martes, 27 de marzo de 2012

EL ESCARMIENTO DEL APROVECHADO

El cuento “El chacal y los jabalíes” forma parte de una importante colección que se llama “Calila y Dimna”.  Originalmente son cuentos muy antiguos de la India, reunidos en el Panchatantra, alrededor del siglo III a.C., escritos en sánscrito. Un filósofo y médico del siglo VI de nuestra era, llamado Berzebuey, tradujo el texto al pahlavi, dialecto que fue la lengua oficial del Imperio Persa.  Posteriormente fue llevado al árabe, y en el 1200 al castellano.  En todos estos pasos hubo modificaciones y adaptaciones a las mentalidades de las épocas respectivas.

Manuscrito árrabe
de Calila y Dimna

(ca. 1200 d.C.)
            La función de esta colección de relatos fue transmitir el saber y la sabiduría, de forma grata, sencilla y amena, a los príncipes y gobernantes, vinculando las realidades generales con los ejemplos concretos, relacionando el saber con el actuar.

            La tradición espiritual considera que cada uno de nosotros es el príncipe de su propia vida.  Es cierto que miles y miles de relaciones, situaciones y acontecimientos nos acompañan cotidianamente, pero siempre hay una instancia suprema en nuestro interior que decide y orienta.  Recibe varios nombres como conciencia, sí mismo, corazón, y en todos los casos refleja el centro gobernante de la propia vida.

El contexto de cada cuento es una conversación entre el sabio cuentacuentos de la corte y el joven príncipe.  Paso a paso, se van vinculando las historias para hacer de esta conversación una aventura llena de sorpresas y enseñanzas.

“-  Cualquier sanción parece leve, dijo el viejo, comparada con el escarmiento que sufrió aquel chacal que incitaba a dos jabalíes a pelear.

-¿Qué castigo fue aquél?, preguntó el joven rey.

El viejo sabio le hizo la reverencia y empezó a narrar su historia.

Un hambriento chacal, mientras buscaba algo para comer, se encontró a dos jabalíes que luchaban con sus cuernos y colmillos.  En esa violenta batalla, la sangre había cubierto sus cuerpos y sus gemidos eran escuchados desde muy lejos.

El chacal, al ver esa escena, se puso muy contento y pensó: “Cuanto más feroz sea la pelea, mejor será para mí”.  Inmediatamente empezó a animarles para que lucharan uno contra el otro. “¡Eso es, dale bien, mátalo!”, gritaba el chacal.

Los dos jabalíes seguían luchando con más vehemencia, hasta que la sangre empezó a correr sobre la tierra que pisaban.

El chacal se puso a gritar con más fuerza que antes: “Vamos, acaba con él, ¡mátalo!”, mientras lamía la sangre caliente que regaba el suelo.

Los dos jabalíes, exhaustos, temblaban de furia y reunieron todas sus fuerzas para poner fin a la batalla.

El chacal estaba tan ocupado en aprovechar de la situación que no se dio cuenta de estar atrapado en medio del un forcejeo entre los jabalíes sin poder reaccionar.  Sus huesos sonaron como un violento ¡crac!, y quedaron a merced de los dos jabalíes como una nuez descascarada.

Cuando el viejo sabio terminó su relato, el joven rey se quedó pensativo y luego dijo:

- Quien se alegra de la desgracia ajena debe afrontar las consecuencias.  Pero, ¡qué pena que esa justicia rápida sólo se administra en las fábulas!

- Es verdad, Majestad, contestó el anciano.”


Enseñanza de la acción.

            La conclusión del príncipe es la más popular.  Lo que sucede entre los jabalíes es una desgracia, y está muy mal aprovecharse de la situación penosa ajena.  Es la misma mirada que tiene José Hernández (argentino, 1834-1886), en el Martín Fierro, pero con el acento puesto en los jabalíes.

“Los hermanos sean unidos,
Porque ésa es la ley primera.
Tengan unión verdadera
En cualquier tiempo que sea-
Porque si entre ellos pelean
Los devoran los de ajuera.”

