Profeta I
Akbar Padamsee (indio, n. en 1928) |
Un
hombre iba de aquí para allá proclamando que era un profeta y que podía obrar
milagros.
Un
comerciante, harto de oírlo, lo llamó y le dijo:
-Abre
esta puerta, de complicada cerradura, sin llave.
-¿Acaso
he dicho que fuera cerrajero? –contestó el hombre.
Anunciar
maravillas
El origen de la palabra
“milagro” viene del latín. En esa lengua
significa “maravilla” o “algo para admirar”.
Con la palabra “milagro” se traducen al castellano palabras griegas como
“poder, energía” o también “signo, señal”.
Del hebreo, traduce una palabra que significa literalmente “obra”.
Entonces “milagro” es algo que causa admiración. Podrá tener explicaciones o no, el criterio
es que asombre.
Milagros de
cada momento
Kazuaki
Tanahashi
(japonés, n. en 1933) |
Por
eso hay milagros en todos lados. En el ámbito de lo religioso como en el ámbito
de las ciencias hay muchísimas cosas que causan asombro, y ni qué decir la
cantidad de personas admirables, dedicados a lo religioso o a lo científico,
algunas veces a ambos simultáneamente.
Como
“signos”, los milagros remiten a una cosa que no es totalmente evidente. Usamos los signos para representar cosas que
no tenemos delante de nuestros ojos.
Cuando un constructor realiza cálculos para construir un puente, es
evidente que el puente no está. Usa
signos para hacer visible algo que se hará efectivamente en el futuro. Es asombroso ver cómo en un plano está
representado algo que será tan inmenso y útil.
Es la maravilla del quehacer humano.
Otro
“signo” que podemos considerar es el corazón.
Lo sentimos latir constantemente, lo cuidamos porque nos damos cuenta
que sostiene toda nuestra vida. Pero no
nos resulta tan evidente la energía que rige su latido, el poder detrás de su
bombeo. Se han investigado las ondas
eléctricas que estimulan su diástole y
sístole, pero no son tan evidentes. Otro
milagro cotidiano, tan potente que no deja de causar admiración a todo ser
viviente.
Paisaje con milagros
Andre Masson
(francés, 1896-1987) |
Hace
un tiempo, dos amigos reflexionaban sobre las intuiciones y caminos de
vida. Y se dieron cuenta de que ambos
percibían que había como unas manos invisibles que los llevaban por sus propios
caminos. Concluían que lo mejor era perseguir la
felicidad personal y no tener miedo, porque las puertas se abrirán donde menos
uno lo sospeche. Admirados, decían que estos son verdaderos
milagros.
En los
milagros no hay molestia. Entonces, ¿en
qué nos puede incomodar un profeta? Para
comprender la pregunta, es importante saber que un profeta predica, pero no
hace predicciones. Habla del presente,
interpreta lo que ocurre, transmite enseñanzas para buscar la felicidad en la
propia vida. Aplica el sentido común, y
señala que si se hacen bien los cálculos ahora, entonces la obra puede salir
bien. Pero esto no es “adivinar” el
futuro, sino una forma razonable de pensar.
Todos sabemos que si uno se acostumbra a hacer las cosas mal ahora,
probablemente las hará peor más adelante.
Sobre esto predican los profetas.
Profeta
Marion
Nicoll
(canadiense, 1909-1985) |
Tomemos
como ejemplo un profeta del pasado, el músico Ludwig van Beethoven (alemán,
1770-1827): “¡Actúa en vez de suplicar! ¡Sacrifícate sin esperanza de gloria ni
recompensa! Si quieres conocer los
milagros, hazlos tú antes. Sólo así podrá cumplirse tu peculiar destino”.
Una
característica fundamental del profeta es que no recibe legitimación de ninguna
autoridad, sea rey o sacerdote. Sus
palabras parten de su interior, de su experiencia con los signos, de todo
aquello que ha conmovido su propio corazón y cree que es posible que conmueva
el corazón de los demás.
En esa
vida interior, que las tradiciones llaman espiritualidad, se nutre el profeta
de una fuerza que asombra, de una potencia capaz de llenar de misericordia la
relación entre los seres humanos. La
obra del profeta es mostrar que todas las cosas se mueven por amor, algo que no
es tan evidente. Por eso es un milagro.
Estructuras y signos
Tihamer Gyarmathy
(húngaro, 1915-2005) |