lunes, 23 de julio de 2012

MONSTRUOS DELANTE DE LA CASA


Una casa aislada cerca
del valle del monte Inwangsan

Jeong Seon (coreano, 1676-1759)

            La península de Corea está situada entre China y Japón.  Esta posición determinó el carácter y las creencias de este pueblo.  Fue un lugar de intensas luchas entre los ejércitos chinos, mongoles y japoneses.  Actualmente permanece dividida en dos naciones, recientemente reconocidas en las Naciones Unidas (1990).

            Los cuentos populares de Corea están influenciados por distintas concepciones religiosas.  En esa región se adoptaron, en distintas épocas, algunas formas del budismo, varios estilos de confucianismo y cristianismo.  También asumieron diversas doctrinas filosóficas, y supieron tener cosmovisiones generadas por la gente del lugar.

            En el siguiente cuento aparecen los tokaebi (también escritos dokkaebi).  Son unos monstruos pequeños, o duendes grotescos.  Su presencia tiene un carácter maléfico, aunque a veces hacen bien y bendicen a los eventuales interlocutores. 


El granjero y el tokaebi

Los monstruos tokaebi son originarios de Corea. Son grandes y feos y siempre están molestando a las personas.

Hace mucho tiempo en Corea, vivía un granjero con su esposa. Una noche, mientras comían arroz y kimchi en su humilde cocina, oyeron unos gritos y notaron cómo la tierra temblaba.

Con mucho miedo, abrieron la puerta y vieron unos monstruos tokaebi. Estaban bailando, gritando y peleándose delante de su casa. El granjero se armó de valor y dijo:

- "Salgan de aquí, ésta es nuestra casa."

- "Ja, ja, ja"- se rió el tokaebi más grande- ¡Ésta ya no es tu casa, es nuestra casa!".

El granjero volvió a decirles que se fueran porque ésa era su tierra, pero los monstruos tokaebi se rieron de él. Finalmente, al jefe de los monstruos Tokaebi se le ocurrió una idea.

- Veamos, granjero, tú dices que esta tierra es tuya y yo digo que es nuestra. Te propongo hacer un concurso. Quién gane, se queda en la casa y quien pierda, se va.

Aunque al granjero le pareció muy injusto porque la casa era suya, no le quedó más remedio que aceptar la proposición del tokaebi pero con la condición de que cada uno de ellos creara una prueba del concurso.
de El Album de 25 Hojas
Kim Hong-do (1745-1806)

El tokaebi más grande lo pensó un momento y acariciando sus cuernos dijo:

-"¿Cuántos boles se necesitarían para vaciar el mar?"

El granjero miró al Tokaebi y después de pensar un rato dijo:

- "Depende del tamaño del bol. Si tienes un bol enorme y del tamaño del mar, sólo necesitarías un bol. Si tienes un bol de la mitad del tamaño del mar, necesitarías dos."

El tokaebi se enfadó porque el granjero había respondido sabiamente. Y esperó la pregunta del granjero.  El granjero se puso en el umbral de su puerta con un pie dentro y un pie fuera. Entonces preguntó al tokaebi:

- "¿Estoy entrando o estoy saliendo?"

El tokaebi le miró furioso porque cualquier respuesta sería incorrecta. Así que él y el resto de tokaebis se fueron a regañadientes. ¡El granjero les había ganado!


Abriendo la puerta.

            El tokaebi se suele presentar como un adversario desafiante del hombre, sea en la puerta de la casa, como en este caso, o en las encrucijadas de los caminos.  Su acechanza la realiza mediante juegos de ingenio y también en lucha física.    

            El origen del tokaebi está en los objetos inanimados, que se transforman en espíritus.  Pueden ser escobas, palas o trastos abandonados por sus dueños.    Suelen llevar un palo, a veces es un mazo, que en ocasiones utilizan como una varita mágica para hacer aparecer cosas robadas en otros lados. Son independientes, no tienen dueños ni responden a ningún liderazgo fantástico.

