domingo, 6 de julio de 2014

EL FILÓSOFO Y EL CARACOL

Ilustración del Salterio Gorleston. F.162
(Inglaterra, 1310-1324)

Cierto día un filósofo observaba atentamente un caracol que se desplazaba muy despacio por la hierba a sus pies.

Un discípulo del filósofo, que pasaba por allí, lo vio y le preguntó:

-        ¿En qué estás pensando?

-        Pienso en este caracol –le dijo el filósofo- y pienso que él no piensa en mí.

-       ¿Y eso es todo? –le preguntó el discípulo.

-       No, no es todo.

-       ¿Qué más? ¿Por qué miras tanto ese animal?

-       Porque –les respondió el filósofo- me parece que nos complementamos. Yo sé que no sé y él no sabe que sabe.

 
Sin título
Ilya Zomb
(ruso, contemporáneo)
Lo que sabe la creación

         Los observadores del caracol destacan varios aspectos sorprendentes de este animal.  Vemos que se mueve lentamente, alternando contracciones y elongaciones de su cuerpo.  Produce mucus para ayudarse en la locomoción, al reducir la fricción.  La sustancia producida le trae otros beneficios, pues contribuye a su regulación térmica, y reduce el riesgo del caracol ante las heridas y agresiones externas de bacterias y hongos.  Con este mucus ahuyenta insectos peligrosos como las hormigas, y también le permite trepar una pared bien empinada.

         Tiene un caparazón en forma de espiral.  Cuando el animal se retrae dentro, cubre la entrada con un tipo especial de mucosidad que se solidifica.  Esta “tapa” tiene un olor agradable en algunos caracoles, y por eso se la quema como un constituyente del incienso.

         Estos son algunos aspectos de la naturaleza del caracol.  Pero el filósofo también pudo haber estado meditando en algunas de las significaciones del caracol.  Este animal muestra y esconde sus cuernos, así como la luna aparece y desaparece, como una muerte y renacimiento posterior, que es el tema del eterno retorno.  Así queda como un símbolo lunar.

         En la tradición, la luna se la relaciona con la fertilidad, y aquí esta significación se ve reforzada con el desarrollo del cuerno y la espiral del caparazón, que es la evolución de la vida.  En África se adorna a los muertos con el caracol, pues éste es el símbolo de la fecundidad que dan los antepasados.
Colina roja y caparazón blanco
Georgia O´Keeffe
(norteamericana, 1887-1986)

         Pero el filósofo avanza más en la explicación de su observación.  Habla de lo que él no sabe, y lo que el caracol sabe, aunque no sabe que lo sabe.  Toda la naturaleza es así.  Podemos estudiar las cosas de nuestro mundo y de nuestro entorno, y eso lo llamamos “ecología”.  Pero hay un conocimiento superior, no contradictorio sino superador del anterior.  Lo llamamos “ecosofía”, es decir, la sabiduría de la naturaleza.

         Estamos sumergidos en la naturaleza, y somos parte indisoluble de ella.  Por eso, lo mismo que el caracol, sabemos muchas cosas, aunque no sabemos que las sabemos, no siempre somos conscientes de nuestra gran sabiduría.  Por ejemplo, no le enseñamos a nuestro corazón a latir, y sin embargo lo hace constantemente para sostenernos en la vida.  No le enseñamos a nuestra nariz a oler, y sin embargo lo hacemos siempre.  Nadie dio lecciones a sus ojos, y éstos funcionan con una precisión asombrosa, descubriendo colores, formas, figuras contrastadas con fondos.

         Mirar la naturaleza, contemplarla, es descubrir una inmensa sabiduría que nos abarca, y que nunca podremos aprehenderla del todo, siempre será más grande que la inteligencia y la conciencia más despiertas.



Figura en la noche guiada
 por las pistas fosforescentes de caracoles

Joan Miró (español, 1893-1983)