jueves, 23 de agosto de 2012

DOS CUENTOS MAESTROS



Astrólogo y hombres santos
Atribuido a Govardhan
 (indio, s. XVII)
            Para transmitir enseñanzas, la tradición de la humanidad utiliza distintos recursos de acuerdo a los contenidos.  En ciertos casos basta una simple explicación o alguna sentencia breve.  Pero hay algunos aspectos que son sutiles y difíciles de entender de entrada.  Para estas situaciones es que se recurre al cuento.

            Las narraciones no brindan definiciones irrebatibles, sino que sugieren caminos para acercarse al centro de la enseñanza que se quiere transmitir.  Como en los cuentos siguientes, los maestros le agregan una sentencia al final, para orientar la búsqueda de cada oyente.  Veamos dos ejemplos.


El contrabandista

  Todos sabían que era indiscutiblemente un contrabandista. Era incluso célebre por ello. Pero nadie había logrado jamás descubrirlo y mucho menos demostrarlo. Con frecuencia, cruzaba de la India a Pakistán a lomos de su burro, y los guardias, aun sospechando que contrabandeaba, no lograban obtener ninguna prueba de ello.

Transcurrieron los años y el contrabandista, ya entrado en edad, se retiró a vivir apaciblemente a un pueblo de la India. Un día, uno de los guardias que acertó a pasar por allí se lo encontró y le dijo:

  --Yo he dejado de ser guardia y tú de ser contrabandista. Quiero pedirte un favor. Dime ahora, amigo, qué contrabandeabas.

  Y el hombre repuso:

  --Burros.


 El Maestro dice.

            En la tradición no interesa demasiado saber el nombre del Maestro, pues alcanza con que algún discípulo haya entendido la enseñanza y la trasmita a los demás. Lo importante es el contenido y no la persona que lo transmite. En este caso, la orientación del Maestro es la siguiente: “Así el ser humano, en tanto no ha purificado su discernimiento, no logra ver la realidad.”

            El sentido de la narración es el “discernimiento”, un concepto muy importante para la tradición y para la vida.  El sentido de la palabra es separar, dividir las cosas separándolas.  Viene del verbo latino cernere, el cual ha dado lugar a las palabras: certificar, decretar, secreto. En griego, esta palabra está emparentada con crisis, crítica e hipócrita.

Sin título
Satish Gujral
(indio, nacido en 1925)
            El discernimiento, en los aspectos más importantes de la cultura humana, está referido a los criterios del obrar, en distinguir una cosa de otra menos valiosa.  Se aplica especialmente a las operaciones del ánimo, para distinguir lo que hace bien de lo que hace daño.

            En el cuento los guardias son presentados como quienes no han purificado su discernimiento, y caen en el engaño del contrabandista, sin lograr nunca descubrir lo que este hombre pasaba ilegalmente.  Y lo que éste contrabandeaba era lo más evidente, burros.  

            También los guardias estaban enceguecidos respecto de la propia tarea que realizaban.  Custodiaban el paso a través de un límite entre naciones, algo que es artificial y cambiante.  Probablemente el oficio de comercio con burros fue anterior a la demarcación de los límites, y este hecho transformó una acción común en contrabando. Los guardias seguramente no habían intervenido en la creación de la separación entre aquellas naciones, no tenían los criterios necesarios para entender lo que sucedía y, por lo tanto, cayeron en la trampa del transportador de burros.

            En todas las tradiciones humanas, el discernimiento es una de las virtudes principales del ser humano maduro. El Maestro nos dice que es fundamental para ver la realidad, para entender adecuadamente lo que sucede en nuestro entorno y en nuestro interior. Por eso, no se refiere solamente a las grandes acciones, sino que está vinculado a las actividades más simples y cotidianas.  Es una actitud que debe ejercerse con constancia en las variadas situaciones de la vida.

           
El atolladero

  He aquí que un hombre entró en una pollería. Vio un pollo colgado y, dirigiéndose al pollero, le dijo:

  --Buen hombre, tengo esta noche en casa una cena para unos amigos y necesito un pollo. ¿Cuánto pesa éste?

  El pollero repuso:

  --Dos kilos, señor.

  El cliente meció ligeramente la cabeza en un gesto dubitativo y dijo:

  --Éste no me vale entonces. Sin duda, necesito uno más grande.

