viernes, 3 de agosto de 2012

EL PAISAJISTA



Monte Lu
Shen Zhou
(Chino, 1427-1509)
            En China, la poesía y los cuentos son los géneros más populares, porque son los que usan menos palabras.  La forma de narrar de ese pueblo, que desde la antigüedad incluye sonidos generados con variados instrumentos o con simples percusiones, no necesita de mucho texto.  Por otro lado, los ideogramas de la lengua china encierran una inmensa variedad de significados, logrando abrir los sentidos con pocas palabras.

            “El paisajista” es un cuento que pertenece a esa tradición.  No sería extraño que hubiese surgido en la época dorada de la literatura china, el tiempo de la dinastía Tang, que surgió en el 618 d.C. y se mantuvo por casi 300 años.  Los relatos de esa época no sólo retrataban la vida cotidiana o historias particulares, sino que también enseñaban el buen gobierno e influenciaban en la acción política.  Las narraciones y poesías nacían de autores con distintos oficios y también de la mano de funcionarios o autoridades gubernamentales.

            Es imposible transmitir todo el significado de un texto chino.  Pero la humanidad y capacidad de asombrar son características que se conservan en cualquier lengua en que se los narre.


Un cuento anónimo chino.

Un pintor de mucho talento fue enviado por el emperador a una provincia lejana y desconocida, recién conquistada, con la misión de traer imágenes pintadas. El deseo del emperador era conocer así aquellos lugares remotos.

El pintor viajó mucho, visitó y observó detenidamente todos los parajes de los nuevos territorios, pero regresó a la capital sin una sola imagen, sin ni siquiera un boceto.
El emperador se sorprendió por ello y se enojó mucho.

Entonces el pintor pidió que le habilitaran un gran lienzo de pared del palacio. Sobre aquella pared representó todo el país que acababa de recorrer. Cuando el trabajo estuvo terminado, el emperador fue a visitar el gran fresco. El pintor, varilla en mano, le explicó todos los rincones de la lejana provincia: los poblados, las montañas, los ríos, los bosques...

Cuando la descripción finalizó, el pintor se acercó a un estrecho sendero que salía del primer plano del fresco y parecía perderse en el espacio. Los ayudantes tuvieron la sensación de que el cuerpo del pintor se adentraba en el sendero, que avanzaba poco a poco en el paisaje, que se hacía más pequeño y se iba perdiendo a lo lejos. Pronto una curva del sendero lo ocultó a sus ojos. Y al instante desapareció todo el paisaje y quedó el inmenso muro desnudo.



Lo fantástico del relato.

            Lejos de lo que se cree comúnmente, el cuento fantástico narra acciones cotidianas, comunes y naturales.  Pero en un momento determinado aparece un hecho sorprendente e inexplicable, que provoca desconcierto e inquietud en el lector.  Lo fantástico está en el contraste.
Paisaje
Zhu Ruoji, "Shitao"
(Chino, 1642-1707)

            El cuento presentado brinda dos situaciones fantásticas, una en torno a la actitud del emperador, y otra, la más evidente, presentada por el pintor.

            Lo sorprendente del emperador es que piense que va a extender su dominio sobre tierras desconocidas, conquistándolas mediante la fuerza y recurriendo al oficio de un pintor para que le copie en cuadros lo que vea.  Parece una mentalidad muy primitiva y muy poco realista.  Pensemos en los habitantes de aquella lejana provincia, que con toda probabilidad no tenían ni la menor noción de qué era un emperador, ni quién ocupó ese cargo mientras ellos vivieron.  Y seguramente todos murieron sin saber de qué se trataba el asunto.

            Sin embargo, el emperador del cuento siguió con su fantasía.  Y otras personas de la historia, aunque no fueron emperadores, obraron con la misma actitud.  Así ocurrió, como ejemplo, en el norte de Europa, durante los siglos XVI y XVII, cuando los dueños de tierras encargaban pintar sobre un lienzo sus dominios y luego los colgaban en la pared de la finca.  El cuadro no era un adorno, sino un título de propiedad y se usaba para dirimir controversias territoriales.  De aquí nace el género de la pintura artística llamado “paisaje”.

            Excelentes pinturas que sirvieron en su época como argumento en juicios sobre problemas limítrofes entre comunidades, hoy constituyen importantes fuentes para historiadores y geógrafos.  En estas pinturas se mezclan rasgos naturales y humanos: montañas, arroyos, vegetación, casas, labradores.  Y lo que comenzó como un reclamo individual se convirtió en belleza para los que quieran verlo.


El sendero del paisajista.

            La noción de paisaje cuenta con la presencia de un sujeto observador y de un objeto observado, que es el terreno.  Y en este último elemento está también incluido el ser humano, pues el paisaje está formado por las características naturales del entorno y por la influencia humana.  El cuadro del pintor en el cuento tiene poblados, caminos y senderos, que son realizaciones humanas en la naturaleza.

Nubes Blancas y
Árboles Rojos
Lan Ying
(Chino, 1585-1664)
            El hombre está incluido en lo representado. Y si no hay un ser humano que mira no hay paisaje.  El observador expresará su mirada mediante un relato o una pintura, pero sin su presencia nada es posible.  Como vemos, el paisaje depende del hombre bajo dos aspectos, en lo observado y en el que observa.

            En el paisajista del cuento están las dos dimensiones.  Por un lado, pinta en la pared el cuadro con todos los detalles que hacen falta para que el emperador vea.  Por otro, está tan unido al paisaje que presentó, que se va por un sendero pintado y todo desaparece con él.

            Es un relato fantástico que nos deja inquietos.  Percibimos que el paisajista representa nuestra situación en la vida como observadores y también como formando parte del paisaje.  Son dos actitudes que nos conviene atender.

            La primera es observar todos los lugares que vivimos o que visitamos.  Nos ayudará mucho pensar que luego lo tendremos que pintar, o simplemente contar a otras personas.  Es aprender a descubrir las vinculaciones y armonías que se dan entre la naturaleza de un lugar determinado y los hombres que habitan allí. 

            La segunda actitud es ser concientes que formamos parte del paisaje que vemos, especialmente en el que vivimos.  Y como el paisajista del cuento, ese ambiente va con nosotros a donde nosotros vayamos.  Muchas personas que han tenido que emigrar de sus lugares de nacimiento son capaces de hacernos vivir aquello que no conocimos, y cuando se van sentimos que no somos capaces de mantener claro aquel paisaje, porque ya no está presente el testigo.

            El sencillo cuento chino nos muestra la profunda unión entre la naturaleza y el ser humano.  Porque esta vinculación es por partida doble:  somos partícipes de la naturaleza, y también sus testigos privilegiados.


Otoño
Zhou Daosheng, 1983