por varias traducciones hasta llegar a nuestra lengua.  Y cada traducción es necesariamente una interpretación.

Respetar los cuentos no es solamente venerar su vejez, sino alimentarse de su vitalidad.  . 

Bebamos la frescura y el vigor del cuento que presentamos.  Está tomado de la tradición budista zen, de una selección realizada por el arqueólogo Guido Tavani (1938-2003).


La moneda de oro.

En cierta oportunidad, un joven acudió a un Maestro a causa de un profundo descontento consigo mismo producto de las burlas y censuras que sus vecinos de la aldea no cesaban de proferirle.

-  Maestro, dijo el joven -,he venido a solicitar su ayuda porque en mi aldea, todos dicen que soy torpe y débil, y que no tengo fuerzas ni valor para emprender nada. ¿Cómo puedo mejorarme a mí mismo? ¿Qué puedo hacer para obtener la estima de los que me desprecian por mi condición?
El leñador
Casimir Malévich
 (ruso, 1878-1935)

El maestro, que se encontraba cargando leña, le dijo sin mirarlo:

-  Ah… cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, primero debo resolver el grave problema que me aqueja. Y una vez que lo resuelva, tal vez… pueda hacer algo por ti.

El Maestro permaneció en silencio algunos segundos y agregó:

-  Mira, si acaso me ayudas tú a mí a resolver mi problema ahora mismo, después tal vez pueda ayudarte a resolver el tuyo.

La respuesta inopinada del Maestro desconcertó al joven quien creyó escuchar en aquel extraño pedido los ecos del mismo desprecio que suscitaba en su aldea.  Vaciló en la respuesta y dijo con un tono resignado y algo renuente:

-  Sí… sí… claro… puedo ayudarlo… si usted me lo pide…

-Bien, muchacho.

Inmediatamente el Maestro se quitó un anillo que llevaba en su mano izquierda y se lo entregó al joven con la siguiente recomendación:

-  Toma mi caballo, dirígete rápidamente al mercado y procura venderlo hoy mismo pues debo honrar una deuda que ya no admite más tardanza.  Mi acreedor es un ser despiadado y cruel y está dispuesto a tomar mi casa en pago de lo que debo.  Deberás obtener por el anillo una moneda de oro y así podré pagar mi deuda.  Recuerda que no debes aceptar menos de una moneda de oro.  Ahora vete, y regresa lo más rápido que puedas con aquella moneda y así me ayudará a librarme de mi indigno acreedor.

El joven tomó el anillo y partió rápidamente hacia el pueblo.

Tan pronto como llegó al mercado, comenzó a ofrecer el anillo a los mercaderes.  Allí se topó primero con un tendero quien inspeccionó el anillo con algún interés y mientras lo examinaba le preguntó:

-  ¿Cuánto quieres por él?

-  Una moneda de oro.

-  ¿¿Una moneda de oro??, preguntó azorado el tendero.
-  Imposible, muchacho, apenas puedo darte tres monedas de plata, y si regresas más tarde, tal vez ni siquiera pueda darte dos monedas.  Mi oferta es ésta: tres monedas de plata ahora mismo.

El joven pudo advertir que no le sería fácil conseguir la moneda exigida por el Maestro.  En cada tienda que reparaba obtenía los mismos resultados hasta que un anciano viendo al desafortunado joven ofrecer sin éxito su mercancía le dijo:

-  Mira, muchacho, una moneda de oro es una paga excesiva por un simple anillo, y con ella se podrían comprar cientos como el que tú tienes.  Trata de ofrecer tu anillo a los que visitan el mercado, ningún tendero va a ofrecerte lo que pides, ya los conoces.

El joven que vio muy razonable el consejo del anciano, comienza a ofrecerlo a los transeúntes, pero la oferta no lograba mejorar sustancialmente.  De pronto, alguien que acertaba a pasar por allí vestido con lujosas ropas y secundado por un pequeño séquito, viendo que el joven ofrecía un anillo, se detiene frente a éste y envía a uno de sus sirvientes.  Súbitamente y sin perder el tiempo, el joven se dirige al elegante señor y le ofrece el anillo quien lo examina con cierto desdén y le pregunta:

-  ¿Cuánto quieres por él?

-  Una moneda de oro, señor.

-  Es mucho dinero por este anillo.  Puedo darte quince monedas de plata y dos vasijas de cobre.

Pero la oferta del poderoso señor no podía ser aceptada.  Así, el joven continuó ofreciendo el anillo del Maestro a los cientos de transeúntes que pasaban por allí, ya fueran éstos humildes o ricos, sin que nadie pudiera pagar por él más que unas cuantas monedas de plata o cambiarlo por algunos enseres viejos e inútiles.

Su corazón se había llenado de congoja y de pesar, y una vez más había fracasado en su empresa.  Regresó a la casa del Maestro con su alforja vacía y con el anillo en su dedo.

El maestro que lo aguardaba expectante le preguntó:

-  ¿Traes la moneda de oro contigo?

-  No, respondió el joven, he fracasado, no he podido obtener lo que me pediste.  Lo he ofrecido en todas las tiendas y aún a todos los transeúntes, y la máxima paga que se puede obtener por su anillo no supera las quince monedas de plata.  Pero nadie parece engañarse respecto del verdadero valor de este anillo.

El momento de Iluminación 
del Sexto Partriarca Zen
Kano Tan´yu (Japonés, 1602-1674)
-  Acabas de decir algo muy importante, dijo el Maestro mientras sonreía.  -  Antes de fijarle un precio, debemos saber primero el verdadero valor del anillo.  Regresa al pueblo y ve a la tienda del joyero Ling a quien conozco desde hace muchos años.  ¿Quién mejor que él para tasarlo en su verdadero valor?  Dile que quieres vender el anillo y pregúntale cuanto te ofrece por él.  Pero no importa lo que te ofrezca, no se lo vendas.  Vuelve aquí con mi anillo, evaluaré su oferta y tomaré luego la decisión.