  Era el único pollo que quedaba en la tienda. El resto de los pollos se habían vendido. El pollero, empero, no estaba dispuesto a dejar pasar la ocasión. Agarró el pollo y se retiró a la trastienda, mientras iba explicando al cliente:

  --No se preocupe, señor, enseguida le traeré un pollo mayor.

  Permaneció unos segundos en la trastienda. Acto seguido apareció con el mismo pollo entre las manos, y dijo:

  --Éste es mayor, señor. Espero que sea de su agrado.

  --¿Cuánto pesa éste? -preguntó el cliente.

  --Tres kilos -contestó el pollero sin dudarlo un instante.

  Y entonces el cliente dijo:

  --Bueno, me quedo con los dos.


El Maestro dice.

Sa´di en un
 jardín de rosas

Govardhan
(indio, s.XVII)
            La orientación del que imparte la enseñanza es la siguiente: “En un atolladero tal se halla todo aspirante espiritual cuando verdaderamente no se compromete con la Búsqueda.”

            El vendedor de pollos se encuentra en una situación complicada, de la cual no puede salir inmune.  Creía que iba a ser fácil engañar al cliente, pero terminó atascado en su propia trampa.

            Su error, como en los casos de los guardias del cuento anterior, está en la falta de purificación de su discernimiento.  Obra de una manera atropellada, no piensa las consecuencias o los problemas que se puedan derivar de su acción. 

            Tampoco se da cuenta del sentido de su oficio, que es el comercio.  El intercambio de bienes es tan antiguo como las civilizaciones, y ha sido una actividad arquetípica en las sociedades humanas.  Es un lugar en el que se ejercitan las virtudes y en el que la responsabilidad por el bien de la comunidad está en juego. 

            La enseñanza de la tradición se refiere a la conducta de las personas.  Toman el ejemplo de los oficios y las circunstancias humanas, pero se dirigen al interior de cada hombre.  De este modo, así como el pollero es irresponsable en su tarea, de la misma manera lo es el aspirante espiritual que no está comprometido con su camino, sea cual fuere el que eligió.

            La tradición se ocupa de todo hombre, superando las situaciones de espacio y tiempo.  Los criterios que transmiten los Maestros, a través de sentencias, cuentos y razonamientos, tienen un alcance universal y es el tesoro que todo ser humano tiene, más allá de cualquier condición.


Sin título
Ismail Gulgee (pakistaní, 1926-2007)



lunes, 13 de agosto de 2012

EL MURCIÉLAGO DESPLUMADO



            La “Leyenda del murciélago” tiene su origen en Oaxaca, un estado componente de México.  Es una región habitada por varios grupos aborígenes, que conforman la mayoría de su población.  Tiene rastros de civilización agrícola desde 9.500 años antes de Cristo, y centros urbanos que datan de 500 años antes de nuestra era. 

Vida de un pueblo
Rodolfo Morales
(mexicano, 1925-2001)
            México es uno de los países con mayor número de especies nativas de mamíferos, apenas por debajo de Brasil e Indonesia.  Esta abundancia incluye a los murciélagos.  La diversidad de especies de murciélagos mexicanos incluye una gran variedad en hábitos y ecologías. La mayoría de estos animales pasan los días en cuevas, pero otros usan como refugios grietas, troncos huecos, hojas de palma, ramas de árboles, o duermen debajo de piedras o en casas. La mayoría de las especies se alimentan de insectos, pero hay algunas que son herbívoras, y unas pocas se alimentan de sangre, los verdaderos vampiros.

            Ante esta diversidad de especies, es natural que los antiguos mexicanos se interesaran en los murciélagos, especialmente por su carácter nocturno y porque habitan en las cuevas y las profundidades de la Tierra.  La siguiente leyenda, como tantas historias populares, tiene una larga trayectoria.


Cuenta la leyenda que el murciélago hace mucho tiempo fue el ave más bella de la Creación.

El murciélago al principio era tal y como lo conocemos hoy, y se llamaba biguidibela (biguidi = mariposa y bela = carne; el nombre venía a significar algo así como “mariposa desnuda”).

