domingo, 30 de julio de 2017

EL EQUILIBRISTA

Caminadora de la cuerda floja
Maria Uhden
(alemana, 1892 - 1918)


Un padre de familia fue acusado de robo y el rey, siguiendo una vieja tradición del reino, citó al hombre y le dijo: “Has sido acusado pero las pruebas no han sido concluyentes. Para determinar tu culpabilidad o inocencia recurriremos a la prueba del alambre. Tensaremos un alambre entre las dos torres del castillo y tú deberás caminar por él. Si lo logras, habrás demostrado tu inocencia. Si caes, serás culpable  y morirás en el acto”.

Tres días más tarde, el acusado fue llevado a la torre desde donde se había tendido el alambre, sabiendo que casi todos los que intentaban pasar la prueba del alambre terminaban cayendo al vacío.

Pasito a pasito y con gran pericia, el hombre fue caminando por el alambre hasta que finalmente llegó hasta la otra torre.

El rey, sorprendido, hizo llamar al padre de familia y le dijo: “Te felicito, has demostrado tu inocencia. Pero, sin embargo, hay algo que realmente me intriga. ¿Cómo has podido pasar la difícil prueba del alambre?”.

Y el hombre respondió: “¡Oh, señor! En verdad, al pasar el alambre tan sólo he intentado aplicar lo que he aprendido en la escuela de la vida: evitar los extremos. He mantenido mi mente y mi cuerpo en perfecto equilibrio y repitiéndome a mí mismo: “Nada en exceso”. Es decir, cuando me inclinaba mucho hacia la derecha, corregía y cuando me iba hacia la izquierda, corregía. Y así, corrigiendo y corrigiendo, encontré en el alambre la vía del medio. Caminé por ella, sin demasiado esfuerzo, y llegué a mi destino”.


Vía del medio
Equilibrium
Jean Hélion
(francés, 1904-1987) 

         El relato se basa en una enseñanza budista que se denomina el camino del medio. Sabemos que no hay una tradición universal que se aplique de la misma manera en un lugar u otro del mundo.  Para aprender de otras culturas hace falta entender que debemos encontrar equivalentes en nuestra propia tradición, de tal manera que tengamos una comprensión adecuada. Los cuentos tienen la virtud de mostrar con facilidad esas equivalencias, que están arraigadas en el alma humana.

         En cierta ocasión, un hombre le estaba enseñando a tocar el laúd a su hijo. Y le decía que las cuerdas no tenían que estar demasiado tirantes, porque se romperían, ni demasiado flojas porque no se podría sacar ningún sonido de ellas. La tensión justa que hace posible ejecutar música en ese instrumento es la imagen adecuada para el camino del medio. Y lo que se quiere decir para la vida humana es que más allá de las opiniones extremas, lejos de los excesos y de las privaciones, existe una vía intermedia que podemos transitar sin sufrir los altibajos que provocan las pasiones.

         Es posible pensar que esto se aplica solamente a los placeres sensoriales, como la comida o la bebida, pero también apunta a otros excesos que tienen que ver con el alma humana. Un ejemplo muy vigente es la adicción a la felicidad y el terror al sufrimiento. Hay un parecer que supone que debemos estar felices permanentemente, lo que nos crea angustia y nos lleva a caer en la depresión o el pesimismo. Por otro lado, el miedo a sufrir nos hace incapaces de disfrutar los momentos de felicidad que nos provocan los placeres sencillos.

Danza en la cuerda floja
Kees van Dongen
(holandés, 1877-1968)
         Otro ejemplo muy común es el anhelo de riqueza más allá de nuestras necesidades. Entonces se produce la crisis producto de la obsesión por acumular el máximo de ganancias con el mínimo esfuerzo. Y de aquí saltamos a otro extremo: un temor generalizado que paraliza inversiones y proyectos.

         La cultura de los extremos también está presente en nuestra propia imagen: la necesidad de alabanzas y el horror ante las críticas. Así nos encontramos con personas con baja autoestima que se desprecian, como con los narcisistas que necesitan ser admirados y ensalzados constantemente y que reciben cualquier comentario como un ataque.

         En la tradición occidental también se aplica la vía del medio. Desde antiguo hay una corriente llamada hedonismo, que busca los placeres y el lado soleado de la vida, que dice: Primero mis dientes, luego mis parientes.  Aún ellos sostenían que todos los extremos son inconvenientes, el exceso de placer se convierte en vicio.

         Entre los antiguos griegos, Aristóteles hablaba del medio dorado, y llegó a afirmar que toda virtud es un punto medio entre dos extremos, cada uno de los cuales es un vicio. En Ética a Nicómaco, Libro Segundo, Capítulo VI, dice:

Hablo aquí de la virtud moral; porque ella es la que concierne a las pasiones y a los actos del hombre, y en nuestros actos y en nuestras pasiones es donde se dan, ya el exceso, ya el defecto, ya el justo medio. Así, por ejemplo, en los sentimientos de miedo y de audacia, de deseo y de aversión, de cólera y de compasión, en una palabra, en los sentimientos de placer y dolor se dan el más y el menos; y ninguno de estos sentimientos opuestos son buenos. Pero saber ponerlos a prueba como conviene, según las circunstancias, según las cosas, según las personas, según la causa, y saber conservar en ellas la verdadera medida, este es el medio, esta es la perfección que sólo se encuentra en la virtud.


