martes, 27 de septiembre de 2011

Flexiones mentales


Antes de que la humanidad tomara conciencia de sistematizar la enseñanza de conocimientos, los grupos humanos se encargaron de transmitir a los más jóvenes todo lo necesario para vivir y pensar.  Lo hicieron a través de mitos, parábolas, apólogos y distintas formas de narraciones.  Estas formas didácticas surgieron en la antigüedad preclásica, situada entre los siglos XIX y VIII antes de Cristo, y quedaron a través de los tiempos.

Desde la época clásica hay un género literario, que pretende formar al lector y los oyentes y recibe el nombre de “didáctica”.  Este tipo de enseñanza se orienta a tres aspectos.  El primero introduce en  ejercicio del pensamiento, transmitiendo las reglas básicas de esta fundamental acción humana.  El otro aspecto es el de la interpretación del mundo, pues el hombre necesita tener un panorama general de su entorno para ser libre, y no caer prisionero de los miedos y perturbaciones que produce la ignorancia.  Finalmente, la enseñanza de la sabiduría brinda claves para poder resolver los inconvenientes y superar los obstáculos que se presentan a las realizaciones personales y sociales.

A continuación se presenta un apólogo, una narración didáctica, escrita por Leopoldo Marechal.   El relato nos muestra que la sabiduría está vinculada a la imaginación y al humor.  Sin estas características es muy difícil saber nada.

De Los dieciseis luohans 
Wu Bin (Chino, activo ca. 1583–1626)

Primer apólogo chino.

El ministro X bajo cuya inestable dirección trabajé algún tiempo en el curso de mi aguerrida existencia, oponiéndose una vez a mis opiniones, que consideraba él demasiado filosóficas, me dijo:
-Señor, “primero vivir y luego filosofar”
-¿Está seguro? – le pregunté, mirándolo a los ojos.
-Tan seguro – me respondió él – como que está escrito en lengua latina: “Primum vivere, deinde philosophari”.
Tras admirarlo en su candidez extrema, le pregunte:
-¿A Su Excelencia le gustan los apólogos chinos?
Ciertamente, dado su natural pedagógico, a Su Excelencia lo extasiaban los apólogos, chinos o no. Visto lo cual referí lo siguiente:

El maestro Chuang tenía un discípulo llamado Tseyu el cual, sin abandonar sus estudios filosóficos, trabajaba como tenedor de libros en una manufactura de porcelanas.
Una vez Tseyu le dijo a Chuang:
-Maestro, has de saber que mi patrón acaba de reprocharme, no sin acritud, las horas que pierdo, según él, en abstracciones filosóficas. Y me ha dicho una sentencia que ha turbado mi entendimiento.
-¿Qué sentencia? – le pregunto Chuang.
-Que primero es vivir y luego filosofar – contestó Tseyu con aire devoto - ¿Qué te parece, maestro?
Sin decir una sola palabra, el maestro Chuang le dio a Tseyu en la mejilla derecha un bofetón enérgico y a la vez desapasionado; tras de lo cual tomó una regadera y se fue a regar un duraznero suyo que a la sazón estaba lleno de flores primaverales.
El discípulo Tseyu, lejos de resentirse, entendió que aquella bofetada tenía un picante valor didáctico. Por lo cual, en los días que siguieron, se dedicó a recabar otras opiniones acerca del aforismo que tanto lo preocupaba. Resolvió entonces prescindir de los comerciantes y manufactureros (gentes de pragmatismo tan visible como sospechoso), y acudió a los funcionarios de la Administración Pública, hombres vestidos de prudencia y calzados de sensatez. Y todos ellos, desde el Primer Secretario hasta los oficiales de tercera, convenían en sostener que primero era vivir y luego filosofar. Ya bastante seguro, Tseyu volvió a Chuang y le dijo:
-Maestro, durante un mes he consultado nuestro asunto con hombres de gran experiencia. Y todos están de acuerdo con el aforismo de mi patrón. ¿Qué me dices ahora?
Meditativo y justo, Chuang le dio una bofetada en la mejilla izquierda; y se fue a estudiar su duraznero, que ya tenia hojas verdes y frutas en agraz.

