domingo, 19 de marzo de 2017

EL PEQUEÑO PEZ

 
Sin nombre
Waka Yoshida
(japonesa, n. en 1983)


—Usted perdone —le dijo un pez a otro—. Usted es más viejo y tiene más experiencia que yo, y probablemente pueda ayudarme. Dígame, ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He buscado por todas partes y no lo puedo encontrar.

—El Océano —respondió el viejo pez— es donde estás ahora mismo.

—¿Esto? Pero si esto no es más que agua... Lo que yo busco es el Océano —contestó el joven pez. Y se marchó decepcionado a buscar en otra parte.


En donde estamos

Océano
Mosaico greco romano
(Antioquía, s. II d.C.)
         Para los antiguos griegos, Océano era un anchuroso río anular que rodeaba todas las tierras.  Un poeta antiguo lo llama “el gran río sin fin”, refiriéndose a su forma de anillo.  Asociaron esa fuerza natural a un ser sobrenatural, como acostumbraban esas civilizaciones fundantes de nuestra cultura.  Así Océano era un titán, hijo de Urano y de Gea.  El titán tenía esposa, llamada Tetis, de cuya unión nacieron tres mil oceánides, o ninfas del mar, y todos los oceánidas, que son los ríos del mundo, las fuentes y los lagos.

         Cuando la divinidad es heredada por los romanos, le agregan largos cabellos y barbas, como la forma de representar el agua.  También le agregan cuernitos en la frente, o a veces pinzas de cangrejo, en ambos casos símbolos de fertilidad.

         Se han conservado de la antigüedad unos textos llamados Himnos Órficos, originados en una corriente religiosa de Grecia, relacionada con Orfeo, maestro de los encantamientos.  Estos cantos nos permiten conocer con más claridad los atributos de los dioses de aquellos tiempos.  Escritos en el siglo II d.C., su fuente oral se remonta al siglo VI a.C.  El himno a Océano dice así:

Invoco a Océano, padre incorruptible y eterno, origen de los dioses inmortales y de los mortales humanos, que con sus olas circunda el contorno de la tierra. De él derivan todos los ríos y todo el mar, y las puras y corrientes aguas que manan de la tierra. Escúchame, bienaventurado y muy dichoso, grandísima esencia purificadora de los dioses, fin natural de la tierra, principio del firmamento, que te mueves a través de las aguas. Ven, por favor, benévolo y contento para con tus iniciados.

Expresión del universo del color naranja
Yves Klein
(francés, 1928-1962)
         Esto es lo que no entiende el joven pez. Le sucede lo que decía un conocido trovador: para los que miran sin ver, la tierra es tierra nomás.  Está sumergido en el océano y es invitado a encontrar las auténticas claves de lo que está buscando en el decir de los poetas, o seguir buscando en la inmensidad inabarcable.

         Llevemos el cuento a nuestro interior.  Cuando nos preguntamos en dónde estamos, a veces la respuesta son señales inmediatas, una ciudad, una vivienda, un ámbito educativo o laboral.  A veces percibimos estas referencias como demasiado pequeñas, y ansiamos más.

         Entonces descubrimos que estamos en un planeta, que nosotros llamamos tierra.  Nos inquieta un poco esta nueva referencia, pues nos resulta difícil de abarcar con nuestro conocimiento y experiencia.  Sin embargo, a pesar de su inmensidad, todavía no llegamos a saciar nuestra curiosidad.  Buscamos esa unidad en la que todo esté contenido, la unidad que lo abarca todo.  Se llama universo.

         Aprovechemos el cuento y reemplacemos el término océano por universo.  Ahora es un hombre el que le pregunta a uno más viejo: ¿dónde puedo encontrar eso que llaman universo?  La respuesta será la misma del pez anciano: es dónde estás ahora mismo.

Entre dos mares
Chicote CFC
(español, n. en 1963)



domingo, 5 de marzo de 2017

¡PIEDAD PARA LA BELLEZA!

Sin título
Robert Peluce 
(norteamericano,1937 – 2004)

En el siglo IV a.C., una de las hetairas o cortesanas más famosas de la Grecia clásica llamada Mnesarete, más conocida como Friné (literalmente sapo, al parecer por el color de su piel), fue considerada como una de las más hermosas mujeres de toda Grecia. Su esbelto cuerpo sirvió como modelo a Praxíteles, uno de sus muchos amantes, para realizar la estatua de la diosa Afrodita conocida como Venus de Cnido y, durante una fiesta, se soltó los cabellos, se desnudó y se sumergió en el mar, inspirando al pintor Apeles para pintar su famosa Afrodita Anadiomene (Venus saliendo del mar) con los brazos alzados y las manos recogiendo desde ambos lados la cabellera suelta. Pues bien, en cierta ocasión, tras rechazar repetidamente los requiebros y las solicitudes de un tal Eutías, éste la denunció, acusándola de impiedad al profanar los misterios eleusinos -ritos de iniciación anuales  al culto a las diosas agrícolas Deméter y Perséfone que se celebraban en Eleusis, cerca de Atenas.

