La costra de oro James Abbott McNeill Whistler (norteamericano,1834-1903) |
Un
avaro enterró su oro al pie de un árbol que se alzaba en su jardín. Todas las
semanas lo desenterraba y lo contemplaba durante horas. Pero, un buen día,
llegó un ladrón, desenterró el oro y se lo llevó. Cuando el avaro fue a contemplar
su tesoro, todo lo que encontró fue un agujero vacío.
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“¿Empleaba usted su oro en algo?”
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“No”, respondió el avaro. “Lo único que hacía era contemplarlo todas las
semanas”.
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“Bueno, entonces”, dijo el vecino, “por el mismo precio puede usted seguir
viniendo todas las semanas y contemplar el agujero”.
Más
allá
Para
el avaro y el ladrón, el oro es importante por su equivalente monetario. Pero
el símbolo del oro es de un valor incalculable en términos pecuniarios. Sus más
nobles características son su brillo que atrae todas las miradas, la
maleabilidad que permite la realización de objetos metálicos de una belleza
soñada y su duración porque no se oxida ni es atacado por otros elementos. En
la espiritualidad es equiparado al sol. El Astro Rey madura en las entrañas de
la Tierra, pues de ella sale todas las mañanas y, al igual que otros astros,
produce una variedad de mineral. El oro expresa el fruto de la unión del Sol y
la Tierra.
En
el Ural, que es una región de Rusia y de alguno de sus países vecinos, hay una
asociación mítica del oro con la serpiente: la gran serpiente de la tierra, el gran reptador es el amo del oro. El
filón de oro en las entrañas de la tierra tiene esa forma. Se dice que por
donde pasa la gran serpiente allí se deposita el sublime metal, y que si se
enfada, puede llevárselo a otra parte. En esta tradición el oro constituye el
secreto más íntimo de la tierra.
En
el Noroeste africano hay dos grupos vecinos, los dogón y los bambara, para quienes
el oro es la materialización tangible de la vibración original del espíritu de
Dios, que es real pero intangible. Así el metal precioso se convierte en el fundamento
de toda la construcción cósmica, lo que implica que el universo está realizado
sobre el oro. A la vez es base de la solidez y por tanto de la seguridad
humana, y por extensión, principio de felicidad.
El
ladrón del cuento priva al avaro de su oro, pero a la vez le abre una puerta
más valiosa todavía. El vecino consuela al despojado con una enseñanza
sumamente profunda al alcance de cualquier persona. Le dice que contemple el
agujero, dándole a entender que en eso encontrará una riqueza más grande que en
la contemplación del oro.
Escaramujo salvaje Merab Abramishvili (georgiano, 1957-2006) |
En
la tradición humana el agujero es el símbolo de la apertura a lo desconocido.
Puede ser lo que desemboca en otro lado, más allá de lo concreto. O puede ser
lo que desemboca en lo escondido, más allá de lo aparente. Cabe recordar que en
la tradición griega, la Diosa de la inteligencia, Atenea, nace de un agujero
producido por un hachazo en el cráneo de Zeus, el más importante de los dioses.
Los
seres humanos sabemos que aún nos falta mucho para alcanzar la plenitud, aunque
poseamos grandes bienes. Por eso, la privación de lo que nos distrae de la meta
puede ser una ganancia inconmensurable. Para la vida espiritual, la carencia de
objetos nos dispone para recibir y nos da una gran libertad para obrar. Para
algunos maestros ésta es la perfección: tener el alma despojada, para recibir en
nuestro corazón aquello que valga la pena.
Grupo III, nr 5
Hilma af Klint
(sueca, 1862-1944)
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