Estudioso en la Cascada
Ma Yuan (Chino, activo ca. 1190–1225)
Entonces el abofeteado Tseyu entendió que la Administración Pública era un batracio muy engañoso. Advertido lo cual resolvió levantar la puntería de sus consultas y apelar a la ciencia de los magistrados judiciales, de los médicos psiquiatras, de los astrofísicos, de los generales en actividad y de los más ostentosos representantes de la Curia. Y afirmaron todos, bajo palabra de honor, que primero había que vivir y luego filosofar, si quedaba tiempo. Con muchísimo ánimo, Tseyu visito a Chuang y le habló así:
-Maestro, acabo de agotar la jerarquía de los intelectos humanos; y todos juran que la sentencia de mi patrón es tan exacta como útil. ¿Qué debo hacer?.
Dulce y meticuloso, Chuang hizo girar a su discípulo de tal modo que le presentase la región dorsal. Y luego, con geométrica actitud, le ubico un puntapié didascálico entre las dos nalgas. Hecho lo cual, y acercándose al duraznero, se puso a librar sus frutas de las hojas excesivas que no dejaban pasar los rayos del sol. Tseyu, que había caído de bruces pensó, con el rostro en la hierba, que aquel puntapié matemático no era otra cosa, en el fondo, que un llamado a la razón pura. Se incorporó entonces, dedicó a Chuang una reverencia y se alejó con el pensamiento fijo en la tarea que debía cumplir.
En realidad a Tseyu no le faltaba tiempo: su jefe lo había despedido tres días antes por negligencias reiteradas, y Tseyu conocía por fin el verdadero gusto de la libertad. Como un atleta del raciocinio ayunó tres días y tres noches; limpió cuidadosamente su tubo intestinal; y no bien rayó el alba, se dirigió a las afueras, con los pies calientes y el occipital fresco, tal como lo requiere la preceptiva de la meditación.
Tseyu estableció su cuartel general en la cabaña de un eremita ya difunto que se había distinguido por su conocimiento del Tao: frente a la cabaña, en una plazuela natural que bordeaban perales y ciruelos, Tseyu trazó un circulo de ocho varas de diámetro y se ubicó en el centro, bien sentado a la chinesca. Defendido ya de las posibles irrupciones terrestres, no dejó de temer, en este punto, las interferencias del orden psíquico, tan hostiles a una verdadera concentración. Por lo cual en la órbita de su pensamiento, dibujó también un círculo riguroso dentro del cual sólo cabía la sentencia: “Primero vivir, luego filosofar”.
Una semana permaneció Tseyu encerrado en su doble círculo. Al promediar el último día, se incorporó al fin: hizo diez flexiones de tronco para desentumecerse y diez flexiones de cerebro para desconcentrarse. Tranquilo bajo un mediodía que lo arponeaba de sol, Tseyu se dirigió a la casa de Chuang, y tras una reverencia le dijo:
-Maestro, he reflexionado.
-¿En qué has reflexionado?- le pregunto Chuang.
-En aquella sentencia de mi ex-patrón. Estaba yo en el centro del círculo y me pregunté: “¿Desde su comienzo hasta su fin no es la vida humana un accionar constante?” Y me respondí: “En efecto, la vida es un accionar constante”. Me pregunté de nuevo: “¿Todo accionar del hombre no debe responder a un Fin inteligente, necesario y bueno?” Y me respondí a mí mismo: “Tseyu, dices muy bien” Y volví a preguntarme “¿Cuándo se ha de meditar ese Fin, antes o después de la acción?” Y mi respuesta fue: “ANTES de la acción; porque una acción libre de toda ley inteligente que la preceda va sin gobierno y solo cuaja en estupidez o locura”. Maestro, en este punto de mi teorema me dije yo: “Entonces, primero filosofar y luego vivir.”
Tseyu no aventuró otro sonido. Antes bien, con los ojos en el suelo, aguardó la respuesta de Chuang, ignorando aun si tomaría la forma de un puntapié o de una bofetada. Pero Chuang, cuyo rostro de yeso nada traducía, se dirigió a su duraznero; arrancó el durazno más hermoso y lo depositó en la mano temblante de su discípulo.

Tal es el apólogo que le referí al Ministro X.
-No lo conocía – me dijo - ¿En que selección china figura esa historia?
-En ninguna – le respondí -: acabo de inventarla.
El Ministro X me hizo llegar sus felicitaciones; y ordenó, bajo cuerda, mi primer “descenso” en el escalafón administrativo.