El joven se dirigió nuevamente al pueblo llevando el anillo en su mano, pero esta vez, confiando que obtendría, por fin, lo que el Maestro le había pedido.

El joyero tomó el anillo entre sus manos, lo examinó detenidamente a la luz del candil, lo inspeccionó con su lupa y lo pesó.  Durante algunos tensos segundos permaneció en silencio y mientras miraba directamente a los ojos encendidos del muchacho, le dijo con un gesto de desaprobación:

-  Dile al Maestro que no puedo ofrecerle más que 60 monedas de oro por su anillo.

-  ¡¿¿ 60 monedas de oro??!, exclamó sorprendido el joven que apenas pudo contenerse.

-  Así es, -replicó el joyero-  Si el Maestro puede aguardar un tiempo, podríamos obtener hasta unas ochenta monedas, pero, si la venta le urge, todo lo que puedo ofrecer ahora son 60 monedas de oro.

El joven, visiblemente perturbado por la oferta del joyero, montó el caballo y obligándolo a un sostenido galope se dirigió a la casa del Maestro con su alforja colmada ahora por la buena nueva.  Se diría que un dios le había infundido velocidad divina a ese jinete.  Sin poder esperar a descender del caballo y voceando eufórico repetidas veces: ¡¡Maestro!! ¡¡Maestro!!, lo puso al corriente de los hechos.

-  ¡Su anillo vale más de sesenta monedas de oro!

-  Ven, muchacho, desciende, deja que el exhausto caballo recupere sus fuerzas y escúchame:

-  Tú eres como este anillo; una joya valiosa y única.  Y como tal, tu tesoro sólo puede ser evaluado y apreciado por un experto.  ¿Por qué pretendes exponerlo ante los necios que sólo pueden ver el barro en el oro y el oro en el barro?

Y tan pronto como terminó de decir esto, le pidió el anillo y volvió a colocárselo en el dedo pequeño de su mano izquierda.

-  Regresa ahora a tu aldea, muchacho.

Blanco con cuatro caras.
Jasper Johns (estadounidense, n. en 1930)

lunes, 24 de octubre de 2011

Circunstancias de la edad


Dijo Jesús: “No se inquieten
por el día de mañana;
el mañana se inquietará por sí mismo.
A cada día le basta su aflicción”.
Evangelio según San Mateo, capitulo 6, versículo 34.


Cada vida humana es incomparable.  Tiene una cantidad tal de pensamientos, acciones, búsquedas, hallazgos y pérdidas, que hacen imposible trazar una síntesis que pueda abarcar muchas personas. 

Las tres edades del hombre.
Giorgio Barbarelli da Castelfranco, Giorgione
(italiano, 1477-1510)
La tradición respeta esta riqueza, y no deja de proponer caminos para comprender más este tesoro de vida.  Entre las propuestas que ha hecho sobre la vida humana están las clasificaciones según las circunstancias de la edad.  Las vidas son todas distintas, pero las etapas que recorren las personas presentan circunstancias parecidas, con sus ventajas y sus desafíos generales.

La experiencia cotidiana nos habla de cuatro etapas: infancia, juventud, madurez, ancianidad.  A veces se han relacionado estos períodos con las estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno.  También se han marcado vinculaciones con los humores corporales: sangre, bilis amarilla, bilis negra, flema.  Estos humores fueron clasificados por Hipócrates (griego, 460 a.C.-370 a.C.) y posteriormente utilizados por Galeno (griego, 130 d.C-200 d.C.) en sus propuestas médicas.

En la tradición también se proponen sistematizaciones más complejas, como las que relacionan las edades de la vida con los planetas del sistema solar, hasta las modernas clasificaciones de la evolución psicosocial del ser humano, propuesta por Erik Ericsson (estadounidense de origen alemán, 1902-1994).


Hace mucho tiempo.

La Biblia ha marcado la historia de Occidente hasta nuestros días.  Estas Sagradas Escrituras fueron atesoradas por el pueblo de Israel, quienes las estudiaron con detenimiento y generaron unos de los sistemas más antiguos de enseñanza popular sistemática.

El Talmud es un texto de la tradición judía que contiene comentarios a los textos bíblicos, especialmente a la Ley (Torá), unidos a los comentarios jurídicos de los primeros siglos del judaísmo (Mishná).

Sorprende la cantidad de temas que son abordados y la sabiduría con que los expone.  Junto a un sentido delicado de humanidad presenta, cuando la circunstancia lo permite, un fino humor.

Se pueden citar muchos textos.  En el siguiente se toma la vida del rey Salomón, a quién se atribuye una gran sabiduría y el haber escrito varios libros de la Biblia.

Tres obras – Tres edades.

Dijo Rabí Ionatán:
Salomón escribió primero el Cantar de los Cantares, luego Proverbios y al final Eclesiastés.
(El Cantar es libro de amor y dulzura, corazón, sentimiento, pasión.
Proverbios es un libro de meditada y fría sabiduría.
Eclesiastés es un libro triste, desesperado, pesimista.
Se plantea la pregunta: ¿cómo tres libros tan disímiles, incluso contradictorios entre sí, pudieron salir de una misma pluma?).
Cuando el hombre es joven – canta al amor.
Cuando es maduro – extrae axiomas de sabiduría.
Cuando es viejo – piensa que nada tiene sentido.
(Tres libros que corresponden a tres edades de Salomón).

Otro texto nos presenta una visión más completa, siguiendo las costumbres judías en los primeros años de infancia y juventud. 

Las edades del hombre.

A los cinco años hay que comenzar a estudiar la Biblia.
A los diez años – la Mishná.
A los trece es el bar mitzvá (el joven se vuelve responsable por el cumplimiento de los preceptos).
A los quince – estudiar el Talmud.
A los dieciocho hay que casarse.
A los veinte – se tiende a gozar de los placeres del mundo.
A los treinta, es la plenitud.
A los cuarenta, madurez del entendimiento.
A los cincuenta, la reflexión.
A los sesenta, comienza la vejez.
A los setenta, cabellos grises.
A los ochenta, la fuerza (del dominio de sí mismo).
A los noventa, se encorva.

