martes, 10 de julio de 2012

LA VERDAD MEDITADA


            Un buen maestro es el que nos hace entender la realidad sin demasiadas vueltas y complicaciones.  Con palabras accesibles y con buenos ejemplos nos orienta para que podamos llegar a la paz que significa comprender algo.
Maulvi en meditación
Anónimo
India, c.1630

            Comprender es alcanzar el entendimiento de la cosas, lo que requiere paciencia y atención.  Por eso “comprensión” se refiere también a tener tolerancia, especialmente con las emociones y capacidades de los otros.

            Veamos un buen ejemplo de enseñanza en el siguiente cuento anónimo de la India, titulado “La verdad... ¿es la verdad?”.

El rey había entrado en un estado de honda reflexión durante los últimos días. Estaba pensativo y ausente. Se hacía muchas preguntas, entre otras por qué los seres humanos no eran mejores. Sin poder resolver este último interrogante, pidió que trajeran a su presencia a un ermitaño que moraba en un bosque cercano y que llevaba años dedicado a la meditación, habiendo cobrado fama de sabio y ecuánime.

Sólo porque se lo exigieron, el eremita abandonó la inmensa paz del bosque.

  --Señor, ¿qué deseas de mí? -preguntó ante el meditabundo monarca.

  --He oído hablar mucho de ti -dijo el rey-. Sé que apenas hablas, que no gustas de honores ni placeres, que no haces diferencia entre un trozo de oro y uno de arcilla, pero todos dicen que eres un sabio.

  --La gente dice, señor -repuso indiferente el ermitaño.

  --A propósito de la gente quiero preguntarte -dijo el monarca-. ¿Cómo lograr que la gente sea mejor?

  --Puedo decirte, señor -repuso el ermitaño-, que las leyes por sí mismas no bastan, en absoluto, para hacer mejor a la gente. El ser humano tiene que cultivar ciertas actitudes y practicar ciertos métodos para alcanzar la verdad de orden superior y la clara comprensión. Esa verdad de orden superior tiene, desde luego, muy poco que ver con la verdad ordinaria.

  El rey se quedó dubitativo. Luego reaccionó para replicar:

  --De lo que no hay duda, ermitaño, es de que yo, al menos, puedo lograr que la gente diga la verdad; al menos puedo conseguir que sean veraces.

  El eremita sonrió levemente, pero nada dijo. Guardó un noble silencio.

El profeta Khizr Khan
Khwaja.

Anónimo. India, 1760.
  El rey decidió establecer un patíbulo en el puente que servía de acceso a la ciudad. Un escuadrón a las órdenes de un capitán revisaba a todo aquel que entraba a la ciudad. Se hizo público lo siguiente: “Toda persona que quiera entrar en la ciudad será previamente interrogada. Si dice la verdad, podrá entrar. Si miente, será conducida al patíbulo y ahorcada”.

  Amanecía. El ermitaño, tras meditar toda la noche, se puso en marcha hacia la ciudad. Su amado bosque quedaba a sus espaldas. Caminaba con lentitud. Avanzó hacia el puente. El capitán se interpuso en su camino y le preguntó:

  --¿Adónde vas?

  --Voy camino de la horca para que puedan ahorcarme -repuso sereno el eremita.

  El capitán aseveró:

  --No lo creo.

  --Pues bien, capitán, si he mentido, ahórcame.

  --Pero si te ahorcamos por haber mentido -repuso el capitán-, habremos convertido en cierto lo que has dicho y, en ese caso, no te habremos ahorcado por mentir, sino por decir la verdad.

  --Así es -afirmó el ermitaño-.

Ahora usted sabe lo que es la verdad... ¡Su verdad!


Sentido de la palabra.

            En el mundo que vivimos tenemos tres influencias importantes para comprender el contenido de la palabra “verdad”, que es una de las claves del cuento.

            La primera influencia es la del mundo griego antiguo. En aquel entonces se usaba el término “aletheia” que significa “quitar el velo”.  Para esos pensadores las cosas no son evidentes a nuestra razón, sino que es necesario prestarles atención para atravesar aquello que las cubre, que las tapa para que no las veamos claramente.  Si nos fijamos en el cuento, es la situación inicial del rey, quien no sabía cómo hacer para que los hombres mejorasen.

Lección de Swami
Miniatura. India, ca. 1750
            La otra influencia es la del mundo romano, especialmente del latín.  Nuestro término en castellano viene del latín “veritas”, que originalmente hace referencia a la exactitud y rigor en el decir.  Es lo contrario a “engaño” o “decir mentiras”.

            La tercera influencia es la del mundo bíblico, que en gran parte se expresa en hebreo.  En esa lengua, la verdad hace referencia a la confianza que despierta el mensajero.  Un amigo “verdadero” es con el que se puede contar siempre.

            Así tenemos los tres aspectos de la verdad: descubrimiento, exactitud y confianza.  En este contexto, el ermitaño del cuento pasa a ser algo más que un hombre astuto.  Es un sabio que no teme a nada, y enseña con su palabra y con su propia vida, aunque se ponga en riesgo.


El viaje. 

            El cuento, tal como se lo presenta en la antigüedad, está acompañado por una breve sentencia, que brinda una de las posibles conclusiones que podemos extraer del relato: “El Maestro dice: el aferramiento a los puntos de vista es una traba mental y un fuerte obstáculo en el viaje interior.”

            Los cuentos tradicionales no suelen ser hechos reales, sino breves representaciones para que nos entendamos a nosotros mismos, lo que se denomina “el viaje interior”.  Al comienzo, el rey estaba meditando por qué los seres humanos no eran mejores.  Y esto es lo que buscan todos los hombres para sus propias vidas, están tratando de mejorarlas siempre.  Podemos decir que la vocación común que tenemos es mejorar nuestras propias vidas, y para esto hacemos el viaje interior.

            Para el camino de poco nos sirven las leyes exteriores, porque carecen de las características de la verdad que necesitamos.  Las leyes suelen ser inexactas, como en el caso del cuento.  También despiertan desconfianza, por eso se suele recurrir a la fuerza y al miedo para hacerlas cumplir.  Y, por lo general, nos hacen obrar sin demasiadas explicaciones, sin enseñarnos mucho.

            En síntesis, las leyes son un tímido intento para lograr decencia en la vida humana.  Pero el mejoramiento de la condición humana llegará por otro camino.

            El ermitaño dice que más que leyes, necesitamos cultivar actitudes y practicar ciertos métodos.  No dice explícitamente cuáles, pues son cosas que están en el interior de cada uno.  Cuando vemos que se nos revelan nuevos conocimientos, o notamos más claridad en nuestro entendimiento, y sentimos confianza en el camino emprendido, entonces estamos siendo mejores.  Es el inexcusable viaje interior al cual hemos sido llamados.

El anciano cuenta cuentos
Amrita Sher-Gil (india, 1913-1941)