Procesión en
Flandes II
Felix
Labisse
(francés,
1905-1982)
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En
el transcurso de una procesión, un hombre, cuya santidad y tranquilo dominio de
sí mismo eran reconocidos por todos, recibió en la nariz una salpicadura de
yeso, del tamaño del ala de una mosca.
Le pidió a un carpintero que caminaba a su lado que le quitase aquel
trocito de yeso.
El
carpintero tomó un hacha, la hizo girar en el aire –con tanta fuerza que se oyó
el ruido- y sacó el trocito de yeso sin ni siquiera tocar la nariz del santo
hombre.
Y
la procesión continuó.
Carpintero
Kazimir Malevich
(ucraniano, 1879-1935) |
Poco
tiempo después, un príncipe que había oído hablar de aquella hazaña hizo llamar
al carpintero y le dijo que volviese a repetirla ante él.
El
carpintero se negó.
El
príncipe, enojado, quiso saber la razón de su negativa.
-Es
muy sencillo –dijo el carpintero-. El
hombre que tenía el pedacito de yeso en la nariz tenía mucha fuerza de
espíritu. Ni el más mínimo temblor le
recorrió cuando dejé caer el hacha.
¿Dónde encontrar, entre las personas que te rodean, alguien que pueda
comportarse de la misma forma?
El
dominio de sí mismo
La
expresión “el dominio de sí mismo”, así como “mucha fuerza de espíritu” al
final del cuento, referidas al hombre que se le mancha la nariz con un poco de
yeso, nos indica que estamos en el oriente.
Esta parte del mundo se ha hecho famosa en este rubro, gracias a
incontables disciplinas que se desarrollaron en esas tierras, algunas durante
cientos de años.
El santo de luz interior
Paul Klee
(suizo, 1879-1940) |
Sorprende
saber que en el entorno del príncipe oriental no haya nadie que pueda
comportarse de esa manera. En el cuento,
se insinúa que en el ámbito del poder no hay capacidad para asumir conductas
que vayan más allá del interés individual de los funcionarios, es decir,
conservar el puesto y la paga. Nada de
la tradición humana hace mella en este conjunto.
Alejados
de las enseñanzas que humanizan, ni siquiera son capaces de entender los
símbolos presentes. Para una persona
común, la “nariz” es el órgano principal de la respiración y la sede del
sentido del olfato. Por otro lado, el
“hacha” del carpintero es un instrumento que permite derribar árboles como
tallar troncos. Esto es suficiente para
la gente común, y aunque esté influenciada por los significados de los estos
símbolos, los desconocen a nivel consciente.
Pero un funcionario debería estar atento a la tradición de su pueblo y,
además, conocer lo mejor posible el sentido de los símbolos que están en la
vida cotidiana de la gente.
Como
simple ejemplo, tomamos un grupo africano para el cual la nariz es uno de los
cuatro obreros de la sociedad, junto con la pierna, el sexo y la lengua. Órgano del olfato que descubre las simpatías
y las antipatías, orienta los deseos y las palabras, guía el andar de la pierna
y completa en suma la acción de los otros tres obreros responsables del buen o
mal funcionamiento de la sociedad.
Espacio
interior
Luciano
Bartolini
(italiano, 1948-1994) |
En
cuanto al hacha, es un símbolo de destrucción y solía estar en manos de
dioses. También simboliza el rayo y la
tormenta. Es un emblema de fuerza,
hiende y quiebra. Abre y penetra la
tierra, es decir, figura su unión con el cielo, su fecundación. Hiende la corteza del árbol, es así símbolo
de penetración espiritual e instrumento de liberación.
En el
mundo cristiano, se dice que los ángeles portan hachas y lanzas, que “expresan
la facultad que tienen de discernir los contrarios, y la sagacidad, la
vivacidad y la potencia de tal discernimiento” (Pseudo Dionisio Aeropagita,
bizantino, entre siglo V y VI d.C.).
Con
estos símbolos, junto a otros, se construye el dominio de sí mismo. Para ello hace falta el discernimiento, la
unión con la tierra, la penetración espiritual.
Para la fuerza espiritual es necesario también lo que simboliza la
nariz: saber descubrir las simpatías y las antipatías, orientación para los
deseos y las palabras.
Todo
esto es imposible encontrarlos en los ambientes de fama y figuración. Están presentes en la procesión de la vida
cotidiana, mientras marchamos hacia el lugar de la paz y la alegría para
siempre.
Equilibrium
Olga Albizu
(portorriqueña,
1924-2005)
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