domingo, 24 de mayo de 2015

UNA CAÑA DE BAMBÚ PARA EL MÁS TONTO


Más allá del viento, escucha el bambú
Shibayama Zenkei (japonés, 1894-1974)


  Existía un próspero reino en el norte de la India. Su monarca había alcanzado ya una edad avanzada. Un día hizo llamar a un santón que vivía dedicado a la meditación profunda en el bosque y dijo:

  --Hombre piadoso, tu rey quiere que tomes esta caña de bambú y que recorras todo el reino con ella. Te diré lo que debes hacer. Viajarás sin descanso de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo y de aldea en aldea. Cuando encuentres a una persona que consideres la más tonta, deberás entregarle esta caña.

  --Aunque no reconozca otro rey que mi verdadero yo interior, señor, habré de hacer lo que me dices por complacerte. Me pondré en camino enseguida.  

Gran tesoro
Richard Anuszkiewicz
(estadounidense, n. en 1930)
 El santón tomó la caña que le había dado el monarca y partió raudo. Viajó sin descanso, llegando sus pies a todos los caminos de la India. Recorrió muchos lugares y conoció muchas personas, pero no halló ningún ser humano al que considerase el más tonto. 

Transcurrieron algunos meses y volvió hasta el palacio del rey. Tuvo noticias de que el monarca había enfermado de gravedad y corrió hasta sus aposentos. Los médicos le explicaron al santón que el rey estaba en la antesala de la muerte y se esperaba un fatal desenlace en minutos. El santón se aproximó al lecho del moribundo.

Con voz quebrada pero audible, el monarca se lamentaba:

  --¡Qué desafortunado soy, qué desafortunado! Toda mi vida acumulando enormes riquezas y, ¿qué haré ahora para llevarlas conmigo? ¡No quiero dejarlas, no quiero dejarlas!

  El santón entregó la caña de bambú al rey.


Gesto de compasión

         El error del rey, por el cual es reconocido como el más tonto de su reino, es confundir el verdadero tesoro con sus enormes riquezas.  Como enseña el maestro que ha transmitido este cuento: “Puedes ser un monarca, pero de nada sirve si tu actitud es la de un mendigo. Sólo aquello que acumulas dentro de ti mismo te pertenece. No hay otro tesoro que el amor”.

Bambú rojo
Susan Rothenberg
(estadounidense, n. en 1945)
         La humanidad sabe que el verdadero tesoro está custodiado por dragones o monstruos.  Estos simbolizan aspectos de nosotros mismos, a los que les tememos o, en el caso de los insensatos, ignoran.  Estos tremendos custodios vigilan los tesoros guardados en el fondo de las cuevas, o en el subsuelo de donde habitamos, enterrados.  Por lo que el tesoro es arduo de encontrar, y para alcanzarlo hay que esforzarse.  Son los signos de la luz que hay en nuestro interior, que no se apaga nunca, centro del gozo y del amor.  Esta luz está en el trasfondo de nuestras búsquedas en la aventura de la vida.

         El rey tonto ha tenido, sin embargo, un gesto de grandeza.  Ha llamado al santón para que le entregue al más desgraciado una caña de bambú.  A simple vista, parece un gesto de burla o desprecio.  Así, sería un cuento típico del “burlador burlado”. Pero lo que lleva el santón es un objeto muy valioso, un mensaje mágico, una planta de buen augurio.

         El bambú es una planta muy antigua, que se adapta a variedad de suelos.  Se encuentra en todos los continentes, salvo en Europa, donde fue llevada en el siglo XVIII.  El bambú ha inspirado mitologías y simbologías. Es extraordinariamente útil, habiéndose descrito más de 1.500 usos y utilidades, muy válido en el pasado y con muchas posibilidades en el futuro. Por su alta resistencia y flexibilidad se le llama "el acero vegetal".

         En oriente, la rectitud inigualable del bambú, la perfección de su impulso hacia el cielo, el vacío de sus entrenudos –imagen de la pureza de corazón- , simbolizan los caminos y las metas de la vida interior.  El susurro del viento entre los cañaverales era considerado una señal de iluminación.

Mono balancéandose en una rama
 de bambú, observando una mosca
Ohara Koson
(japonés, 1877-1945)
         Cuando la madera de bambú es puesta al fuego, produce una fuerte explosión, que se usa para expulsar las fuerzas malignas.  El cañizar de bambú, un obstáculo clásico en oriente, representa la jungla de los pecados.  Solamente puede ser atravesado por el tigre, símbolo de potencia espiritual.

         En África y en América del sur, un pedazo de bambú es un símbolo de la alegría, del gozo simple de vivir, sin manías ni preocupaciones.  También se suele usar la astilla de esta madera, endurecida al fuego, que se vuelve dura y cortante, como instrumento para rituales o para algunas tareas de la vida diaria.

         Un uso común es como flauta.  El instrumento de bambú lleva en su alma la música sagrada.  Se dice, en algunas tradiciones, que la flauta es símbolo del místico, arrancado a Dios, que manifiesta con sus sollozos, su canto, su aspiración de encontrarle de nuevo en la vida eterna.

         El rey recibe al final de su vida un instrumento de salvación, un talismán.  La caña del santón le indica que deje de pensar en sus enormes riquezas, y ponga sus pocas fuerzas finales en el tesoro interior, en la luz inextinguible que está a punto de iluminarlo eternamente.  Así el rey, que tuvo un gesto de compasión con el más tonto, recibió de premio la alegría para siempre.

Interior
Ion Pacea
(rumano, 1924-1999)