Escenografía del cuento
No se dice en qué lugar del mundo se
desarrolla esta historia, ni en qué momento. Se menciona una bebida
exquisita, el té de Cachemira. Esta infusión se prepara con té
verde, primero hervido en agua con varias especias, que lo hacen
sabroso y ligeramente picante. A este primer resultado se lo hierve
con leche y una pizca de sal. Tiene sutiles propiedades para calmar
los nervios y mejorar el sistema digestivo.
Paisaje de Cachemira Ghulam Rasool Santosh (Cachemira, 1929-1997) |
La región de donde proviene esta
preparación está en el norte del subcontinente indio, al sur de la
Cordillera de los Himalayas. La zona, de gran belleza, que fue
denominada “el jardín secreto” por un antiguo gobernante, se la
conoce por sus productos textiles. Actualmente es una zona de
conflicto entre Pakistán, India y China.
El anciano del siguiente cuento, que
invita a su amigo con esta infusión, le está otorgando un trato
excelente, de profundo afecto. La experiencia le da sabiduría al
ser humano dispuesto a recibirla. Aprender de la vida es virtud, y
es una maravilla recibir atenciones y consejos de los ancianos que
han vivido con esa actitud.
El cuento.
Ésta
es la historia de un loro muy contradictorio. Desde hacía un buen
número de años vivía enjaulado, y su propietario era un anciano al
que el animal hacía compañía. Cierto día, el anciano invitó a un
amigo a su casa a deleitarse con un sabroso té de Cachemira.
Los
dos hombres pasaron al salón donde, cerca de la ventana y en su
jaula, estaba el loro. Se encontraban los dos hombres tomando el té,
cuando el loro comenzó a gritar insistente y vehementemente:
--¡Libertad,
libertad, libertad!
El loro verde Vincent van Gogh (neerlandés, 1853-1890) |
No
cesaba de pedir libertad. Durante todo el tiempo en que estuvo el
invitado en la casa, el animal no dejó de reclamar libertad. Hasta
tal punto era desgarradora su solicitud, que el invitado se sintió
muy apenado y ni siquiera pudo terminar de saborear su taza. Estaba
saliendo por la puerta y el loro seguía gritando: “!Libertad,
libertad!”.
Pasaron
dos días. El invitado no podía dejar de pensar con compasión en el
loro. Tanto le atribulaba el estado del animalillo que decidió que
era necesario ponerlo en libertad. Tramó un plan. Sabía cuándo
dejaba el anciano su casa para ir a efectuar la compra. Iba a
aprovechar esa ausencia y a liberar al pobre loro. Un día después,
el invitado se apostó cerca de la casa del anciano y, en cuanto lo
vio salir, corrió hacia su casa, abrió la puerta con una ganzúa y
entró en el salón, donde el loro continuaba gritando: “!Libertad,
libertad!” Al invitado se le partía el corazón.
¿Quién
no hubiera sentido piedad por el animalito? Presto, se acercó a la
jaula y abrió la puertecilla de la misma. Entonces el loro,
aterrado, se lanzó al lado opuesto de la jaula y se aferró con su
pico y uñas a los barrotes de la jaula, negándose a abandonarla. El
loro seguía gritando:
“!Libertad,
libertad!”
La
enseñanza del maestro.
Para
ayudarnos a pensar las enseñanzas de los cuentos, la tradición
suele agregarles una cita. En este cuento, el comentario es el
siguiente: “El Maestro dice: Como este loro, son muchos los
seres humanos que dicen querer madurar y hallar la libertad interior,
pero que se han acostumbrado a su jaula interna y no quieren
abandonarla”. La enseñanza queda centrada en el loro y en el
reclamo de libertad.
Dios del Amor sobre su loro. (India, Grabado del s.XVIII) |
En
la tradición, el loro sugiere la figura del guardián, capaz de
acompañar a una persona, como el anciano del cuento. Su habilidad
de “hablar”, lo convierte en un símbolo de la comunicación,
aunque, a veces, significa la parodia no maliciosa. “Hablar como
loro” es un dicho que se refiere a la sobreabundancia en la
expresión oral, o a la repetición sin conocimiento del sentido de
las palabras. Es uno de los aspectos resaltados en la narración.
En
el subcontinente indio, el loro es una figura mítica que ayuda al
alma del ser humano a volar. Esta ave tiene un aspecto bello,
especialmente referido al color de su plumaje. También, en aquella
región, es un símbolo del amor.
En
el relato, el loro reclama uno de los dones más preciados de todos
los hombres: la libertad. Es lo más evidente que tenemos en nuestra
naturaleza humana, el principio que nos permite obrar, como también
pensar y hablar, sin hipocresía. Por ella vale la pena vivir la
aventura de la vida.
El
Maestro enseña que, si no se vive la libertad interior, no hay
libertad plena. Es uno de los principios que aplicaba Mahatma Gandhi
(1869-1948) en su acción independentista: “No se nos otorgará la
libertad externa más que en la medida exacta en que hayamos sabido,
en un momento determinado, desarrollar nuestra libertad interna”.
El
invitado se equivoca al ignorar el hecho de que la libertad es
inherente al ser humano, no la recibimos de nadie sino que está en
nosotros por lo que somos. Si queremos ayudar a alguien, lo que
tenemos que hacer es acompañar el camino interior para que cada
persona alcance su libertad interior y, con el mismo respeto, unirse
a otros para vivir una auténtica libertad en común. Si no lo
hacemos así, hacemos el daño que provoca el visitante, es decir,
provocamos el terror del loro.
Otro
aspecto del cuento.
Sin título Ghulam Rasool Santosh (Cachemira, 1929-1997) |
La
conclusión del cuento propuesta por el Maestro nos abre las puertas
a otro aspecto de las relaciones humanas, más delicado de tratar.
Cuando el amigo organiza un plan para atender los reclamos del loro,
comete otro error: la ingratitud con el anciano que le ha brindado
una magnífica recepción. Llama la atención que el visitante
abandone el encuentro sin terminar de saborear el té, y en ningún
momento se proponga hablar con el noble anciano que tan bien lo ha
tratado.
La
amistad sólo podría tener lugar a través del desarrollo del
respeto mutuo y dentro de un espíritu de sinceridad. Y en las dos
formas falla el visitante. Primero no respeta al anciano suponiendo
que no tiene compasión por el ave que lo acompaña. En segundo
lugar, no es sincero con su anfitrión, y no le cuenta de su
aflicción por la queja del loro.
Una
relación de amistad tiene principios inamovibles. Como expresa
Gabriela Mistral (chilena, 1889-1957): “Decir amistad es decir
entendimiento cabal, confianza rápida y larga memoria; es decir,
fidelidad”. La verdadera amistad no debe ser sospechosa en nada.
En el caso del cuento, el visitante deja una capa de duda sobre el
anciano, sin ninguna justificación. De esta manera, creyéndose un
liberador del ave, la aterroriza, invade vanidosamente el lugar del
anfitrión. Se dice que la amistad humana es muy difícil de
llevar adelante. Exige inteligencia, afecto sincero y dedicación
constante. Si la respetamos, nos lleva por el buen camino.
En
el cuento se aplica un dicho popular que acompaña la vida de los
hombres con su sabiduría: “el que da pan a perro ajeno, pierde el
pan, pierde el perro y la amistad de su dueño”.
Sin título Shrikant Kadam (India, n. en 1973) |