Sin nombre Waka Yoshida (japonesa, n. en 1983) |
—Usted perdone —le dijo un pez a otro—. Usted es más viejo y tiene más experiencia que yo, y probablemente pueda ayudarme. Dígame, ¿dónde puedo encontrar eso que llaman Océano? He buscado por todas partes y no lo puedo encontrar.
—El Océano —respondió el viejo pez— es donde estás ahora mismo.
—¿Esto? Pero si esto no es más que agua... Lo que yo busco es el Océano —contestó el joven pez. Y se marchó decepcionado a buscar en otra parte.
En
donde estamos
Océano
Mosaico
greco romano
(Antioquía,
s. II d.C.)
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Para los antiguos
griegos, Océano era un anchuroso río anular que rodeaba todas las tierras. Un poeta antiguo lo llama “el gran río sin
fin”, refiriéndose a su forma de anillo.
Asociaron esa fuerza natural a un ser sobrenatural, como acostumbraban
esas civilizaciones fundantes de nuestra cultura. Así Océano era un titán, hijo de Urano y de
Gea. El titán tenía esposa, llamada
Tetis, de cuya unión nacieron tres mil oceánides,
o ninfas del mar, y todos los oceánidas,
que son los ríos del mundo, las fuentes y los lagos.
Cuando
la divinidad es heredada por los romanos, le agregan largos cabellos y barbas, como
la forma de representar el agua. También
le agregan cuernitos en la frente, o a veces pinzas de cangrejo, en ambos casos
símbolos de fertilidad.
Se han
conservado de la antigüedad unos textos llamados Himnos Órficos, originados en
una corriente religiosa de Grecia, relacionada con Orfeo, maestro de los
encantamientos. Estos cantos nos
permiten conocer con más claridad los atributos de los dioses de aquellos
tiempos. Escritos en el siglo II d.C.,
su fuente oral se remonta al siglo VI a.C.
El himno a Océano dice así:
Invoco a Océano, padre
incorruptible y eterno, origen de los dioses inmortales y de los mortales
humanos, que con sus olas circunda el contorno de la tierra. De él derivan
todos los ríos y todo el mar, y las puras y corrientes aguas que manan de la
tierra. Escúchame, bienaventurado y muy dichoso, grandísima esencia
purificadora de los dioses, fin natural de la tierra, principio del firmamento,
que te mueves a través de las aguas. Ven, por favor, benévolo y contento para
con tus iniciados.
Expresión del universo del color naranja
Yves Klein
(francés,
1928-1962)
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Esto
es lo que no entiende el joven pez. Le sucede lo que decía un conocido
trovador: para los que miran sin ver, la
tierra es tierra nomás. Está sumergido
en el océano y es invitado a encontrar las auténticas claves de lo que está
buscando en el decir de los poetas, o seguir buscando en la inmensidad
inabarcable.
Llevemos
el cuento a nuestro interior. Cuando nos
preguntamos en dónde estamos, a veces la respuesta son señales inmediatas, una
ciudad, una vivienda, un ámbito educativo o laboral. A veces percibimos estas referencias como
demasiado pequeñas, y ansiamos más.
Entonces
descubrimos que estamos en un planeta, que nosotros llamamos tierra.
Nos inquieta un poco esta nueva referencia, pues nos resulta difícil de
abarcar con nuestro conocimiento y experiencia.
Sin embargo, a pesar de su inmensidad, todavía no llegamos a saciar
nuestra curiosidad. Buscamos esa unidad
en la que todo esté contenido, la unidad que lo abarca todo. Se llama universo.
Aprovechemos
el cuento y reemplacemos el término océano
por universo. Ahora es un hombre el que le pregunta a uno
más viejo: ¿dónde puedo encontrar eso que
llaman universo? La respuesta será
la misma del pez anciano: es dónde estás
ahora mismo.
Entre dos mares
Chicote CFC
(español, n.
en 1963)
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