De
entre todos los orígenes el de la luz, o el del fuego, es el más
enigmático. Se cuenta a menudo, sobre
todo en los pueblos indios de América. En
las Haida, islas a lo largo de la costa noroeste de América del Norte, se
cuenta que al principio todo era negro, completamente negro. En su casa, junto al río, un anciano guardaba
un cofre, que contenía un cofre, que contenía otro cofre, que contenía una
infinidad de cofrecitos, y cada uno de ellos contenía un cofrecito más y más
pequeño, hasta el último, que era tan pequeño “que no podía contener otra cosa
que toda la luz del universo”.
Fue
necesaria la astucia del cuervo, el embaucador local, el “trickster”, personaje
mentiroso, descarriado y obsceno, que se transformó en un admirable chiquillo, al
que dio a luz una mujer, y le suplicó al anciano que abriese el cofre. Entonces la luz invadió el mundo.
En
otro lugar, donde vivían los yanomamis de Venezuela, se cuenta que antaño el
fuego pertenecía a un viejo avaro y desagradable, Ima-Riwë, que lo había
escondido debajo de la lengua. Se negaba
con obstinación a prestar ni una chispa.
Un hombrecillo astuto, llamado Yorékiti-rami, se esforzó en vano por
hacerle reír.
Fue
necesario que toda la tribu cayese enferma, incluso el viejo avaro, para que
finalmente estornudase. Entonces el
fuego salió de su boca y el hombrecillo astuto lo agarró. Saltó de alegría, y saltó tan alto que se
encontró en las ramas de un árbol de donde dejaba salir chispas. Desde aquel instante la madera arde. El árbol era un cacao, y seguimos utilizando
su madera para encender un fuego.
En
otros lugares, en otros pueblos indios de América, el fuego puede estar
escondido en la boca de un caimán que se niega a darlo. Hace falta que el “trickster” local organice
un espectáculo cómico y que el caimán se eche a reír para que el fuego escape y
sea otorgado a los hombres.
Fuego
en el corazón
El fuego tiene
diferentes aspectos, principalmente tres: luz, calor, transformación. Son aspectos importantes para el ser humano,
y sin embargo, su origen es misterioso.
Embaucador
John Hoyland
(ingles, 1934-2011) |
Desde
siempre hay tres órdenes de fuegos. El
primero es el orden terrenal, al que vemos con mayor intensidad en los volcanes
en erupción, bocas al interior de la tierra.
En relación con el ser humano y su vida diaria, el fuego es primordial
para la cocción de alimentos. Su
descubrimiento coincide con el pasaje del hombre carroñero, que come lo que
dejan otros animales, al cazador, que toma la carne de los animales y la
cocina.
El
segundo orden es el fuego intermedio. Es
el rayo, como atributo de los dioses, indicando inteligencia, fuerza y
dominio. Inspirado en este rayo está el
poder de la electricidad, la maravillosa fuente de energía que ha transformado
la civilización moderna.
El
tercer orden es el solar, el fuego celestial.
El sol es el centro de nuestro sistema, y como tal indica la plena
vigencia de la divinidad. Está en todos
los textos sagrados. Como ejemplo,
recordamos el texto en el que Jesús pone como modelo al Padre: “Aprendan de Él
que hace salir el sol sobre justos y pecadores”.
En los
relatos citados se introduce la figura del “trickster”, el embaucador, que vive
inventando trampas y engaños para obtener bienes de otros seres más poderosos y
muchas veces tacaños. Lo notable de esta
figura primitiva, es que el arte del engaño no lo aplica para sus propios
intereses, sino que siempre está al servicio de la comunidad. Su acción está lejos del egoísmo y de la
mezquindad.
Se usa
esta palabra “trickster” en forma técnica para referirse a la forma más
primitiva del héroe. Todos tenemos
nuestro camino heroico y siempre empezamos con un primer paso de astucia
primitiva.
Aguila
Chief Henry Speck
(canadiense, 1908-1971) |
La
primera tarea de nuestra vida es sacar al exterior el fuego de nuestro
corazón. Es encontrar los caminos
adecuados para poner las grandes pasiones que nos habitan, en acto. Pensemos en el amor y en la ira. Una obra por atracción y otra por fuerza,
para superar los grandes obstáculos que se nos presentan.
El
“trickster” somos nosotros mismos para nuestros respectivos corazones. En algunos casos, habrá que tener la
paciencia y la seducción necesaria para lograr que se abran las cajas, y
cajitas, hasta llegar al tesoro del amor, al fuego de la pasión. Otras veces, la risa hará que soltemos el
inmenso tesoro que tenemos debajo de la lengua, como viejos tristes y
amarretes.
Caminando
por la vida aprendemos a usar todos los recursos que tenemos, especialmente los
espirituales, para que con persuasión, razonamiento, y a veces con engaños,
podamos extender el fuego del corazón.