Leopoldo Marechal
(En Cuaderno de Navegación, 1966)




Leopoldo Marechal nace en la Ciudad de Buenos Aires, el 11 de junio de 1900. Poeta, narrador, dramaturgo y ensayista. Fue maestro y profesor de enseñanza secundaria. Las nuevas generaciones redescubren su obra. La incidencia de lo autobiográfico en lo literario es, quizá un rasgo definitorio: la infancia en un barrio de Buenos Aires, los paseos por el campo, en Maipú, la labor de maestro que comienza a los veinte años, los viajes a Europa, su experiencia política, elementos que Marechal recrea en su literatura, experiencia y vivencia que hacen no sólo a su formación sino al sentido de su obra.
Merece considerarse su profunda formación autodidacta en la antigüedad clásica, en los textos sagrados, y en la rica simbología que anima a la humanidad, especialmente la presente en la vida de los argentinos de nuestro tiempo.
Algunas de sus varias obras son: “Odas para el hombre y la mujer”( poesía, 1929), Canto de San Martín (poesía, 1950) Antígona Vélez (teatro, 1951), La Batalla de José Luna (teatro, 1967), Adán Buenosayres (novela, 1948), El banquete de Severo Arcángelo (novela, 1967), Descenso y Ascenso del Alma por la Belleza (ensayo, 1939). Tiene muchas obras en distintos géneros literarios.
Decía: "¿Saben ustedes que durante una tormenta el león da la cara al viento para que su pelambre no se desordene? Yo hago lo mismo: doy la cara a todos los problemas: es la mejor manera de permanecer peinado."
Muere en 1970 en Buenos Aires.


Sin título.Víctor Magariños D. (Argentino, 1924-1993).

  

lunes, 19 de septiembre de 2011

Las cosas amenas de la vida


1. El tiempo que pasa uno riendo
   es tiempo que pasa con los dioses.
   (Proverbio japonés).

Las tradiciones enseñan que la alegría es una señal indudable de que se ha llegado a la plenitud.  Cuando observamos la Creación, vemos que la alegría es una de sus características.  Las criaturas son un canto de felicidad a su Creador.

Niño Riendo
Frans Hals (holandés, 1581-1666)
La felicidad es la búsqueda de los seres humanos.  Es aquello en lo que no hay ni tristeza, ni sufrimiento, ni tribulación.  Esto es lo divino, que trasciende todo y está en el fondo de cada corazón.  Como dice un proverbio africano: “Después de haber recorrido el mundo entero en busca de la felicidad, te das cuenta de que estaba en la puerta de tu casa”.

Un místico sufí, Yalal ad-Din Muhammad Rumí (persa, 1207-1273), expone en una narración breve las razones por las cuales debemos prestar atención a la alegría en nuestra vida cotidiana.

“Jesús reía mucho. Juan Bautista lloraba mucho. Juan Bautista le preguntó a Jesús: `¿Tanta seguridad tienes ante las artimañas poderosas y sutiles del demonio que ríes de este modo?´ Jesús contestó: `¿Has olvidado las gracias y los favores sutiles, agradables, extraordinarios y poderosos de Dios para llorar de este modo?´  Un santo entre los santos de Dios se hallaba presente y le preguntó: `¿Cuál de los dos es superior?´  Dios contestó: `El que tiene la mejor opinión de Mí´.”


2. El humor es una lógica sutil.
    (Horacio, poeta latino. 65 a.C.-8 a.C.)

El humor es el corazón de la alegría.  Al humor no lo podemos definir, y su aspecto más importante es que nos libera de la razón.  Por eso no podemos explicar un chiste, o se entiende o lo perdemos.  En otros campos de la vida humana, como ser la ciencia, es importante explicar, seguir un orden razonable.  En el humor nada de esto sirve.

Un aspecto para resaltar es la relación entre el humor y el lenguaje.  Cada pueblo tiene su humor, relacionado con su idioma.  Para conocer otro idioma no alcanza con saber las palabras, tenemos que comprender también los chistes y las ocurrencias.  La gente se ríe cuando habla en su lengua materna.  Lo notamos cuando, en una gran ciudad, escuchamos a grupos de inmigrantes conversando animadamente en su lengua materna.  Nos pasa en Buenos Aires con los chinos, o con los paraguayos.

Para un buen chiste hace falta el equívoco, la ambigüedad y la rotura de las reglas.  También en el lenguaje, el humor es creativo,.  A través de él aparecen nuevas expresiones y se renueva nuestra manera de hablar.  Por eso la crisis de civilización empieza cuando los hombres pierden el gusto de la conversación alegre. 

No se puede explicar un chiste. Es gracioso para todos los que hablamos el mismo idioma. Y es así porque el humor no tiene un código secreto, no es para algunos iniciados.  En este sentido decimos que el humor es el reino de la libertad.

Veamos un ejemplo en una letra de una milonga.

Milonga burrera
Música: Jaime Vila
Letra: Ernesto Cardenal

Por mi fiebre por los chuchos y mi alma de jugador
andaba de mal en peor, yo que me daba de ducho.
Casi voy a juntar puchos, ustedes no van a creer,
pero supe resolver mi situación harto flaca
con la compra de un “yobaca” me hice trompa y entrenière.