En una primera mirada, los temas religiosos marcan la infancia y la juventud, mientras que el resto de la vida es aplicable a cualquier cultura.


A nuestro gusto.

William Shakespeare (inglés, 1564-1616) escribió, entre muchas obras, una comedia titulada As you like it (normalmente traducida Como gustéis), cuando estaba en el medio de su producción literaria.  Se presenta una sencilla historia pastoril, con todas las características del género.

Un personaje melancólico, secretario de un duque poderoso de la obra, expone en un soliloquio, lo que el autor consideraba las edades de la vida (Acto II, escena VII).  Algunos ven en Jaques, al mismo Shakespeare hablándonos desde el escenario.

El mundo es un gran teatro,
y los hombres y mujeres son actores.
Jacques, de "As you like it".
Robert Smirke (inglés, 1752-1845)
Todos hacen sus entradas y sus mutis
y diversos papeles en su vida.
Los actos, siete edades. Primero, la criatura,
hipando y vomitando en brazos de su ama.
Después, el chiquillo quejumbroso que, a desgano,
con cartera y radiante cara matinal,
cual caracol se arrastra hacia la escuela.
Después, el amante, suspirando como un horno
y componiendo baladas dolientes
a la ceja de su amada. Y el soldado,
con bigotes de felino y pasmosos juramentos,
celoso de su honra, vehemente y peleón,
buscando la burbuja de la fama
hasta en la boca del cañón. Y el juez,
que, con su oronda panza llena de capones,
ojos graves y barba recortada,
sabios aforismos y citas consabidas,
hace su papel. La sexta edad nos trae
al viejo enflaquecido en zapatillas,
lentes en las napias y bolsa al costado;
con calzas juveniles bien guardadas, anchísimas
para tan huesudas zancas; y su gran voz
varonil, que vuelve a sonar aniñada,
le pita y silba al hablar. La escena final
de tan singular y variada historia
es la segunda niñez y el olvido total,
sin dientes, sin ojos, sin gusto, sin nada.

La obra completa presenta la vida tal como los espectadores desearían, de allí el título que muestra la intención de Shakespeare. Si bien presenta el final de la vida de un modo triste, tal como muchas tradiciones lo manifiestan, hay en toda la comedia una mirada llena de humor y de confianza en el hombre sencillo, en su capacidad de amor, y su alianza con la naturaleza.


Una sátira.
 
Algunos consideran a Francisco de Quevedo (español, 1580-1645) como el maestro de la sátira, dentro de una filosofía pesimista. Su obra literaria es numerosa, y se destaca por el dominio del idioma. 

Junto a una obra poética, también hay obra narrativa y dramática, como varios escritos políticos.  Su mirada sobre la vida del hombre responde a su modo de pensar.  El siguiente soneto muestra su mordacidad y burla.


PRONUNCIA CON SUS NOMBRES LOS TRASTOS
Y MISERIAS DE LA VIDA

La vida empieza en lágrimas y caca,
luego viene la mu, con mama y coco,
síguense las viruelas, baba y moco,
y luego llega el trompo y la matraca.

En creciendo, la amiga y la sonsaca:
con ella embiste el apetito loco;
en subiendo a mancebo, todo es poco,
y después la intención peca en bellaca.

Llega a ser hombre, y todo lo trabuca;
soltero sigue toda perendeca;
casado se convierte en mala cuca.

Viejo encanece, arrúgase y se seca;
llega la muerte, y todo lo bazuca,
y lo que deja paga, y lo que peca.

Hay palabras en el poema que eran muy vulgares en la época de Quevedo pero, bien utilizadas como en este caso, nos llevan a una reflexión sobre el ser humano y su destino, sin perder la jocosidad.  La sátira, como género, tiene la virtud de burlarse de algunas cosas menos importantes, para que cada uno busque lo más valioso de la propia vida.  Es una forma de dar libertad, de no imponer.


Naturaleza y presente.

Los ciclos de la vida humana nos muestran que estamos vinculados a la naturaleza, y que compartimos el destino de todas las cosas.  Vemos reflejadas nuestras circunstancias en nuestro entorno y en lo que sabemos del universo. 

Hay corrientes de pensamiento más optimistas que otras, pero ninguna de ellas deja de resaltar la interrelación del hombre con el mundo.  El ciclo de la vida humana es nuestra medida personal del ciclo de todas las cosas.

La impresión es que todo se mueve, nada está quieto en el mismo lugar.  Los días se suceden sin que vuelvan a repetirse jamás.  Cada fecha es única.  Este continuo cambio nos lleva a buscar cuál es el punto fijo desde el cual nos damos cuenta que todo está en movimiento. Necesitamos una referencia que, casi sin pensarlo, nos muestre la situación.

Lo que está fijo es lo que somos, nuestro presente.  Lo que es ahora, lo que vivimos en este momento, es como la puerta de entrada al continuo presente.  Es prestar atención al adverbio “ahora”, a lo que soy y a lo que es el universo en ese preciso instante, a lo que es el entramado de lo existente ya.

Un filósofo Arthur Schopenhauer (alemán, 1788-1860), en su libro de sentencias y escritos sueltos, llamado Parerga y Paralipómena, dice:

“En todo el transcurso de nuestra vida, no poseemos sino el presente y nada más.  La única diferencia está en que, al principio, vemos un largo porvenir ante nosotros y, hacia el fin, un largo pasado detrás; en segundo lugar, en que nuestro temperamento, pero jamás nuestro carácter, recorre una serie de modificaciones conocidas, que dan cada una un tinte diferente al presente”.

En el presente está todo lo que somos en vinculación con todo lo que es, desde lo más sutil hasta lo más concreto.  Lo que no podemos hacer es guardarlo como una posesión, porque pasa. 

