domingo, 26 de abril de 2015

LA SABIDURÍA DEL CARPINTERO





Procesión en Flandes II
Felix Labisse
(francés, 1905-1982)

En el transcurso de una procesión, un hombre, cuya santidad y tranquilo dominio de sí mismo eran reconocidos por todos, recibió en la nariz una salpicadura de yeso, del tamaño del ala de una mosca.  Le pidió a un carpintero que caminaba a su lado que le quitase aquel trocito de yeso.

El carpintero tomó un hacha, la hizo girar en el aire –con tanta fuerza que se oyó el ruido- y sacó el trocito de yeso sin ni siquiera tocar la nariz del santo hombre.
Y la procesión continuó.
Carpintero
Kazimir Malevich
(ucraniano, 1879-1935)

Poco tiempo después, un príncipe que había oído hablar de aquella hazaña hizo llamar al carpintero y le dijo que volviese a repetirla ante él. 
El carpintero se negó.

El príncipe, enojado, quiso saber la razón de su negativa.

-Es muy sencillo –dijo el carpintero-.  El hombre que tenía el pedacito de yeso en la nariz tenía mucha fuerza de espíritu.  Ni el más mínimo temblor le recorrió cuando dejé caer el hacha.  ¿Dónde encontrar, entre las personas que te rodean, alguien que pueda comportarse de la misma forma?


El dominio de sí mismo

         La expresión “el dominio de sí mismo”, así como “mucha fuerza de espíritu” al final del cuento, referidas al hombre que se le mancha la nariz con un poco de yeso, nos indica que estamos en el oriente.  Esta parte del mundo se ha hecho famosa en este rubro, gracias a incontables disciplinas que se desarrollaron en esas tierras, algunas durante cientos de años.

El santo de luz interior
Paul Klee
(suizo, 1879-1940)
         Sorprende saber que en el entorno del príncipe oriental no haya nadie que pueda comportarse de esa manera.  En el cuento, se insinúa que en el ámbito del poder no hay capacidad para asumir conductas que vayan más allá del interés individual de los funcionarios, es decir, conservar el puesto y la paga.  Nada de la tradición humana hace mella en este conjunto.

         Alejados de las enseñanzas que humanizan, ni siquiera son capaces de entender los símbolos presentes.  Para una persona común, la “nariz” es el órgano principal de la respiración y la sede del sentido del olfato.  Por otro lado, el “hacha” del carpintero es un instrumento que permite derribar árboles como tallar troncos.  Esto es suficiente para la gente común, y aunque esté influenciada por los significados de los estos símbolos, los desconocen a nivel consciente.  Pero un funcionario debería estar atento a la tradición de su pueblo y, además, conocer lo mejor posible el sentido de los símbolos que están en la vida cotidiana de la gente.

         Como simple ejemplo, tomamos un grupo africano para el cual la nariz es uno de los cuatro obreros de la sociedad, junto con la pierna, el sexo y la lengua.  Órgano del olfato que descubre las simpatías y las antipatías, orienta los deseos y las palabras, guía el andar de la pierna y completa en suma la acción de los otros tres obreros responsables del buen o mal funcionamiento de la sociedad.

Espacio interior
Luciano Bartolini
(italiano, 1948-1994)
         En cuanto al hacha, es un símbolo de destrucción y solía estar en manos de dioses.  También simboliza el rayo y la tormenta.  Es un emblema de fuerza, hiende y quiebra.  Abre y penetra la tierra, es decir, figura su unión con el cielo, su fecundación.  Hiende la corteza del árbol, es así símbolo de penetración espiritual e instrumento de liberación.

         En el mundo cristiano, se dice que los ángeles portan hachas y lanzas, que “expresan la facultad que tienen de discernir los contrarios, y la sagacidad, la vivacidad y la potencia de tal discernimiento” (Pseudo Dionisio Aeropagita, bizantino, entre siglo V y VI d.C.).  

         Con estos símbolos, junto a otros, se construye el dominio de sí mismo.  Para ello hace falta el discernimiento, la unión con la tierra, la penetración espiritual.  Para la fuerza espiritual es necesario también lo que simboliza la nariz: saber descubrir las simpatías y las antipatías, orientación para los deseos y las palabras.

         Todo esto es imposible encontrarlos en los ambientes de fama y figuración.  Están presentes en la procesión de la vida cotidiana, mientras marchamos hacia el lugar de la paz y la alegría para siempre.


Equilibrium
Olga Albizu
(portorriqueña, 1924-2005)