(Recitado)
Y siguiendo el consejo del amigo Remersaro
me compré un caballito de carrera...
¿Y dígame, socio, resultó bueno el caballo?

Era un burro sangre pura, flaco como un cacho de hilo,
pesaba dieciocho kilos con el freno y la montura.
Sacarme ‘e la mishiadura fue mi propósito cierto
y lo llevé a Don Mamerto, un veterinario púa,
que salvó al Lungo Garúa cuando lo daban por muerto.

(Recitado)
¡Y para mí que tenía la precisa, el hombre, amigo!

Me devolvió un mancarrón fiaca, panzón y mañero
parecía un cadenero del tiempo 'e la inundación.
Lo llevé pa’l corralón del Petiso Carvajal,
como buen profesional, sin demorar un momento,
empecé el entrenamiento con vistas p’al Nacional.

(Recitado)
¡Y salvado el hombre, con todos los guitarristas!

Con él hice maravillas, el matungo progresaba,
en pocos meses marcaba seis dos un quinto la milla.
Lo relojeó un tal Patilla, que lo seguía de a pie,
El monje y el burro rebelde
Eduardo Zamacois y Zabala (España, 1841-1878)
eso renovó mi fe en mi fantástico pingo
y un histórico domingo no sé si ya te conté.



(Recitado)
¡La última vez le tuvieron que tomar
el tiempo con un almanaque! ¡Caramba!

Cuando mi pingo pisó las arenas de Palermo
Artigas se sintió enfermo y Legui se las tomó.
Mi “yobaca” se alineó entre un lote de campeones
los vasos como pisones, la panza casi rasante,
parecía un elefante en un mitín de ratones.

(Recitado)
¡Flor de caballo, amigo!
¡Solamente le faltaba el trole!

La indiada gritó: «¡Largaron!» y ahí fue el merengue, ¡Dios mío!
Un pingo rajó pa’l río, los otros se desbocaron.
Datos y fijas fallaron, nunca se vio nada igual,
y mi robusto bagual, al tranquito y sin alarde,
llegó tres días más tarde, pero ganó El Nacional.


3. La primera obligación del hombre es ser feliz,
     y la segunda, hacer feliz a los demás.
    Mario Moreno, “Cantinflas” (México, 1911-1993).

El humor relativiza las situaciones y las cosas.  Muestra que la vida es movimiento, cambio, diversidad, libertad, gratuidad, alabanza, fecundidad. La alegría nos mantiene vivos.

También, a través de la risa se confirman los lazos de amistad entre los hombres.  El humor nos ayuda a dejar de lado una asfixiante referencia a uno mismo, y nos pone en la apertura y el compromiso con el prójimo.

Hay muchas historias que hablan de la amistad y el humor, como esta sencilla escena que cuenta Zhuang Zi (chino, 370-301 a.C.). “Zisi, Ziyu, Zili y Zilai dijeron hablando entre ellos:
-Si alguien puede tener la nada por cabeza, la vida por espinazo, y la muerte por rabadilla, y si conoce que la vida y la muerte, y el tener y el perder, son una y la misma cosa, a ése tendré por amigo.
Se miraron los cuatro y se dieron a reír. Se pusieron de acuerdo y se hicieron amigos.”
Carnaval em Madureira
Tarsila do Amaral (Brasil 1884-1973)

La alegría es espontánea, y su aparición nos ayuda a salir de las imposiciones rígidas que muchas veces nos hacemos, y que nos resultan inútiles.  Una famosa historia, seguramente originada a finales de la dinastía Tang (siglo X), cuenta que un poeta y un taoísta fueron a visitar a Huiyuan, un budista que había hecho el voto de no cruzar nunca el puente que, salvando el Riachuelo del Tigre, separaba su santuario de la tierra firme. Inmersos en la conversación y en el placer de la amistad, los tres cruzaron inadvertidamente el puente, y, al darse cuenta, rompieron en sonoras risas.

La historia destaca la iluminación y alegría que supone la renuncia a una cerrada adhesión a una doctrina en favor de lo espontáneo. A la vez nos muestra que una amistad alegre es capaz de disolver la fuerza del egoísmo y de la autorreferencialidad.


  
4. Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense".
    (del Evangelio según San Mateo 28,9).

Si seguimos las expresiones del mismo Jesús, tal como las consignan los Evangelios, nos encontraremos con una cantidad sorprendente de menciones a la alegría. Atendiendo a un proverbio persa que dice: “La mitad de la alegría reside en hablar de ella”, es posible que nos acerquemos a la felicidad del corazón del Maestro de Nazaret. 