            La desgracia tiene muchas formas, pero la que ocurre entre los jabalíes es la peor: la pérdida de consideración por el otro, la ausencia de favor y de afecto.  Ni siquiera la presencia del chacal, el aprovechador, los hace recapacitar.  Por el contrario, aumentan su furia y se deciden por el peor de los resultados, la muerte, que ya no tiene vuelta atrás.
Combate de los peces.
Max Ernst
(alemán, 1891-1976)

            La actitud del chacal es repugnante.  No solamente se aprovecha de la sangre derramada, sino que se pone contento de toda la situación.  Cuántas cosas hay para alegrar la vida, y este despreciable ser de la fábula se alegra del mal ajeno. 

El comienzo de la historia del viejo dice que el chacal estaba hambriento, buscando algo para comer.  El chacal es un animal, un ser viviente, que en cuanto tal manifiesta un aspecto de la creación, de su bondad y de su belleza.  Lo repugnante del chacal es fruto de una actitud que nace con el hambre, esa necesidad natural que le permite vivir.  Muchas vilezas tienen causas muy simples, como el no tener los alimentos para saciar el hambre.


Animales antiguos.

            Junto a la enseñanza ética, el cuento también nos abre a otras reflexiones a través de los símbolos elegidos.  Entre ellos, el más importante es el jabalí.

Jabalí.
Textil de la etnia Kuna.
(Islas de San Blas, Panamá) 1990.
            En la memoria de la humanidad se conserva el relato de un dios mitológico que toma forma de jabalí, para sumergirse en las aguas primordiales.  El animal sagrado,  saca a flote la tierra con sus colmillos, para que sea el lugar de la vida.  Por eso, a toda la manifestación de la naturaleza se la consideró bajo el signo del jabalí blanco, y a la primera tierra rescatada, una especie de paraíso, se la denominó “la tierra del jabalí”.

            En el mundo occidental, el jabalí representó a la autoridad espiritual.  El hombre originario lo imaginaba viviendo en el bosque y solitario, como un brujo o adivino.  En el mismo bosque, también vivía el oso, el representante de la autoridad temporal, el guerrero o caballero.  En tiempos cercanos, todavía se encuentran estas referencias en escudos y monedas.

            Estos aspectos luminosos del símbolo del jabalí, también tienen una contrapartida oscura.  Se lo relaciona con la ignorancia.  También se lo ha puesto en relación con el mal, vinculado a la suciedad.  Se lo considera representante de la impetuosidad y el descontrol de las pasiones.

            Sin embargo, ha quedado como un animal de valor, incluso temerario.  No ha faltado un artista que puso, en la escena del pesebre de Jesús, un león y un jabalí en lugar del buey y del asno tradicionales.

            Las verdaderas dimensiones de la lucha entre los jabalíes, la lucha entre hermanos, según la versión de Calila y Dimna, o su equivalente en el Martín Fierro, quedan plasmadas con los aspectos de este símbolo.

Jabalí.
Franz Marc (alemán, 1880-1916)


martes, 20 de marzo de 2012

JUAN, UN NIÑO

Los cuentos se llaman infantiles cuando requieren al auditorio una actitud de niño.  Ser como niños es una plenitud del ser humano.  Es cierto que hay enfermedades, psíquicas y físicas, llamadas “infantilismos”, pero lo que requieren los cuentos está bien lejos de estas dolencias.

            En la tradición la actitud de niño tiene varias características.  Es espontánea, en tanto natural y sincera en el comportamiento y en la manera de pensar.  También es apacible, lo que significa mansa y agradable en la forma de ser y en el trato.  El pensamiento es concentrado, sin intención ni reserva mental.

            Mirando con atención, nos damos cuenta que ser como niños es una larga tarea.  Para alcanzar la plenitud es necesario conservar características naturales de la infancia, desarrollar otras que no fueron elaboradas en la etapa de formación, renovar algunas características perdidas y buscar toda la ayuda que nos puedan dar, porque la tarea es inmensa.

Gurú Nanak y seguidores.
Autor anónimo.
Punjab, India (1870)
            Jesús de Nazaret, de quien no podemos dudar de la seriedad de sus enseñanzas, que han marcado civilizaciones durante 2.000 años, dice:  "Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos” (Evangelio de Mateo 18,3).  Y para que no nos desaliente la dificultad del camino, agrega cuál es el premio: “Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos”.

            Otro maestro, Guru Nanak (pakistaní, 1469-1539), recomendaba refiriéndose a la búsqueda del Absoluto, de la Plenitud, lo siguiente:

“Con el pensamiento no podrás conocerle,
Ni aunque cien mil veces pienses en él;
Tampoco le descubrirás por el silencio,
Ni aunque permanecieras mudo vidas enteras.