Mnesarete compareció ante el tribunal de los heliastas -antiguos magistrados de Atenas- y, cuando estaba a punto de ser condenada a muerte, tomó la palabra en su defensa un famoso orador llamado Hipérides. Su bello y encendido alegato a favor de la acusada no conmovió sin embargo a los miembros del jurado. En un último y desesperado intento, Hipérides despojó a la acusada del peplo y la mostró desnuda ante el tribunal, al tiempo que exclamaba:

-Olviden, si les parece, todos mis argumentos anteriores. Pero, ¿no lamentarán condenar a muerte a la propia diosa Afrodita? ¡Piedad para la belleza!

Tan convincente e inapelable resultó el argumento que Friné, absuelta de todos los cargos por el tribunal, fue puesta inmediatamente en libertad.


El argumento divino

         Se duda sobre la historicidad de este relato.  Definirla sería superficial, ante la profundidad de lo que se cuenta.  Lo importante está en el contexto de civilización y en el argumento que define el juicio, por el que se absuelve finalmente a Friné.
Friné delante del Areópago
Jean-Léon Gérôme (francés, 1824–1904)

         El tribunal de los heliastas fue una de las instituciones poderosas de la ciudad de Atenas. Su nombre derivaba de sol en griego, dado que estos jueces obraban al rayo del sol en una plaza, pues no tenían edificio atribuido.  En su momento de plenitud estuvo conformada por más de seis mil magistrados, de los cuales cinco mil formaban tribunales de quinientos miembros  y quedaban en reserva los restantes.  Para casos menores el tribunal se componía de tan solo doscientos elegidos.
Afrodita de Cnido 
(Copiada de Praxísteles)
Restaurada por Ippolito Buzzi
 (italiano, 1562–1634)


Atendían diariamente, con un sistema muy organizado de sorteo de tribunales y luego de presentación de causas. La Heliea, así se llamaba, funcionaba como un tribunal competente en litigios de leyes públicas, privadas, penales y leyes privadas internacionales.  En aquellos tiempos no había códigos de procedimientos ni leyes escritos, lo cual exigía una seria organización y mucha preparación en cada uno de los participantes.  Los ciudadanos particulares tenían la posibilidad de presentar sus demandas y defenderlas ante el tribunal, tal como le ocurre en el cuento a la hetaira.  Y los demandados también se defendían a sí mismos o por otros.  Lo decisivo estaba en la capacidad de convencer a tan amplio jurado, que decidía por votación secreta y luego aplicaba las penas que, en casos graves, llegaban al exilio o a la muerte física.

En el caso que estamos viendo, la acusación era grave. Nos recuerda el proceso de Sócrates que fue condenado a muerte por una inculpación parecida a la de Friné, quien se salvó por el argumento de Hipérides.  Éste la muestra desnuda ante el tribunal,  pero la fuerza de su razonamiento no está en la sensualidad de la hetaira, sino en que en realidad Friné es Afrodita en plenitud.  La belleza para la cual el orador pide piedad es divina.

Fresco de la Casa de Venus
(Pompeya, siglo I d.C.)
Afrodita es, en la mitología griega, la diosa de la belleza, el amor, el deseo, el sexo y la reproducción. Su equivalente romano es Venus.  Aunque hoy en día se la llama la diosa del amor, antiguamente no se refería al amor romántico.  Para esto estaban Eros y Psique.

La diosa recibió distintos nombres.  Su nombre original significa nacida de la espuma. Estaba también la Afrodita Pandemos, que significa de todo el pueblo, más relacionada con el amor físico.  Entre los platónicos, y luego entre los cristianos, estaba la Afrodita Urania o Celestial, representando la unión del cuerpo y el alma.

El argumento de Hipérides es que el cuerpo de la hetaira es el cuerpo de la diosa, y eso es la belleza.  Nada se puede separar de la divinidad, el mundo de los hombres va siempre imbricado en el mundo de los dioses.  Esta es la hermosa herencia de la antigüedad griega para Occidente y la humanidad toda.
 
Polisemia
Chicote CFC
(español, n. en 1963)