Hija y padre
Lucian Freud
(británico, 1922-2011)
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La
astucia es el arma más sutil y eficaz que el hombre puede oponer al ejercicio
del poder.
Un
sultán ordenó a un pobre sastre de Fez que le fabricase un traje de mármol y le
advirtió que, si no lo hacía, le cortaría la cabeza.
El
pobre hombre, al ver que estaba perdido, se puso a llorar. Pero su hija, de espíritu agudo, fue en su
ayuda. Cuando el sultán reclamó el traje
de mármol, el pobre hombre hizo que le dijeran:
-
La ropa está lista. Pero necesito hilos de arena para coserla. ¿Puedes enviármelos?
Hijas
del alma
Cada cuento encierra
muchos caminos. Hay enseñanzas sobre
comportamientos y costumbres. Hay
referencias a oficios y a cómo hacer las cosas.
Recurriendo a medios sorprendentes, como es el hablar de los animales,
nos hace ingresar a ambientes imaginarios que guardan tesoros de sabiduría.
Noé y sus hijas
Lucas
Cranach el Viejo
(alemán,
1472-1553)
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Cada
cuento también nos habla del mundo interior de cada uno, ese espacio tan grande
que no lo puedo medir. El que
presentamos arriba nos habla de una hija, la astucia misma, engendrada en el
corazón del hombre.
El ser
humano puede tener hijas del alma. Hay
tres que son muy recomendadas: astucia, prudencia y calma. No nacen con nuestro interior, hay que
engendrarlas.
Para
engendrar la astucia, lo primero es mantenerse alerta. Si estamos cansados, distraídos o
desconcentrados, no nos vamos a dar cuenta de lo que pasa alrededor
nuestro. Por eso, para engendrar
astucia, tenemos que cumplir con las necesidades biológicas básicas, es decir,
descansar, estar bien alimentados, no tener sed, hacer ejercicios adecuados.
Nace
la astucia cuando se adopta un punto de vista objetivo, sin dejarse influir
demasiado por las emociones, y dejando de lado los prejuicios. Hay que acordarse de que nadie toma una buena
decisión estando enojado. Un santo
recomendaba nunca tomar una opción en la vida espiritual si uno está triste o
alterado. Decía que mejor era suspender
la decisión, dormir y comer bien, y recién continuar cuando esté en paz.
Podremos
dar a luz a nuestra hija Astucia si tomamos nota de las fortalezas y
debilidades de los demás, porque muchas cosas las aprendemos por
comparación. Los grandes astutos de la
historia han sido maestros en la observación de la vida humana concreta en las
personas que lo rodeaban. El gran
mandamiento del amor al prójimo exige ser muy astutos, porque no podemos amar
si no conocemos quién es nuestro prójimo.
Para
que crezca la astucia, en las decisiones conviene considerar todos los posibles
resultados. Eso nos dará la posibilidad
de superar de antemano los defectos u obstáculos que tengamos, y podremos
planear las respuestas según se desarrollen los hechos.
Un
alimento muy valioso para la Astucia es que aprenda de los errores que
cometemos. Algunas veces seremos
vencidos, o nos descubrirán los ardides utilizados, por más hábiles que
seamos. Ese es el momento de tomar nota
de cómo y cuándo fallaron nuestros planes, para no cometer el mismo error de
nuevo.
Lo que
hace que Astucia sea nuestra hija espléndida, es el consejo que desde el
comienzo de la cultura humana se nos viene dando y repitiendo: conócete a ti
mismo. Es importante saber qué es lo que
me pone nervioso, en qué soy bueno y en qué soy malo. Es valioso descubrir en cuáles situaciones me
siento más seguro. Y es decisivo ser
honesto acerca de las propias habilidades.
Finalmente,
busquemos un buen marido para esta Astucia, una de nuestras hijas del
alma. Pueden ser el Conocimiento de Sí,
el Valor o el Amor. Así habrá surgido
una plenitud de vida en nuestro corazón.
Interior
Paul Guiragossian
(libanés, 1926-1993)
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