Mil destrezas podrás obtener en este mundo,
Pero sólo con un corazón de niño podrás alcanzarle.”

            Algunas de estas cosas explican la razón por la que los ancianos se llevan bien con los niños, un encuentro entre la plenitud y la fuente. 

Para el camino hacia el tiempo de la vejez tenemos, como una ayuda, los cuentos infantiles.


Desde tierra adentro.

            Los cuentos infantiles están en todos lados.  El que citamos ahora, “Juan y el gigante”, fue contado por Vera Ríos, de 48 años, en un lugar de la provincia de Misiones, Argentina, llamado Picada San Javier, Km. 26.  El testimonio fue recolectado en el año 1963 por Guillermo Perkins Hidalgo (argentino, 1902-1975), quien solía citar la siguiente frase: “Siempre hay leyendas y cuentos cerca de la cuna de los pueblos y de los niños”.

            El texto está en la segunda serie de Cuentos Folklóricos de la Argentina, de Susana Chertudi, Instituto Nacional de Antropología (1964).

“Cuando Juan era chico, vivía con su mamá, que tenía una vaca y tres bolsas de oro.

Un día, cuando su madre no estaba, apareció un viejo que le ofreció cambiar la vaca por una muda de yerba que él traía.  Juan aceptó y esperó a su madre muy contento.

La mujer se enojó mucho y lo mandó tirar la planta que no servía para nada;  pero él la plantó en una esquina de la casa.  Al otro día vieron asombrados que la planta de yerba había crecido tanto, tanto, que parecía toca el cielo.  Desde la noche de ese día la gente de los alrededores empezó a desaparecer y a la madre de Juan le robaron las bolsas de oro, una cada noche.  El muchacho, que la última noche se había quedado espiando, vio que el ladrón era un enorme gigante que después de cometer sus robos subía por la planta de yerba.  Entonces Juan subió también y se encontró con un enorme castillo.
Retrato de un niño.
Annie Swynnerton
(inglesa, 1844-1933)

Allí lo recibió la mujer del gigante, que era muy buena y prometió ayudarlo.  Mientras conversaban ella vio que volvía su marido y se escondió, loca de miedo.  El ogro pidió de comer y se acostó.  Aprovechando su sueño, Juan llevó a su casa una bolsa de oro; lo mismo hizo las dos noches siguientes.

Cuando andaba por el castillo, Juan se enteró que el gigante tenía un acordeón y un ovillo de hilo con poderes mágicos, y resolvió quitárselos; así que la cuarta noche volvió para eso: pero antes le pidió a su madre que lo esperara con un hacha al pie de la gran planta de yerba.  Cuando estaba robando las cosas, el acordeón se abrió y al sostenerlo, Juan hizo sonar unas notas que despertaron al gigante, que se levantó en seguida y al ver lo que estaba haciendo el muchacho, empezó a correrlo.  Juan tomó de la mano a la mujer del ogro y escapó también con ella.  No podía dejarla; el ogro la mataría.  Empezó a bajar por la yerba y con él, ella.  El gigante los siguió.

Entonces Juan le gritó a su madre diciéndole que cortara el tronco con el hacha.  Cuando la planta cayó, el gigante que era muy pesado no pudo sostenerse y cayó con ella desde lo alto.  Pero Juan y la mujer no se hicieron nada, porque cuando vieron que el tronco se rompía, largaron el hilo que como era mágico se sostenía solo y por él bajaron tranquilamente.

Vivieron felices muchos años los tres juntos, disfrutando del oro, del acordeón y del hilo mágico.”


Muchas resonancias.

            Al leer el cuento, surgen muchas resonancias.  Algunas tienen que ver con símbolos universales, otras con elementos locales.  En este caso, el árbol de yerba es una referencia indudable al suelo misionero, donde abunda este cultivo.  También hay una vinculación con el acordeón, si recordamos que la música litoraleña usa mucho este instrumento.

            No es posible hacer un análisis detallado, pues se perdería la intencionalidad del cuento.  Se recomienda leerlo varias veces y dejar que la propia intuición nos guíe.  Es importante tener confianza en el propio criterio, una sabiduría que de muchas maneras, conocidas e ignoradas, ha ido configurando nuestra persona.
            Veamos dos símbolos que tienen amplio alcance en el mundo: el ogro y el hilo mágico.

