Alegoría de la tontería
Quentin
Massys
(flamenco, 1466-1530) |
Un
día, Jesús, hijo de María, se dirigía corriendo hacia la montaña. Alguien se puso a seguirlo gritando:
-
¡Nadie te persigue! ¿Por qué corres así?
Jesús,
sólo preocupado por su huida, no respondió siquiera a la pregunta. Pero el otro reiteró su llamado:
-
¡En nombre de Dios! ¡Detente! Quisiera solamente saber lo que haces, pues,
aparentemente, no hay motivo de temor.
Jesús
respondió:
-
¡Huyo de un tonto! No te pongas en mi camino.
¡No retrases mi huida!
El
otro exclamó:
-
¿Cómo? ¡Tú que posees el hálito santo! ¡Tú, que has curado a ciegos y a sordos,
Tú, que puedes resucitar a un cadáver soplando sobre él! ¡Tú, que hace un
pájaro de un puñado de barro! ¿Por qué ese temor?
La huida del espectro
Theodoros
Stamos
(griego, 1922-1997) |
Jesús
respondió:
-
Es Dios quien ha creado mi alma y mi carne.
Cuando invoco Su nombre, el ciego y el sordo quedan curados. Cuando invoco su nombre, la montaña se
dispersa como un montón de paja. Si
murmuro Su nombre al oído de un cadáver, resucita. Una gota se convierte en un océano por Su
nombre. Lo he invocado mil veces ante un
tonto, pero no ha habido resultado alguno.
El
hombre insistió:
-
¿Cómo es que el nombre de Dios, que influye en el sordo, el ciego y la montaña,
no tiene efecto sobre un tonto? Si la tontería es una enfermedad como las
demás, ¿cómo es que no se le encuentra remedio?
Jesús
respondió:
-
La tontería es una maldición de Dios mientras que la ceguera no lo es. Pues se adquiere. Los males que se adquieren merecen piedad,
pero la tontería es nuestra enemiga.
Huir
de la tontería
El cuento está tomado
de un bellísimo y extenso texto místico del siglo XIII. De esta manera sabemos que el tema que trata,
la tontería, es de larga data. Tiene
vigencia en nuestro tiempo, pero también se manifiesta en distintas épocas y
lugares con características similares.
Luego
del relato, el texto místico continúa con dos consideraciones importantes. La primera es aclarar que Jesús no huía por
temor, como parece, pues estaba protegido por Dios. Huye de esa manera llamativa para enseñanza
de todos los que escuchen o lean el cuento.
La cuestión es escapar raudamente de la tontería.
La
segunda consideración dice que la conversación de los tontos hace disminuir la
fe, igual que el aire hace evaporar el agua.
Habla de la fe como actitud de entrega a algo que está por encima de
nuestras vidas, lo que nos trasciende.
Por eso usa otro ejemplo. Dice
que si uno se sienta sobre rocas húmedas, se va el calor del cuerpo y cae enfermo. “El tonto enfría tu naturaleza”, advierte.
El
origen de la palabra “tonto” tiene varias explicaciones. Unos dicen que es un recurso de los hispanohablantes que consiste en repetir
una misma sílaba, como una burla a alguien con poco entendimiento: “to-to”
(luego se añadiría la “n”), “bo-bo”, “ba-ba”.
Todos remiten a esa imagen cruel que representa al disminuido con la
baba caída y la mirada ida.
Una
explicación más académica dice que la palabra viene del latín “tondus”, que
significa “vacío, hueco”, puesto que al tonto se le supone la cabeza hueca,
lleno de vanidad. Desde el siglo XVI,
otros dicen que vendría de “attonitus”, participio de “attonare”. Este verbo significa “quedar pasmado o
atontado”. Lo explicaban diciendo que el
tonto parece estar siempre en estado de asombro o espantado.
¿Qué es un tonto, del cual se nos
recomienda huir? Según los diccionarios, el sustantivo tiene varias
acepciones. Puede ser una persona falsa
o escasa de entendimiento. También se
aplica a quien padece cierta deficiencia mental. En el uso más cotidiano se refiere a una
persona pesada y molesta.
En las
enseñanzas antiguas, los aspectos luminosos y los oscuros de la personalidad
humana están dentro de cada uno. Huir
del tonto quiere decir huir de la propia tontería. Es estar muy atentos a aquello que nos hace
caer en manos de esta enemiga.
Vanidad
Sabin
Balasa
(rumano,
1932-2008)
|
En la antigüedad griega, Pitágoras de
Samos (569 a. C. – 475 a.C.) recomendaba a sus
discípulos: “Más le vale a un hombre tener la boca cerrada, y que los demás le
crean tonto, que abrirla y que los demás se convenzan de que lo es”. Otro griego, historiador, Herodoto de
Halicarnaso (484 a.C. - 425 a. C.) decía, reflexionando sobre los hechos
humanos: “Ningún hombre es tan tonto como para desear la guerra y no la paz;
pues en la paz los hijos llevan a sus padres a la tumba, en la guerra son los
padres quienes llevan a los hijos a la tumba”.
Una enseñanza similar nos brinda un escritor contemporáneo, Alberto
Vázquez-Figueroa Rial: “En la antigüedad los sabios conducían a los tontos por
los senderos de la paz. Ahora, los tontos arrean a bastonazos a los sabios
hacia el abismo de la guerra”.
También nos ayudan a comprender la
naturaleza de la tontería, Miguel de Unamuno: “Lo sabe todo, absolutamente
todo. Figúrense lo tonto que será”; y la ironía de Oscar Wilde: “Un tonto nunca
se repone de un éxito”. Algunos dichos
anónimos abren más el sentido: "Alaba al ignorante y hazle bailar; si no
es tonto, tonto le harás terminar"; “Bien y pronto, sólo lo intenta algún
tonto”; y de origen africano, “Sólo un tonto mete los dos pies en el agua para
ver su profundidad”.
Una valiosa advertencia del bengalí Rabindranath
Tagore (1861 - 1941): “No hay cosa más difícil de soportar que la fe ciega del tonto”. Estemos atento a nuestro interior, recordando
el dicho popular: “Aunque el tonto agarre la vela, ésta se apaga y el tonto
queda”.
Cuadro
de la vanidad
Kazimir
Malevich
(ucraniano,
1879-1935)
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