La sabiduría de la tradición nos dice que vivamos el presente, que lo disfrutemos.  En esa entrega al tiempo presente podemos deshacer el nudo del devenir humano.  Alguien gracioso decía: “No te quejes, recuerda que naciste desnudo, entonces ese pantalón y esa camisa que llevas, ya son ganancia. Cuida el presente, porque en él vivirás el resto de tu vida”.  O como enseñaba Jesús: “Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón”.

Las tres edades de la mujer.
Gustav Klimt (austríaco, 1862-1918)


domingo, 16 de octubre de 2011

Los ilusos


  
La ilusión acecha a cada paso de nuestro esfuerzo por conocer:
 fragiliza la percepción,
se acopla a la imaginación,
se hace cómplice del sentimiento,
está presente en la sospecha de la duda
 y fortalece todos los dogmatismos.
Dr. Bernard Auriol


Una misma palabra tiene muchos sentidos.  Esto sucede en todas las lenguas.  Por ejemplo, la palabra “ilusión” tiene varios significados cuando la buscamos en el diccionario. Y según el texto que usemos, estará más inclinado a unos que a otros.

Una acepción de la palabra “ilusión” es esperanza puesta en una cosa positiva, como un sueño o proyecto.  En este orden de cosas, también se refiere a la alegría que produce una cosa que se desea mucho.  Por eso se insiste en conservar las ilusiones como el motor de la vida. Es un término usado con frecuencia en la publicidad.

La otra acepción de la palabra habla de la imagen mental engañosa provocada por la imaginación o por la interpretación errónea de lo que perciben los sentidos.  Es una falsa percepción de un objeto a causa de una errónea interpretación de los sentidos. Incluso se llama “ilusión” al error de información o de interpretación producido por la proyección exterior de una imagen mental.

El origen de la palabra nos aclara más su sentido.  Viene del verbo del latín “illudere”, “burlarse de, mofarse de”. Se forma con el verbo “ludere”, que significa jugar, y con el prefijo “in” que significa contra.

Ilusiones famosas.

Las más famosas de las ilusiones son las ópticas.  Se las ha investigado mucho estudiando el tema de la percepción visual.  La siguiente es del artista Octavio Ocampo (Mexicano, n. en 1943).



La sorpresa de esta obra está en su tema, en la combinación ilusoria de figuras y formas que nuestra vista nos permite descubrir.  Más que el valor artístico, se destaca el ingenio de la elaboración.

Otros caso de ilusión óptica tiene que ver con la geometría y la acción de los ojos.


Desplazando la vista por la figura vemos cómo cambian de color los puntos de las intersecciones.


Enseñanzas sobre la ilusión.

Los sentidos nos vinculan a la multiplicidad de las cosas.  Y como hemos visto recién, si prestamos atención podemos descubrir la variedad de formas de la realidad y su apariencia engañosa.  Naturalmente, la tendencia de nuestros sentidos es completar las cosas, encontrar las vinculaciones y festejar las coincidencias.  En este sentido podemos decir que somos confiados e inclinados a seguir, sin demasiados cuestionamientos, las percepciones que tenemos en mente a través de los sentidos.

Las tradiciones de la tierra han buscados modos para advertirnos sobre la “ilusión”. Una de las formas más didácticas es a través de los cuentos. Vamos a transcribir uno de ellos, que tiene por protagonista a Pedro Ordimán, también conocido como Urdimales.  Este apellido viene de su habilidad: urdir males, hacer engaños.  Es un personaje de cuentos folklóricos de toda América, y se ha llegado a rastrear su presencia ficticia en el siglo XII español, aunque su origen es anterior y de lejanas tierras.  En Argentina, como en otros países, se lo ha personificado como un animal, un zorro. 

La siguiente versión está tomada de Cuentos Folklóricos de la Argentina, recopilados y anotados por Susana Chertudi (Instituto Nacional de Antropología, Buenos Aires, 1964).  

LA OLLITA HERVIDORA.

Una vez Pedro se va por un camino y llevaba una olla en la que sabía hacer de comer.  Llegó cerca de un arroyo donde había mucha arena, se puso a echar carne a la olla, hizo fuego y se puso a hacer hervir la olla, cuando vio que venían unos arrieros en dirección a donde él estaba.

Pedro hizo un montón de arena, antes que lo vieran los arrieros.  Le puso unas brasas abajo y la tapó a la olla hasta más arriba de la mitad con arena y tiró al arroyo lo demás del fuego.  Y la olla siguió hirviendo sin fuego, al mirarla, en momentos que ya llegaban los arrieros.  Viene el capataz del arreo, y le dice:
            -¿Qué estás haciendo, Pedro?
            Pedro estaba golpeando al lado de la olla con una varilla, y le decía:
            -Herví, nomás, ollita hervidora,
            que no sos para mañana sino para ahora.
            Siguió Pedro con su verso y el capataz le dice:
            -¿Qué estás haciendo, Pedro? ¿Qué estás golpeando con la varilla?
            Le contestó Pedro:
-Estoy haciendo la comida.  Esto es cómodo para los arrieros, porque
hierve sin fuego, ¿no ven?
El capataz preguntó:
-¿Y por qué hierve sin fuego?
-Porque es una olla de virtud, no precisa fuego sino que la golpee con esta varita.
-Se la compro- dijo el capataz ahí nomás.
-No –contestó Pedro- mi olla vale muy mucho, no la va a comprar usted –le dijo como enanchándose.
-Pedí, Pedro, decí cuánto pedís por la olla –dijo el capataz.
Entonces le dice Pedro:
-Yo pido cinco mil pesos por la olla.
-No –le contestó el capataz- es muy mucho.
-Pero fíjese que donde quiera que se baje va a hacer hervir la olla, aunque sea en un montón de arena.
-Y ¿a cuánto me vas a dejar la olla? –le dice el capataz.
-Ya porque usted es un hombre que anda en el campo y es arriero, se la dejo en cuatro mil pesos.
Y mientras, la olla seguía hirviendo y Pedro siempre golpeando con la varilla.  Entonces el capataz se la compró y le pagó, pero le dijo Pedro que se la iba a entregar luego, que se fuera nomás a donde estaba la hacienda.  Luego vino y se la entregó. Pedro se fue y tomó un camino diferente.

