domingo, 15 de septiembre de 2013

LA MIRADA DE MAJNUN

El poema generador.



Azerbaiyán es el país más grande en la región del Cáucaso, localizado entre Asia occidental y Europa oriental. Limita al este con el mar Caspio, al norte con Rusia, al noroeste con Georgia, al oeste con Armenia y al sur con Irán. El nombre, en persa, significa “el protector del fuego sagrado” o también “la tierra del fuego sagrado”.



Nezami Ganyavi
(tapiz; sin datos).
En esta tierra vivió Nezami Ganyavi (ca. 1141 - 1209), considerado el más grande poeta épico romántico de la literatura persa. Es admirado por su originalidad y claridad de estilo, aunque presenta dificultades de interpretación por su devoción al lenguaje por el lenguaje mismo y su formación filosófica y científica, incluyendo astronomía, geometría y medicina. Escribió en idioma azerí, también llamado turco azerbaiyano.


Se nutrió en fuentes literarias árabes, persas y griegas. La recopilación de sus cinco poemas épicos se llama Khamsa. Uno de esos poemas es el romance de Leyla y Majnun, una historia de origen árabe. El poema consta de 4600 dísticos.


El poema cuenta que el poeta Qays se enamora de Leyla, pero el padre de ella impide que se casen. Debido a la prohibición de todo contacto con la joven, el poeta se obsesiona y comienza a proclamar su amor por Leyla en público. La obsesión se vuelve tan severa que ve todo a través de la imagen de la amada, de ahí su apodo Majnun, que significa “el poseso” o “el loco”. Al darse cuenta de que no pueden obtener la unión, incluso cuando otras personas interceden por él, abandona la sociedad y vaga desnudo por el desierto entre las bestias. Su única actividad es componer poesía nacida de la nostalgia por Leyla.


Mientras tanto Leyla está casada contra su voluntad, pero guarda su virginidad al resistir los avances de su marido. Organizan una reunión secreta con Majnun, se encuentran, pero no tienen contacto físico. En su lugar, recitan poesía el uno al otro a la distancia.


El esposo de Leyla muere finalmente, lo que elimina los obstáculos legales para una unión lícita. Sin embargo Majnun está tan arrebatado por la imagen ideal de Leyla que deambula enloquecido por el desierto. Leyla se muere de pena y es enterrada con su vestido de novia. Al oír esta noticia, Majnun corre a la tumba donde muere al instante. Se los entierra uno al lado del otro, y su tumba se convierte en un lugar de peregrinación.


Se dice que este poema inspiró la tragedia de William Shakespeare titulada “Romeo y Julieta”, una de las obras más populares de este autor.


A continuación leemos un cuento antiguo, también basado en la historia persa de los amantes.




El cuento.


Por todo Oriente se contaba de boca en boca la apasionada historia de amor de Leyla y Majnun. Los recitadores de cuentos la transmitían de ciudad en ciudad y todos insistían, utilizando numerosas metáforas, en la belleza ya legendaria de la joven, cuya pérdida había conducido a Majnun a la locura y a la vida errante.
Leyla y Majnun
Autor desconcido
(persa, siglo XVI)


Al escuchar tantas alabanzas, el califa quiso conocer a Leyla, que era una persona viva, de verdad. La llamó a Bagdad y la joven acudió. El califa la hizo sentarse ante él.


Durante una hora, sin moverse, la estuvo mirando.


A continuación, tomó una taza de té, cambió de postura y la miró durante una hora más.


Transcurrido ese tiempo, se levantó, dio algunos pasos y volvió a sentarse enfrente de Leyla, que no decía ni palabra.


Al cabo de esa tercera hora, el califa le dijo:


-Pero ¿cómo es posible que se cuenten sobre ti todas esas maravillas? Te miro, te veo y no entiendo lo que dicen de ti.


-Me miras -le dijo Leyla-, pero no tienes los ojos de Majnun.




Ver y Mirar.


Los sentidos nos sirven para relacionarnos con nuestro entorno. Tradicionalmente son: vista, olfato, gusto, tacto, oído. Se dice que nada hay en el pensamiento que no haya pasado antes por los sentidos.


Leyla y Majnun
Muzaffar Ali
(persa, 1540-1576)
En la lengua castellana, la acción de algunos sentidos se nombra con palabras distintas, mostrando matices en la percepción. Por ejemplo, en el sentido de la vista se usan el verbo ver y el verbo mirar; como también, en el sentido del oído, hay diferencias entre oír y escuchar.


