domingo, 20 de noviembre de 2016

EL PRECIO DE UN OLOR

El despertar de la conciencia
William Holman Hunt
(inglés, 1827-1910)   




Había una vez un hombre muy pobre que paseaba por la calle con un pedacito de pan en la mano. Era lo único que tenía, además del hambre.

Al pasar por un restaurante vio unas deliciosas albóndigas friéndose en una sartén.

 -Mmhh…- suspiró. -¡Qué delicia! ¡Si tan sólo pudiera comerme un bocado!

 Y como no tenía una sola moneda en ninguno de sus harapientos bolsillos, siguió mirando sin dejar de suspirar. Con la esperanza de capturar aunque más no fuera un poco de ese delicioso aroma, el hombre sostuvo un pedacito de pan por encima de la sartén durante algunos segundos y después se lo comió como si se tratara de un manjar.

El dueño del restaurante, que era un hombre grandote y avaro, vio al mendigo cuando intentaba atrapar con su pancito el aroma de su comida. Entonces salió del local, agarró al pobre por el cuello y lo llevó ante el juez, que era una persona justa. Exigía que el mendigo le pagara por las albóndigas.

El juez escuchó atentamente al hombre avaro, después extrajo unas monedas de su bolsillo y le dijo:

-Párese junto a mí por un minuto.

El dueño del restaurante obedeció y el juez sacudió su puño, haciendo sonar las monedas en el oído del demandante:

-¿Para qué hace esto?- le preguntó el dueño avaro.

 El Juez respondió:

-Acabo de pagar por sus albóndigas. Con seguridad el sonido de mi dinero es un justo pago por el aroma de su comida.


Hacer justicia con el pensamiento

         Más de un filósofo griego estaría encantado con este cuento.  Con su claridad, el relato nos habla de una cuestión importantísima para el pensamiento de la humanidad.  Han pasado casi 25 siglos de aquellos pensadores que han puesto los pilares de nuestra cultura, y a pesar de la inmensidad de tiempo, siguen teniendo razón.
Los tres filósofos
Giorgio Barbarelli
 da Castelfranco (Giorgione)
(italiano, 1478-1510)   

         La cuestión central es muy simple: ¿qué es lo importante de cada cosa?  Cuando nos referimos a “cosa”, estamos usando un término muy refinado, bien filosófico.  Puede ser una piedra, un ratón, un árbol, un hombre, el planeta Mercurio o una galaxia.  Todas son “cosas” distintas. 

         Lo importante de cada cosa es lo que la hace ser tal cosa.  Hay otras características de las cosas, que son notables, pero que “no hacen a la cosa”.  Por ejemplo, un hombre blanco.  Hay características que hacen que el hombre sea hombre.  El ser “blanco” no es esencial.  A estas características secundarias, la filosofía las llamaba “accidentes”.  Recordemos el refrán: “Aunque la mona se vista de seda, mona queda”.

         En el cuento, el aroma de la comida no es esencial, es un accidente. Y por eso el juez no paga con monedas, sino con el “ruido” de las monedas, que es un accidente.

         Otro ejemplo para entender.  En los tiempos antiguos vivió Fidias, un famoso escultor.  Si observamos una estatua de Fidias podremos apreciar que tiene ciertas características que pueden variar sin que deje de ser una estatua.  Tiene un determinado peso, un tamaño, un color, un aspecto definido.  Estas características forman parte de ella y no pueden existir por separado, es decir que no pueden ser en sí, sino que tienen que ser en otro.
 
Dinamismo de un cuerpo humano
Umberto Boccioni
(italiano, 1882-1916)  
         Los accidentes pueden cambiar, pero la estatua seguirá siendo una estatua.  Podrá tener otro aspecto, otro tamaño, otro peso y otro color, pero su esencia seguirá siendo la misma.

         Miremos algo más abstracto: un triángulo.  Es esencialmente un polígono de tres lados.  Y se reviste de accidentes: triángulo de tiza, de bronce, de flores, azul o verde, isósceles o escaleno.  Puede adoptar muchas presencias accidentales, pero lo común, lo inseparable, lo que se predica de todas es su esencia: un polígono de tres lados.

         Percibimos las cosas por sus accidentes y es preciso desnudarlas para conocerlas, para descubrir su meollo, aquello que permanece bajo los cambios de apariencia.  Pero si me quedo en los accidentes, me puedo equivocar al generalizar, y decir que un triángulo es un polígono verde.

         Por eso los antiguos nos recomendaban que tuviéramos tranquilidad de espíritu, para poder pensar con cuidado, evitando así las equivocaciones y daños que podamos causar.  

         También el cuento nos puede ayudar a comprender la siguiente enseñanza espiritual sobre lo que verdaderamente somos: “No eres los pensamientos, eres el espacio desde el cual surgen los pensamientos. ¿Y qué es ese espacio? Es la conciencia misma. La conciencia que no tiene forma. Todo lo demás en la vida tiene forma. En esencia somos esa conciencia sin forma que está detrás de los pensamientos.”

 
Mimetismo antropomórfico de la consciencia colectiva
Victor Brauner
(rumano, 1903-1966)