¿Qué es el hombre
para que pienses en él,
el ser humano
para que lo cuides?
(Salmo 8,5)
“Después a los cuatro vientos
Los cuatro se dirigieron;
Una promesa se hicieron
Que todos debían cumplir;
Mas no la puedo decir
Pues secreto prometieron.”
(José Hernández, “Martín Fierro”, Canto XXXIII)
Queremos introducirnos en el conocimiento de nosotros mismos, de una manera práctica. Antes de hacer esto, veamos la herramienta que utilizaremos, el pensamiento, y el símbolo que nos guiará en este camino, el número cuatro.
El riesgo de pensar.
El pensamiento es una herramienta valiosa con la que siempre contamos. Es muy buena compañía si no estamos demasiado apretados por las necesidades básicas. Mediante el lenguaje intentamos expresar a ese pensamiento, ordenarlo y usarlo de la mejor manera posible. Por eso la educación se dirige especialmente a él.
La propuesta es usar esta poderosa herramienta para mirarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros es “el hombre del cuatro”. Alimentaremos el pensar con algunas señales y veremos si nos lleva adonde queremos ir.
Uno de los más grandes asombros surge cuando empezamos a vislumbrar una sencilla respuesta a la pregunta: ¿qué es el hombre? Más profunda todavía: ¿quién soy yo? Es un tema grande y conmovedor. No depende de la edad que tengamos, si somos mujeres o varones, si vivimos en una ciudad o estamos en un pequeño poblado. Es una pregunta potente que puede despertar pensamientos que resultarán riesgosos.
Antes de abrir la puerta a esta perspectiva, tenemos que advertir sobre un riesgo que se corre. La amenaza no viene de ninguna enfermedad posible. A nadie le da fiebre por pensar, nadie se ha muerto de pensamiento. Por este lado podemos estar tranquilos.
El peligro viene de algunas formas organizadas a las que no les gusta que se piensen ciertas cosas. No son enemigos del pensamiento en general, sino de algunos temas en particular. Años atrás, al que se quedaba asombrado ante algún pensamiento se lo solía llamar “abriboca”. No era un elogio por la capacidad de asombro, sino una burla ante una súbita quietud.
No tengamos ningún temor. Los que busquen respuestas a estas preguntas no encontrarán otra cosa más que una sencilla alegría que da el ejercicio de la libertad.
¿Qué es el cuatro?
Todo el día estamos con los números. La fecha, la temperatura, una llamada telefónica, nuestro código de identificación, las monedas, la hora de los encuentros de trabajo, el año en que vivimos, nuestra edad, el canal de la televisión, y así de manera constante.
El cuatro es un número. Forma parte del conjunto de símbolos que usamos para contar cosas. Y contar es un aspecto importante de la forma que le damos a la realidad.
Los números permiten también jugar. Es la manera como marcamos quiénes ganan y quiénes pierden. A veces los juegos son de combinaciones sencillas y otras veces alcanzan formulaciones maravillosas. Hace miles de años una escuela de filosofía se fundamentó en los números y, entre otras cosas, tenía como importante la tetraktys. Llamaban así a la suma de los primero cuatro números naturales (1+2+3+4) que resulta diez.
Con el cuatro podemos estar todo el día. No nos hace falta papel y lápiz para pensar en él. Una forma es relacionarlo con figuras geométricas y buscarlas en lo que nos rodea. ¡Cuántas cosas cuadradas y rectangulares hay! El cuadrado tiene cuatro lados iguales y cuatro ángulos rectos. Si no encontramos un cuadrado perfecto, entonces están los cuadriláteros y los rectángulos. Por ejemplo, los campos para la práctica de varios deportes se hacen en rectángulos combinados.
Si trazamos las diagonales de nuestro cuadrado nos encontramos con la figura de una cruz, reiterando el cuatro en sus brazos. La cruz nos permite descubrir el centro del cuadrado, el punto de la encrucijada. Sin la cruz, ese centro permanece invisible, aunque existe siempre. Tan potente es el centro, que si desde allí hacemos girar el cuadrado a mucha velocidad, éste se transforma en un círculo. Y en la tradición el círculo es el símbolo y el modelo de la actividad creativa.
Volviendo al cuatro, lo vemos en la orientación para movernos en la tierra. Es el número de los puntos cardinales: norte, sur, este y oeste. Y visto desde cada persona, hay cuatro direcciones básicas del movimiento en el plano: adelante, atrás, izquierda y derecha.
El maravilloso cuatro nos lleva a la forma tradicional de dividir el día: mañana, mediodía, tarde y noche. Y nos sigue sorprendiendo con las estaciones del año: primavera, verano, otoño e invierno.
Aprovechemos la oportunidad para ver algunas versiones del cuatro en la tradición bíblica. Allí se presentan cuatro animales simbólicos: el toro, el león, el hombre y el águila. Se ha relacionado a estos animales con los cuatro Evangelistas: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Un libro lleno del número cuatro es el Apocalipsis. Por ejemplo, en él se habla de los cuatro jinetes montados en caballos de cuatro colores distintos.
Las tantas referencias al número cuatro que encontramos en la vida, nos garantizan que esto no es una casualidad, ni un acuerdo entre sabios y poderosos. El cuatro atraviesa toda la realidad y contiene una verdad equivalente para las distintas culturas humanas.
El cuatro habla sobre nosotros.
Ahora veamos qué nos muestra el cuatro sobre nosotros. Más adelante, pensaremos más a fondo sobre cada orientación que surja de esta introducción. Nuestra búsqueda será saber algo más sobre nosotros mismos, con la pretensión de colaborar con la libertad de pensamiento.
Cuando llegue el momento, nos vamos a referir a algunos cuaternarios (conjunto de cuatro cosas) que mencionamos aquí. El más elemental de ellos, que está en la base de la mayoría de las culturas, es el siguiente: tierra, agua, fuego y aire. De estos cuatro elementos se dice que están hechas todas las cosas. No solamente en el aspecto material, sino también en el aspecto simbólico.
En otra civilización, cuando se habla del ser humano, se le aplica este cuaternario: cuerpo, alma, ciudad y cosmos. No son partes, sino aspectos de la única realidad humana. Es lo que somos siempre y simultáneamente.
También nos será de utilidad otro cuaternario que ha sido mencionado con frecuencia en la civilización occidental, pero que tiene resonancias bien claras en otras partes. Es el conformado por bien, verdad, ser y nada.
Hay muchos otros. Con el pensamiento como herramienta, y el cuatro como orientación simbólica, podemos descubrir cosas sobre nosotros mismos. Tengamos la confianza de hacerlo en cualquier lado: viajando en colectivo o en auto, en el hogar o en el trabajo, caminando o acostados.
De esta manera, a lo mejor conquistamos un poco más de libertad o, al menos, algunos momentos de alegría. Tomados de la mano del cuatro, vayamos al encuentro de nosotros mismos.