domingo, 14 de agosto de 2016

EL SILENCIO DEL RUISEÑOR



 

La jaula del pájaro

Conrad Marca-Relli

(estadounidense, 1913-2000) 


En los tiempos de Salomón, el mejor de los reyes, un hombre compró un ruiseñor que tenía una voz excepcional. Lo puso en una jaula donde al pájaro nada le faltaba, y este cantaba durante horas y horas, para admiración de los vecinos. 

Un día en que la jaula había sido colocada en un balcón, se acercó otro pájaro, le dijo algo al ruiseñor y se fue volando. Desde aquel instante el incomparable ruiseñor permaneció en silencio. 

El hombre, desesperado, llevó a su pájaro ante el rey profeta Salomón, que conocía el lenguaje de los animales, y le pidió que le preguntase por las razones de aquel mutismo. El pájaro le dijo a Salomón: 

‘Antaño no conocía ni cazador ni jaula. Entonces me enseñaron un apetecible cebo y, empujado por mi deseo, caí en la trampa. El cazador de pájaros me llevó, me vendió en el mercado, lejos de mi familia, y me encontré en la jaula del hombre que aquí ves. Empecé a lamentarme día y noche, lamentaciones que ese hombre tomaba por cantos de agradecimiento y alegría. Hasta el día que otro pájaro vino a decirme: “Deja ya de llorar porque es por tus gemidos por lo que te guardan en esta jaula.” Entonces decidí callarme.’ 


Salomón tradujo estas frases al propietario del pájaro. El hombre se dijo: ‘¿Para qué guardar un ruiseñor si no canta?’ Y lo puso en libertad.


Presencia del ser

         El cuento es una bella iniciación al silencio.  Nos enseña el camino para llegar a la libertad, saliendo de la jaula de nuestro dominador, evitando su enojo o su venganza.

         La palabra surge del silencio.  Cuando vamos al encuentro de alguien, cuando nos reunimos a conversar, empezamos con silencios: hay encuentro porque no nos veíamos antes, porque un silencio nos separaba.  Antes de que alguien hable, que pronuncie un discurso a una asamblea o que dé un consejo personal, hacemos silencio y le otorgamos la palabra, lo autorizamos a que rompa el silencio.

Resurrección del pájaro
Georges Braque
(francés, 1882-1963)

         La palabra es la proyección de lo que se pensó.  Así como el sueño surge de la quietud de la noche, la palabra brota del silencio de la persona.  Si el que va a dar un discurso o el que va a dar un consejo no ha callado previamente, es altamente probable que todo salga mal.  Es como el ruiseñor, no hacía silencio, y entonces su lamento sonaba a canto en los hombres.

         Lo mismo ocurre con la acción.  Por ejemplo, el leñador, antes de dar su hachazo, se prepara y se concentra. O como sucede en tantas pruebas olímpicas, en las que los deportistas se quedan sin moverse previo al salto, a la carrera, o a cualquier disciplina deportiva. De la quietud surge la acción correcta. 

         ¿Cómo hacer para iniciarse en el silencio?  Una forma es cerrando los ojos y escuchar el bullicio o el murmullo de todo, como si estuviéramos escuchando música.  Podrá parecer estúpido, pero es una manera de “estar presente”.  No hay que intentar identificar los ruidos, no hay que ponerles nombres, sino dejar que lleguen y que se vayan.  No hay ruidos inadecuados, como el estornudo de alguien o una cosa que se cae. Cuando se practica esto, darle nombre a un ruido es caer en la trampa, es dejarse llevar por un sebo apetecible. 


Recolecciones y silencio
Jimmy Ernst
(alemán, 1920-1984)
         Además, estúpido era el ruiseñor, que no se callaba la boca y permanecía preso de su amo.  Escuchar el silencio” tiene el valor de ser una “contracultura”; algo que rompe los moldes que nos aprisionan y que condicionan todas nuestras relaciones, aun la que tenemos con Dios.

         De esta manera, podemos entender que el hombre dueño del pájaro no es externo a nosotros, sino que habita en nuestro interior.  Primero nos atrapa con sus promesas: bienestar en la jaula, admiración por parte de otros de lo que hagamos en el encierro.  Convierte nuestro lamento en espectáculo y nos hace creer que puede haber cosas más importantes que nuestra libertad. 
    
         A modo de elogio, leemos “Silencio” de Octavio Paz (mexicano, 1914-1998):

Así como del fondo de la música brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.


El sonido del silencio
Gillian Ayres
(británica, n. en 1930)