Un día de mucho frío subió al cielo y le pidió plumas al Creador, como había visto en otros animales que volaban. Pero el Creador no tenía plumas, así que le recomendó bajar de nuevo a la tierra y pedir una pluma a cada ave. Y así lo hizo el murciélago, eso sí, recurriendo solamente a las aves con plumas más vistosas y de más colores.

Cuando acabó su recorrido, el murciélago se había hecho con un gran número de plumas que envolvían su cuerpo.

Consciente de su belleza, volaba y volaba mostrándola orgulloso a todos los pájaros, que paraban su vuelo para admirarle. Agitaba sus alas ahora emplumadas, aleteando feliz y con cierto aire de prepotencia. Una vez, como un eco de su vuelo, creó el arco iris. Era todo belleza.

Pero era tanto su orgullo que la soberbia lo transformó en un ser cada vez más ofensivo para con las aves.

Con su continuo pavoneo, hacía sentirse chiquitos a cuantos estaban a su lado, sin importarle las cualidades que ellos tuvieran. Hasta al colibrí le reprochaba no llegar a ser dueño de una décima parte de su belleza.

Cuando el Creador vio que el murciélago no se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó feliz. Aleteó y aleteó mientras sus plumas se desprendían una a una, descubriéndose de nuevo desnudo como al principio.

Durante todo el día llovieron plumas del cielo, y desde entonces nuestro murciélago ha permanecido desnudo, retirándose a vivir en cuevas y olvidando su sentido de la vista para no tener que recordar todos los colores que una vez tuvo y perdió.


Las plumas de la  vanidad.

            La leyenda citada transmite, con toda claridad, una enseñanza moral.  Se usa como ejemplo al murciélago para mostrar cómo debe actuar el hombre, y lo que le conviene evitar.  De esta manera, los cuentos han transmitido reglas de convivencia a las distintas comunidades y civilizaciones en dónde han arraigado.  Y como la vida humana tiene elementos invariantes, sea cual sea la cultura de la que se hable, entonces nos encontramos ante relatos que son útiles para todos, es decir, leyendas universales.

Red
Trine Ellitsgaard
(dinamarquesa, nac. en 1954,
vive en Oaxaca).
            Los elementos más significativos del cuento son las plumas.  En civilizaciones de todo el mundo nos hacen pensar en dos dimensiones: una es la ascensión hacia las alturas, hacia donde se mueven las aves.  Otra es la del crecimiento, comparadas con los tallos de las plantas. 

            Por un lado, las plumas eran usadas por los hombres sagrados de varias tribus para indicar su papel de orientadores en las alturas del espíritu.  Por eso adornaban sus lugares de culto con plumas, o las usaban como símbolos en el tocado de la cabeza.

            Otro aspecto de las plumas es el de crecimiento y fecundidad.  Se colocaban en animales, en las puertas de los gallineros, o en las herramientas de labranza, con el fin de lograr los mejores resultados.  En algunos casos, como el de los indios pueblo, armaban bastones de oración que tenían plumas en la punta, y con ellos buscaban la cercanía con la divinidad y la fecundidad en sus tareas.

            De estos significados se nutren las plumas del murciélago.  El Creador le concede el abrigo pedido, y también otras bienaventuranzas que contienen estos elementos de las aves.  Pero el protagonista de la leyenda cae en el orgullo, y al  compararse con otros, en la vanidad.

            En la vida de la comunidad es conveniente respetar los contrastes, las diferencias.  Si alguien es alto, es porque hay otro bajo;  si alguien es delgado, es comparando con otros que están más gordos.  Es probable que el murciélago con plumas fuera un ser hermoso, y de hecho creaba el arco iris, pero pavonearse de la diferencia estaba fuera de lugar.  Porque los otros pájaros no eran mejores ni peores, sino distintos en sus plumas y funciones.

            Hacer lo inconveniente tuvo graves consecuencias para el murciélago.  De ser una creatura que tenía frío, pasó a no tener nada con qué abrigarse y, además, con la vergüenza de su desnudez.


Otro aspecto de leyenda.

            La tradición no sólo es moralizante, también trata de mostrarnos la realidad en su plenitud.  Tanto el Creador como los murciélagos, al igual que los pájaros, o el arco iris, sin olvidar las cuevas, todo conforma la realidad inabarcable.