            Los ogros siempre recuerdan a los gigantes y a los titanes.  Tienen necesidad de ración cotidiana de carne fresca, por eso en el cuento empieza a desaparecer gente cuando crece la planta de yerba.  Es una de las características del tiempo, que pasa inexorablemente, como devorando las vidas. 

El ogro juguetón.
Jean Miró (español, 1893-1983)
            Otro aspecto negativo del ogro tiene que ver con una imagen atrofiada del padre, que no quiere que sus hijos crezcan, porque lo hace perder su omnipotencia en la familia, y no soporta la idea de repartir su poder o de renunciar a él.  Un dato interesante del cuento es el de su esposa, que decide ayudar al niño audaz, porque ella se siente aterrada ante el marido.

            Entre muchas cosas, también se puede señalar que el ogro representa los terrores del sueño.  Vive en el cielo, donde reside y duerme.  El cielo es el lugar de descanso, y también el lugar de los sueños.  Casi siempre son apacibles, pero si se despierta algún monstruo, aparece la pesadilla en forma de terror que pone a prueba nuestra valentía, o nos purifica de tensiones de la vida cuando estamos despiertos.

            De muchas maneras aparece el miedo en la vida.  Los ogros del tiempo o del poder simbolizan las amenazas que se manifiestan cuando estamos despiertos.  Pero el cuento no nos deja solamente en el susto, o en la angustia, sino intenta brindar respuestas que nos permitan salir de la situación apremiante.


El hilo salvador.

            En relatos antiguos, el hilo sirvió para salir de lugares complicados, de los laberintos en los cuales parece que nunca va a aparecer la salida.  El hilo permite que uno ingrese en esas complicaciones y pueda salir a la luz luego de una travesía por la oscuridad. 

            El hilo es la vida de cada hombre que mantiene la coherencia, que sabe de dónde viene y sigue el camino que ese hilo le indica, confiando que lo lleva a la luz.  Se dice que hemos recibido la vida, ese hilo mágico que nos guía a través del laberinto de la existencia.

            Las tejedoras saben mucho de este símbolo de la vida.  Por ejemplo, en los ponchos hilados se encuentran las señales de la creación, los símbolos de la fecundidad y de los campos cultivados.  Las tejedoras saben que el hilo de la vida nos une al centro de donde surgen todos los seres. 

            La magia del hilo es la sabiduría de entender que nuestra vida no está aislada.  Formamos parte de la inmensa manifestación de los seres, una urdimbre sorprendente.  Saberse parte de la grandeza de la vida de los seres, admirar la existencia, nos da el trasfondo necesario para las soluciones en nuestro camino.


Niña leyendo.
María Gutiérrez Blanchard (española, 1881-1932).

martes, 13 de marzo de 2012

EL TESORO DEL SUEÑO

Somos del mismo material del que se tejen los sueños,
 nuestra pequeña vida está rodeada de sueños.
William Shakespeare

La realidad de los sueños.

            No sabemos si el sueño es real o irreal.  El sueño se produce cuando dormimos, y dormimos cuando estamos vivos.  Por lo tanto, el sueño se produce en la realidad de la vida.

            Por otro lado, no podemos manejar los sueños.  Se nos manifiestan espontáneamente, a veces nos causan malestar, otras veces alegría, y en algunas circunstancias logramos resolver cuestiones que, cuando estamos despiertos, no le encontramos soluciones.  Quizás se han considerados a los sueños como cosas irreales porque escapan a la voluntad del ser humano y su ambición de controlar todo su entorno.
El sueño de Nabucodonosor.
Beato de Liébana
(Cantabria, 701-798)

            Hay muchos ejemplos en la historia humana sobre interpretación de sueños.  Tomemos un relato de algo tan familiar como la Biblia.  Se cuenta del rey Nabucodonosor (babilonio, c.  630-562 a.C.), que sueña con una estatua gigante hecha con cuatro materiales.  El profeta Daniel es el que interpretará el sueño como cuatro etapas del reinado del monarca. 

            Hay otra situación todavía más popular en los Evangelios.  Es el caso de San José, el padre de Jesús, un soñador incomparable.  Todo lo decide con sueños.  Así recibe en su casa a su esposa María embarazada, o huye a Egipto con su familia a causa de la persecución de Herodes, y del mismo modo decide volver del exilio a una ciudad determinada, Nazaret, alejada de Jerusalén y de Belén, la ciudad del nacimiento de lJesús.