Dios de la Montaña
y Tigre

(anónimo coreano, s.XIX)
            Los monstruos cumplen variadas funciones, entre ellas la de guardianes de un pasaje.  Por ejemplo, pueden custodiar la entrada a un tesoro, un cruce de caminos, la entrada a un puente.  En cuanto guardianes, le exigen a la persona que se acerca que cambie de actitud, o que demuestre que tiene las condiciones para seguir adelante.  A esta situación se la llama “rito de pasaje”: el hombre viejo debe quedar atrás para aparecer el hombre nuevo. 

            En el relato vemos que el tokaebi le exige al campesino superar las pruebas para que pueda quedar en posesión de su hogar y de su tierra.  El hombre no es una máquina, que en su vida repite acciones sin esfuerzo.  La vida le exige al hombre estar con la conciencia despierta, con la inteligencia alerta, para poder vencer a los monstruos que llegan a la puerta de la casa.

            En los cuentos populares, los monstruos simbolizan fuerzas oscuras del interior del hombre, las que ensombrecen la vida: el miedo, la culpa, la tristeza, la angustia.  La función de los seres fantásticos es hacernos comprender que contamos con herramientas interiores para vencerlos, que estamos dotados de muchas condiciones para la dignidad del vivir.


La propuesta del granjero. 

            Luego de responder con inteligencia al enigma planteado por el monstruo, el campesino presenta su prueba, parado en el umbral.  El monstruo había hecho todo fuera de la casa porque no podía entrar.  Tenía que atraer al hombre fuera de la vivienda.

            Los monstruos cuidan los pasos y las entradas, pero no pueden ellos mismos franquearlos nunca.  El que puede mejorar, cambiar su vida, superar las pruebas para seguir el camino o acceder al tesoro, es el ser humano.

            El enojo final del tokaebi no está solamente referido a perder en un juego, sino que también señala su mayor impotencia, que es no poder entrar, no poder cambiar de condición. El ser humano puede buscar una mayor plenitud, el monstruo quedará siempre en la función oscura de guardián.

            El hombre se puede parar en el umbral, puede unir lo de afuera y lo de adentro.  Se mueve con libertad, puede estar en un lugar u en otro, él es el que decide según su voluntad.  El campesino puede estar en su casa, comiendo con su esposa, y allí permanecer en paz.  Y cuando sale al exterior, a la vida cotidiana, tiene la capacidad de vencer a cualquier monstruo para realizar con dignidad su trabajo y convivir con armonía en el universo.

Afecto de Antigüedad Inmemorial II
Dong Ahn Sook (coreano, nacido en 1922)


martes, 10 de julio de 2012

LA VERDAD MEDITADA


            Un buen maestro es el que nos hace entender la realidad sin demasiadas vueltas y complicaciones.  Con palabras accesibles y con buenos ejemplos nos orienta para que podamos llegar a la paz que significa comprender algo.
Maulvi en meditación
Anónimo
India, c.1630

            Comprender es alcanzar el entendimiento de la cosas, lo que requiere paciencia y atención.  Por eso “comprensión” se refiere también a tener tolerancia, especialmente con las emociones y capacidades de los otros.

            Veamos un buen ejemplo de enseñanza en el siguiente cuento anónimo de la India, titulado “La verdad... ¿es la verdad?”.

El rey había entrado en un estado de honda reflexión durante los últimos días. Estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas, entre otras por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder resolver este último interrogante, pidió que trajeran a su presencia a un ermitaño que moraba en un bosque cercano y que llevaba años dedicado a la meditación, habiendo cobrado fama de sabio y ecuánime.

Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del bosque.

  --Señor, ¿qué deseas de mí? -preguntó ante el meditabundo monarca.

  --He oído hablar mucho de ti -dijo el rey-. Sé que apenas hablas, que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.

  --La gente dice, señor -repuso indiferente el ermitaño.