Al siguiente día el arriero hizo una parada en el camino para probar la olla.  Hizo un montón de arena, le echó carne a la olla y puso a uno de los peones a golpearle con la varilla para que cocinara la comida.  Desde las diez de la mañana hasta las tres de la tarde, golpeando el peón con la varilla, y cada vez estaba más fría el agua y la carne.  Ya vino el capataz y le dijo al peón:
            -Ya me jodió Pedro, pero el día que yo lo encuentre no va a joder más Pedro –
            dijo el capataz caliente.

Después de varios días Pedro va por un camino, yendo para la casa de él, y ve que vienen tres hombres y los conoció que eran los mismos a los que él les había hecho la trampa. Se arrimó cerca de un rodeo de vacas y novillos que había a la orilla del camino, porque Pedro ya sabía que lo buscaban para matarlo.
Ya cuando venían cerca se puso a mirar para el cielo.  Había un nublado ralo, de nubes cortadas.  Ya se acercó el capataz.
            -¡Ya te voy a enseñar como se estafa con las ollas! –le gritó el capataz-
¡sinvergüenza!
Y Pedro, nada, seguía mirando para arriba.
-No me diga nada, señor, retírense que hi revoliao un novillo de la cola y lo hi
hecho pasar de las nubes –le decía con grandeza-, ¡no sé dónde va a caer!
-¡Qué bárbaro! –dijo el capataz-, ¡Este es capaz de todo! ¡retirémonos, no vaya
a ser que caiga el novillo encima de nosotros! –les dijo a los peones, y se
 retiraron.
Pedro aprovechó para subir a su caballo y disparó.

Informante: Francisco Quiroga, La Cruz, Calamuchita (Córdoba)
Recolector: Juan Bialet Tizeira. Julio 1946.

           

Una mirada a los ilusos.

Pedro Ordimán es presentado como el engañador.  Hay otros cuentos en los que aparece más amable y benefactor de las personas.  Pero en este caso está representando a todos aquellos que están siempre dispuestos a engañar y, creando una ilusión, estafar a cualquiera que se le cruce.  La tradición nos advierte que en la vida nos vamos a encontrar con muchos avivados y creadores de ilusiones.  Pero nos dice que el problema no está allí.

El cuento nos invita a mirarnos en los arrieros y al capataz.  ¿Por qué le creen a Pedro que la ollita es mágica? Pedro ha tapado el fuego con arena, pero, ¿por qué no comprueban lo que está sucediendo?

El engañador, en su viveza, usa una varilla, con la que golpea la vasija mientras recita un conjuro. Aparece un instrumento de autoridad, en este caso utilizada con perversión para someter la voluntad de otros. De esta acción, que tampoco es cuestionada por el arriero, surge la escena con que cierra el cuento.

Al final, Pedro engaña a los arrieros con algo absurdo.  Basado en su falsa autoridad, les hace creer que puede caer un novillo del cielo, ¡donde él mismo lo ha tirado!  El engaño se vuelve humillante para la gente del oficio de arriar ganado. Este sentimiento de “tragarse un sapo” quizás lo hayamos experimentado en nuestras vidas.

La tradición tiene compasión de los hombres.  La tradición comparte la humanidad, y nos dice que es fácil ser engañado en la vida, caer en ilusiones. Nos advierte sobre la presencia de vivillos y aprovechados.

Y de una forma amable y risueña, nos invita a estar atentos a nuestro propio ser y descubrir cuáles son los mecanismos que hacen que caigamos en las ilusiones.  Con misericordia y buen humor insiste en que hay aspectos de nosotros mismos que nos llevan a aceptar el engaño.


Una ayuda del teatro

Grabado de
Pedro Calderón de la  Barca

Salvador Dalí (Español, 1904-1989)
En La Vida es Sueño, de Pedro Calderón de la Barca (Español, 1600-1681) hay un monólogo que se ha hecho famoso, dando título a la obra.  El personaje, Segismundo es el hijo de un rey, y está prisionero en una torre.  Para probarlo y manejarlo, le han hecho creer que en sueños ha estado a cargo del reino.  En esa situación, no ha hecho las cosas bien, y vuelve a prisión.

Al final del segundo acto, pronuncia el monólogo, del cual reproducimos la parte final.  El texto nos desafía a pasar a una dimensión más personal de la ilusión, a la vez que más abarcativa.  Aquí la ilusión ya no es el fruto de un engañador, sino algo que abarca tanto al ilusionista como a los ilusos.

Esta tragicomedia de Calderón de la Barca, como las enseñanzas de la tradición, nos lleva a mirar la vida con serenidad, y buscar la firmeza en nuestro interior.  En ese centro, no nos vamos a ilusionar, sino que encontraremos la inmensidad que somos.

Sueña el rico en su riqueza
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende;
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.


Segismundo encadenado
Salvador Dalí (Español, 1904-1989)





domingo, 9 de octubre de 2011

Adivina, adivinador


El enigma sin fin
Salvador Dalí (español, 1904-1989)

Las adivinanzas ayudan a manejar la complejidad de las cosas.  También son una herramienta pedagógica para la relación entre personas.  Por lo general, se han transmitido en forma oral, en encuentros familiares.  Otras ocasiones propicias fueron los momentos de conversación después de un día de cosecha, o cuando la gente se refugiaba alrededor de un fogón en los días fríos o tormentosos.  Se conocen algunas prácticas en los velatorios de difuntos.