Para entender mejor la diferencia entre los verbos que se aplican a la percepción visual se puede recurrir a la etimología de las palabras usadas. El caso del verbo ver se origina en la expresión latina videre y conserva su significado. En cambio mirar, viene de la raíz mir-, de donde surgieron las expresiones miror, miraris,miratus sum, que significan maravillarse, asombrarse, mirar con admiración. Son verbos cuya acción cae más en el sujeto que en el objeto. La admiración está más determinada por el sujeto que mira, que por el objeto admirado. Esto es lo que le contesta Leyla al califa, al final del cuento.


Aprovechemos la oportunidad para ver que la raíz mir- está en la palabra latina miraculum, que en castellano es “milagro”. En inglés, la palabra mirror, como en catalán mirall, que significan “espejo” nos ponen en la pista de que estos objetos se inventaron para admirarse. Los antiguos inventaron el espejo para ayudarnos a querernos, a admirarnos a nosotros mismos.


Es evidente que ver y mirar, según estas explicaciones, no son sinónimos. En pocas palabras, puede decirse que ver alude más a una determinada capacidad, y mirar a cierto acto consciente y deliberado. Vemos todo lo que miramos pero no miramos todo lo que vemos. En el cuento, el califa de Bagdad ve a Leyla, pero en realidad no la mira. La diferencia está en el amor.




Ver más allá.


Cuando leemos el cuento, vemos que se trata de un relato de amor. Cuando vemos el poema de dónde surgió el cuento, así como la época de su autor y la interpretación de algunos lectores, entonces alcanzamos una nueva mirada. El poema es de amor, y también abarca una dimensión trascendente, es decir, la relación con la Vida, la Belleza, la Justicia, y todo lo que intentamos simbolizar con la palabra Dios.


Retrato de Mujer sentada
Mirza Gadim Iravani
(Azerbaiyan, 1825-1875)
Leyla es bellísima a los ojos de Majnun. La tradición llama Dios a la belleza suprema sin comparación. Leyla está viva, dice el cuento: “era una persona viva, de verdad”. En todas las culturas se atribuye al Ser Supremo la vida eterna, una vida plena siempre presente. Esta mirada en profundidad, en cualquier lugar del mundo y en las distintas tradiciones, aún las seculares, se la llama mística.


Recordemos que Majnun es un sobrenombre, es el “poseído” por el amor a Leyla, que deja todo para escribir poemas a su amada. Así pasa con aquellos que son poseídos por la Belleza, entonces se convierten en artistas entregados a su quehacer y búsqueda. Del mismo modo podemos pensar en los arrebatados por la Justicia, que se transforman en constructores de la sociedad y del bien común.


Los seres humanos estamos poseídos por la Vida y por eso buscamos generar convivencia, sea con nuestra familia, con nuestros amigos, o con los que casualmente se cruzan en nuestra vida, mediante el intercambio, la conversación y el afecto.


Pensando en los arrebatos místicos que llenan de sentido a la humanidad, recordamos un poema de Rumi (persa, 1207-1273), en el Masnavi:


Una doncella dijo a su amante:
Tú que has visitado muchas ciudades;
¿Cuál de esas ciudades te parece más encantadora?”
Él respondió, “La ciudad en la que mora mi amor.
Mi reina ilumina cualquier rincón,
aunque fuera el ojo de una aguja, en una ancha llanura;
donde su cara brilla como una luna,
aunque fuera el fondo de un pozo, es el Paraíso.
Contigo, amor mío, el mismo infierno sería el cielo,
contigo una prisión sería un jardín de rosas.
Contigo el infierno sería una mansión de deleite,
¡sin tí los lirios y las rosas serían como llamas de fuego!”.


Improvisación sobre miniatura
Javad Mirjavadov
(Azerbaiyán, 1923-1992)





domingo, 1 de septiembre de 2013

EL CUARTO CONDENADO

Cuento.


Un religioso, que duerme solo en un viejo castillo, oye llamar a su puerta en medio de la noche. Entra un condenado, un muerto de gran tamaño, la nariz afilada, los ojos centelleando con una luz azulada, la lengua negra.

El castillo 
Georges Braque
(francés 1882-1963)
    -  ¿Quién eres y qué buscas? - dice con atrevimiento el monje, fortalecido por Dios.
    -  El que viene detrás de mí te lo dirá – responde el primer condenado.


Entra un segundo condenado:

    -  ¿Quién eres y qué buscas? - pregunta el monje.

    -  El que viene detrás de mí te lo dirá – responde el segundo condenado.


Entra un tercer condenado:

    -  ¿Quién eres y qué buscas? - dice el monje.

    -  El que viene detrás de mí te lo dirá – responde el tercer condenado.


¿Qué dijo el cuarto condenado? No apareció.




El castillo interior.


El religioso se encuentra en un lugar bastante extraño para su condición: un castillo. Se puede aceptar que habite un templo, un convento, pero hay que admitir que es muy raro que esté en un castillo y, además, solo. El cuento nos introduce a una realidad representada por el edificio.