  --A propósito de la gente quiero preguntarte -dijo el monarca-. ¿Cómo lograr que la gente sea mejor?

  --Puedo decirte, señor -repuso el ermitaño-, que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar ciertas actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la verdad de orden superior y la clara comprensión. Esa verdad de orden superior tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordinaria.

  El rey se quedó dubitativo. Luego reaccionó para replicar:

  --De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.

  El eremita sonrió levemente, pero nada dijo. Guardó un noble silencio.

El profeta Khizr Khan
Khwaja.

Anónimo. India, 1760.
  El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Un escuadrón a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad. Se hizo público lo siguiente: “Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada”.

  Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha hacia la ciudad. Su amado bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:

  --¿Adónde vas?

  --Voy camino de la horca para que puedan ahorcarme -repuso sereno el eremita.

  El capitán aseveró:

  --No lo creo.

  --Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.

  --Pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán-, habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.

  --Así es -afirmó el ermitaño-.

Ahora usted sabe lo que es la verdad... ¡Su verdad!


Sentido de la palabra.

            En el mundo que vivimos tenemos tres influencias importantes para comprender el contenido de la palabra “verdad”, que es una de las claves del cuento.

            La primera influencia es la del mundo griego antiguo. En aquel entonces se usaba el término “aletheia” que significa “quitar el velo”.  Para esos pensadores las cosas no son evidentes a nuestra razón, sino que es necesario prestarles atención para atravesar aquello que las cubre, que las tapa para que no las veamos claramente.  Si nos fijamos en el cuento, es la situación inicial del rey, quien no sabía cómo hacer para que los hombres mejorasen.

Lección de Swami
Miniatura. India, ca. 1750
            La otra influencia es la del mundo romano, especialmente del latín.  Nuestro término en castellano viene del latín “veritas”, que originalmente hace referencia a la exactitud y rigor en el decir.  Es lo contrario a “engaño” o “decir mentiras”.

            La tercera influencia es la del mundo bíblico, que en gran parte se expresa en hebreo.  En esa lengua, la verdad hace referencia a la confianza que despierta el mensajero.  Un amigo “verdadero” es con el que se puede contar siempre.

            Así tenemos los tres aspectos de la verdad: descubrimiento, exactitud y confianza.  En este contexto, el ermitaño del cuento pasa a ser algo más que un hombre astuto.  Es un sabio que no teme a nada, y enseña con su palabra y con su propia vida, aunque se ponga en riesgo.


El viaje. 

            El cuento, tal como se lo presenta en la antigüedad, está acompañado por una breve sentencia, que brinda una de las posibles conclusiones que podemos extraer del relato: “El Maestro dice: el aferramiento a los puntos de vista es una traba mental y un fuerte obstáculo en el viaje interior.”

            Los cuentos tradicionales no suelen ser hechos reales, sino breves representaciones para que nos entendamos a nosotros mismos, lo que se denomina “el viaje interior”.  Al comienzo, el rey estaba meditando por qué los seres humanos no eran mejores.  Y esto es lo que buscan todos los hombres para sus propias vidas, están tratando de mejorarlas siempre.  Podemos decir que la vocación común que tenemos es mejorar nuestras propias vidas, y para esto hacemos el viaje interior.

            Para el camino de poco nos sirven las leyes exteriores, porque carecen de las características de la verdad que necesitamos.  Las leyes suelen ser inexactas, como en el caso del cuento.  También despiertan desconfianza, por eso se suele recurrir a la fuerza y al miedo para hacerlas cumplir.  Y, por lo general, nos hacen obrar sin demasiadas explicaciones, sin enseñarnos mucho.

            En síntesis, las leyes son un tímido intento para lograr decencia en la vida humana.  Pero el mejoramiento de la condición humana llegará por otro camino.

            El ermitaño dice que más que leyes, necesitamos cultivar actitudes y practicar ciertos métodos.  No dice explícitamente cuáles, pues son cosas que están en el interior de cada uno.  Cuando vemos que se nos revelan nuevos conocimientos, o notamos más claridad en nuestro entendimiento, y sentimos confianza en el camino emprendido, entonces estamos siendo mejores.  Es el inexcusable viaje interior al cual hemos sido llamados.

