domingo, 12 de enero de 2014

EL JOVEN Y EL SABIO

Cuento.


El río de la vida
William Blake (inglés, 1757-1827)
Un joven fue a ver a un sabio cierto día y le preguntó: señor, ¿qué debo hacer para convertirme en un sabio? El sabio no contestó. El joven, después de haber repetido su pregunta cierto número de veces con parecido resultado, lo dejó y volvió al siguiente día con la misma demanda. No obtuvo tampoco contestación alguna, y entonces volvió por tercera vez y repitió su pregunta: señor, ¿qué debo hacer para convertirme en un sabio?


Finalmente el sabio lo atendió y se dirigió a un río que por allí corría.


Entró en el agua llevando al joven de la mano. Cuando alcanzaron cierta profundidad, el sabio se apoyó en los hombros del joven y lo sumergió en el agua, a pesar de sus esfuerzos para desasirse de él.


Al fin lo dejó salir, y cuando el joven hubo recuperado el aliento, el sabio interrogó:

-  Hijo mío, cuando estabas bajo el agua, ¿qué era lo que más deseabas?


Sin vacilar contestó el joven: aire, quería aire.

-  ¿No hubieras preferido mejor riquezas, placeres, poder o amor? ¿No pensaste en ninguna de esas cosas?

-  No señor, deseaba aire y solo pensaba en el aire que me faltaba - fue la inmediata respuesta.

-  Entonces - dijo el sabio - , para convertirte en un sabio debes desear la sabiduría con la misma intensidad conque deseabas el aire. Debes luchar por ella y excluir todo otro fin de tu vida. Debe ser tu sola y única aspiración, día y noche. Si buscas la sabiduría con ese fervor, seguramente te convertirás en un sabio.




Maestros ante la desesperación.


El sabio se comporta como un maestro ante el joven que va en busca de sabiduría. La palabra “maestro” deriva del latín “magister”, una calificación muy importante en el mundo romano antiguo.


Retrato de un joven
Alberto Durero
(alemán, 1471-1528)
El que lleva este título es el que está más experimentado en una actividad cualquiera y por eso dirige y ordena. “Magister” está fundamentado en una comparación. Se lo compara con otros que son los que obedecen y cumplen lo mandado, que son los “minister”. La terminación “-ter” marca una comparación entre dos. El prefijo de la primera “magis”, habla del que es más, y el prefijo de la segunda, “minus”, el que sabe menos, el que cumple lo que se le manda.


En la antigua Roma no se usaba el término “maestro” para la enseñanza escolar. Al que enseñaba a los niños y jóvenes se lo llamaba “litterator”. En el caso de las familias de fortuna, se solía encargar a un esclavo, por lo general de origen griego, la educación de los más chicos. Este docente recibía en nombre de “paedagogus”.


El sabio del cuento puede ser llamado maestro, pues parece que ha alcanzado el más alto grado de experiencia y conocimiento en su campo de dedicación. Por analogía, los poetas y filósofos llaman maestros a muchas creaturas de la naturaleza. Por ejemplo, en este cuento el agua del río también es maestra, pues su modo de ser provoca en el joven un profundo aprendizaje.


Los profetas en
la fuente de la vida.

(Afganistán, fines del s.XV)
Por eso, nunca nos faltan maestros. Si escasean los humanos, está la naturaleza llena de sabios, como el agua, el sol, el cielo, las nubes, los animales, los minerales, y la infinitud de las creaturas. Así le enseñaba Leopoldo Marechal (argentino, 1900-1970) a su sobrino:


La Creación es un gran libro abierto
donde escribió lo Suyo proferible
tu creador y el mío, según peso y medida”.
(Poema de la Física, 2)


Como el joven del cuento, estamos a la búsqueda de la sabiduría. Nuestro fin es saber quiénes somos, cuál es el sentido de nuestra propia vida. Pero esto se nos escapa siempre. Quizás en algún momento de la existencia logramos intuir, por muy breve tiempo, un cierto esbozo del sentido buscado, pero pronto queda en el depósito de la memoria, lejos del tiempo presente. Saber quienes somos es una búsqueda infinita y desesperada.



Esta es la experiencia que tiene el joven del cuento al ser sumergido en el río. Los maestros de la vida, creaturas de la naturaleza, nos enseñan a no preferir riquezas, ni placeres, ni poder o amor, por encima de la búsqueda de sentido, el aire de nuestra existencia.


Celebración diurna
José Manuel Broto Gimeno
(español, n. en 1949)