Desde tiempos inmemoriales se encuentran lugares fortificados construidos por seres humanos. Parece que el apellido “Castro”, tan usado en castellano, tiene origen en el nombre que recibían en latín estos lugares defendidos por murallas y torres, de los cuales “castillo” es un diminutivo. Junto a la intención de protección, los castillos reflejaban la fuerza de sus pobladores y su dignidad o nobleza. Con el tiempo adquirieron también valores estéticos, de tal modo que encontramos castillos de una gran belleza en todas las civilizaciones.


Los condenados.
Detalle del Juicio Final.
Beato Angélico
(italiano, 1390-1455)
En los relatos tradicionales, los castillos misteriosos representan el interior del ser humano. Cuando pensamos en nosotros mismos, lejos de imaginarnos que habitamos en una bolsa de piel, o en una cueva de la tierra, se nos invita a mirarnos como un inmenso edificio, lleno de habitaciones, preparado contra las inclemencias del tiempo y de la civilización. Es un lugar en el que somos “señores”, dueños absolutos de sus posesiones.


Este es un símbolo del interior del ser humano, ese “lugar” en el que nos sentimos a solas con nosotros mismos. Allí nos damos cuenta que somos más que un engranaje mecánico en el mundo. Desde ese espacio sentimos que somos aceptados o rechazados por los demás. Es en el mundo interior donde vivimos las alegrías personales o compartidas, es donde reside la tristeza y en donde elaboramos nuestros deseos y ambiciones. En esta fortaleza interior podemos construir la compasión o aislarnos de lo exterior.


El protagonista del cuento es un religioso que representa a cualquier ser humano. No se habla de una concepción religiosa determinada, sino que se quiere representar al ser humano cuando está a solas consigo mismo. Por eso se dice que está durmiendo solo. Es un momento intenso, por eso se menciona su serena valentía ante las apariciones, fortalecido por Dios. Es en el castillo interior en donde nos enfrentamos ante las realidades trascendentes de la vida.


Según la tradición, los aparecidos significan nuestros miedos ante los mundos distintos al que vivimos. En el cuento, los que se manifiestan al hombre son condenados, porque ese es el principal temor de la persona religiosa: ser condenado. Es importante insistir que aquí no se habla de ninguna creencia determinada, sino de algo que es común a todos los seres humanos: la salvación. Lo que impulsa la vida humana, las grandes tareas y las rutinas pequeñas, es el instinto de salvación, la búsqueda de una plenitud que todavía nos es esquiva.




La inquietud del religioso.


La situación del protagonista del cuento es algo que afecta a cualquier ser humano: ¿alcanzaré la salvación? Los condenados van pasando uno tras otro, sin llegar a definir nada, multiplicando la incógnita que siente el religioso. Es el hombre que en la soledad de su interior se pregunta por su destino final.


Cuatro Árboles
Egon Schiele
(austríaco, 1890-1918)
Los condenados forman una serie con la misma respuesta, es decir, preguntarle al siguiente. Uno tras otro se van excusando de darse a conocer y transmitir el mensaje que supuestamente portan. Todo apunta al cuarto condenado, el que cierra el número perfecto. El cuatro es el símbolo de la tierra, por lo que el condenado que ocupará ese lugar tendrá a su cargo la sentencia definitiva, el sentido de la vida del religioso en la tierra. Como los puntos cardinales, los cuatro servirán de orientación al andar del protagonista en cualquier lugar del espacio terrestre.


Pero el cuarto no aparece. Se rompe la cadena de condenados, por lo que se deja bien en claro que no hay condenación posible. Lo que se imaginó el hombre en su castillo interior termina en nada. La pregunta sobre la propia salvación es equivocada, no tiene resolución.


El cuento nos dice que el hombre está salvado, que su vida ya tiene sentido y no debe buscar otro. Cada uno puede vivir en su castillo interior y desde allí relacionarse con sus semejantes con la serenidad de un “señor” que no tiene dudas sobre su destino de grandeza.


A veces podemos llegar a sentir dudas sobre nuestra salvación, pero es nada más que una sensación, sin ningún fundamento. Estas situaciones se nos producen cuando nos encerramos en nosotros mismos, y dejamos de estar relacionados, con compasión, con los demás. Es lo que le pasa al religioso del cuento, que se encuentra solo en su castillo interior.



El cuento fue tomado de una colección antigua llamada Tesoro de las Almas del Purgatorio, un texto originalmente en francés que muestra imaginarias situaciones de personas que sufren en la vida por algún motivo de confusión o egoísmo. Porque el auténtico dolor nace de olvidarnos de nuestro único destino de grandeza y dicha, y de dejar de ayudar a todos a alcanzar ese fin marcado en sus vidas.


Pintura
Pierre Soulages
(francés, n. en 1919)