La adivinanza como texto está escrita en verso, y encierra una descripción o caracterización de un objeto o persona envuelta en una expresión problemática a la que el interlocutor debe dar respuesta.

Esta figura nos muestra la riqueza de la realidad y la infinidad de vinculaciones que hay entre las personas y las cosas.  Poder disfrutarlas y aprender de ellas es parte de la sabiduría de la vida presente.  El nombre “adivinanza” nos relaciona con lo divino, pues se cree que el poder para resolver los enigmas es un don otorgado por los dioses.

Miguel de Cervantes Saavedra (español, 1547-1616), en La Galatea, la define de esta manera:

"Es muy oscura y es clara,
tiene mil contrariedades,
encúbrenos las verdades,
y al cabo nos las declara.
Nace a veces de donaire,
otras de altas fantasías,
y suele engendrar porfías
aunque trate cosas de aire.

Sabe su nombre cualquiera,
hasta los niños pequeños:
son muchas y tienen dueño
de diferente manera.
No hay vieja que no se abrace
con una de esas señoras:
son de gusto algunas horas,
cuál cansa, cuál satisface.

Sabios hay que se desvelan
por sacarles los sentidos,
y algunos quedan corridos
cuanto más sobre ello velan.
Cuál es necia, cuál curiosa,
cuál fácil, cuál intrincada,
pero sea o no sea nada,
decidme qué es cosa y cosa"
Miguel de Cervantes

Los actuales estudios dicen que las adivinanzas reflejan estructuras arcaicas de pensamiento y a la vez una prolongada y compleja elaboración tradicional.  No podemos olvidar que las adivinanzas constituyen un juego lingüístico del que no
está ausente la inteligencia y que se puede relacionar con la poesía lírica más antigua, pues como indica Johan Huizinga (holandés, 1872-1945): "Toda poesía antigua es al mismo tiempo culto, diversión, festival, juego de sociedad, proeza artística, prueba o enigma y enseñanza, persuasión,
encantamiento, adivinación, profecía y competición" .


Algunos ejemplos.

La falsa adivinanza es la que contiene la respuesta en el enunciado.

Blanca por dentro,
verde por fuera,
si quieres saber mi nombre
espera.
(La pera).

Soy santa y no voy a misa,
soy redonda y colorada
y llevo conmigo el día.
(La sandia).

Otra modalidades de falsa adivinanza son las que comienzan con una pregunta:

¿Qué le dice el chorizo a la sartén?
Morena, me tienes frito.

¿Cuál es el colmo de los colmos?
Que un mudo le diga a un sordo que un ciego lo está mirando.

Hay adivinanzas que son clásicas.

Me raspan el pupo
Y me muero de gusto.
(La guitarra).

Palito liso,
Cuando te veo
Me atemorizo.
(La víbora).

Pelo con pelo se juntan
Y el pelado queda adentro.
(El ojo).


Unos dicen que soy lento,
otros, más fugaz que el viento,
que borro las penas
o las doy a manos llenas.
(El tiempo).

En el campo me crié
cubierta de verdes lazos,
la que llorará por mí
es la que me hará pedazos.
(La cebolla).
Para algunas cosas hay más de una adivinanza.

Fui al huerto
y antes de entrar,
ya estaba dentro.

Cuando me siento, me estiro,
cuando me paro, me encojo;
entro al fuego y no me quemo,
entro al agua y no me mojo.
(La sombra).

Los casos difíciles.

Por temática o por formulación, ciertas adivinanzas nos invitan a un pensamiento más profundo de la realidad, sea por que se toquen asuntos primordiales, sea porque las comparaciones que se usan tienen muchos sentidos posibles.

Qué es más grande que Dios,
más maléfico que el Diablo,
los pobres lo tienen,
los ricos lo necesitan,
y si lo comes morirás.
(Nada).

Vence al tigre y al león,
vence al toro más bravío.
Vence a señores y reyes,
y a todos deja vencidos.
(El sueño).


Muchas de las adivinanzas más sutiles se basan en paradojas, como en el siguiente ejemplo.

A pesar de tener patas
yo no me puedo mover.
Llevo la comida a cuestas
y no la puedo comer.
(La mesa).

En algunos casos de adivinanzas los textos se alargan en descripciones y relaciones, mostrando que la resolución de un enigma semejante es muy valiosa para entender el complejo mundo de las personas y las cosas.

"¿Quién es quien pierde el color
donde se suele avivar,
y luego torna a cobrar
otro más vivo y mejor?
Es pardo en su nacimiento,
y después negro atezado,
y al cabo, tan colorado,
que su vista da contento.
No guarda fueros ni leyes,
tiene amistad con las llamas,
visita a tiempo las camas
de señores y de reyes.
Muerto, se llama varón,
y vivo, hembra se nombra;
tiene el aspecto de sombra;
de fuego la condición".

(El carbón).

Yo soy una prisionera
Que está siempre en la prisión;
Solo de mi habitación
Saco medio cuerpo afuera.
Soy pesada, soy ligera,
Árbitro de todo soy;
Y así, atada como estoy
Y tan bien encadenada,
Hiero como una espada
Y muchos disgustos doy.
(La lengua).

Los pueblos enseñan, en sus cuentos y tradiciones, a resolver enigmas.  En los relatos tradicionales, la adivinanza ha llegado a ser la protagonista.  El siguiente ejemplo está tomado de  Cuentos Folklóricos de la Argentina”; Introducción, clasificación y notas por Susana Chertudi.  Instituto Nacional de Antropología.  Buenos Aires, 1964.



TOME, MI REY, ESTE VINO…

Cierto rey tenía encerrado al marido de una señora; ésta se presentó ante su soberano para implorar el perdón de su esposo, pero el rey contestó a las súplicas de la mujer en la forma siguiente:

            -Si me traes una adivinanza que yo no pueda resolver, tendrás a tu marido en libertad.

            Toda llorosa, la mujer se marchó pensando en el modo de encontrar la adivinanza que su rey no pudiese encontrar satisfactoriamente la respuesta.

