domingo, 21 de enero de 2018

NADIE SE LO DIJO

Retrato de anciano con nieto
Domenico Ghirlandaio
(italiano, 1448-1494)

Había una vez dos niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó y uno de los niños cayó al agua, quedando atrapado. El otro niño, viendo que su amigo se ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas sus fuerzas hasta que logró romper la helada capa, agarró a su amigo y lo salvó.

Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo hizo, pues el hielo era muy grueso.

- “Es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y sus manos tan pequeñas”, afirmaban.

En ese instante apareció un anciano y dijo:
- “Yo sé cómo lo hizo”.

- “¿Cómo?”

- “No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo”.


El niño anciano
Fotografía del Proyecto
Cenizas y Nieve
Gregory Colbert
(canadiense, n. en 1960)

         Sorprende que los ángeles, seres de una perfección y belleza inimaginables, sean representados en el arte como niños, especialmente después del Renacimiento. Algunos lo relacionan con las señales de pureza y de inocencia, junto con otras características menos señaladas, cuales son la paz interior y la confianza en sí mismo. El ángel, ser inmaterial y eterno, nos anuncia ese centro que reside en el núcleo de la vida, un paraíso en el cual vencemos la complejidad y la ansiedad, y en el cual estaremos sin tiempo, con una actitud de niños.

         La vida creyente auténtica tiene que ver con el modelo que los niños presentan: Les aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será el más grande en el Reino de los Cielos, enseña Jesús. La propuesta conmueve nuestro corazón, y nos surge la pregunta inquieta que hizo el fariseo Nicodemo al mismo Jesús: ¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo?¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?

         La misma admiración por la niñez la encontramos en textos tan antiguos como los de Chuang-tse (chino, 369-290 a.C.) cuando elogia a una anciana diciendo: A pesar de tu avanzada edad, tienes el frescor de una niña. En su relato hace referencia a la simplicidad natural, a la espontaneidad, a la concentración sin reserva mental.

         
Se puede nacer de nuevo, se puede volver a ser niño. En el cuento citado, tanto el niño que rompe el hielo para salvar a su amigo como el anciano que interpreta la acción, son dos aspectos que van siempre juntos en nuestra persona. Por eso, se suele hablar del puer senex, el niño anciano.
Niño Anciano
Alberto Durero
(alemán, 1471-1528)

         El aspecto niño le da al ser humano una sensación de sentido a la vida y de fe en un ser supremo que dirige los designios de la humanidad. A la vez tiene una gran confianza en su propio destino, en otras palabras, es el impulso inconsciente a creer en algo o alguien superior, lo que lleva implícita la esperanza de que hay algo más allá de los límites del mundo material. Es cuando las personas expresan una ilimitada confianza en la vida y en estar protegidos por fuerzas omnipotentes y ser capaces de lograr objetivos casi inalcanzables.

El anciano, el otro aspecto de nuestro interior, corresponde a la energía responsable de transmitir la sensación de finitud y límites propios de la vida en la tierra. Así nos descubrimos a veces como personas algo pesimistas, prudentes, tranquilas, pacientes y ligeramente resignadas ante las frustraciones propias de la vida material.

Es muy poco frecuente que estos aspectos estén en equilibrio, algo que sí se puede lograr en la conversación con otra persona que sea capaz de escuchar y que tenga una vida interior activa y consciente. Todos somos niños ancianos, y esta maravilla se manifiesta en el amor de los amigos, como en el cuento. La misma realidad también la podemos disfrutar en la conversación con quien nos quiera, como le ocurrió a Nicodemo con Jesús de Nazaret.



Niños dibujando
Pablo Picasso
(español, 1881-1973)

domingo, 7 de enero de 2018

LOS TRES DESEOS DE ALEJANDRO MAGNO

Alejandro descendiendo en submarino
Juan de Grise
(belga, activo en 1338-1344)

Cuenta la leyenda que Alejandro Magno, gran guerrero y conquistador, estando en vísperas de su muerte, hizo llamar a sus generales, llamados diádocos, para comunicarles sus tres últimos deseos.

Una vez venidos todos a su lecho, y rodeado de ellos, procedió a enumerar sus requerimientos postreros:

- Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los mejores médicos de la época.

- Que los tesoros que había conquistado durante toda su vida, plata, oro y piedras preciosas, fuesen esparcidos por el camino que llevaba hasta su propia tumba.

- Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.

Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, tuvo a bien preguntarle a Alejandro cuáles eran las razones para semejantes deseos.

Acto seguido, Alejandro argumentó:

- "Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd, para así mostrarles a todos, y a ellos mismos, que no tienen, ante la muerte, el poder de curar"

- "Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecerán, y no se irán con ninguno de nosotros, simples mortales"

- "Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que así como vinimos a este mundo con las manos vacías, de igual forma nos iremos, cuando se nos termine el más valioso tesoro que poseemos, que no es otro que el tiempo".


Los tesoros del hombre
Alejandro en el lecho de muerte
dictando su testamento
Artista flamenco desconocido.
(Fines del s. XV)

         Alejandro III de Macedonia (Pella, Macedonia, 356 a.C. - Babilonia, 323 a.C.) fue un admirado conquistador, que cambió de raíz la estructura política y cultural de una inmensa región. Su formación cultural estuvo a cargo del filósofo griego Aristóteles (384 a.C.-322 a.C.) y su aprendizaje militar y político lo hizo con su padre Filipo II de Macedonia, quien murió asesinado. Alejandro empieza ordenando las luchas internas de Macedonia. Una vez pacificada la región iniciará la conquista de los persas, en una guerra de venganza por lo que ellos habían hecho sufrir a su pueblo. Su imperio abarcó también Egipto, donde fundó una de las ciudades que se llamarán Alejandría. Luego de tomar Asia Menor, se dirigió y anexó la India. Allí sus generales se negaron a continuar contradiciendo sus deseos de llegar al Extremo Oriente.

         Volviendo sobre sus pasos, luego de trece años de constantes conquistas, llega a Babilonia. Estaba a punto de cumplir apenas treinta tres años de edad cuando lo sorprende la muerte. Hoy todavía no se sabe si murió de una enfermedad o si fue envenenado por alguno de los que lo acompañaron. Su obra fue política elaborando un gran imperio y también cultural, llevando elementos griegos hasta la India, y dejando que los tesoros de sabiduría que encontró en su camino ingresaran en la civilización griega. Se lo conoce como Alejandro Magno, que significa el Grande, tanto por sus hazañas como también por su profunda religiosidad.

         Este rey tiene categoría de héroe mítico. Sus acciones formaron parte de una tradición oral inmensa. Su vida ha sido objeto de muchos relatos populares, de los cuales no escapa ese momento tan especial de su muerte, que es una iniciación para todo ser humano. La muerte de los grandes se hace cuento, para poner en evidencia las significaciones que este paso tiene para los hombres: liberadora de las penas y las preocupaciones, no es un fin en sí misma; abre el acceso al reino del espíritu, a la vida verdadera.
El ermitaño Sisoes meditando
en la tumba de Alejandro
Autor desconocido.
En el Monasterio Varlaam,
Meteora, Grecia.

         Las tres peticiones de Alejandro Magno encarnan las lecciones aprendidas por la humanidad. La vida terrenal, etapa en donde se mezclan desde aspectos claros hasta dimensiones de amenazante oscuridad, tiene un tiempo definido que no puede ser cambiado ni por los más sabios médicos. Y este paso tiene tesoros evidentes, consistente en bienes materiales en abundancia para algunos, como escasos para otros. También está el bien del tiempo, tal como lo expresa el último deseo del Alejandro.

         Pero hay un tesoro escondido, significado por las joyas materiales y el tiempo, por los bienes exteriores que recibimos ajenos muchas veces a nuestra voluntad. Ese tesoro escondido es el símbolo de la esencia divina no manifestada, según enseña la tradición. Está oculto en el fondo de las cavernas o en pasajes subterráneos del ser humano, en su corazón, en su alma.


         Es probable que Alejandro Magno buscara ese tesoro escondido en su corazón. Para eso se lanzó a la conquista, desarrollando la herencia recibida y sabiendo que las joyas materiales iban a ser pisadas algún día. Como todo ser humano digno, el rey Alejandro hizo su camino, luchó con sus enemigos y sembró cultura. Pero en realidad, fue en búsqueda del tesoro escondido, que es el símbolo de la vida interior, luchando contra los monstruos que lo guardan, que no son más que aspectos de nosotros mismos. En esto, los seres humanos somos magnos. 

Alejandro Magno escuchando a Aristóteles
José Manuel Merello
(español, n. en 1960)