            Desde siempre el hombre ha observado con profundidad el funcionamiento de su mente, especialmente en Oriente, con descubrimientos que, lamentablemente, tenemos poco en cuenta.  En el siglo XX surgió en Occidente el estudio sistemático de la mente humana en su aspecto inconsciente. En el siglo pasado, se aplicaron métodos de la ciencia moderna.  Importantes conclusiones surgieron del registro e interpretación de los sueños de los pacientes que sufrían trastornos psicológicos.

            En la vida cotidiana de la gente, hay una larga interpretación en clave numérica de los signos que aparecen en sueños, y que se aplican a los juegos de azar.  No es posible saber si efectivamente son eficaces, pero siguen siendo usados con frecuencia.

            Cualquiera sea la tradición que elijamos nos encontraremos que los sueños encierran tesoros de sabiduría.


El robo del tesoro soñado.

            Los orientales, especialmente los japoneses, son proclives a narrar cuentos en los cuales se ve involucrado el mundo de los sueños.  El siguiente está tomado de la colección Relatos de los tiempos antiguos (Konjaku Monogatari), recopilación de más de mil cuentos hecha en el siglo XI en Japón, aunque incluye historias de China e India.

            El texto está en la selección “El cuento popular”, hecha por Jorge B. Rivera, Centro Editor de América Latina, 1977.


Antaño, en cierto paraje, vivían dos mercaderes que emprendieron juntos el camino para traficar sus mercancías.

Un día, al llegar a un punto muy alejado de sus hogares, ambos se sintieron fatigados y resolvieron descansar.
La lavandería
de los maestros.

Ling Tinggui
(chino, siglo XII)

–No estaría mal un poco de reposo –dijo uno de ellos.

–Yo deseo dormir –agregó el más anciano, y al punto se lo escuchó roncar.

Y ocurrió que mientras el más joven contemplaba a su vecino dormido vio salir de su nariz un tábano que echó a volar en dirección a la isla de Sado.

Al cabo de una hora el tábano regresó y volvió a introducirse en la nariz del durmiente, el que despertó de inmediato y dijo:

–Es extraño. Soñé que en la isla de Sado vivía un hombre muy rico, y en el jardín de su casa crecía una camelia cubierta de flores blancas. Un tábano que llegó volando se posó al pie del árbol y me dijo: "¡Cava en este lugar!". Yo cavé donde me indicaba y he aquí que descubrí un jarrón lleno de oro. ¡Mira lo que he soñado!

El más joven escuchó este relato con el más vivo interés y una idea cruzó por su mente.

 –¿No deseas venderme tu sueño?

–¿Vender un sueño? ¿Para qué?

El otro no dijo más e insistió para que el anciano accediese a su pedido.

–Bien. ¿Cuánto estás dispuesto a pagar?

–Hmm... ¿Me lo dejarías en trescientos?

–¡En ese caso...! -dijo el soñador, y ambos se pusieron de acuerdo para trocar el sueño a cambio de trescientas monedas de oro.

Luego de comprar el sueño de su vecino, el joven se dirigió a la isla de Sado, buscó la casa de la camelia, entró al servicio del propietario y esa misma noche desenterró el tesoro, que ocultó en lugar seguro. Seis meses más tarde solicitó permiso para ausentarse y retornó a su país. Se convirtió en el hombre más rico de la aldea y vivió feliz el resto de sus días.


La fuente de los símbolos.

            Los estudiosos de los sueños dicen que éstos son las fuentes de los símbolos que usamos en nuestras vidas.  Prestando atención a lo que soñamos podemos descubrir algunas cosas que se presentan en la vida diaria. 

Lo difícil está en discernir el significado que los símbolos tienen para nosotros, porque en realidad tienen muchos significados válidos.  Otro obstáculo para la interpretación es la ambivalencia de los símbolos, pues tienen aspectos luminosos, beneficiosos, y a la vez encierran aspectos oscuros, dañinos.

Sueños de Carnaval
Emiliano A. Calvancanti
(Brasil, 1897-1976).
La ambivalencia deviene de los mismos sueños, que también tienen este doble aspecto.  Es importante descubrir los varios sentidos que puede tener, por ejemplo, un mismo cuento como el que hemos citado.

