domingo, 19 de abril de 2020

EL OJO DEL ELEFANTE

Creación de los animales
Maestro Bertram
(alemán, c.1345–c.1415)
Un elefante cruzaba un río. De repente uno de sus ojos se salió de la cuenca y cayó al fondo del agua. El elefante, enloquecido, se puso a buscar por todas partes, pero en vano. El ojo parecía a todas luces perdido.
 Mientras se agitaba en medio del río, a su alrededor, los animales acuáticos, los peces, las ranas, y también los pájaros y las gacelas que permanecían en la margen, le gritaban:
— ¡Cálmate! ¡Tranquilo, elefante! ¡Cálmate! Pero el elefante no los oía y siguió buscando el ojo, sin encontrarlo.
— ¡Tranquilo! —le gritaban— ¡Tranquilo!
Finalmente los oyó, se detuvo y los miró. Entonces el agua del río se llevó suavemente el cieno y el lodo que el elefante había levantado con su movimiento. Entre sus patas vio el ojo en el agua, que se había vuelto clara. Lo recogió y lo volvió a colocar en su sitio.


Fuente de tranquilidad

Una interpretación de los símbolos presentes en el cuento tiene validez si acepta formar parte del conjunto de interpretaciones posibles, sin exclusivismos. Los símbolos son misteriosos, muestran aspectos de la realidad y también ocultan otros, con el fin de que no nos quedemos prendados de ninguno de ellos sino que nos sumerjamos en lo más profundo de la realidad simbolizada. Por eso, lo más conveniente es compartir las miradas y de este modo tener un horizonte amplio.
Elefante compuesto
Temprano s. XVII
(zona de Deccan, India)

En Oriente, el elefante es montura de reyes y transportador de dioses. Del mismo modo los hombres llevamos a Dios en nuestro corazón, transportamos a la divinidad en nuestro ser, como nos enseñan distintas tradiciones. El símbolo abre la posibilidad de entender el misterio de nuestra interioridad, de encontrar la inmensidad de nuestra existencia.

También el elefante es considerado un animal que sostiene al mundo, cómo se suele decir de la tortuga o del toro. En este sentido, gran parte de la humanidad sostiene al mundo, conociéndolo, explorando, cultivando la tierra, compartiendo la vida. Son millones de seres humanos de toda condición que cargan el mundo, salvo unos pocos muy poderosos que desde sitiales de superioridad destruyen el planeta y culpabilizan a la gente común. El lado oscuro del símbolo del paquidermo, su violencia y capacidad de destrucción, revelan a este siniestro grupo presente en la humanidad.

El cuento no dice cuál ojo perdió el elefante. Quizás fue el ojo de la percepción intelectual, el que permite ver el sentido de las cosas. Viendo la desesperación del animal es probable que lo que se le cayó al agua fue el ojo del corazón. Este es el más importante, porque nos lleva a mirar la realidad plena en donde se unen todas las cosas; y también es el ojo que nos permite descubrir el manantial del universo.
Elefante
E E Cummings
(norteamericano, 1894-1962)

Es tentador interpretar la desesperación del elefante como una expresión de su instinto animal, pero no es así. El instinto animal está presente en la gacela, en los animales acuáticos, en los pájaros, que le piden calma, que se serene, pues estos seres obran de esa manera en su especie. El instinto de los animales los lleva a vivir con calma en sus manadas, en sus grupos, a cuidar a los miembros de sus conjuntos, y en el cuento comparten ese impulso con el paquidermo.

Una enseñanza del cuento es que podemos recuperar nuestro ojo del corazón si mantenemos la calma. Tengamos en cuenta que no hubo negligencia en el elefante, nada se dice de la causa por la que cae su ojo, sólo percibe su pérdida. Muchas conmociones provenientes de sitios poderosos hacen que los seres humanos perdamos nuestro ojo interior, el del corazón. Y nuestro instinto animal, que forma parte de nuestro instinto humano, nos enseña a buscar la tranquilidad, a quedarnos quietos para poder encontrar el ojo perdido.


Gran Montaru
Willi Baumeister
(alemán, 1889 – 1955)