La nave de los locos
Hieronymus Bosch
(holandés, 1450-1516)
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En
la época en que el tigre todavía fumaba en pipa, un viejo ciego vivía en una
casa sin techo. En el más frío invierno
llevaba ropa de lino. Ocupado en meter
tabaco en su pipa sin caña, el ciego miraba el paisaje. En la montaña de enfrente vio árboles sin
raíces y urracas sin alas que llevaban comida a sus hijos sin pico. El ciego también vio pasar corriendo un corzo
sin patas. Entonces, tomando su fusil
sin cañón, el viejo ciego corrió hacia la montaña y disparó al corzo sin
patas. Luego ató al animal muerto y
volvió a mirar la montaña, cuya cara soleada estaba cubierta de una nieve
negra. Quiso cortar hierba con su hoz
sin cuchilla, cuando de repente apareció una víbora sin cabeza que mordió la
hoz. De la hoz mordida salió un chorro
de sangre. El viejo arrancó un trozo de
algodón de su chaqueta de lino, vendó la hoz que sangraba, cortó unas hierbas y
las cargó a lomos del corzo muerto. Deseoso
de franquear el río sin agua, subió por la montaña seguido por el animal. Pero el oleaje del río se llevó al corzo
muerto, cargado de heno.
El
viejo ciego gritó desolado:
-
¡Socorro! ¡Socorro! ¡Mi corzo muerto se ha ahogado en el río sin
agua! ¡Mi corzo muerto se está muriendo!
Corzo durmiendo
Franz Marc
(alemán, 1880-1916) |
A
esta llamada que no se podía oír, un sordo contestó el primero. Le pidió a un inválido, a un lisiado sin
piernas, que se tirase al río para salvar al corzo muerto que iba a morir. En aquel preciso instante apareció un mudo y
gritó:
- ¡Dejen, dejen! ¡Es muy fácil! ¡Ahora verán!
Dicho
esto, el mudo se tiró al agua y sacó el corzo muerto. En cuanto lo depositó en el suelo, el corzo
se puso a cuatro patas y empezó a brincar, diciendo:
-
¡Es una pura mentira! ¡Es una pura
mentira!
Entonces
todos los otros, el viejo ciego, el sordo y el mudo, se dieron cuenta
sorprendidos de que todo aquello no era en realidad más que una gran mentira.
El
absurdo no es mentira
El
cuento proviene de la corriente coreana del budismo zen, una antigua religión
de oriente. Es evidente que es una suma constante de elementos y situaciones
descabelladas e insensatas. Es una
muestra del absurdo. Pero la intención
del relato no está en quedarse en un juego ingenioso, sino de abrir otro
panorama al que lo lea o lo escuche.
Prefiguración
Conroy Maddox
(ingles, 1912 -2005) |
En
tiempos modernos, surgió una corriente de pensamiento que parte de la
constatación de lo absurdo de la existencia, es decir, que ésta carece de toda
finalidad prefijada. Al no haber un
sentido inmanente a la vida, esta corriente postula la libertad como el eje
sobre el que se ha de articular la existencia humana. El cuento, en una forma más antigua pero a la
vez más graciosa, intenta provocar la misma actitud: la vida no tiene un
destino marcado, por lo que todos los seres humanos tenemos derecho a la
libertad y a trazar nuestro propio camino.
El
pensamiento absurdo en Europa se populariza al finalizar la Segunda Guerra
Mundial, debido quizá a la tristeza que dejó el conflicto a su paso, y que
generó un gran escepticismo en torno a la vida de las personas. Para evitar una
mayor desilusión, se tomaba una postura acentuando lo efímero, lo pasajero y lo
absurdo.
Varios
movimientos culturales han apelado al absurdo, como la patafísica, que surgió a mediados del siglo XX. Dice concentrarse
en lo que está “alrededor” de lo que está “más allá de la física” (la
metafísica). Se trata de una especie de
ciencia paródica que estudia soluciones imaginarias y las leyes que se encargan
de regular las excepciones. Julio
Cortázar (argentino, 1914-1984) reconoce haber sido influido por este
movimiento en su búsqueda personal al margen de todo realismo demasiado
ingenuo.
Otra
cosa es la mentira. Según el
diccionario, mentir es “decir algo que no es verdad con intención de engañar”.
Pero, si buscamos una definición más académica, nos topamos con “expresión o
manifestación contraria a lo que se sabe, cree o piensa”. Así que quien engaña
o confunde sin ser consciente de hacerlo, no miente: simplemente trasmite a los
demás su propia equivocación.
Mentimos por muchas razones: por
conveniencia, odio, compasión, envidia, egoísmo, por necesidad, o como defensa
ante una agresión. Las menos admisibles son las que hacen daño, las que
equivocan y las que pueden conducir a que el receptor adopte decisiones que le
perjudiquen. Los dos parámetros
esenciales para medir la gravedad de la mentira son la intención que la impulsa
y el efecto que ésta causa.
Hay diferencias entre la mentira y el
absurdo. En el cuento se unen para
desengañarnos de las percepciones inmediatas, para que descubramos las
falsedades que nos acosan y no caigamos en la desesperación. Nos ayuda a entender que el absurdo nos lleva
a la libertad, que la desazón no es más que el impulso hacia una armonía mayor
con una inmensidad que no podemos abarcar.
Decía Arthur Schnitzler (austríaco,
1862-1931): “Creas en lo que creas, sea en la existencia de un ser supremo, en
la providencia, en una conciencia, una voluntad, un destino, una justicia
celestial, o nada de todo eso, sino en el total absurdo del mundo y la
existencia, en cualquier caso estás pensando en Dios”.