lunes, 3 de septiembre de 2012

EL RÍO DE LOS COCODRILOS



Pintura rupestre.
Tanzania
(2000 años de antigüedad)
            África es un continente en el que habitaron formas tempranas de vida humana.  La ciencia ha comprobado la presencia de homínidos hace más de tres millones de años.  Eran seres bípedos con forma muy parecida a la nuestra.  Dos grupos muy conocidos de estos homínidos, llamados homo habilis y homo erectus, convivieron durante 500.000 años en aquel continente.

            No es de extrañar, entonces, que en África encontremos cuentos que nos trasmiten una sabiduría muy arraigada en la existencia humana.  La siguiente historia es un buen ejemplo.


Marama y el río de los cocodrilos
Cuento popular africano

Marama era una niña pequeña cuando sus padres murieron. El jefe confió su custodia a una de las mujeres de la aldea. Pero era una mujer malvada que pegaba a la niña, no le daba de comer y sólo pensaba en librarse de ella.
Sin título
Damián Msagula
(Tanzano, 1939-2005)

Un día le dio a Marama un pesado mazo, de los que sirven para moler el grano, y le dijo:
-Vete al río de los cocodrilos Bama-ba y lava este mazo para que pueda utilizarlo para triturar el arroz.

Marama estalló en sollozos porque el río estaba muy lejos, era muy profundo y estaba lleno de serpientes y cocodrilos. A la gente le daba miedo ir allí y sólo las gacelas y los leones iban a beber. Pero Marama tenía tal terror a su malvada madrastra que tomó el mazo y se fue.

En el camino del bosque encontró un león que, agitando su melena, rugió con voz terrorífica:
-¿Cuál es tu nombre y adónde vas?

Marama tenía mucho miedo, pero cantó con dulce voz:

Marama es mi nombre
Y no tengo madre…
Voy al río
a lavar este mazo.
Al río de los cocodrilos,
mi madrastra me ha enviado.
Allí sólo van las gacelas
Y los leones a beber.
Y duermen las serpientes
y los cocodrilos.

-¡Ve, pues Marama, niña sin madre! –dijo el león-. Ve y no tengas miedo. Yo velaré para que no te molesten las gacelas y los leones cuando vayan a beber.

Marama prosiguió su camino y cuando llegó al río, un horrible y viejo cocodrilo surgió ante ella, abrió su enorme boca y sus grandes ojos rojos parecían salírsele de la cabeza.
-¿Cuál es tu nombre y adónde vas? –preguntó.

Marama llena de miedo cantó con dulce voz:

Marama es mi nombre
Y no tengo madre…
Voy al río
a lavar este mazo.
Al río de los cocodrilos,
mi madrastra me ha enviado.
Allí sólo van las gacelas
Y los leones a beber.
Y duermen las serpientes
y los cocodrilos.

-¡Ve, pues, Marama, niña sin madre! –dijo el cocodrilo-, lava el mazo y no te asustes. Yo velaré para que no te molesten las serpientes y los cocodrilos que viven en el río.

Marama se arrodilló a la orilla el río y empezó a lavar el mazo, pero, como pesaba mucho, se le resbaló de las manos y desapareció en el agua. Marama se puso a llorar porque no podía volver a casa sin el mazo. De repente surgió del agua un cocodrilo que le dio un mazo nuevo, completamente limpio e incrustado de oro y plata.
-Lleva este mazo a tu casa, Marama, niña sin madre, y enséñalo a todos para que el mundo sepa que el poderoso Subara, rey de los cocodrilos, es tu amigo.

Marama le dio las gracias y volvió a su casa. Por el camino encontró de nuevo al león.
-Déjame el mazo, Marama, niña sin madre, -dijo-. Pesa demasiado para ti. Te lo llevaré hasta tu casa y así todo el mundo sabrá que el poderoso Subara, rey del río de los cocodrilos, es tu amigo.

Cuando Marama llegó a casa, su madrastra admiró mucho el mazo y le preguntó dónde lo había encontrado. Marama solamente le dijo que lo había encontrado en el río de los cocodrilos. Entonces la madrastra tomó otro viejo mazo y fue corriendo al río para poder, también ella, encontrar uno nuevo incrustado de oro y plata.

Por el camino, a través del bosque, encontró un león que agitando su melena, rugió con terrorífica voz:
-¿Quién eres y adónde vas?

