Retrato de anciano con nieto
Domenico
Ghirlandaio
(italiano, 1448-1494) |
Había
una vez dos niños que patinaban sobre una laguna helada. Era una tarde nublada
y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo se reventó
y uno de los niños cayó al agua, quedando atrapado. El otro niño, viendo que su
amigo se ahogaba bajo el hielo, tomó una piedra y empezó a golpear con todas
sus fuerzas hasta que logró romper la helada capa, agarró a su amigo y lo
salvó.
Cuando
llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaban cómo lo
hizo, pues el hielo era muy grueso.
-
“Es imposible que lo haya podido romper con esa piedra y sus manos tan
pequeñas”, afirmaban.
En
ese instante apareció un anciano y dijo:
-
“Yo sé cómo lo hizo”.
-
“¿Cómo?”
-
“No había nadie a su alrededor para decirle que no podía hacerlo”.
El
niño anciano
Fotografía del Proyecto
Cenizas y Nieve
Gregory
Colbert
(canadiense,
n. en 1960)
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Sorprende
que los ángeles, seres de una perfección y belleza inimaginables, sean
representados en el arte como niños, especialmente después del Renacimiento. Algunos
lo relacionan con las señales de pureza y de inocencia, junto con otras
características menos señaladas, cuales son la paz interior y la confianza en
sí mismo. El ángel, ser inmaterial y eterno, nos anuncia ese centro que reside
en el núcleo de la vida, un paraíso en el cual vencemos la complejidad y la
ansiedad, y en el cual estaremos sin tiempo, con una actitud de niños.
La vida creyente auténtica tiene que
ver con el modelo que los niños presentan: Les
aseguro que si ustedes no cambian o no se hacen como niños, no entrarán en el
Reino de los Cielos. Por lo tanto, el que se haga pequeño como este niño, será
el más grande en el Reino de los Cielos, enseña Jesús. La propuesta
conmueve nuestro corazón, y nos surge la pregunta inquieta que hizo el fariseo
Nicodemo al mismo Jesús: ¿Cómo un hombre puede
nacer cuando ya es viejo?¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su
madre y volver a nacer?
La misma admiración por la niñez la
encontramos en textos tan antiguos como los de Chuang-tse (chino, 369-290 a.C.)
cuando elogia a una anciana diciendo: A
pesar de tu avanzada edad, tienes el frescor de una niña. En su relato hace
referencia a la simplicidad natural, a la espontaneidad, a la concentración sin
reserva mental.
Se puede nacer de nuevo, se puede volver a ser niño. En el cuento citado, tanto el niño que rompe el hielo para salvar a su amigo como el anciano que interpreta la acción, son dos aspectos que van siempre juntos en nuestra persona. Por eso, se suele hablar del puer senex, el niño anciano.
Niño Anciano
Alberto
Durero
(alemán,
1471-1528)
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El aspecto niño le da al ser humano una sensación de sentido a la vida y de fe
en un ser supremo que dirige los designios de la humanidad. A la vez tiene una
gran confianza en su propio destino, en otras palabras, es el impulso
inconsciente a creer en algo o alguien superior, lo que lleva implícita la
esperanza de que hay algo más allá de los límites del mundo material. Es cuando
las personas expresan una ilimitada confianza en la vida y en estar protegidos
por fuerzas omnipotentes y ser capaces de lograr objetivos casi inalcanzables.
El
anciano, el otro aspecto de nuestro
interior, corresponde a la energía responsable de transmitir la sensación de
finitud y límites propios de la vida en la tierra. Así nos descubrimos a veces
como personas algo pesimistas, prudentes, tranquilas, pacientes y ligeramente
resignadas ante las frustraciones propias de la vida material.
Es
muy poco frecuente que estos aspectos estén en equilibrio, algo que sí se puede
lograr en la conversación con otra persona que sea capaz de escuchar y que
tenga una vida interior activa y consciente. Todos somos niños ancianos, y esta maravilla se manifiesta en el amor de los
amigos, como en el cuento. La misma realidad también la podemos disfrutar en la
conversación con quien nos quiera, como le ocurrió a Nicodemo con Jesús de
Nazaret.
Niños dibujando
Pablo
Picasso
(español,
1881-1973)
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