Como conocemos muy poco del idioma que hablaba Jesús, es probable que nos resulte muy difícil entender la gracia de las cosas que contaba.  Pero hay un dato inequívoco que nos acerca a su humor: hablaba en parábolas.  Ellas no pueden ser entendidas si no se aplican algunas de las cosas que se han indicado en este texto.

Un aspecto de la parábola consiste en romper las reglas.  Con muchas de las parábolas del Evangelio nos encontramos que no se cumplen las normas, y aparece el exceso de amor, de compasión, o de cualquier otra actitud humana.  En ellas nos encontramos con hombres generosos, otros que venden todo, otros que perdonan todo.

Las parábolas son el reino de la libertad. Ellas no están destinadas para un grupo particular de oyentes.  No hacen falta explicaciones.  Solamente lo que dice el mismo Jesús: “el que quiera entender, que entienda”.  Se capta o no.

Años atrás se presentó un radioteatro sobre la vida de Jesús.  En la parte donde narraba los acontecimientos posteriores a la muerte de Cristo, contaba que los discípulos se habían escondido en una casa por miedo a las autoridades.  Cuando caía la tarde, salían por turnos a buscar comida, amparados por la media luz para no ser reconocidos.  Un atardecer le toca salir a Pedro, que solía alardear de su valentía. 

Pedro fue a un lugar específico, buscó el alimento e inició el regreso al refugio. De pronto se dio cuenta que alguien lo seguía.  No podía ver a nadie, pero tenía la clara sensación de que eso estaba ocurriendo.  Entonces caminó un poco más despacio, y el que lo seguía caminaba despacio.  Pero no lo podía ver.  Pedro entonces decidió apurar el paso hasta empezar a correr.  El extraño lo seguía en todo lo que hacía. 

El Apóstol se empezó a asustar.  Corría cada vez más rápido y no se podía sacar a su perseguidor de encima.  Ya estaba muy oscuro.  Pedro estaba muy agitado, por lo que fue en zigzag por las calles de Jerusalén, hasta que encontró un callejón estrecho, se metió en él y se quedó lo más quieto que pudo, a pesar de que respiraba agitadamente y el corazón le latía con mucha rapidez.

Y de repente, una mano lo agarró por el cuello y lo levantó en el aire.  Pedro se pegó un inmenso susto, y apenas pudo dar un gritito de alarma.  Más tarde contaba que, pálido y perdido como estaba, todo cambió cuando su perseguidor lanzó una sonora carcajada. Sin dudas era Jesús resucitado. Lo había reconocido por la risa. 

Ritmo, Alegría de Vivir
Robert Delaunay (Francia, 1885-1947)

martes, 13 de septiembre de 2011

No puede impedirse el viento


“No puede impedirse el viento. Pero pueden construirse molinos.”  Es un dicho holandés, que nos ayuda a entender los cuentos.  Porque ellos son como vientos que surgen de cualquier lado.  Los sentimos, algunas veces hasta los padecemos, pero podemos sacarle provecho, construyendo molinos. 

Los molinos son las distintas interpretaciones que ponemos a los cuentos. 

El cuento nos sitúa en un ambiente, nos muestra aspectos de la realidad.  Si sigo la letra del cuento aprendo sobre cosas, lugares, situaciones.

Puedo pensar que, en un cuento, los personajes y las cosas están representando algunas características de la realidad.  Por ejemplo, un anciano representa la sabiduría, un ángel representa a las personas protectoras de nuestra vida.  A veces decimos que un pozo simboliza un estado de angustia, o que un abismo es un grave problema.  Podemos pensar muchas representaciones del mismo personaje.

En las tradiciones, se narran los cuentos para enseñar cómo actuar en las distintas circunstancias.  De esta manera se inculcan valores éticos en los oyentes. Y del mismo modo se plantean advertencias, para evitar que hagamos cosas inconvenientes.

Los cuentos también nos llevan de la mano para conocer nuestra interioridad, guiándonos hacia nuestro enriquecimiento y plenitud espiritual.  Lo que pasa en el cuento simboliza lo que sucede en nuestra alma, el centro de nuestra vida.

Los sentidos y las interpretaciones son valiosos en la medida que me sirvan para la vida presente. No dejemos de lado ninguno.

El cuento es vida, emoción, sueño, oportunidad, libertad, memoria.  Con estas claves, leamos los siguientes relatos.
Símbolo
del gremio
de los sastres.

Los dos sastres (cuento anónimo europeo)

Dos sastres trabajaban el uno frente al otro desde hacía muchos años. Cortaban y cosían incansablemente, hablando de vez en cuando de distintas cosas.
Uno le dijo al otro:

-¿Irás de vacaciones este año?