            Después de varios días, se presenta nuevamente en el palacio del rey y pide ser llevada a  presencia de éste.  Cuando fue introducida a las cámaras del soberano, díjole la siguiente adivinanza:

Tome, mi rey, este vino,
Pájaro trajo a su nido;
La madre traigo en las manos
Y en el que vengo no es nacido.

Respuesta.

            Cuando el rey propuso a la señora trajese la adivinanza, ésta se volvió tristemente, pensando, o mejor dicho, recordando, todas las adivinanzas que ella supo en su juventud, pero las que le venían a su memoria no le satisfacían.  Marchaba por el camino, cabalgando en una yegua preñada, pero la desgracia llega, muriéndose el animal; la mujer por no perder todo, resuelve partir la panza al animal, y sacar el hijo.  Así lo hace, separando además el cuero para sacarle alguna utilidad.

            Una vez llegada a su casa, ve en un árbol cercano a ésta, un nido con varios pichones dentro y a la madre que traía en su pico granos de uva como alimento de su prole; al ser picados estos granos, caía el jugo al suelo.  La señora colocó una taza debajo para recogerlo; después hizo vino con él.

            Fijándose en todo lo que había sucedido, nuestra señora creyó haber encontrado lo que tanto buscaba, y formó la adivinanza.  El vino que ofrecía al rey era el traído por los pájaros al nido; la madre que traía en las manos, eran las riendas hechas con el cuero de la yegua muerta, madre del potrillo, en el cual montaba, que no era nacido, pues había sido sacado antes de tiempo.

            En vano se esforzó el rey por solucionar tal adivinanza, teniendo que dar libertad al marido de la señora del cuento.
  
Informante: Crecencia A. de Lucero, 48 años.  Fortuna (San Luis).
Recolector: maestro Teótimo Centeno, Esc. Nº 11.  Año 1921.

Preludio a una Civilización
Victor Brauner (Rumano, 1903-1966)



La adivinanza de la invitación.

Hace un momento un reloj de pared que tengo colgado en mi salón dio 13 campanadas. ¿Qué hora dirían que puede ser en este momento?

Respuesta:
Hora de llevarlo a arreglar, ya que como mucho puede dar 12.






lunes, 3 de octubre de 2011

Plenitud


¿Qué puede llenar el corazón humano? ¿Qué es aquello que nos colma, de tal manera que no haya espacio en nuestro interior para nada más?


Un testimonio.

Moliendo Grano
Miniatura de Diccionario Persa (s. X-XVI dC)
Basora, en el actual Irak, era apenas un pueblerío cuando a un matrimonio muy pobre les nace la cuarta hija.  Por eso la llaman “La Cuarta”, en árabe Rabi`a.  Habían pasado unos 80 años desde el fallecimiento del Profeta Muhammad (Mahoma).  Al poco tiempo la niña queda huérfana y su historia se diluye hasta que, muchos años después, se hace conocida en las afueras de la ciudad, por su sabiduría y don de consejo. Se dijo que había sido encontrada de niña vagando por las calles, que había sido vendida como esclava y que el amo la había liberado por la actitud creyente. Ya una mujer grande, vivió muy sencillamente.  Varones y mujeres piadosos se instalaron en las cercanías de su choza despojada.  Así se formó una de las primeras comunidades de místicos del Islam, conocidos con el nombre de “sufíes”.
 
Rabi`a al-'Adawiyya, tal su nombre completo, murió con más de ochenta años de edad en el 801 d.C. Sus discípulos transmitieron algunas de sus enseñanzas, y dieron testimonio de lo que llenaba el corazón de Rabi`a. Era el amor, que es lo único que da plenitud a toda vida humana.  Así lo enunciaba esta mujer admirable.

Conozco el amor desde que conocí la brisa.
He cerrado mi corazón excepto a ti.
He confiado en ti que puedes ver
lo que se oculta en los corazones.
Te amo con dos amores,
un amor hecho de deseo
y el otro digno de Ti.
El amor hecho de deseo me hace recordarte,
despojándome de todo lo que no eres tú.
El amor digno de Ti
aparta de mis ojos
los velos para verte.

El amor es el centro, y luego se manifiesta de infinidad de modos, como incontables variaciones de una misma sinfonía.  Rabi`a se ha entregado totalmente a su Amado, al Dios de su corazón.  Ya no busca a nadie, está llena, es dichosa. 

Dios mío, Cuantos bienes me hayas reservado
en este mundo, dáselos a tus enemigos,
y cuanto me hayas reservado en el otro,
dáselo a tus amigos,
porque a mí, Tú me bastas.


Enseñanzas de Rabi`a.

El consejo de esta Maestra es el amor sin condiciones.  Para cada uno tendrá la forma propia, pero la recomendación se aplica a todos los casos.

Permanece en la puerta si anhelas la Belleza,
Abandona el sueño si quieres entrar.

Habrá que permanecer en la puerta, sin tratar de forzarla, a la espera, atentos a las señales que se nos den. Y abandonar el sueño, las ideas preconcebidas, los prejuicios, la tentación de apropiarnos de lo que no nos pertenece reduciéndolo a nuestros esquemas y perdiendo, así, cualquier posibilidad de comprenderlo.

Folio del Corán Azul. 
Entre siglos IX-X d.C.
Probable del Norte de Afica
Para muchos, esta clase de amor puede parecer una locura o una sinrazón.  Lo cierto es que todo amor parece pérdida de sentido.  Para esto, Rabi`a decía: “Pensamiento y amor no están separados, el corazón es sede de la iluminación, y ésta se expresa como sabiduría”.  Por eso, el que ama mucho sabe mucho.

La recomendación de las distintas vertientes de la tradición es la misma: “Quien se conoce a sí mismo conoce a su Amado”.

