domingo, 21 de diciembre de 2014

EL MEJOR HIJO


Los tres hijos agradecen a Dios la salvación
Hermanos Limbourg (Herman,Paul y Johan)
 (holandeses, activos entre 1390-1415)

  

Una historia de Etiopía nos presenta a un anciano que, en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:


--No puedo dividir en tres lo que poseo. Eso dejaría muy pocos bienes a cada uno de ustedes. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más hábil, más inteligente. Dicho de otra forma: a mi mejor hijo. He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de ustedes. Tómenla. El que compre con esa moneda algo con lo que llenar la casa se quedará con todo.

Se fueron. El primer hijo compró paja, pero solo consiguió llenar la casa hasta la mitad. El segundo hijo compró sacos de plumas, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el anterior.

El tercer hijo –que consiguió la herencia- solo compró un pequeño objeto. Era una vela. Esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.


Camino de trascendencia

         Las palabras que usamos en nuestro idioma tienen una larga historia, que nos ayuda a entender lo que se quiere decir.  Por ejemplo, en el caso del cuento de hoy, es importante entender el origen de la palabra “hijo”.  Viene del latín “filius”, con el mismo significado.  El término que origina el latín está relacionado con dos palabras muy reveladoras; “felix”, que primeramente significa “fecundo”, y con el verbo “felare” que se traduce por “mamar”, y está emparentado con la raíz de “fémina”, originalmente “la que amamanta”.  También viene de aquí la palabra “feto”, es decir, cría o camada. De “hijo” viene toda la familia léxica: hija, filial, filiación, prohijar, ahijado, hidalgo, feligrés, etc.

Carta a mi hijo
Asger Jorn
(dinamarqués, 1914-1973)
         Pese a esta raíz femenina, en la sociedad romana patriarcal, el nombre de un “hijo” va siempre asociado al apellido paterno, no pudiendo figurar el materno más que en calidad de sobrenombre.  Otro dato interesante es que “filius” nos llega por la vía vulgar, por el uso abundante que la gente hace del término.  Por esta vía, las palabras suelen cambiar su forma.  En este caso, se cambió la “f” inicial por una “h”, de allí la palabra en castellano “hijo”.

Padre e hijos
Corneille
(belga, 1922-2010)
         El cuento relata un concurso entre hijos por la herencia paterna.  Más allá del ingenio, lo valioso está en el simbolismo de los elementos comprados por cada uno.  La luz, con la que se llena la casa paterna, representa a la fuerza fecundante.  Como dice un sabio antiguo: “la luz tiene origen en el fuego.  El fuego es doloroso, mientras que la luz es amable, dulce, fecunda”.
         La ascensión del alma personal está ligada a imágenes luminosas, acompañadas de un sentimiento de euforia.  La luz simboliza la expansión de un ser por su elevación, que se armoniza en las alturas.  La plenitud de un ser humano está considerada como una transformación en un ser luminoso.  

         El relato presentado es sencillo, pero está cargado de señales profundas.  La más importante es la del padre.  Dice Paul Ricoeur (francés, 1913-2005): “El padre figura, en la simbólica, menos como genitor igual a la madre que como dador de leyes”.  De aquí nace la idea de que la generación que el padre aporta se convierte en una regeneración, el nacimiento en un nuevo nacimiento.

         Los que estudian en profundidad la vida humana, dicen que se trata de pasar del padre “otro” al padre “yo mismo”.  No nos alcanza con tener un padre, sino que queremos ser él, valer como él. Esta es la clave principal del cuento presentado.
         En realidad, los tres hijos pueden ser tres aspectos de nuestra persona como hijos.  Y se nos quiere enseñar a resolver la herencia paterna, no con materialidades como la paja o las plumas, que no llenan su cometido, sino con una verdadera espiritualidad que nos transforme en luz, para nuestra casa paterna que es el mundo en el que vivimos.  

El hijo del cuidador
Amedeo Modigliani
(italiano, 1884-1920)