-No - ya fui.

Regresaron a su silencio. Más tarde, el sastre que había preguntado, sabiendo que su amigo no había ido, ya que no recordaba ninguna ausencia le preguntó:

-¿Y adónde fuiste?

-A la India.

-¿A la India?

-Sí. Fui a cazar el tigre de Bengala.

-¿Fuiste a cazar el tigre de Bengala? ¿Tú?

Los dos hombres habían dejado de trabajar y se miraban. El segundo sastre, que parecía muy tranquilo, retomó la palabra para contar lo siguiente:
El sastre, 1575.
Giovanni Battista Moroni (Italia, 1520-1578)

-Partí al alba sobre un magnífico elefante que un gran príncipe me había prestado. Armado con cuatro fusiles de culatas de plata y acompañado por una escolta de ojeadores, me aventuré en una montaña solitaria. De repente un tigre enorme se levantó rugiendo frente a mi montura, el tigre más grande que nunca se había visto en aquella región de Bengala. Mi elefante, asustado, se tiró para atrás, me caí en unos matorrales espinosos, los porteadores huyeron, entonces yo saqué un fusil y gatillé, pero no salió ninguna bala, lo mismo con el segundo fusil, el tercero y el cuarto. No pude disparar. El tigre se me echó encima y me devoró.

-¿Te devoró? -preguntó el primer sastre, que había estado escuchando estupefacto.

-Me devoró... por completo, hasta el último pedazo de carne.

-Pero si estás vivo, aquí junto a mí.

Entonces el segundo sastre retomó el hilo y la aguja y mirando a su amigo le dijo:

-¿A esto le llamas vida?


 El tiempo y las bananas

Un hombre decidió pasar algunas semanas en un monasterio de Nepal. Cierta tarde entró en uno de los numerosos templos de la región y encontró a un monje sentado en el altar, sonriendo. Le preguntó por qué sonreía.

- "Porque entiendo el significado de las bananas", fue su respuesta.

Dicho esto, abrió la bolsa que llevaba, extrayendo de ella una banana podrida.

- "Esta es la vida que pasó y no fue aprovechada en el momento adecuado; ahora es demasiado tarde."

Seguidamente, sacó de la bolsa una banana aún verde, la mostró y volvió a guardarla.

- "Esta es la vida que aún no sucedió, es necesario esperar el momento adecuado."

Finalmente tomó una banana madura, la peló y la compartió con él.

"Esta es la vida en el momento presente. Aliméntate con ella y vívela sin miedos y sin culpas."


Naturaleza muerta,1916
Emilio Pettoruti
 (argentino,1892 -1971)

domingo, 4 de septiembre de 2011

El hombre del cuatro: AIRE



“Entre la fe y la incredulidad, un soplo.
Entre la certeza y la duda, un soplo.
Alégrate en este soplo presente donde vives,
pues la vida misma está en el soplo que pasa.”
Omar Khayyam (Persia, 1040 – 1121?)


El cuarto elemento, el aire, permanece en armonía con los otros tres: tierra, agua, fuego.  Representa la fuerza creadora de cada ser humano y a la vez la potencia que nos vive la vida.

La palabra en griego es pneuma, que va desde el simple aire hasta alcanzar las alturas del espíritu.  Desde este origen entendemos que a una rueda de auto o de bicicleta se le diga neumático, porque encierra aire.  En el campo de la medicina está la especialidad neumonología, que hace referencia a los órganos principales del sistema respiratorio, que son los pulmones. 

En la naturaleza, el viento también es llamado pneuma, tanto la suave brisa como las manifestaciones potentes.  En el relato del Génesis, con el que comienza la Biblia, se habla de un viento que sobrevuela las aguas antes de la Creación.  En hebreo se lo denomina ruaj, y se lo traduce como espíritu.

chi - carácter chino
Esta palabra también se relaciona con aliento, soplo vital. Hasta no hace mucho tiempo se comprobaba si una persona estaba con vida poniendo cerca de su boca un espejo, pues la menor respiración lo empañaba.  El aire que respiramos por la boca y la nariz forma como una suave turbulencia en nuestro rostro, como una sutil mariposa de vida.

El soplo vital es asociado en Oriente con la palabra prana, para la India, y también con el término chi de China.  El chi es la energía que nos capacita para caminar y hablar, trabajar y divertirnos, filosofar y visualizar, y para realizar todas las actividades necesarias para vivir. De forma semejante, prana es energía, la energía vital en nosotros, la vida en nosotros. Esta vida se manifiesta a sí misma, por lo que al cuerpo físico concierne, como el aliento entrante y saliente.