Recuerda que, una flor alberga el Universo:
Y que todo confluye hacia el punto del presente.
Recuerda que el mundo entero es un espejo,
y que en cada átomo se esconden miles de soles radiantes ….
Que del corazón de cada gota de agua, emergen miles de Océanos cristalinos.
Recuerda:
Que de cada mota de arena pueden nacer nuevas formas.
Recuerda ….
Eres solo un punto que en su girar continuo haces un círculo.
En este círculo está el Universo.

Es una invitación a no poner barreras al amor, a vivir sin condiciones desde nuestro corazón.

Muchos siglos después se recordaba que fue esta poetisa Rabi`a quien, tomando agua en una mano y fuego en la otra, dijo: “Quiero poner fuego al paraíso e inundar el infierno con agua, para qué así estos dos velos se quiten de los que se acercan a Dios con resolución y puedan mirar al Señor sin necesidad de salvación y sin necesidad de miedo”.


Hacer justicia al amor.

En el Antiguo Testamento se cuenta una historia que hizo famoso al rey Salomón, porque supo distinguir y valorar una de las formas del amor: el de una madre por su hijo.
Rey Salomón. 
Joan Rexach. 
(Español, 1431-1482)


Se lee en el Primer Libro de los Reyes, capítulo 3, del versículo 16 hasta el 28:

Una vez, dos prostitutas fueron a presentarse ante el rey Salomón.
 Una de las mujeres le dijo: "¡Por favor, señor mío! Yo y esta mujer vivimos en la misma casa, y yo di a luz estando con ella en la casa.
Tres días después de mi parto, dio a luz también ella. Estábamos juntas; no había ningún extraño con nosotras en la casa, fuera de nosotras dos.
Pero una noche murió el hijo de esta mujer, porque ella se recostó encima de él.
Entonces se levantó en medio de la noche, tomó de mi lado a mi hijo mientras tu servidora dormía, y lo acostó sobre su pecho; a su hijo muerto, en cambio, lo acostó en mi regazo.
A la mañana siguiente, me levanté para amamantar a mi hijo, y vi que estaba muerto. Pero cuando lo observé con mayor atención a la luz del día, advertí que no era mi hijo, el que yo había tenido".
La otra mujer protestó: "¡No! ¡El que vive es mi hijo!". Y así discutían en presencia del rey.
El rey dijo: "Esta mujer afirma: "Mi hijo es este, el que está vivo; el que está muerto es el tuyo". Esta otra dice: "No, tu hijo es el muerto; el que está vivo es el mío".
Y en seguida añadió: "Tráiganme una espada". Le presentaron la espada, y el rey ordenó: "Partan en dos al niño vivo, y entreguen una mitad a una y otra mitad a la otra".
Entonces la mujer cuyo hijo vivía se dirigió al rey, porque se le conmovieron las entrañas por su hijo, y exclamó: "¡Por favor, señor mío! ¡Denle a ella el niño vivo, no lo maten!". La otra, en cambio, decía: "¡No será ni para mi ni para ti! ¡Que lo dividan!".
Pero el rey tomó la palabra y dijo: "Entréguenle el niño vivo a la primera mujer, no lo maten: ¡ella es su madre!".

El amor no tiene una pizca de egoísmo, y esto lo aprendió el rey de su propia experiencia.  Si Salomón no hubiese amado verdaderamente hubiera sido incapaz de lucidez en una circunstancia tan extrema. No había tiempo, ya tenía la espada en la mano y la sentencia se cumpliría inmediatamente.  Pero él confió en el amor y tuvo razón.


En todos lados.

El amor no es especialidad de nadie en particular.  Por el contrario, es lo que tenemos en común todos los seres humanos.  En la medida que amamos, nuestro corazón permanece colmado, y basta una sola experiencia, aunque sea breve, para que nunca más se vacíe nuestro interior.

No hablamos de una clase de amor en particular, sino de todos ellos.  Las expresiones que se hayan hecho sobre ellos son intercambiables y aplicables indistintamente a cualquiera de ellos.  El amor es una fuerza que da cohesión a todo el universo. 

Si pretendemos determinar el modo de su manifestación, o si nos atrevemos a cerrarle nuestro corazón, no habrá más que dolor y desolación.  En cambio, si nos entregamos y dejamos que nos lleve a donde no sabemos, quizás alcanzaremos de una vez para siempre la plenitud que buscamos.

Mi  Pequeño Amor (canción)
Letra y música: Ramón Ayala (Argentino, 1928)

Mi pequeño amor
Todo vive en ti
Y la tierra es en tu cuerpo
Fruta madura...
Me viene de ti
Con tu aliento todo el misterio
Que enciende la vida
Y vuelve mi sangre
Ternura y pasión.

Mi pequeño amor
Es un río azul
Es como una flor
Que abre su corola en mis manos.
Todo vive en ti
El junco y la estrella que muere
Y en tus ojos negros
La noche siembra su eternidad.

Y el Paraná te dio su luz
El Litoral su ensoñación
Y en la magnolia de tu piel
Una isla de sol.
Yo siento latir
Adentro de mi ser
Como aquellas cosas
Que siempre vuelven a florecer.

Mi pequeño amor
Todo vive en ti.

La plenitud corresponde a todo ser humano, porque todos estamos formados por ella y destinados a ella. 

Es estar lleno, estar colmado, como un recipiente que ya no tiene espacio para nada más, que está hasta el borde.  También se usa la palabra para indicar el momento culminante, el apogeo de algo.  En nuestro caso, es la vida colmada.

No podemos renunciar a la plenitud, porque no podemos dejar de ser lo que somos.

La plenitud está al alcance de todos en la vida, conforma nuestra dignidad.  Es tan inmensa que nos basta un instante para llenar de sentido todo lo que hacemos y vivimos.  Es la que sostiene nuestra libertad y nos hace vivir en alegría, aún en las situaciones más difíciles y dolorosas.


Detalle de mosaico de azulejos
Casa de Pilatos, Sevilla, Andalucía, España