Monte Lu Shen Zhou (Chino, 1427-1509) |
En China,
la poesía y los cuentos son los géneros más populares, porque son los que usan
menos palabras. La forma de narrar de
ese pueblo, que desde la antigüedad incluye sonidos generados con variados
instrumentos o con simples percusiones, no necesita de mucho texto. Por otro lado, los ideogramas de la lengua
china encierran una inmensa variedad de significados, logrando abrir los
sentidos con pocas palabras.
“El
paisajista” es un cuento que pertenece a esa tradición. No sería extraño que hubiese surgido en la
época dorada de la literatura china, el tiempo de la dinastía Tang , que
surgió en el 618 d.C. y se mantuvo por casi 300 años. Los relatos de esa época no sólo retrataban
la vida cotidiana o historias particulares, sino que también enseñaban el buen
gobierno e influenciaban en la acción política.
Las narraciones y poesías nacían de autores con distintos oficios y
también de la mano de funcionarios o autoridades gubernamentales.
Es
imposible transmitir todo el significado de un texto chino. Pero la humanidad y capacidad de asombrar son
características que se conservan en cualquier lengua en que se los narre.
Un cuento anónimo
chino.
Un pintor de mucho
talento fue enviado por el emperador a una provincia lejana y desconocida, recién
conquistada, con la misión de traer imágenes pintadas. El deseo del emperador
era conocer así aquellos lugares remotos.
El pintor viajó mucho,
visitó y observó detenidamente todos los parajes de los nuevos territorios,
pero regresó a la capital sin una sola imagen, sin ni siquiera un boceto.
El emperador se
sorprendió por ello y se enojó mucho.
Entonces el pintor
pidió que le habilitaran un gran lienzo de pared del palacio. Sobre aquella
pared representó todo el país que acababa de recorrer. Cuando el trabajo estuvo
terminado, el emperador fue a visitar el gran fresco. El pintor, varilla en
mano, le explicó todos los rincones de la lejana provincia: los poblados, las
montañas, los ríos, los bosques...
Cuando la descripción
finalizó, el pintor se acercó a un estrecho sendero que salía del primer plano
del fresco y parecía perderse en el espacio. Los ayudantes tuvieron la
sensación de que el cuerpo del pintor se adentraba en el sendero, que avanzaba
poco a poco en el paisaje, que se hacía más pequeño y se iba perdiendo a lo
lejos. Pronto una curva del sendero lo ocultó a sus ojos. Y al instante
desapareció todo el paisaje y quedó el inmenso muro desnudo.
Lo fantástico del
relato.
Lejos de lo
que se cree comúnmente, el cuento fantástico narra acciones cotidianas, comunes
y naturales. Pero en un momento
determinado aparece un hecho sorprendente e inexplicable, que provoca
desconcierto e inquietud en el lector.
Lo fantástico está en el contraste.
Paisaje Zhu Ruoji, "Shitao" (Chino, 1642-1707) |
El cuento
presentado brinda dos situaciones fantásticas, una en torno a la actitud del
emperador, y otra, la más evidente, presentada por el pintor.
Lo
sorprendente del emperador es que piense que va a extender su dominio sobre
tierras desconocidas, conquistándolas mediante la fuerza y recurriendo al oficio
de un pintor para que le copie en cuadros lo que vea. Parece una mentalidad muy primitiva y muy
poco realista. Pensemos en los
habitantes de aquella lejana provincia, que con toda probabilidad no tenían ni
la menor noción de qué era un emperador, ni quién ocupó ese cargo mientras
ellos vivieron. Y seguramente todos
murieron sin saber de qué se trataba el asunto.
Sin
embargo, el emperador del cuento siguió con su fantasía. Y otras personas de la historia, aunque no
fueron emperadores, obraron con la misma actitud. Así ocurrió, como ejemplo, en el norte de
Europa, durante los siglos XVI y XVII, cuando los dueños de tierras encargaban
pintar sobre un lienzo sus dominios y luego los colgaban en la pared de la finca.
El cuadro no era un adorno, sino un título de
propiedad y se usaba para dirimir controversias territoriales. De aquí nace el género de la pintura artística
llamado “paisaje”.
Excelentes
pinturas que sirvieron en su época como argumento en juicios sobre problemas
limítrofes entre comunidades, hoy constituyen importantes fuentes para
historiadores y geógrafos. En estas
pinturas se mezclan rasgos naturales y humanos: montañas, arroyos, vegetación, casas,
labradores. Y lo que comenzó como un
reclamo individual se convirtió en belleza para los que quieran verlo.
El sendero del
paisajista.
La noción
de paisaje cuenta con la presencia de un sujeto observador y de un objeto
observado, que es el terreno. Y en este
último elemento está también incluido el ser humano, pues el paisaje está formado
por las características naturales del entorno y por la influencia humana. El cuadro del pintor en el cuento tiene
poblados, caminos y senderos, que son realizaciones humanas en la naturaleza.
Nubes Blancas y Árboles Rojos Lan Ying (Chino, 1585-1664) |
El hombre está incluido en lo
representado. Y si no hay un ser humano que mira no hay paisaje. El observador expresará su mirada mediante un
relato o una pintura, pero sin su presencia nada es posible. Como vemos, el paisaje depende del hombre bajo
dos aspectos, en lo observado y en el que observa.
En el paisajista
del cuento están las dos dimensiones.
Por un lado, pinta en la pared el cuadro con todos los detalles que
hacen falta para que el emperador vea.
Por otro, está tan unido al paisaje que presentó, que se va por un sendero
pintado y todo desaparece con él.
Es un
relato fantástico que nos deja inquietos.
Percibimos que el paisajista representa nuestra situación en la vida
como observadores y también como formando parte del paisaje. Son dos actitudes que nos conviene atender.
La primera
es observar todos los lugares que vivimos o que visitamos. Nos ayudará mucho pensar que luego lo
tendremos que pintar, o simplemente contar a otras personas. Es aprender a descubrir las vinculaciones y
armonías que se dan entre la naturaleza de un lugar determinado y los hombres
que habitan allí.
La segunda
actitud es ser concientes que formamos parte del paisaje que vemos,
especialmente en el que vivimos. Y como
el paisajista del cuento, ese ambiente va con nosotros a donde nosotros
vayamos. Muchas personas que han tenido
que emigrar de sus lugares de nacimiento son capaces de hacernos vivir aquello
que no conocimos, y cuando se van sentimos que no somos capaces de mantener
claro aquel paisaje, porque ya no está presente el testigo.
El sencillo
cuento chino nos muestra la profunda unión entre la naturaleza y el ser
humano. Porque esta vinculación es por
partida doble: somos partícipes de la
naturaleza, y también sus testigos privilegiados.
Otoño Zhou Daosheng, 1983 |