Todo es espíritu, desde el soplo al viento.  La realidad cósmica y nuestra más profunda intimidad están ligadas por lo que llamamos pneuma.  Como la respiración, viene de lo exterior a nuestro interior, y desde nuestras entrañas sale constantemente hacia la realidad.  

En palabras de Octavio Paz (México, 1914 -1998),

Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.

Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.

Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire siempre de viaje.


Acciones cotidianas.

En muchas partes del mundo se celebra el cumpleaños de las personas con una fiesta, rememorando su nacimiento y deseándole que tenga una larga vida.  Este rito suele tener como centro que el agasajado sople unas velas encendidas puestas en una torta.  El número de velas simboliza el período de tiempo vivido.  Soplar sobre ese fuego, apagar las llamas, es mostrar la fuerza de la propia vida, la potencia del propio espíritu.  Es un gesto que alienta al agasajado a que siga con fuerza adelante.  Incluso puede pedir tres deseos secretos, y ahí estará su aliento vital para llevarlos adelante.

Distinto sucede con las velas de las ceremonias religiosas.  Allí, al finalizar las mismas, se las debe apagar sin soplar.  Para eso hay apagadores especiales, para que se mantenga la fuerza del símbolo.  Los rituales religiosos no son obra de un individuo, sino de una comunidad unida a las fuerzas divinas, por eso nadie debe soplar, pues mostraría una falsa omnipotencia.

Observemos cómo decimos las palabras.  Tomamos aire y desde nuestro interior formamos una columna de aire que, al pasar por las cuerdas vocales, produce una sucesión de sonidos, amplificados por nuestra caja de resonancia, que está en el rostro y en la parte alta del tronco principalmente.

Con movimientos casi imperceptibles en cuerdas vocales, boca, lengua, labios, y luego de varios años de progresivo entrenamiento, logramos comunicar palabras como vehículos de cuestiones prácticas hasta de temas sublimes.  Nuestro paladar y nuestra manera de emitir los sonidos se han adaptado a una lengua que llamamos materna, pues es ella la que nos introduce en la sabiduría de las palabras fuentes.

Para hablar nos apoyamos en el aire, al cual hemos llamado también espíritu.  Es un hecho natural y a la vez un símbolo.  En una conversación tiene que haber tres aspectos funcionando en consonancia.  En el orden natural, tiene que haber al menos emisión de voz y el sentido del oído.  En el orden del conocimiento, necesitamos la razón, que elabora el mensaje en el idioma aprendido, y también escucha y discierne lo que recibe del interlocutor.  Finalmente, el espíritu, que es material en el aire, y sustento invisible de los conversadores y de todo lo existente, hace posible esta sencilla escena.

A este respecto están los sanos consejos de Pitágoras (griego, 572 a.C. - 496 a.C. aprox.), en Los Versos de Oro:

En cuanto a las muchas palabras que
salen por la boca de los hombres,
unas indignas, otras nobles,
que no te turben ni tampoco
te vuelvas para no oírlas.
Cuando oigas una mentira,
sopórtalo con calma.

Y lo que ahora voy a decirte
es preciso que lo cumplas siempre:
que nadie, mediante sus palabras
o en virtud de sus actos,
te persuada para que hagas o digas
aquello que no sea lo mejor.

Reflexiona antes de obrar
para no cometer acciones absurdas,
teniendo en cuenta
que es propio de los hombres débiles
obrar y hablar sin discernimiento.

Por tu parte, realiza siempre aquello
que posteriormente no pueda dañarte.
No entres en asuntos que ignoras,
pero aprende cuanto es necesario:
tal es la norma de una vida dichosa.


Imágenes del espíritu.

Las tradiciones dan ejemplos simples para que entendamos las dimensiones del espíritu, el aliento vital.  En la experiencia común, el espíritu se manifiesta como el sustento último de las cosas, algo totalmente indefinido.  Para que todas las cosas estén en el espíritu, para que ninguna quede afuera, tiene que ser como algo sin límites ni determinaciones.  En el caso de cada uno de nosotros en particular, el espíritu tiene que ser el sustento de todo lo que somos cuando estamos despiertos, no nos puede abandonar cuando dormimos, menos cuando soñamos.  Como símbolo, vemos que respiramos cuando estamos despiertos y cuando estamos dormidos.

Los ángeles de los cuatro vientos
Beato de Liébana: códice de Fernando I y Dña. Sancha 
Miniaturista: Facundo. Siglo XI.
A esta indeterminación e indefinición del espíritu la llamamos “vacío”.  Lo podemos entender con ejemplos sencillos, tomados en esta oportunidad de Oriente.  Para hacer una casa se ponen puertas y ventanas, pero se habita en el espacio vacío del interior.  De la misma manera, se toma vidrio y se hace una jarra, pero el líquido es contenido en el espacio interior, en el vacío que se ha hecho.  El espíritu es ese vacío interior de la casa o de la jarra, que contiene otras cosas pero no es contenido por nada.

