domingo, 7 de diciembre de 2014

LA EVIDENCIA DE LA MENTIRA




La nave de los locos
Hieronymus Bosch
(holandés, 1450-1516) 

En la época en que el tigre todavía fumaba en pipa, un viejo ciego vivía en una casa sin techo.  En el más frío invierno llevaba ropa de lino.  Ocupado en meter tabaco en su pipa sin caña, el ciego miraba el paisaje.  En la montaña de enfrente vio árboles sin raíces y urracas sin alas que llevaban comida a sus hijos sin pico.  El ciego también vio pasar corriendo un corzo sin patas.  Entonces, tomando su fusil sin cañón, el viejo ciego corrió hacia la montaña y disparó al corzo sin patas.  Luego ató al animal muerto y volvió a mirar la montaña, cuya cara soleada estaba cubierta de una nieve negra.  Quiso cortar hierba con su hoz sin cuchilla, cuando de repente apareció una víbora sin cabeza que mordió la hoz.  De la hoz mordida salió un chorro de sangre.  El viejo arrancó un trozo de algodón de su chaqueta de lino, vendó la hoz que sangraba, cortó unas hierbas y las cargó a lomos del corzo muerto.  Deseoso de franquear el río sin agua, subió por la montaña seguido por el animal.  Pero el oleaje del río se llevó al corzo muerto, cargado de heno.

El viejo ciego gritó desolado:

- ¡Socorro!  ¡Socorro!  ¡Mi corzo muerto se ha ahogado en el río sin agua!  ¡Mi corzo muerto se está muriendo!
Corzo durmiendo
Franz Marc
(alemán, 1880-1916)

A esta llamada que no se podía oír, un sordo contestó el primero.  Le pidió a un inválido, a un lisiado sin piernas, que se tirase al río para salvar al corzo muerto que iba a morir.  En aquel preciso instante apareció un mudo y gritó:

-  ¡Dejen, dejen!  ¡Es muy fácil!  ¡Ahora verán!

Dicho esto, el mudo se tiró al agua y sacó el corzo muerto.  En cuanto lo depositó en el suelo, el corzo se puso a cuatro patas y empezó a brincar, diciendo:

- ¡Es una pura mentira!  ¡Es una pura mentira!

Entonces todos los otros, el viejo ciego, el sordo y el mudo, se dieron cuenta sorprendidos de que todo aquello no era en realidad más que una gran mentira.

El absurdo no es mentira

         El cuento proviene de la corriente coreana del budismo zen, una antigua religión de oriente. Es evidente que es una suma constante de elementos y situaciones descabelladas e insensatas.  Es una muestra del absurdo.  Pero la intención del relato no está en quedarse en un juego ingenioso, sino de abrir otro panorama al que lo lea o lo escuche.  

Prefiguración
Conroy Maddox
(ingles, 1912 -2005)
         En tiempos modernos, surgió una corriente de pensamiento que parte de la constatación de lo absurdo de la existencia, es decir, que ésta carece de toda finalidad prefijada.  Al no haber un sentido inmanente a la vida, esta corriente postula la libertad como el eje sobre el que se ha de articular la existencia humana.  El cuento, en una forma más antigua pero a la vez más graciosa, intenta provocar la misma actitud: la vida no tiene un destino marcado, por lo que todos los seres humanos tenemos derecho a la libertad y a trazar nuestro propio camino.

         El pensamiento absurdo en Europa se populariza al finalizar la Segunda Guerra Mundial, debido quizá a la tristeza que dejó el conflicto a su paso, y que generó un gran escepticismo en torno a la vida de las personas. Para evitar una mayor desilusión, se tomaba una postura acentuando lo efímero, lo pasajero y lo absurdo. 

         Varios movimientos culturales han apelado al absurdo, como la patafísica, que surgió a mediados del siglo XX. Dice concentrarse en lo que está “alrededor” de lo que está “más allá de la física” (la metafísica).  Se trata de una especie de ciencia paródica que estudia soluciones imaginarias y las leyes que se encargan de regular las excepciones.  Julio Cortázar (argentino, 1914-1984) reconoce haber sido influido por este movimiento en su búsqueda personal al margen de todo realismo demasiado ingenuo.
 
Niña inocente con tendero
Norman Rockwell
(norteamericano, 1894-1978)
         Otra cosa es la mentira.  Según el diccionario, mentir es “decir algo que no es verdad con intención de engañar”. Pero, si buscamos una definición más académica, nos topamos con “expresión o manifestación contraria a lo que se sabe, cree o piensa”. Así que quien engaña o confunde sin ser consciente de hacerlo, no miente: simplemente trasmite a los demás su propia equivocación.

         Mentimos por muchas razones: por conveniencia, odio, compasión, envidia, egoísmo, por necesidad, o como defensa ante una agresión. Las menos admisibles son las que hacen daño, las que equivocan y las que pueden conducir a que el receptor adopte decisiones que le perjudiquen.  Los dos parámetros esenciales para medir la gravedad de la mentira son la intención que la impulsa y el efecto que ésta causa.

         Hay diferencias entre la mentira y el absurdo.  En el cuento se unen para desengañarnos de las percepciones inmediatas, para que descubramos las falsedades que nos acosan y no caigamos en la desesperación.  Nos ayuda a entender que el absurdo nos lleva a la libertad, que la desazón no es más que el impulso hacia una armonía mayor con una inmensidad que no podemos abarcar.

         Decía Arthur Schnitzler (austríaco, 1862-1931): “Creas en lo que creas, sea en la existencia de un ser supremo, en la providencia, en una conciencia, una voluntad, un destino, una justicia celestial, o nada de todo eso, sino en el total absurdo del mundo y la existencia, en cualquier caso estás pensando en Dios”.


Sin título
Clyfford Still (norteamericano, 1904-1980)

“Nunca quise que el color sea color.  
 Nunca quise que la textura sea textura, o las imágenes se conviertan en formas. 
 Quise que todos ellos se fusionaran en un espíritu viviente”.