lunes, 13 de agosto de 2012

EL MURCIÉLAGO DESPLUMADO



            La “Leyenda del murciélago” tiene su origen en Oaxaca, un estado componente de México.  Es una región habitada por varios grupos aborígenes, que conforman la mayoría de su población.  Tiene rastros de civilización agrícola desde 9.500 años antes de Cristo, y centros urbanos que datan de 500 años antes de nuestra era. 

Vida de un pueblo
Rodolfo Morales
(mexicano, 1925-2001)
            México es uno de los países con mayor número de especies nativas de mamíferos, apenas por debajo de Brasil e Indonesia.  Esta abundancia incluye a los murciélagos.  La diversidad de especies de murciélagos mexicanos incluye una gran variedad en hábitos y ecologías. La mayoría de estos animales pasan los días en cuevas, pero otros usan como refugios grietas, troncos huecos, hojas de palma, ramas de árboles, o duermen debajo de piedras o en casas. La mayoría de las especies se alimentan de insectos, pero hay algunas que son herbívoras, y unas pocas se alimentan de sangre, los verdaderos vampiros.

            Ante esta diversidad de especies, es natural que los antiguos mexicanos se interesaran en los murciélagos, especialmente por su carácter nocturno y porque habitan en las cuevas y las profundidades de la Tierra.  La siguiente leyenda, como tantas historias populares, tiene una larga trayectoria.


Cuenta la leyenda que el murciélago hace mucho tiempo fue el ave más bella de la Creación.

El murciélago al principio era tal y como lo conocemos hoy, y se llamaba biguidibela (biguidi = mariposa y bela = carne; el nombre venía a significar algo así como “mariposa desnuda”).

Un día de mucho frío subió al cielo y le pidió plumas al Creador, como había visto en otros animales que volaban. Pero el Creador no tenía plumas, así que le recomendó bajar de nuevo a la tierra y pedir una pluma a cada ave. Y así lo hizo el murciélago, eso sí, recurriendo solamente a las aves con plumas más vistosas y de más colores.

Cuando acabó su recorrido, el murciélago se había hecho con un gran número de plumas que envolvían su cuerpo.

Consciente de su belleza, volaba y volaba mostrándola orgulloso a todos los pájaros, que paraban su vuelo para admirarle. Agitaba sus alas ahora emplumadas, aleteando feliz y con cierto aire de prepotencia. Una vez, como un eco de su vuelo, creó el arco iris. Era todo belleza.

Pero era tanto su orgullo que la soberbia lo transformó en un ser cada vez más ofensivo para con las aves.

Con su continuo pavoneo, hacía sentirse chiquitos a cuantos estaban a su lado, sin importarle las cualidades que ellos tuvieran. Hasta al colibrí le reprochaba no llegar a ser dueño de una décima parte de su belleza.

Cuando el Creador vio que el murciélago no se contentaba con disfrutar de sus nuevas plumas, sino que las usaba para humillar a los demás, le pidió que subiera al cielo, donde también se pavoneó y aleteó feliz. Aleteó y aleteó mientras sus plumas se desprendían una a una, descubriéndose de nuevo desnudo como al principio.

Durante todo el día llovieron plumas del cielo, y desde entonces nuestro murciélago ha permanecido desnudo, retirándose a vivir en cuevas y olvidando su sentido de la vista para no tener que recordar todos los colores que una vez tuvo y perdió.


Las plumas de la  vanidad.

            La leyenda citada transmite, con toda claridad, una enseñanza moral.  Se usa como ejemplo al murciélago para mostrar cómo debe actuar el hombre, y lo que le conviene evitar.  De esta manera, los cuentos han transmitido reglas de convivencia a las distintas comunidades y civilizaciones en dónde han arraigado.  Y como la vida humana tiene elementos invariantes, sea cual sea la cultura de la que se hable, entonces nos encontramos ante relatos que son útiles para todos, es decir, leyendas universales.