            Los antiguos nos muestran que para acercarnos a la realidad, para no estar como extraños, es bueno tener en cuenta tres notas: la armonía, el amor y el fin.
Dios murciélago
Máscara-pectoral
siglo I a.C. - siglo II d.C.

            En el relato presentado vemos que en todo hay armonía, que es como una indescriptible relación entre los seres y todas las cosas.  Es como si formáramos parte de una gran música, dónde cada uno tiene un lugar.  Y en esta mirada también cabe, misteriosamente, la noción de lo oscuro, de lo tenebroso, de la falta de virtud.  Entre los antiguos mexicanos no solamente el Creador es un dios, sino también el murciélago es un dios de las profundidades, del abismo.

            El amor es determinante de la relación entre todos los seres que conforman la realidad.  Es lo que mantiene unido lo que conocemos y lo que ignoramos.  Como decía un poeta: “el amor es lo que mueve el cielo y las estrellas”.  Aún el vanidoso murciélago es rescatado por su amor.  Los mexicanos sabían bien de su importancia para que los insectos no causen daños en las cosechas.  Sin estos animales, las pestes hubieran hecho temible la vida de muchas personas.

            La realidad es gigantesca, inabarcable, pero no la vemos como caótica.  Tenemos la intuición de que tiene una orientación, aunque nadie la puede explicar cabalmente.  La ciencia descubre nuevos aspectos o potencias en la realidad.  La gente de vida común en general siente que se mueve en una dirección, que todo tiene un fin.

            Las leyendas nos enseñan a convivir, a tener los criterios adecuados para la vida en paz y con dignidad.  Y con mucha sencillez, nos ayudan a mirar la realidad con todos sus matices, para obrar con  confianza en el tiempo presente, el que nos toca vivir.


Códice Borgia - página 20
Precolombino.


viernes, 3 de agosto de 2012

EL PAISAJISTA



Monte Lu
Shen Zhou
(Chino, 1427-1509)
            En China, la poesía y los cuentos son los géneros más populares, porque son los que usan menos palabras.  La forma de narrar de ese pueblo, que desde la antigüedad incluye sonidos generados con variados instrumentos o con simples percusiones, no necesita de mucho texto.  Por otro lado, los ideogramas de la lengua china encierran una inmensa variedad de significados, logrando abrir los sentidos con pocas palabras.

            “El paisajista” es un cuento que pertenece a esa tradición.  No sería extraño que hubiese surgido en la época dorada de la literatura china, el tiempo de la dinastía Tang, que surgió en el 618 d.C. y se mantuvo por casi 300 años.  Los relatos de esa época no sólo retrataban la vida cotidiana o historias particulares, sino que también enseñaban el buen gobierno e influenciaban en la acción política.  Las narraciones y poesías nacían de autores con distintos oficios y también de la mano de funcionarios o autoridades gubernamentales.

            Es imposible transmitir todo el significado de un texto chino.  Pero la humanidad y capacidad de asombrar son características que se conservan en cualquier lengua en que se los narre.


Un cuento anónimo chino.

Un pintor de mucho talento fue enviado por el emperador a una provincia lejana y desconocida, recién conquistada, con la misión de traer imágenes pintadas. El deseo del emperador era conocer así aquellos lugares remotos.

El pintor viajó mucho, visitó y observó detenidamente todos los parajes de los nuevos territorios, pero regresó a la capital sin una sola imagen, sin ni siquiera un boceto.
El emperador se sorprendió por ello y se enojó mucho.

Entonces el pintor pidió que le habilitaran un gran lienzo de pared del palacio. Sobre aquella pared representó todo el país que acababa de recorrer. Cuando el trabajo estuvo terminado, el emperador fue a visitar el gran fresco. El pintor, varilla en mano, le explicó todos los rincones de la lejana provincia: los poblados, las montañas, los ríos, los bosques...

Cuando la descripción finalizó, el pintor se acercó a un estrecho sendero que salía del primer plano del fresco y parecía perderse en el espacio. Los ayudantes tuvieron la sensación de que el cuerpo del pintor se adentraba en el sendero, que avanzaba poco a poco en el paisaje, que se hacía más pequeño y se iba perdiendo a lo lejos. Pronto una curva del sendero lo ocultó a sus ojos. Y al instante desapareció todo el paisaje y quedó el inmenso muro desnudo.