Otra experiencia de las tradiciones que nos puede ser de utilidad es la referida a cada ser humano.  Se observan ciertas correspondencias entre cada hombre y el universo.  Por ejemplo, estamos viendo que los cuatro elementos que conforman al ser humano, tierra, agua, fuego, aire, se corresponden a los mismos cuatro elementos que forman toda la realidad.  En el mismo lenguaje popular esto está incorporado, como cuando se dice de una persona que se enojó de golpe que “explotó como un volcán”; o de una persona tranquila, “mansa como agua de estanque”.  Las formas que ha tomado la medicina, principalmente en Oriente, tienen en cuenta estas correspondencias, luego de muchos siglos de pura observación.

Basados en esta relación, las tradiciones hablan del espíritu del ser humano como el espejo del macrocosmos.  Ven que esa inmensidad se refleja en cada uno de nosotros.  Y lo que se refleja no son partes o pedazos de ese universo, sino todo en todos, de tal modo que se dice que el hombre es un microcosmos, un cosmos completo en pequeño.

Para acercarse al espíritu hay que mantener una mirada amplia, no dejar nada afuera.  Tienen que ser consideradas todas las realidades, desde las materiales más pequeñas, hasta las más sutiles.

Tal como lo dice Nicolás Guillén (Cuba, 1902 – 1989) en Palabras Fundamentales:

Haz que tu vida sea
campana que repique
o surco en que florezca y fructifique
el árbol luminoso de la idea.
Alza tu voz sobre la voz sin nombre
de todos los demás, y haz que se vea
junto al poeta, el hombre.
.
Llena todo tu espíritu de lumbre;
busca el empinamiento de la cumbre,
y si el sostén nudoso de tu báculo
encuentra algún obstáculo a tu intento,
¡sacude el ala del atrevimiento
ante el atrevimiento del obstáculo!


Armonía y libertad.

En cada momento nos relacionamos con la realidad y con nosotros mismos.  Estas vinculaciones tienen tres canales,  El primero es a través de los sentidos, vista, tacto, gusto, oído y olfato, y a este canal se lo ha denominado “lo estético”.  Hace referencia a la belleza de las cosas, y todo el mundo de los sentimientos.  El segundo canal es a través de la razón y la voluntad, y lo llamamos “lo noético”, es decir, el conocimiento.  Es el inmenso campo de la verdad y del bien, del saber y de la ética.  Finalmente está el canal de “lo místico”, relacionado con el espíritu, que es lo que estamos considerando ahora.
aerófonos de lingüeta 
Iluminación de Cantigas de Santa María
(códice j.b.2, século XIII)

Si bien los tres canales obran juntos y son simultáneos, por nuestra cuenta podemos llegar a ignorar alguno de ellos.  En caso de la mística, si ignoramos la dimensión intelectual, se convierte en fantasma.  Y sin la sensibilidad, la mística es inhumana.

Imaginemos por nuestra cuenta lo monstruoso que resulta un intelectual que es inhumano, porque no tiene sensibilidad, o que es déspota porque no tiene en cuenta la libertad del espíritu.  Tampoco nos resultará difícil entender la superficialidad de una persona que preste atención solamente a los sentimientos, sin pensamiento ni dimensión espiritual. 

Estamos invitados a vivir en armonía con la realidad, en la cual estamos sumergidos para siempre.  Es como la ejecución de una partitura que hace un conjunto musical.  Es la misma música, pero el ritmo y la interpretación es distinta en cada caso en que se presenta. Al resultado de cada interpretación lo llamamos “armonía”, la cual es creadora y creada al mismo tiempo.  Hay algo escrito, pero el ritmo del ser no está predeterminado.

Aquí entra la libertad.  Algunas veces se considera erróneamente la libertad, como si fuese cuestión de elección, como decidirse por una marca de café en el supermercado.  La libertad no es elegir entre dos cosas dadas.  Es poner la vida en juego, es decidirse a entregar lo que uno es, sin tener nada demasiado seguro.

El espíritu, con esa indeterminación que hemos mencionado antes, nos lleva a no tener miedo.  En realidad, no hay nada que perder.  Y se acaba el miedo.  Nos sentimos libres de inhibiciones, nos liberamos de todas las limitaciones.  

Suprematismo (Supremo Nº50) 1915
Kasimir Malevich (Rusia, 1878-1935)