El anciano cuenta cuentos
Amrita Sher-Gil (india, 1913-1941)


lunes, 2 de julio de 2012

Consulta con la almohada


La antigua Corea fue influenciada por corrientes religiosas llegadas de China, con sus costumbres y enseñanzas.  Entre ellas, están la de los funcionarios religiosos que recorrían los caminos, peregrinando a distintos santuarios y compartiendo la vida de la gente en las posadas y aldeas.  De estos ambientes surgieron valiosos cuentos, como el titulado “ La almohada maravillosa”.

“Cierto día una anciano sacerdote se detuvo en una posada situada a un lado de la carretera. Una vez en ella extendió su esterilla y se sentó poniendo a su lado las alforjas que llevaba.

Poco después llegó también a la posada un muchacho joven de la vecindad. Era labrador y llevaba un traje corto, no una túnica como los sacerdotes o los hombres entregados al estudio. Se sentó a corta distancia del sacerdote y a los pocos instantes estaban los dos charlando y riéndose alegremente.

Labradores arando el campo de arroz.
Kim Hong-Do
Coreano (1745-1806)
De vez en cuando el joven dirigía una mirada a su pobre traje y, al fin, dando un suspiro, exclamó:
-¡Mira cuán miserable soy!

-Sin embargo – contestó el sacerdote –, me parece que eres un muchacho sano y bien alimentado. ¿Por qué, en medio de nuestra agradable charla, te quejas de ser un pobre miserable?

-Como ya puedes imaginarte – contesto el muchacho –, en mi vida no puedo hallar muchos placeres, pues trabajo todos los días desde que sale el sol hasta que ha anochecido. En cambio, me gustaría ser un gran general y ganar batallas, o bien un hombre rico, comer y beber magníficamente, escuchar buena música o, quizá, ser un gran hombre en la corte y ayudar a nuestro soberano, sin olvidar, naturalmente, a mi familia que así gozaría de prosperidad. A cualquiera de estas cosas llamo yo vivir digna y agradablemente. Quiero progresar en el mundo, pero aquí no soy más que un pobre labrador. Y, si mi vida no te parece miserable, ya me dirás qué concepto te merece.

Nada le contestó el sacerdote y la conversación cesó entre ambos. Luego el joven comenzó a sentir sueño y, en tanto que el posadero preparaba un plato de gachas de mijo, el sacerdote tomó una almohada que llevaba en sus alforjas y le dijo al joven:

-Apoya la cabeza en esta almohada y verás satisfechos todos tus deseos.

Aquella almohada era de porcelana, redonda como un tubo y abierta por cada uno de sus dos extremos. En cuanto el joven hubo acercado su cabeza a ella, empezó a soñar: una de las aberturas le pareció tan grande y brillante por su parte inferior, que se metió por allí, y en breve, se vio en su propia casa.

Transcurrió algún tiempo y el joven se casó con una hermosa doncella. No tardó en ganar cada día más dinero, de modo que podía darse el placer de llevar hermosos trajes y de pasar largas horas estudiando. Al año siguiente se examinó y lo nombraron magistrado.

Dos o tres años más tarde y siempre progresando en su carrera, alcanzó el cargo de primer ministro del Rey. Durante mucho tiempo el monarca depositó en él toda su confianza, pero un día aciago se vio en una situación desagradable, pues lo acusaron de traición, lo juzgaron y fue condenado a muerte. En compañía de otros varios criminales lo llevaron al lugar fijado para la ejecución. Allí le hicieron arrodillarse y el verdugo se acercó a él para darle muerte.

De pronto, aterrado por el golpe mortal que esperaba, abrió los ojos y, con gran asombro por su parte, se encontró en la posada. El sacerdote estaba a su lado, con la cabeza apoyada en la alforja, y el posadero aún estaba removiendo las gachas cuya cocción aún no había terminado.