Veamos cómo un escritor argentino, salteño, Oscar Eduardo Saravia, en su libro “Puros cuentos, meras fábulas”, encuentra otra dimensión, agregándole un final distinto a la historia presentada.

“Sin embargo yo tuve oportunidad de conocer otro desenlace de esta historia la que me fue relatada por un casi milenario anciano japonés, quien conoció a los protagonistas y, por la forma veraz que le dio a su versión, sospecho que era el anciano que vendió el sueño.

Efectivamente, luego de la transacción comercial que originó al sueño y el tábano, el joven se dirigió con premura a la isla de Sado, buscó la gran casa de la camelia y una vez localizada entró al servicio del propietario, un rico terrateniente, quien solo aceptó tomarlo cuando se comprometió a trabajar gratuitamente por un período de seis meses, pues le sobraba mano de obra, según manifestó.  Esa misma noche se dirigió el joven al pie de la camelia que brillaba con sus esplendorosas flores a la luz de la luna.  Cavó casi hasta desenterrar el árbol y… nada.  Enfebrecido amplió el hoyo pero todo fue en vano. 

Lo sorprendieron las primeras luces del amanecer en su búsqueda infructuosa y retornó a su dormitorio con el alma llena de pesadumbre. Sin embargo no pudo dormir pues tenía que cumplir sus tareas de peón, y lo peor era que se había comprometido por ¡seis meses! Así pasaron varias noches en cavar y volver a tapar hasta que se convenció que sus ilusiones eran vanas.

La cosa que terminó de convencerlo fue cuando al notar que la mayoría de los otros obreros dejaban sus lechos durante la noche y hacían lo mismo que él en distintos lugares, cavando y volviendo a tapar. ¡Todos perseguían la misma quimera! 

El que se llenó de oro fue el anciano vendedor de sueños.  Además de venderlos en oro contante y sonante, gracias al tábano que consiguió amaestrar pacientemente para que se alojara en su nariz, cobraba la mitad de los salarios que se ahorraba el terrateniente.

Moraleja: Comprar sueños es tirar la plata al mar, o nunca te fíes de quien tenga tábanos en las narices”.


Ciudad de sueño.
Paul Klee (suizo-alemán, 1879-1940)

miércoles, 7 de marzo de 2012

LA FUERZA DE LOS LENTOS


Muchos siglos atrás, en una ciudad griega situada en el sur de la actual Italia, un tal Zenón (490-430 a.C) se dedicó a defender las ideas de su maestro Parménides (c. 540-470 a.C.).  Para lograr su objetivo planteaba situaciones que llevaban a soluciones contradictorias.  Esta forma de argumentar se llama aporía, y Zenón era un experto.

Un corredor
Ánfora griega de terracota
(siglo VII a.C)
Uno de sus planteos más famosos se basa en una imaginaria carrera entre Aquiles y una tortuga.  Aquiles fue un guerrero mitológico, que corría a una velocidad increíble.  Pero Zenón decía que si el corredor le daba una ventaja a la tortuga en la largada, luego no la podría alcanzar.  Su razonamiento es complicado, ocupó a muchos pensadores posteriores.

Las aporías también influyeron en la vida cotidiana de los pueblos.  Un signo de esto se ve en los cuentos.  Van cambiando los protagonistas, por ejemplo, en vez de Aquiles se invoca a un venado, o a una liebre, y en esas historias los animales veloces no alcanzan a la lenta tortuga de movimientos solemnes. 

También varían las observaciones.  La razón por la cual el experto corredor no alcanza al animal parsimonioso es distinta de la que plantea Zenón, porque ha cambiado el interés de los narradores.


Narración mendocina.

Es notable que, aunque haya siglos de distancia, y en territorios muy dispares, se conserven temáticas parecidas en los cuentos.
El león y la tortuga
Ferdinand Delacroix (frances, 1798-1863)

Hay dos razones para la similitud de los relatos.  En primer lugar, porque los seres humanos somos muy parecidos, cualesquiera sean nuestras condiciones de vida.  Somos parecidos no sólo en el físico sino también en la mentalidad.  En segundo lugar, porque desde los tiempos prehistóricos existió siempre una comunicación entre los grupos humanos, superando todas las barreras geográficas imaginables. 

