domingo, 26 de octubre de 2014

LIBROS


El librero
Giuseppe Arcimboldo
(italiano, 1527-1593)


Así enseñaba un maestro.

Si les doy un libro vacío, diciendo: “No pueden todavía aprovecharse de él”, tal vez piensen: “Nos está insultando.” 

Pero si distribuyo un libro lleno de contenido y comprensible, todos los lectores tomarán sus superficialidades para estimularse, exclamando: “¡Qué magnífico y qué profundo!” La gente seguirá estas cosas externas cuando me vaya, haciendo de ellas una fuente de estímulo y debate. En ellas encontrarán enseñanzas didácticas, poesía, ejercicios o historias. 

Si no doy ningún libro, o doy uno pequeño, los eruditos académicos se mofarán y arruinarán los espíritus  de los estudiantes potenciales y vulnerables con otros libros, todavía más de lo que ya lo hacen. Los estudiantes desconcertados se vuelven destructivos, imaginando soluciones e intentando, después, imponérselas a los demás.
Si distribuyo un voluminoso libro, algunas personas imaginarán que es pretencioso. 

El libro
Marin Gherasim
(rumano, nacido en 1937)

 
Todas estas suposiciones están ahí, han de notar, porque conviene a la gente tenerlas, no porque exista la mínima posibilidad de que sean verdad. 

Si distribuyo un libro críptico, la gente imaginará que contiene extraños secretos. O quizá se vuelva innecesariamente astuta intentando descifrarlo. Y cuanto más se dicen estas cosas, más dice la gente de manera petulante o desdeñosa: “No nos entiendes. Nosotros no nos comportamos de esa manera. La falta de entendimiento es tuya.” 

Pero si digo todas estas cosas y las consideran a todas ellas, incluso por un tiempo, dando a cada afirmación igual atención, estaré contento.


Reflexión de un conocedor

         La anterior reflexión es el análisis de una acción: entregar un libro.  El que está pensando esto puede ser un maestro o un ser sobrenatural.  Lo piensa con cuidado, pues el libro es uno de los objetos más significativos en la humanidad moderna.

Niño leyendo un libro
Paritosh Sen 
(indio, 1918-2008)
         Muchos pueblos indoeuropeos antiguos, prohibían el uso de la escritura para la transmisión del conocimiento histórico y acumulativo del grupo.  Este saber era considerado sagrado, y preservaban su condición de tal recurriendo a estrictas tradiciones orales y complejos sistemas de enseñanza.  Por esta razón, la etimología de la palabra “libro” viene de lenguas más modernas, y de palabras que indican la corteza interior de los árboles, que efectivamente se usaba para escribir.

         Nuestro tiempo está caracterizado como una cultura del libro.  La preparación para oficios y profesiones se hace a través de la lectura, como también la convivencia social está marcada por el hecho de leer.  La influencia del libro sobre la población en general empezó en el siglo XIII d.C.  Antes de este siglo había libros, pero eran accesibles a muy pocos.  Con la invención de la imprenta, se generalizó su uso con mucha rapidez, y en poco tiempo más se inició una alfabetización general, transformándose la lectura y la escritura en algo indispensable para la dignidad humana.

El libro
Juan Gris
(español, 1887-1927)
         El libro es el símbolo de la ciencia y la sabiduría.  Si está “cerrado” es porque contiene secretos, accesibles solamente a los que están adecuadamente preparados.  El libro “abierto” es el que ofrece su contenido al que lo escruta.  Así el corazón se compara con un libro: abierto, ofrece sus pensamientos y sentimientos; cerrado, los oculta.  En el relato citado, el maestro es como un libro abierto.

         Las tradiciones religiosas antiguas terminaron por poner por escrito su saber, como por ejemplo, la Biblia.  Hay otros libros sagrados menos conocidos o que ya no existen, como es el caso del Libro de los Muertos egipcio, o los Libros Sibilinos de la civilización romana.

         Si nos elevamos un poco, el “libro” es el símbolo del Universo, al que llaman el Liber Mundi. Las letras de este libro, dicen los antiguos, están escritas con la misma tinta en la tabla eterna por la pluma divina.  Al contenido se lo llama “secreto de los secretos” y las letras tomaron el nombre de “letras trascendentes”.  Luego de estar escrito, por un soplo divino, ese Liber Mundi dio lugar al mundo manifestado.

         Para nuestra cultura, el libro es importante.  Como dice un proverbio hindú: “Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.”


Libro del Tiempo
Lygia Pape  (brasileña, 1927-2004)