Dos Figuras Rabindranath Tagore (indio, 1861-1941) |
El barquero inculto
Se trataba de un joven erudito, arrogante y
engreído. Para cruzar un caudaloso río de una a otra orilla tomó una barca.
Silente y sumiso, el barquero comenzó a remar con diligencia. De repente, una
bandada de aves surcó el cielo y el joven preguntó al barquero:
--Buen hombre, ¿has estudiado la vida de las
aves?
--No, señor -repuso el barquero.
(Estilo mandana). Lakhi Chan Jain (indio). |
--Entonces, amigo, has perdido la cuarta
parte de tu vida.
Pasados unos minutos, la barca se deslizó
junto a unas exóticas plantas que flotaban en las aguas del río. El joven
preguntó al barquero:
--Dime, barquero, ¿has estudiado botánica?
--No, señor, no sé nada de plantas.
--Pues debo decirte que has perdido la mitad
de tu vida -comentó el petulante joven.
El barquero seguía remando pacientemente. El
sol del mediodía se reflejaba luminosamente sobre las aguas del río. Entonces
el joven preguntó:
--Sin duda, barquero, llevas muchos años
deslizándote por las aguas .¿Sabes, por cierto, algo de la naturaleza del agua?
--No, señor, nada sé al respecto. No sé nada
de estas aguas ni de otras.
--¡Oh, amigo! -exclamó el joven-. De verdad que has perdido las tres cuartas
partes de tu vida.
Súbitamente, la barca comenzó a hacer agua.
No había forma de achicar tanta agua y la barca comenzó a hundirse. El barquero
preguntó al joven:
--Señor, ¿sabes nadar?
--No -repuso el joven.
--Pues me temo, señor, que has perdido toda
tu vida.
Tres
maneras de aprender
El primero de los “aprendidos” es
el joven erudito. Se muestra arrogante y
engreído. Al barquero lo trata de dos
modos, que aparentan ser amables, pero esconden algo de superioridad: “amigo” y
“barquero”. Con los conocimientos que ha
adquirido se burla de su transportador.
Le habla de pájaros, de plantas y de la misma agua, fraccionando la vida
del sumiso barquero en partes perdidas.
El joven tiene muchos conocimientos, pero en realidad ha aprendido pocas
cosas.
Sin título. Vasudeo S. Gaitonde (indio, 1924-2001). |
Quien recibe
buena formación empieza por aplicar sus conocimientos a la propia vida, es
decir, hacerse práctico para la vida concreta.
También la persona educada y culta se nota en el trato para con sus
semejantes. Ninguna de estas dos
actitudes está en el joven del cuento.
La
segunda manera de aprender es la del barquero.
Quizás no es ilustrado, pero seguramente tiene una sabiduría bien
práctica, que le ha permitido sobrevivir con su oficio sencillo y
significativo. No sabe de pájaros, como le
dice al joven erudito, pero sí sabe interpretar su vuelo. No conoce de plantas, pero se ve que no le
faltan alimentos para la vida. No puede
decir mucho del agua, pero sí sabe sobrevivir en ella.
La
tercera forma de aprender es la que corresponde al lector de este breve
cuento. Su autor anónimo, con ingenio y
buen trato, nos abre a las diferentes maneras de conocer. Con sentido del humor, y sin poner en peligro
la vida de nadie, pues todo es una fantasía, nos ayuda a entender que el
auténtico saber está en unir lo que recibimos como información, a los aspectos
prácticos de la vida.
Hemos
aprendido de la tradición que la vida fluye como el agua de un río, y no se
detiene jamás. Nuestra habilidad estará
en saber navegarla, en aprovechar los conocimientos recibidos y los que hemos
adquirido para no ahogarnos.
También el cuento
nos enseña a escuchar a los barqueros que nos conducen en este caudaloso río, aquellos sabios que son
silentes y sumisos, y que han tenido la generosidad de transportarnos a la otra
orilla.
El aliento interior. K. G. Subramanian (indio, nacido en 1924). |