Estatuillas de bronce del Templo de los Obeliscos (Biblos, Líbano) (fenicios, siglo VII a.C.) |
Cuento de Khalil Gibran (libanés, 1883-1931)
Había una vez, en la lejana ciudad de Wirani, un rey que
gobernaba a sus súbditos con tanto poder como sabiduría. Y le temían por su
poder, y lo amaban por su sabiduría.
Había también en el corazón de esa ciudad un pozo de agua
fresca y cristalina, del que bebían todos los habitantes; incluso el rey y sus
cortesanos, pues era el único pozo de la ciudad.
Una noche, cuando todo estaba en calma, una bruja entró
en la ciudad y vertió siete gotas de un misterioso líquido en el pozo, al
tiempo que decía:
-Desde este momento, quien beba de esta agua se volverá
loco.
A la mañana siguiente, todos los habitantes del reino,
excepto el rey y su gran chambelán, bebieron del pozo y enloquecieron, tal como
había predicho la bruja.
Y aquel día, en las callejuelas y en el mercado, la gente
no hacía sino cuchichear:
-El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán
perdieron la razón. No podemos permitir que nos gobierne un rey loco; debemos
destronarlo.
Aquella noche, el rey ordenó que llenaran con agua del
pozo una gran copa de oro. Y cuando se la llevaron, el soberano ávidamente
bebió y pasó la copa a su gran chambelán, para que también bebiera.
Y hubo un gran regocijo en la lejana ciudad de Wirani, porque
el rey y el gran chambelán habían recobrado la razón.
El desafío del movimiento.
Pintura tumba Burj esh Shemali (cerca de Tiro, s. II d.C.) |
Las
comunidades humanas nunca permanecen iguales.
Están siendo desafiadas continuamente.
Si ese desafío es demasiado pequeño, la comunidad se empieza a
anquilosar, a endurecer y finalmente se petrifica y muere. Si la oposición que se le presenta es muy
grande, entonces sucumbe ante el obstáculo y deja de existir.
La
comunidad del cuento comienza siendo muy estable. El signo de su equilibrio es el gobierno de
un rey, lo suficientemente poderoso para someter a todo el pueblo, y con la
sabiduría necesaria para ejercer justicia.
Aparentemente un mundo ideal.
Pero la
vida pasa, y pone a los grupos humanos ante nuevas situaciones y
horizontes. Con simples notas advertimos
esta realidad: la población crece, los más viejos mueren, se inventan nuevas
cosas para mejorar la vida. Esto sin
contar otros aspectos que conmocionan la vida de la sociedad: los enojos, los
chismes, las envidias, la ostentación, los excesos, la timidez. Apenas pensemos un poco nos damos cuenta que
ninguna comunidad humana puede permanecer igual a sí misma, más que un corto
tiempo.
Ilustración para "El Profeta" Khalil Gibran |
La bruja,
un personaje oscuro para la consideración común, representa esas fuerzas
extrañas a la comunidad, a veces externas y otras veces internas. Vierte un líquido misterioso en el agua del
pozo de la ciudad. El cuento tiene el
cuidado de decir que son siete gotas, un número considerado pleno,
perfecto. Significa que la bruja no
falla, y abarca a todos. El único que
permanece aislado es el rey y su gran chambelán, los que mandan. Son los que tienen una vida aparte. Todos los demás quedan sumergidos en la locura,
en un nuevo criterio desconocido en la comunidad.
Una
solución que pudo haber aplicado el rey es buscar un consenso, hacer como si él
también hubiese sido alcanzado por la locura sembrada por la bruja, aparentar
que es de la misma condición. De esta
manera, quedaría aparte de la sociedad, y como único transmisor de las virtudes
del pasado, de la cordura de tiempos anteriores. Hubiese sido la personificación de lo que se
hacía siempre, la memoria de las leyes de la vida cotidiana anterior.
El rey del
cuento era realmente sabio y toma una decisión auténtica y conmovedora: dar la
vida por su ciudad. Entrega su “cordura”
al servicio del pueblo. Pone en juego la
copa, que tradicionalmente es símbolo del corazón, y que es de oro, lo cual
significa sus riquezas, el tesoro real.
Y al beber del agua del pozo se entrega al servicio de su comunidad, en
igualdad de condiciones, aceptando el desafío que la vida les ha planteado. Es compartir el destino con los
contemporáneos, confiando en los conciudadanos y no en las propias fuerzas y
razón.
Júbilo Paul Guiragossian (libanés, 1925-1993). |