domingo, 20 de julio de 2014

EL ABUELO Y EL NIETO

 
En el umbral de la eternidad
Vincent van Gogh
(neerlandés, 1853-1890)
Había una vez un pobre muy viejo que no veía apenas, tenía el oído muy torpe y le temblaban las rodillas. Cuando estaba a la mesa, apenas podía sostener su cuchara, dejaba caer la copa en el mantel, y aun algunas veces escapar la baba. La mujer de su hijo y su mismo hijo estaban muy disgustados con él, hasta que, por último, le dejaron en un rincón de un cuarto, donde le llevaban su escasa comida en un plato viejo de barro. El anciano lloraba con frecuencia y miraba con tristeza hacia la mesa. Un día se cayó al suelo, y se le rompió la escudilla que apenas podía sostener en sus temblorosas manos. Su nuera le llenó de improperios a los que no se atrevió a responder, y bajó la cabeza suspirando. Le compraron por un cuarto una tarterilla de madera, en la que se le dio de comer de allí en adelante.

Algunos días después, su hijo y su nuera vieron a su niño, que tenía algunos años, muy ocupado en reunir algunos pedazos de madera que había en el suelo.

-¿Qué haces? preguntó su padre.

-Una tartera, contestó, para dar de comer a papá y a mamá cuando sean viejos.

El marido y la mujer se miraron por un momento sin decirse una palabra. Después se echaron a llorar, volvieron a poner al abuelo a la mesa; y desde entonces comió siempre con ellos, siendo tratado con la mayor amabilidad.


Los cuentos en la vida

         El cuento citado corresponde a la colección de narraciones populares realizada por los hermanos Grimm (alemanes), Jacob (1785-1863) y Wilhelm (1786-1859).  Las historias más conocidas de este origen son Blancanieves, La Cenicienta, La Bella Durmiente, Pulgarcito, Hänsel y Gretel. 

Abuelo y nieto
Vasily Perov
(ruso, 1834-1882)
         La tarea de los hermanos Grimm no se limitó a la transcripción de cuentos, sino que se ocuparon de los elementos literarios y filológicos, de tal modo que se los considera muy importantes para la lengua alemana.  Para la recopilación recurrieron a personas sencillas como granjeros, aldeanos, que visitaban en las hilanderías y las cervercerías de los alrededores de Kassel.  Los hermanos Grimm describían a una de esas personas, un mujer esposa de un sastre, así: “Quienes son de la opinión de que el material tradicional es susceptible de ser falsificado, de que su conservación suele ser negligente y de que, en consecuencia, no puede perdurar mucho, deberían escuchar el modo en que esta mujer narra sus historias y cuán celosa se muestra de su exactitud.  Jamás modifica sus relatos y ella misma se encarga de corregir los errores en cuanto los advierte”.

         La intención de aquellos recopiladores era mejorar las condiciones de vida de su tierra.  Veían que “personas extranjeras, costumbres extranjeras y un altisonante lenguaje extranjero” campaban por dónde vivían, “y los pobres caminaban torpemente por las calles camino de la muerte”.  En medio de la tristeza de su patria, decían: “No sólo nos dedicábamos a buscar algo de consuelo en el pasado sino que nuestra esperanza era, por descontado, que este pequeño esfuerzo nuestro contribuyera mínimamente al retorno de días mejores”.
Viejos llevando un nabo
Maria Primachenko
(ucraniana, 1908-1997)

         En el cuento “El abuelo y el nieto” hay dos sentidos evidentes.  Uno, referido a la compasión con los longevos, estimulada por un gesto de amor de un niño hacia sus padres.  Los más pequeños no prejuzgan, sino que observan e imitan.  Y en su manera de obrar ponen en evidencia si los criterios son misericordiosos o despreciativos de la vida humana.

         El otro sentido es aplicable a la comunidad en la cual vivimos, nuestra ciudad o nuestra nación, simbolizada por la mesa familiar.  Aquí se muestra la necesidad de la paciencia con el sufrimiento social, para que no se excluya a nadie del bien común, de la dignidad de la vida.