La perversa mujer se asustó tanto que no pudo responder y puso pies en polvorosa. El león la siguió con la mirada hasta que hubo desaparecido entre los árboles y simplemente se encogió de hombros.

Al llegar al río la mujer, un horrible y viejo cocodrilo surgió ante ella, abrió su enorme boca y sus grandes ojos rojos parecían salírsele de la cabeza.
-¿Cuál es tu nombre y adónde vas? –preguntó.

La malvada mujer se asustó tanto que no pudo decir ni una palabra y huyó por la orilla del río. No llegó muy lejos. Los leones y las gacelas que iban a beber la rodearon, así como las serpientes y los cocodrilos que vivían en el río, y cantaron todos a coro:

Marama, la niña sin madre,
puede venir a lavar
porque el poderoso Subara,
rey del río, es su amigo.
Pero para ti, pérfida mujer,
El río de los cocodrilos
Significa la muerte.

Y así fue.


El rey del río

            El cocodrilo, animal anfibio, significa duplicidad, y en algunos casos, representa a la hipocresía.  Desde antiguo reina en el mundo inferior, y también es símbolo de las tinieblas y la muerte.  Esto se manifiesta en el temor de la niña del cuento, que tiene que ir al río a lavar el mazo, y al final, en lo que canta el coro, se dice claramente.

Cipactli (dios cocodrilo)
Codex Borgia
(precolombino)
            Otro aspecto del cocodrilo aparece en América antigua: símbolo de la abundancia.  De su cuerpo brotan plantas, especialmente el maíz.  En el sur del continente, es expresión de las fuerzas de la tierra.  Se lo complementa con el jaguar, éste representando al fuego y el cocodrilo al agua, siendo cada uno el amo de su respectivo elemento. 

            El rey del río es presentado, en el cuento, como un Devorador, es el que engulle a las personas que no pueden justificarse.  Pero a la vez es un protector de la inocencia, especialmente de los que sufren imposiciones perversas.

            La tradición, observando con cuidado al animal, dice que los ojos del cocodrilo indican el nacimiento del día; su boca, es signo de homicidio; y su cola es señal de las tinieblas y la muerte. 

Cocodrilo comiéndose a un hombre
Manuscrito de Museo Meerlano.
(La Haya). Siglo XV
            Como todos los símbolos, su significación es ambigua.  Al estar entre los elementos de tierra y agua, el cocodrilo se convierte en símbolo de las contradicciones fundamentales.  Se agita en el barro, de donde crece una vegetación exuberante: en este sentido es símbolo de fecundidad.  Pero devora y destruye, saliendo de repente de las aguas y de las cañas: en este sentido, es un ser maléfico, el símbolo de una naturaleza viciosa.

            Este mundo exterior tiene un paralelo en el interior del hombre.  Por un lado somos seres relacionados con la luz y la fecundidad, y por otro podemos convertirnos en representantes del vicio y oscuras actitudes.  La sabiduría africana nos ofrece un camino para resolver el conflicto.

  
El canto de la inocente

            Marama resuelve su angustia con el canto.  Cuando le preguntan sobre su nombre y su destino, ella lo dice cantando una poesía. Al final del cuento, la asamblea de los animales canta la sentencia final de la situación. Es de notar que la mujer no contesta nada cuando es interrogada como la niña. La malvada madrastra no sabe cantar.

            Cantar es primordial en relación con la música instrumental.  La música, incluso la sagrada, es una técnica.  Por esta razón, los instrumentistas son nobles, hombres libres.  Pero los cantores, además, alcanzan la dimensión de hombres sagrados, poetas adivinos. 

            La tradición considera a los cantantes de esta manera porque imitan de cerca al Creador.  En muchas historias antiguas, el Hacedor de las cosas utiliza la fuerza de su soplo para dar vida.  En este sentido, el cantor responde con su soplo creativo, musical, para expresar el gozo, la adoración o el pedido. 

            Ante los momentos cruciales, en donde está en juego quiénes somos, nuestro nombre, y nuestro destino, conviene responder cantando.  No hace falta saber ninguna técnica, sino simplemente expresar la vida y nuestra búsqueda.  Tampoco es necesario un tumulto de palabras, sino emitir simples sonidos y palabras que nos conduzcan a la amistad con las fuerzas ambiguas de nuestro corazón, como fue la amistad de la inocente Marama con el rey del río.


Amigos divirtiéndose juntos
George Lilanga (Tanzano, 1934-2005)