Lo fantástico del relato.

            Lejos de lo que se cree comúnmente, el cuento fantástico narra acciones cotidianas, comunes y naturales.  Pero en un momento determinado aparece un hecho sorprendente e inexplicable, que provoca desconcierto e inquietud en el lector.  Lo fantástico está en el contraste.
Paisaje
Zhu Ruoji, "Shitao"
(Chino, 1642-1707)

            El cuento presentado brinda dos situaciones fantásticas, una en torno a la actitud del emperador, y otra, la más evidente, presentada por el pintor.

            Lo sorprendente del emperador es que piense que va a extender su dominio sobre tierras desconocidas, conquistándolas mediante la fuerza y recurriendo al oficio de un pintor para que le copie en cuadros lo que vea.  Parece una mentalidad muy primitiva y muy poco realista.  Pensemos en los habitantes de aquella lejana provincia, que con toda probabilidad no tenían ni la menor noción de qué era un emperador, ni quién ocupó ese cargo mientras ellos vivieron.  Y seguramente todos murieron sin saber de qué se trataba el asunto.

            Sin embargo, el emperador del cuento siguió con su fantasía.  Y otras personas de la historia, aunque no fueron emperadores, obraron con la misma actitud.  Así ocurrió, como ejemplo, en el norte de Europa, durante los siglos XVI y XVII, cuando los dueños de tierras encargaban pintar sobre un lienzo sus dominios y luego los colgaban en la pared de la finca.  El cuadro no era un adorno, sino un título de propiedad y se usaba para dirimir controversias territoriales.  De aquí nace el género de la pintura artística llamado “paisaje”.

            Excelentes pinturas que sirvieron en su época como argumento en juicios sobre problemas limítrofes entre comunidades, hoy constituyen importantes fuentes para historiadores y geógrafos.  En estas pinturas se mezclan rasgos naturales y humanos: montañas, arroyos, vegetación, casas, labradores.  Y lo que comenzó como un reclamo individual se convirtió en belleza para los que quieran verlo.


El sendero del paisajista.

            La noción de paisaje cuenta con la presencia de un sujeto observador y de un objeto observado, que es el terreno.  Y en este último elemento está también incluido el ser humano, pues el paisaje está formado por las características naturales del entorno y por la influencia humana.  El cuadro del pintor en el cuento tiene poblados, caminos y senderos, que son realizaciones humanas en la naturaleza.

Nubes Blancas y
Árboles Rojos
Lan Ying
(Chino, 1585-1664)
            El hombre está incluido en lo representado. Y si no hay un ser humano que mira no hay paisaje.  El observador expresará su mirada mediante un relato o una pintura, pero sin su presencia nada es posible.  Como vemos, el paisaje depende del hombre bajo dos aspectos, en lo observado y en el que observa.

            En el paisajista del cuento están las dos dimensiones.  Por un lado, pinta en la pared el cuadro con todos los detalles que hacen falta para que el emperador vea.  Por otro, está tan unido al paisaje que presentó, que se va por un sendero pintado y todo desaparece con él.

            Es un relato fantástico que nos deja inquietos.  Percibimos que el paisajista representa nuestra situación en la vida como observadores y también como formando parte del paisaje.  Son dos actitudes que nos conviene atender.

            La primera es observar todos los lugares que vivimos o que visitamos.  Nos ayudará mucho pensar que luego lo tendremos que pintar, o simplemente contar a otras personas.  Es aprender a descubrir las vinculaciones y armonías que se dan entre la naturaleza de un lugar determinado y los hombres que habitan allí. 

            La segunda actitud es ser concientes que formamos parte del paisaje que vemos, especialmente en el que vivimos.  Y como el paisajista del cuento, ese ambiente va con nosotros a donde nosotros vayamos.  Muchas personas que han tenido que emigrar de sus lugares de nacimiento son capaces de hacernos vivir aquello que no conocimos, y cuando se van sentimos que no somos capaces de mantener claro aquel paisaje, porque ya no está presente el testigo.

            El sencillo cuento chino nos muestra la profunda unión entre la naturaleza y el ser humano.  Porque esta vinculación es por partida doble:  somos partícipes de la naturaleza, y también sus testigos privilegiados.


Otoño
Zhou Daosheng, 1983