Red
Trine Ellitsgaard
(dinamarquesa, nac. en 1954,
vive en Oaxaca).
            Los elementos más significativos del cuento son las plumas.  En civilizaciones de todo el mundo nos hacen pensar en dos dimensiones: una es la ascensión hacia las alturas, hacia donde se mueven las aves.  Otra es la del crecimiento, comparadas con los tallos de las plantas. 

            Por un lado, las plumas eran usadas por los hombres sagrados de varias tribus para indicar su papel de orientadores en las alturas del espíritu.  Por eso adornaban sus lugares de culto con plumas, o las usaban como símbolos en el tocado de la cabeza.

            Otro aspecto de las plumas es el de crecimiento y fecundidad.  Se colocaban en animales, en las puertas de los gallineros, o en las herramientas de labranza, con el fin de lograr los mejores resultados.  En algunos casos, como el de los indios pueblo, armaban bastones de oración que tenían plumas en la punta, y con ellos buscaban la cercanía con la divinidad y la fecundidad en sus tareas.

            De estos significados se nutren las plumas del murciélago.  El Creador le concede el abrigo pedido, y también otras bienaventuranzas que contienen estos elementos de las aves.  Pero el protagonista de la leyenda cae en el orgullo, y al  compararse con otros, en la vanidad.

            En la vida de la comunidad es conveniente respetar los contrastes, las diferencias.  Si alguien es alto, es porque hay otro bajo;  si alguien es delgado, es comparando con otros que están más gordos.  Es probable que el murciélago con plumas fuera un ser hermoso, y de hecho creaba el arco iris, pero pavonearse de la diferencia estaba fuera de lugar.  Porque los otros pájaros no eran mejores ni peores, sino distintos en sus plumas y funciones.

            Hacer lo inconveniente tuvo graves consecuencias para el murciélago.  De ser una creatura que tenía frío, pasó a no tener nada con qué abrigarse y, además, con la vergüenza de su desnudez.


Otro aspecto de leyenda.

            La tradición no sólo es moralizante, también trata de mostrarnos la realidad en su plenitud.  Tanto el Creador como los murciélagos, al igual que los pájaros, o el arco iris, sin olvidar las cuevas, todo conforma la realidad inabarcable.

            Los antiguos nos muestran que para acercarnos a la realidad, para no estar como extraños, es bueno tener en cuenta tres notas: la armonía, el amor y el fin.
Dios murciélago
Máscara-pectoral
siglo I a.C. - siglo II d.C.

            En el relato presentado vemos que en todo hay armonía, que es como una indescriptible relación entre los seres y todas las cosas.  Es como si formáramos parte de una gran música, dónde cada uno tiene un lugar.  Y en esta mirada también cabe, misteriosamente, la noción de lo oscuro, de lo tenebroso, de la falta de virtud.  Entre los antiguos mexicanos no solamente el Creador es un dios, sino también el murciélago es un dios de las profundidades, del abismo.

            El amor es determinante de la relación entre todos los seres que conforman la realidad.  Es lo que mantiene unido lo que conocemos y lo que ignoramos.  Como decía un poeta: “el amor es lo que mueve el cielo y las estrellas”.  Aún el vanidoso murciélago es rescatado por su amor.  Los mexicanos sabían bien de su importancia para que los insectos no causen daños en las cosechas.  Sin estos animales, las pestes hubieran hecho temible la vida de muchas personas.

            La realidad es gigantesca, inabarcable, pero no la vemos como caótica.  Tenemos la intuición de que tiene una orientación, aunque nadie la puede explicar cabalmente.  La ciencia descubre nuevos aspectos o potencias en la realidad.  La gente de vida común en general siente que se mueve en una dirección, que todo tiene un fin.

            Las leyendas nos enseñan a convivir, a tener los criterios adecuados para la vida en paz y con dignidad.  Y con mucha sencillez, nos ayudan a mirar la realidad con todos sus matices, para obrar con  confianza en el tiempo presente, el que nos toca vivir.


Códice Borgia - página 20
Precolombino.