Había una vez un pobre muy viejo
que no veía apenas, tenía el oído muy torpe y le temblaban las rodillas. Cuando
estaba a la mesa, apenas podía sostener su cuchara, dejaba caer la copa en el
mantel, y aun algunas veces escapar la baba. La mujer de su hijo y su mismo
hijo estaban muy disgustados con él, hasta que, por último, le dejaron en un
rincón de un cuarto, donde le llevaban su escasa comida en un plato viejo de
barro. El anciano lloraba con frecuencia y miraba con tristeza hacia la mesa.
Un día se cayó al suelo, y se le rompió la escudilla que apenas podía sostener
en sus temblorosas manos. Su nuera le llenó de improperios a los que no se
atrevió a responder, y bajó la cabeza suspirando. Le compraron por un cuarto
una tarterilla de madera, en la que se le dio de comer de allí en adelante.
Algunos días después, su hijo y su
nuera vieron a su niño, que tenía algunos años, muy ocupado en reunir algunos
pedazos de madera que había en el suelo.
-¿Qué haces? preguntó su padre.
-Una tartera, contestó, para dar de
comer a papá y a mamá cuando sean viejos.
El marido y la mujer se miraron por
un momento sin decirse una palabra. Después se echaron a llorar, volvieron a
poner al abuelo a la mesa; y desde entonces comió siempre con ellos, siendo
tratado con la mayor amabilidad.
Los cuentos en la vida
El cuento citado corresponde a la
colección de narraciones populares realizada por los hermanos Grimm (alemanes),
Jacob (1785-1863) y Wilhelm (1786-1859).
Las historias más conocidas de este origen son Blancanieves, La
Cenicienta, La Bella Durmiente, Pulgarcito, Hänsel y Gretel.
Abuelo y nieto Vasily Perov (ruso, 1834-1882) |
La intención de aquellos recopiladores
era mejorar las condiciones de vida de su tierra. Veían que “personas extranjeras, costumbres
extranjeras y un altisonante lenguaje extranjero” campaban por dónde vivían, “y
los pobres caminaban torpemente por las calles camino de la muerte”. En medio de la tristeza de su patria, decían:
“No sólo nos dedicábamos a buscar algo de consuelo en el pasado sino que
nuestra esperanza era, por descontado, que este pequeño esfuerzo nuestro
contribuyera mínimamente al retorno de días mejores”.
En el cuento “El abuelo y el nieto” hay
dos sentidos evidentes. Uno, referido a
la compasión con los longevos, estimulada por un gesto de amor de un niño hacia
sus padres. Los más pequeños no
prejuzgan, sino que observan e imitan. Y
en su manera de obrar ponen en evidencia si los criterios son misericordiosos o
despreciativos de la vida humana.
El otro sentido es aplicable a la
comunidad en la cual vivimos, nuestra ciudad o nuestra nación, simbolizada por
la mesa familiar. Aquí se muestra la
necesidad de la paciencia con el sufrimiento social, para que no se excluya a nadie
del bien común, de la dignidad de la vida.
Composición Theo van Doesburg (neerlandés, 1883-1931) |