         Esto se aplica a la vida moral, pero encierra indicaciones para todas las dimensiones del ser humano, especialmente para su vida interior, para su alma. El camino del medio es una enseñanza tan liberadora que nos hará apreciar la profundidad del cuento.

Composición abstracta
René Pontocarrero
 (Cuba, 1912 - 1985)

sábado, 15 de julio de 2017

BUSCANDO LA PAZ

El pintor en su estudio
Rembrandt
(holandés, 1606-1669)  

Había una vez un rey que ofreció un gran premio a aquel artista que pudiera captar en una pintura la paz perfecta. Muchos artistas lo intentaron. El rey observó y admiró todas las pinturas, pero solamente hubo dos que a él realmente le gustaron y tuvo que escoger entre ellas.

La primera era un lago muy tranquilo. Este lago era un espejo perfecto donde se reflejaban unas plácidas montañas que lo rodeaban. Sobre éstas se encontraba un cielo muy azul con tenues nubes blancas. Todos quienes miraron esta pintura pensaron que ésta reflejaba la paz perfecta.

La segunda pintura también tenía montañas. Pero éstas eran escabrosas y descubiertas. Sobre ellas había un cielo furioso del cual caía un impetuoso aguacero con rayos y truenos. Montaña abajo parecía retumbar un espumoso torrente de agua. Todo esto no se revelaba para nada pacífico.

Pero cuando el Rey observó cuidadosamente, el vio tras la cascada un delicado arbusto creciendo en una grieta de la roca. En este arbusto se encontraba un nido. Allí, en medio del rugir de la violenta caída de agua, estaba sentado plácidamente un pajarito en el medio de su nido...

El Rey escogió la segunda.


La paz se construye
Rey Edgar, el Pacífico
Manuscrito iluminado.
(Winchester, 966)

         San Agustín decía: “¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé; pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.” Lo mismo se puede decir de la paz, es inexplicable. Por eso el Rey, que representa nuestra búsqueda de sentido partiendo de la dignidad y nobleza interior, se dirige al arte para encontrar una imagen que nos oriente en el sentido auténtico de la paz.

         La primera forma de paz que encontramos es, como en el primer cuadro, un reflejo perfecto de las montañas apacibles y del cielo armónico. Esto es lo que primero pensamos cuando buscamos la paz: un orden en donde la naturaleza muestre su calma y grandeza en las montañas inmutables. De la misma manera consideramos el orden de las ideas y el espacio divino: el cielo azul inmenso y sin cambios, con algunas nubes de adorno estáticas. Para esta forma de ver la paz, el entorno está quieto pero nuestra condición es cambiante. La tranquilidad exterior esconde una inquietud interna, que puede transformarse en angustia en cualquier momento.

         El segundo pintor parece abarcar mucho más que el primero. Asume la tormenta en el cielo, signo de que nuestros pensamientos son convulsionados y de que el encuentro con el Ser divino está lleno de sensaciones de abismos, que tanto nos pueden atraer como causar espanto. La misma naturaleza no es para nada complaciente. Las montañas desnudan sus amenazantes rocas, y la intrincada superficie de los macizos son señales de los peligros que constantemente acechan nuestra vida. El contraste está con el pajarito quieto que, sin sentimientos ni pensamientos, está simplemente entregado a su nido contemplando todo lo que pasa a su alrededor.
Corriente
Kenzo Okada
(japonés, 1902-1982)  

         En una versión de este cuento, se le agrega la explicación que da el rey a su elección: “paz no significa estar en un lugar sin ruidos, sin problemas, sin trabajo duro o sin dolor. Paz significa que, a pesar de estar en medio de todas estas cosas, permanezcamos calmados dentro de nuestro corazón. Este es el verdadero significado de la paz.”

         La palabra paz parece estar ligada más a una acción que a una realidad estática. Su raíz etimológica tiene que ver con pak-, que significa trabar, fijar, ensamblar. La palabra se refiere a una situación trabada y asegurada que nace de un acuerdo. Por eso se dice que la paz entre los hombres viene del diálogo y de la consideración mutua, dos actitudes que son valiosas en la medida que se ejercen cada día, sin interrupciones. La paz es una acción constructiva permanente.

En tiempos más cercanos se quiso relacionar la palabra paz con pago, es decir, una especie de tributo que le daría la parte vencida al vencedor, condición necesaria para que el acuerdo tuviese vigencia. Pero esto fue una interpretación caprichosa y lejos de la verdad de su origen.

