Una casa aislada cerca del valle del monte Inwangsan Jeong Seon (coreano, 1676-1759) |
La
península de Corea está situada entre China y Japón. Esta posición determinó el carácter y las
creencias de este pueblo. Fue un lugar
de intensas luchas entre los ejércitos chinos, mongoles y japoneses. Actualmente permanece dividida en dos
naciones, recientemente reconocidas en las Naciones Unidas (1990).
Los cuentos
populares de Corea están influenciados por distintas concepciones
religiosas. En esa región se adoptaron,
en distintas épocas, algunas formas del budismo, varios estilos de
confucianismo y cristianismo. También
asumieron diversas doctrinas filosóficas, y supieron tener cosmovisiones
generadas por la gente del lugar.
En el
siguiente cuento aparecen los tokaebi (también
escritos dokkaebi). Son unos monstruos pequeños, o duendes
grotescos. Su presencia tiene un
carácter maléfico, aunque a veces hacen bien y bendicen a los eventuales
interlocutores.
El granjero y el
tokaebi
Los monstruos tokaebi
son originarios de Corea. Son grandes y feos y siempre están molestando a las
personas.
Hace mucho tiempo en
Corea, vivía un granjero con su esposa. Una noche, mientras comían arroz y
kimchi en su humilde cocina, oyeron unos gritos y notaron cómo la tierra
temblaba.
Con mucho miedo,
abrieron la puerta y vieron unos monstruos tokaebi. Estaban bailando, gritando
y peleándose delante de su casa. El granjero se armó de valor y dijo:
- "Salgan de
aquí, ésta es nuestra casa."
- "Ja, ja,
ja"- se rió el tokaebi más grande- ¡Ésta ya no es tu casa, es nuestra
casa!".
El granjero volvió a
decirles que se fueran porque ésa era su tierra, pero los monstruos tokaebi se
rieron de él. Finalmente, al jefe de los monstruos Tokaebi se le ocurrió una
idea.
- Veamos, granjero, tú
dices que esta tierra es tuya y yo digo que es nuestra. Te propongo hacer un
concurso. Quién gane, se queda en la casa y quien pierda, se va.
Aunque al granjero le
pareció muy injusto porque la casa era suya, no le quedó más remedio que
aceptar la proposición del tokaebi pero con la condición de que cada uno de
ellos creara una prueba del concurso.
de El Album de 25 Hojas Kim Hong-do (1745-1806) |
El tokaebi más grande
lo pensó un momento y acariciando sus cuernos dijo:
-"¿Cuántos boles
se necesitarían para vaciar el mar?"
El granjero miró al
Tokaebi y después de pensar un rato dijo:
- "Depende del
tamaño del bol. Si tienes un bol enorme y del tamaño del mar, sólo necesitarías
un bol. Si tienes un bol de la mitad del tamaño del mar, necesitarías
dos."
El tokaebi se enfadó
porque el granjero había respondido sabiamente. Y esperó la pregunta del granjero. El granjero se puso en el umbral de su puerta
con un pie dentro y un pie fuera. Entonces preguntó al tokaebi:
- "¿Estoy
entrando o estoy saliendo?"
El tokaebi le miró
furioso porque cualquier respuesta sería incorrecta. Así que él y el resto de tokaebis
se fueron a regañadientes. ¡El granjero les había ganado!
Abriendo la puerta.
El tokaebi se suele presentar como un
adversario desafiante del hombre, sea en la puerta de la casa, como en este
caso, o en las encrucijadas de los caminos.
Su acechanza la realiza mediante juegos de ingenio y también en lucha
física.
El origen
del tokaebi está en los objetos
inanimados, que se transforman en espíritus.
Pueden ser escobas, palas o trastos abandonados por sus dueños. Suelen llevar un palo, a veces es un mazo,
que en ocasiones utilizan como una varita mágica para hacer aparecer cosas
robadas en otros lados. Son independientes, no tienen dueños ni responden a
ningún liderazgo fantástico.
Dios de la Montaña y Tigre (anónimo coreano, s.XIX) |
Los
monstruos cumplen variadas funciones, entre ellas la de guardianes de un
pasaje. Por ejemplo, pueden custodiar la
entrada a un tesoro, un cruce de caminos, la entrada a un puente. En cuanto guardianes, le exigen a la persona
que se acerca que cambie de actitud, o que demuestre que tiene las condiciones para
seguir adelante. A esta situación se la
llama “rito de pasaje”: el hombre viejo debe quedar atrás para aparecer el
hombre nuevo.
En el
relato vemos que el tokaebi le exige
al campesino superar las pruebas para que pueda quedar en posesión de su hogar
y de su tierra. El hombre no es una
máquina, que en su vida repite acciones sin esfuerzo. La vida le exige al hombre estar con la
conciencia despierta, con la inteligencia alerta, para poder vencer a los
monstruos que llegan a la puerta de la casa.
En los
cuentos populares, los monstruos simbolizan fuerzas oscuras del interior del
hombre, las que ensombrecen la vida: el miedo, la culpa, la tristeza, la angustia. La función de los seres
fantásticos es hacernos comprender que contamos con herramientas interiores
para vencerlos, que estamos dotados de muchas condiciones para la dignidad del
vivir.
La propuesta del granjero.
Luego de
responder con inteligencia al enigma planteado por el monstruo, el campesino
presenta su prueba, parado en el umbral.
El monstruo había hecho todo fuera de la casa porque no podía
entrar. Tenía que atraer al hombre fuera
de la vivienda.
Los
monstruos cuidan los pasos y las entradas, pero no pueden ellos mismos
franquearlos nunca. El que puede
mejorar, cambiar su vida, superar las pruebas para seguir el camino o acceder
al tesoro, es el ser humano.
El enojo
final del tokaebi no está solamente referido a perder en un juego, sino que
también señala su mayor impotencia, que es no poder entrar, no poder cambiar de
condición. El ser humano puede buscar una mayor plenitud, el monstruo quedará
siempre en la función oscura de guardián.
El hombre
se puede parar en el umbral, puede unir lo de afuera y lo de adentro. Se mueve con libertad, puede estar en un
lugar u en otro, él es el que decide según su voluntad. El campesino puede estar en su casa, comiendo
con su esposa, y allí permanecer en paz.
Y cuando sale al exterior, a la vida cotidiana, tiene la capacidad de
vencer a cualquier monstruo para realizar con dignidad su trabajo y convivir
con armonía en el universo.
Afecto de Antigüedad Inmemorial II
Dong Ahn
Sook (coreano, nacido en 1922)
|