En el año 1951, Manuel Cardoso, un viñatero mendocino que tenía 76 años entonces, hizo la siguiente narración de la carrera, cambiados los personajes y también los motivos.  Ahora, la competencia es entre un avestruz, animal famoso por su velocidad, y un sapo que, a pesar de sus saltos, es bastante lento.

El testimonio original consta en el Tomo II de Historias y Leyendas de la Argentina, recopilación de Berta Elena Vidal de Battini (1900-1984).  Se usa la palabra araucana choique para avestruz. 


La carrera del sapo y el avestruz.

El sapo con el avestruz jugaron una carrera. Hicieron contrato. Apostaron dinero y fijaron el tiro de la carrera y para el día que se iba a correr.
Entonces el sapo se buscó muchos de la familia y amigos. Y los comenzó a repartir en la cancha, trecho a trecho, unos y otros. Y en la raya tenían otro listo para cuando llegara el choique. En ese momento, pegaría el salto y le saldría adelante.

Desde la partida, el avestruz pensaba que iría siempre por delante.

 Cuando ya llegó el momento de largar, dijeron:
-¡Vamos! se miraron los dos y partieron.

El avestruz iba ligero y de vez en cuando miraba para el lado del compañero pero, para su sorpresa, lo veía que iba adelante. El sapo le iba ganando. Y el avestruz se apuraba más.

Cuando llegó a la raya, el sapo que estaba preparado en ese lugar, saltó adelante. Y los veedores que estaban ahí le dieron la carrera ganada al sapo. Y el mismo juez de raya le falló la carrera en favor del sapo.

Así le ganó nomás el sapo al choique.


La maña y la fuerza.

            Esta famosa carrera, como hemos dicho, ha tenido distintos protagonistas, y también distintas conclusiones.  José María Obregón, un correntino, en el año 1951 decía que lo primero que uno aprende es que “más vale maña que fuerza”.  Una afirmación en la que coinciden la mayoría de los narradores de todo el mundo.

            Los desafíos a la vida humana son inmensos y dramáticos.  La solución, ante la potencia que presentan, es el uso del ingenio.  Pensemos en las dificultades que superó el mismo cuento que presentamos, desde la lejana ciudad de Elea, en Italia, en dónde Zenón pensó sus aporías, hasta los relatos en siglo XX, en territorio argentino.  En veinticinco siglos la enseñanza se mantuvo viva, de boca en boca.

Ocarina con forma de sapo
Veracruz, México
(entre el 700 y 900 d.C.)
            La segunda conclusión de Obregón, fue que “no hay enemigo chico”.  La fuerza de los lentos está en el conjunto.  Muchísimas personas son tan desconocidas, que no podemos distinguirlas, nos parecen la misma.  Y los rasgos humanos se nos desdibujan más si ese conjunto pertenece a otra etnia. 

            Vale mucho la fuerza del conjunto, que nos permite alcanzar las metas aunque los obstáculos sean muy poderosos.


La realidad de los lentos.

            La narración del mendocino representa a los lentos con un sapo.  Este animal es un símbolo muy amplio, lleno de aspectos valiosos, y también tiene algún aspecto oscuro.  Los símbolos, como la realidad en general, tienen dos caras.

            En algunas tribus de América del Sur, el sapo es un cómplice del hombre.  Lo ayuda para hurtar el fuego a su primer poseedor, el buitre.

            En otros grupos, el sapo es un Dios de la lluvia.  Todavía se dice en el país maya que los sapos “rezan mejor que nosotros” para obtener la lluvia.

            En el mundo de la magia, los sapos son muy cuidados.  Afirman que tienen una piedra en la cabeza que es un talismán precioso para obtener la dicha sobre la tierra.

            Pero también se habla de la cara tenebrosa de los sapos, pues dicen que interceptan la luz beneficiosa de los astros por un proceso de absorción.  Como tienen una mirada fija, parece que son insensibles o indiferentes a la luz.

No hay enemigo chico.

            Los símbolos tienen muchos significados. Sin sus orientaciones nos perderíamos en la infinita variedad de la vida humana.

            Nos abren nuestra riqueza interior, una inmensidad que nunca alcanzaremos a comprender del todo, pero que siempre está disponible para buscar lo que queremos en la vida. 

            Finalmente nos ayudan a entender la grandeza de todos, y que los lentos, como los sapos, son tan valiosos como los ágiles, los avestruces.


Sapo Getsuju
Japón, período Edo (1615-1868)