Los tres
hijos agradecen a Dios la salvación
Hermanos Limbourg
(Herman,Paul y Johan)
(holandeses,
activos entre 1390-1415) |
Una historia de Etiopía nos presenta a un anciano que,
en su lecho de muerte, llamó a sus tres hijos y les dijo:
--No puedo dividir en tres lo que poseo. Eso dejaría muy pocos bienes a cada uno de ustedes. He decidido dar todo lo que tengo, como herencia, al que se muestre más hábil, más inteligente. Dicho de otra forma: a mi mejor hijo. He dejado encima de la mesa una moneda para cada uno de ustedes. Tómenla. El que compre con esa moneda algo con lo que llenar la casa se quedará con todo.
Se fueron. El primer hijo compró paja, pero solo consiguió llenar la casa hasta la mitad. El segundo hijo compró sacos de plumas, pero no consiguió llenar la casa mucho más que el anterior.
El tercer hijo –que consiguió la herencia- solo compró un pequeño objeto. Era una vela. Esperó hasta la noche, encendió la vela y llenó la casa de luz.
Camino
de trascendencia
Las
palabras que usamos en nuestro idioma tienen una larga historia, que nos ayuda
a entender lo que se quiere decir. Por
ejemplo, en el caso del cuento de hoy, es importante entender el origen de la
palabra “hijo”. Viene del latín “filius”, con el mismo significado. El término que origina el latín está
relacionado con dos palabras muy reveladoras; “felix”, que primeramente significa “fecundo”, y con el verbo “felare” que se traduce por “mamar”, y
está emparentado con la raíz de “fémina”,
originalmente “la que amamanta”. También
viene de aquí la palabra “feto”, es decir, cría o camada. De “hijo” viene toda
la familia léxica: hija, filial, filiación, prohijar, ahijado, hidalgo,
feligrés, etc.
Carta a mi
hijo
Asger Jorn
(dinamarqués,
1914-1973)
|
Pese a
esta raíz femenina, en la sociedad romana patriarcal, el nombre de un “hijo” va
siempre asociado al apellido paterno, no pudiendo figurar el materno más que en
calidad de sobrenombre. Otro dato
interesante es que “filius” nos llega por la vía vulgar, por el uso abundante
que la gente hace del término. Por esta
vía, las palabras suelen cambiar su forma.
En este caso, se cambió la “f” inicial por una “h”, de allí la palabra
en castellano “hijo”.
Padre e hijos
Corneille
(belga, 1922-2010)
|
El
cuento relata un concurso entre hijos por la herencia paterna. Más allá del ingenio, lo valioso está en el simbolismo
de los elementos comprados por cada uno.
La luz, con la que se llena la casa paterna, representa a la fuerza
fecundante. Como dice un sabio antiguo:
“la luz tiene origen en el fuego. El
fuego es doloroso, mientras que la luz es amable, dulce, fecunda”.
La
ascensión del alma personal está ligada a imágenes luminosas, acompañadas de un
sentimiento de euforia. La luz simboliza
la expansión de un ser por su elevación, que se armoniza en las alturas. La plenitud de un ser humano está considerada
como una transformación en un ser luminoso.
El
relato presentado es sencillo, pero está cargado de señales profundas. La más importante es la del padre. Dice Paul Ricoeur (francés, 1913-2005): “El
padre figura, en la simbólica, menos como genitor igual a la madre que como
dador de leyes”. De aquí nace la idea de
que la generación que el padre aporta se convierte en una regeneración, el
nacimiento en un nuevo nacimiento.
Los
que estudian en profundidad la vida humana, dicen que se trata de pasar del
padre “otro” al padre “yo mismo”. No nos
alcanza con tener un padre, sino que queremos ser él, valer como él. Esta es la
clave principal del cuento presentado.
En
realidad, los tres hijos pueden ser tres aspectos de nuestra persona como
hijos. Y se nos quiere enseñar a
resolver la herencia paterna, no con materialidades como la paja o las plumas,
que no llenan su cometido, sino con una verdadera espiritualidad que nos
transforme en luz, para nuestra casa paterna que es el mundo en el que
vivimos.
El hijo del
cuidador
Amedeo
Modigliani
(italiano,
1884-1920)
|