Composición
Theo van Doesburg
(neerlandés, 1883-1931)



domingo, 6 de julio de 2014

EL FILÓSOFO Y EL CARACOL

Ilustración del Salterio Gorleston. F.162
(Inglaterra, 1310-1324)

Cierto día un filósofo observaba atentamente un caracol que se desplazaba muy despacio por la hierba a sus pies.

Un discípulo del filósofo, que pasaba por allí, lo vio y le preguntó:

-        ¿En qué estás pensando?

-        Pienso en este caracol –le dijo el filósofo- y pienso que él no piensa en mí.

-       ¿Y eso es todo? –le preguntó el discípulo.

-       No, no es todo.

-       ¿Qué más? ¿Por qué miras tanto ese animal?

-       Porque –les respondió el filósofo- me parece que nos complementamos. Yo sé que no sé y él no sabe que sabe.

 
Sin título
Ilya Zomb
(ruso, contemporáneo)
Lo que sabe la creación

         Los observadores del caracol destacan varios aspectos sorprendentes de este animal.  Vemos que se mueve lentamente, alternando contracciones y elongaciones de su cuerpo.  Produce mucus para ayudarse en la locomoción, al reducir la fricción.  La sustancia producida le trae otros beneficios, pues contribuye a su regulación térmica, y reduce el riesgo del caracol ante las heridas y agresiones externas de bacterias y hongos.  Con este mucus ahuyenta insectos peligrosos como las hormigas, y también le permite trepar una pared bien empinada.

         Tiene un caparazón en forma de espiral.  Cuando el animal se retrae dentro, cubre la entrada con un tipo especial de mucosidad que se solidifica.  Esta “tapa” tiene un olor agradable en algunos caracoles, y por eso se la quema como un constituyente del incienso.

         Estos son algunos aspectos de la naturaleza del caracol.  Pero el filósofo también pudo haber estado meditando en algunas de las significaciones del caracol.  Este animal muestra y esconde sus cuernos, así como la luna aparece y desaparece, como una muerte y renacimiento posterior, que es el tema del eterno retorno.  Así queda como un símbolo lunar.

         En la tradición, la luna se la relaciona con la fertilidad, y aquí esta significación se ve reforzada con el desarrollo del cuerno y la espiral del caparazón, que es la evolución de la vida.  En África se adorna a los muertos con el caracol, pues éste es el símbolo de la fecundidad que dan los antepasados.
Colina roja y caparazón blanco
Georgia O´Keeffe
(norteamericana, 1887-1986)

         Pero el filósofo avanza más en la explicación de su observación.  Habla de lo que él no sabe, y lo que el caracol sabe, aunque no sabe que lo sabe.  Toda la naturaleza es así.  Podemos estudiar las cosas de nuestro mundo y de nuestro entorno, y eso lo llamamos “ecología”.  Pero hay un conocimiento superior, no contradictorio sino superador del anterior.  Lo llamamos “ecosofía”, es decir, la sabiduría de la naturaleza.

         Estamos sumergidos en la naturaleza, y somos parte indisoluble de ella.  Por eso, lo mismo que el caracol, sabemos muchas cosas, aunque no sabemos que las sabemos, no siempre somos conscientes de nuestra gran sabiduría.  Por ejemplo, no le enseñamos a nuestro corazón a latir, y sin embargo lo hace constantemente para sostenernos en la vida.  No le enseñamos a nuestra nariz a oler, y sin embargo lo hacemos siempre.  Nadie dio lecciones a sus ojos, y éstos funcionan con una precisión asombrosa, descubriendo colores, formas, figuras contrastadas con fondos.

         Mirar la naturaleza, contemplarla, es descubrir una inmensa sabiduría que nos abarca, y que nunca podremos aprehenderla del todo, siempre será más grande que la inteligencia y la conciencia más despiertas.



Figura en la noche guiada
 por las pistas fosforescentes de caracoles

Joan Miró (español, 1893-1983)