Un
hombre que tenía dos hijos de signo opuesto, uno muy optimista y el otro muy
pesimista, siguió el consejo de un amigo de dar a cada uno, por su décimo
octavo cumpleaños, un obsequio muy distinto: algo fabuloso para el pesimista y
algo horrible para el optimista. Tal vez así se equilibrarían los estados de
ánimo, opinaba el amigo.
Llegado
el día, el padre hizo salir a los chicos a ver los dos regalos que estaban
tapados en la calle por sendas sábanas.
El
pesimista descubrió una potente moto japonesa y empezó a gritar y llorar a su
padre: “¡Tú lo que quieres es que me mate!”
El
optimista destapó un enorme excremento y empezó a bailar, loco de alegría.
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“¿Qué celebras, idiota?”, le preguntó su hermano.
A
lo que el optimista contestó: “Si aquí hay este excremento es que enseguida
viene mi caballo”.
El
vaso a la mitad
El
padre del cuento no encuentra una solución para aplacar a sus hijos mellizos.
Siempre que hay un vaso cuyo contenido está a la mitad, algunos dirán que está
medio lleno, y otros exclamarán decepcionados que está medio vacío. Es difícil
que el optimismo o el pesimismo sean unánimes.
Heráclito y Demócrito
Bramante
(italiano,
c. 1443/1444-1514)
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Es lo
mismo que sucede en nuestros propios corazones. Tenemos días en que todo va
bien, y de las situaciones oscuras nos animamos a sacar beneficios. Pero
también ocurre que caemos en negatividades tan grandes, que nos convertimos en
modelo de pesimistas. Los más disciplinados logran matizar los extremos, pero
nadie está permanentemente en una sola posición pues esta dualidad, como muchas
otras, es típica de la naturaleza humana. La vida es fluctuación y este no
permanecer en un estado forma parte de nuestra calidad, si sabemos ver.
Desde
la antigüedad griega se ha presentado al pesimismo y al optimismo a través de
la oposición de Heráclito, el filósofo
que llora, y Demócrito, el filósofo
que ríe. Con estas características el tema se hizo famoso en la literatura
y en el arte, desde el Renacimiento hasta entrado el siglo XX. Un ejemplo es el
poeta peruano Clemente Althaus (1835-1881), que en un texto titulado con el
nombre de los dos filósofos, y dedicado a una tal Amalia, dice:
Preguntarme
te plugo, amiga mía,
cuál
es el que mi verso más alaba:
Demócrito
que todo lo reía,
o
Heráclito que todo lo lloraba.
Heráclito (efesio, 540 aC-470 a.C.) fue
apodado el oscuro, porque su estilo era de carácter enigmático. Veía el
universo formado por contrarios en perpetua oposición, de lo cual surge el
constante cambio o devenir de los hombres y las cosas. Planteó un principio
normativo, como una síntesis, que algunas interpretaciones lo identifican con
el fuego, elemento cósmico primordial.
Áreas de altos espíritus Paul Klee (suizo, 1879-1940) |
Demócrito (griego, 460 aC-370 a.C.),
fundó la teoría atomista. Concebía el universo hecho de innumerables
corpúsculos o átomos sustancialmente idénticos, indivisibles, eternos e
indestructibles, que se encuentran en movimiento en el vacío infinito, y se
diferencian entre sí en cuanto a sus dimensiones, su forma y su posición.
Aunque se los presente antagónicos,
estos filósofos no tenían posturas tan opuestas. Cuando hablan de la ética,
Heráclito invitaba a la sabiduría que consiste en entender cómo se conduce el
mundo, y ese entendimiento sería la base de la moderación y el
autoconocimiento. Demócrito decía que la
aspiración natural de todo individuo es a la tranquilidad de espíritu. Es un
equilibrio interno que se consigue mediante el control de las pasiones por el
saber y la prudencia.
El poeta Clemente Althaus termina la
poesía mencionada, con estos versos:
Y
solo aprobará mi poesía
al
que, siempre guardando el justo modo,
algunas
veces llore y otras ría,
que
hay lugar en la vida para todo.
Ni
toda es farsa que a reír convida
nuestra
vida, ni lúgubre tragedia;
si
damos a la risa media viva,
damos
también al llanto la otra media.
Frente a la recomendación de cultivar el pesimismo de la razón y el
optimismo de la voluntad que algunos postulan, es mejor tener la
experiencia de la libertad, en el sentido de aceptar que sólo vivimos cuando
arriesgamos siempre de nuevo esta vida y dejamos que la vida viva.
Pesimismo y Optimismo
Giacomo
Balla
(italiano,
1871 - 1958)
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