El joven guardó silencio, comió sin pronunciar una palabra y luego se puso en pie, hizo una reverencia al sacerdote y le dijo:

-Te doy muchas gracias por la lección que me has dado. Ahora ya sé lo que significa ser un gran hombre.

Y dicho esto, se despidió y, satisfecho, volvió a su trabajo, que ya no le parecía tan miserable como antes.”


Materiales de almohada.

            Sorprende en el cuento que la almohada esté hecha de porcelana.  Durante siglos, los artesanos chinos usaron variados materiales para crear llamativos ejemplos de este objeto para dormir.  Crearon verdaderas maravillas con madera, bambú, cerámica, cuero, jade, piedra, vidrio, algodón y seda.
Almohada de porcelana
(China, s. VI d.C.)

            No todos eran objetos blandos para poner la cabeza al momento de dormir. Buscaban que el material fuese adecuado para el clima del lugar y la estación del año.  Otras veces tenían usos prácticos.  Como la almohada “caja”, que podía cerrarse con candado.  En ella se guardaban documentos importantes, joyería y otros objetos de valor.  Cuando el dueño dormía, la almohada era una caja fuerte a prueba de robos.  En los viajes, servían para transportar cómodamente los valores.

            En otros lados del mundo se siguieron también estos criterios.  En Egipto, debido al calor constante, se usaban reposacabezas.  Eran instrumentos rígidos.  Podían adornarse con una serie de símbolos, inscripciones o deidades.  Así tenían una carga mágica que protegía al usuario.

Apoyacabezas
(Egipto, ca. 2600 a.C.)
            Más allá del material usado para su confección, la almohada representa un umbral entre la vigilia y el sueño.  Allí se apoya la cabeza, que es el centro del hombre y el símbolo del universo entero.  Allí dejamos el camino del razonamiento lógico, propio del estar despiertos, para entrar en el mundo de la intuición y de la fantasía, propio de los sueños.

            Cuando se dice “consultar con la almohada”, es buscar la verdad al dormir y soñar.  No es una mera reflexión en silencio.  Es apagar la luz, dejar que se caigan las defensas concientes, y sumergirnos en las sugestiones y símbolos que se manifestarán en el sueño.  Es lo que le sucede al labrador del cuento.


Fecundación de la tierra.

            El labrador del cuento siente que su trabajo está lejos de la dignidad humana.  Su túnica corta lo aleja de aquellas posiciones que considera importantes: general, cortesano u hombre rico.  El sueño le muestra la degradación que encierran esas situaciones.

            Universalmente se considera que la labranza es un acto sagrado, y sobre todo un acto de fecundación de la tierra.  En ese oficio el hombre es un ser trascendente, intermediario entre el cielo y la tierra. 

            En la antigua China, la autoridad invocaba la lluvia antes de iniciar la labranza.  El agua caída se consideraba la simiente del cielo.  Luego la primer labranza la realizaba la pareja, y que muchas veces culminaba la tarea con la unión sexual.  El arado representa al varón y el surco a la mujer.  En aquellas regiones, el fruto de la penetración de la tierra es el embrión de lo inmortal.

            En toda la tradición, la labranza es una tarea que simboliza el esfuerzo espiritual, de donde saldrá el fruto que no muere nunca, la unión con Dios.  También la Biblia se hace eco de esta interpretación, cuando San Pablo dice: “Porque nosotros somos cooperadores de Dios, y ustedes son el campo de Dios” (Primera carta a los Corintios, capítulo 3, versículo 9).

            El silencio final del labrador, y el agradecimiento al anciano, muestran que entendió el sentido sagrado de su tarea.  A la vez, nos invita a descubrir el sentido de nuestra propia existencia que a lo mejor la encontraremos al consultarlo con la almohada.


Recuerdos secretos
Seund Ja Rhee (coreano, 1918-2009)