Durante la peregrinación que es la vida humana, estamos sometidos alternativamente a la noche y al día, a los días felices, llenos de paz, que alternan con los días amargos en los que el diálogo y el respeto brillan por su ausencia. El conocimiento humano es todavía tan limitado que las ventanas que abrimos en nuestra vida son a la vez nuestras rejas. Y nuestras alas, que nos podrían llevar a la plenitud, se convierten en cadenas por la tosquedad de mirada que tenemos sobre las cosas.
La musa del pintor
Henri Martin
(francés, 1860-1943)

Un texto religioso muy antiguo nos invita a contemplar la paz de la siguiente manera:

“¡Que los cielos estén en paz, que la Tierra esté en paz,
Reine la paz en el amplio espacio entre ambos.
Que sean pacíficas las aguas que corren,
las plantas y los árboles!

Que a través de esta Diosa suprema, la Palabra,
inspirada por Dios, por la cual es creado todo lo que
inspira temor, nos sea concedida la Paz.

Que mediante esta invocación a la paz se difunda la paz.
Que mediante esta invocación a la paz, descienda a nosotros la paz.

Con esta paz apaciguo ahora al temible,
Con esta paz apaciguo ahora al cruel,
Con esta paz apaciguo todo mal,
Para que la paz prevalezca, para que reine la felicidad
Que todo nos sea apacible.”


Pájaro del Espíritu
Morris Graves
(norteamericano, 1910-2001) 




domingo, 2 de julio de 2017

LA CELDA


La celda dorada
Odilon Redon
(francés, 1840-1916)


El discípulo quería un sabio consejo.

- "Ve, siéntate en tu celda, y tu celda te enseñará la sabiduría", le dijo el Maestro.

- "Pero si yo no tengo ninguna celda... si yo no soy monje."

- "Naturalmente que tienes una celda. Mira dentro de tí."


El valor de la contemplación
Ermitaños y monjas
Mikhail Vasilevich Nesterov
(ruso, 1862 - 1942)

         La propuesta del Maestro desafía profundamente a la modernidad. Es una invitación a la contemplación, abierta a todas las personas sin ninguna distinción. La interioridad es propia de todo ser humano, y mirar dentro de tí, el único consejo de este brevísimo cuento nos abre la puerta de una aventura sorprendente.

         ¿De qué sirve la mirada en la interioridad?, se pregunta el hombre contemporáneo, ¿tiene algún sentido en nuestro tiempo? Es tan inmensa la contemplación que desde muy antiguo se suman las respuestas a estos interrogantes y no se alcanza su fondo. Veamos algunas consideraciones, pero antes es importante insistir en que la interioridad es propia de todo ser humano, sea que esté en alguna religión o haya prescindido de todas ellas. Tanto el religioso como el hombre secular tienen la misma posibilidad en la contemplación.

         Todos los hombres buscamos una plenitud. En el mundo religioso, especialmente en Occidente, se ha planteado una postergación de esta meta para un cielo como lugar lejano. La contemplación nos muestra que esa búsqueda tiene ya su respuesta: es aquí. Los contemplativos tratan todas las cosas como sagradas, cada una les muestra una profundidad inesperada. Por ejemplo, los biólogos son capaces de ver beneficios para muchos en organismos formados por unas pocas células, si tienen la paciencia de buscar en el propio interior. Un científico que no mira dentro, no encuentra nada afuera, pero cuando se sumerge en su aquí, entonces aparece la plenitud.
Monjes en bodega de vinos
Vincent Stoltenberg Lerche
(noruego, 1837-1892)  

         Muchas veces nos prometen cosas para el futuro: si te sacrificas ahora, después verás los beneficios. Esto se aplica en varios órdenes de la vida humana: personal, social o político. Es como si nos dijeran pague ahora y goce después. Para el contemplativo esta pauta no es válida. Cada momento es pleno en sí mismo y como máximo engendra el siguiente: caminante no hay camino, se hace camino al andar, canta Antonio Machado.  Cada momento es un regalo único y completo en sí mismo, y no hay sensación de frustración si no se ha acumulado mérito, poder, conocimiento o dinero. La contemplación nos abre al ahora, que es concentración del pasado y una semilla potente de esperanza para el futuro. 

        Aquí y ahora han formado parte del mensaje de los grandes Maestros de la humanidad, en los distintos contextos religiosos y culturales que ha atravesado la humanidad. Y es fácil darnos cuenta que este aquí y ahora es esencial en la dignidad humana. Si le digo a alguien que tiene que ir a un lugar distinto de donde está para alcanzar sabiduría, lo estoy exiliando de la posibilidad de su plenitud. Y si le digo que tiene que esperar un futuro que se está haciendo, entonces lo estoy privando de su libertad.

         El consejo del Maestro del cuento es muy valioso para alcanzar la sabiduría que buscamos. En nuestra celda hay muchas más virtudes que, a poco que las pensemos, nos llevarán a desear ardientemente sentarnos en ella.


Felicidad
Emily Carr
(canadiense, 1871 - 1945)