Pintura rupestre. Tanzania (2000 años de antigüedad) |
África es
un continente en el que habitaron formas tempranas de vida humana. La ciencia ha comprobado la presencia de
homínidos hace más de tres millones de años.
Eran seres bípedos con forma muy parecida a la nuestra. Dos grupos muy conocidos de
estos homínidos, llamados homo habilis
y homo erectus, convivieron durante
500.000 años en aquel continente.
No es de
extrañar, entonces, que en África encontremos cuentos que nos trasmiten una
sabiduría muy arraigada en la existencia humana. La siguiente historia es un buen ejemplo.
Marama y el río de los
cocodrilos
Cuento popular africano
Marama era una niña
pequeña cuando sus padres murieron. El jefe confió su custodia a una de las
mujeres de la aldea. Pero
era una mujer malvada que pegaba a la niña, no le daba de comer y sólo pensaba
en librarse de ella.
Sin título Damián Msagula (Tanzano, 1939-2005) |
Un día le dio a Marama
un pesado mazo, de los que sirven para moler el grano, y le dijo:
-Vete al río de los
cocodrilos Bama-ba y lava este mazo para que pueda utilizarlo para triturar el
arroz.
Marama estalló en
sollozos porque el río estaba muy lejos, era muy profundo y estaba lleno de
serpientes y cocodrilos. A la gente le daba miedo ir allí y sólo las gacelas y
los leones iban a beber. Pero Marama tenía tal terror a su malvada madrastra
que tomó el mazo y se fue.
En el camino del
bosque encontró un león que, agitando su melena, rugió con voz terrorífica:
-¿Cuál es tu nombre y
adónde vas?
Marama tenía mucho
miedo, pero cantó con dulce voz:
Marama es mi nombre
Y no tengo madre…
Voy al río
a lavar este mazo.
Al río de los cocodrilos,
mi madrastra me ha enviado.
Allí sólo van las gacelas
Y los leones a beber.
Y duermen las serpientes
y los cocodrilos.
-¡Ve, pues Marama,
niña sin madre! –dijo el león-. Ve y no tengas miedo. Yo velaré para que no te
molesten las gacelas y los leones cuando vayan a beber.
Marama prosiguió su
camino y cuando llegó al río, un horrible y viejo cocodrilo surgió ante ella,
abrió su enorme boca y sus grandes ojos rojos parecían salírsele de la cabeza.
-¿Cuál es tu nombre y
adónde vas? –preguntó.
Marama llena de miedo
cantó con dulce voz:
Marama es mi nombre
Y no tengo madre…
Voy al río
a lavar este mazo.
Al río de los cocodrilos,
mi madrastra me ha enviado.
Allí sólo van las gacelas
Y los leones a beber.
Y duermen las serpientes
y los cocodrilos.
-¡Ve, pues, Marama,
niña sin madre! –dijo el cocodrilo-, lava el mazo y no te asustes. Yo velaré
para que no te molesten las serpientes y los cocodrilos que viven en el río.
Marama se arrodilló a
la orilla el río y empezó a lavar el mazo, pero, como pesaba mucho, se le
resbaló de las manos y desapareció en el agua. Marama se puso a llorar porque
no podía volver a casa sin el mazo. De repente surgió del agua un cocodrilo que
le dio un mazo nuevo, completamente limpio e incrustado de oro y plata.
-Lleva este mazo a tu
casa, Marama, niña sin madre, y enséñalo a todos para que el mundo sepa que el
poderoso Subara, rey de los cocodrilos, es tu amigo.
Marama le dio las
gracias y volvió a su casa. Por el camino encontró de nuevo al león.
-Déjame el mazo,
Marama, niña sin madre, -dijo-. Pesa demasiado para ti. Te lo llevaré hasta tu
casa y así todo el mundo sabrá que el poderoso Subara, rey del río de los
cocodrilos, es tu amigo.
Cuando Marama llegó a
casa, su madrastra admiró mucho el mazo y le preguntó dónde lo había
encontrado. Marama solamente le dijo que lo había encontrado en el río de los
cocodrilos. Entonces la madrastra tomó otro viejo mazo y fue corriendo al río
para poder, también ella, encontrar uno nuevo incrustado de oro y plata.
Por el camino, a
través del bosque, encontró un león que agitando su melena, rugió con
terrorífica voz:
-¿Quién eres y adónde
vas?
La perversa mujer se
asustó tanto que no pudo responder y puso pies en polvorosa. El león la siguió
con la mirada hasta que hubo desaparecido entre los árboles y simplemente se
encogió de hombros.
Al llegar al río la
mujer, un horrible y viejo cocodrilo surgió ante ella, abrió su enorme boca y
sus grandes ojos rojos parecían salírsele de la cabeza.
-¿Cuál es tu nombre y
adónde vas? –preguntó.
La malvada mujer se
asustó tanto que no pudo decir ni una palabra y huyó por la orilla del río. No
llegó muy lejos. Los leones y las gacelas que iban a beber la rodearon, así
como las serpientes y los cocodrilos que vivían en el río, y cantaron todos a
coro:
Marama, la niña sin madre,
puede venir a lavar
porque el poderoso Subara,
rey del río, es su amigo.
Pero para ti, pérfida mujer,
El río de los cocodrilos
Significa la muerte.
Y así fue.
El rey del río
El
cocodrilo, animal anfibio, significa duplicidad, y en algunos casos, representa
a la
hipocresía. Desde
antiguo reina en el mundo inferior, y también es símbolo de las tinieblas y la muerte. Esto se manifiesta en el
temor de la niña del cuento, que tiene que ir al río a lavar el mazo, y al
final, en lo que canta el coro, se dice claramente.
Cipactli (dios cocodrilo) Codex Borgia (precolombino) |
Otro
aspecto del cocodrilo aparece en América antigua: símbolo de la abundancia. De su cuerpo brotan
plantas, especialmente el maíz. En el
sur del continente, es expresión de las fuerzas de la tierra.
Se lo complementa con el jaguar, éste representando al
fuego y el cocodrilo al agua, siendo cada uno el amo de su respectivo
elemento.
El rey del
río es presentado, en el cuento, como un Devorador, es el que engulle a las
personas que no pueden justificarse.
Pero a la vez es un protector de la inocencia, especialmente de los que
sufren imposiciones perversas.
La
tradición, observando con cuidado al animal, dice que los ojos del cocodrilo
indican el nacimiento del día; su boca, es signo de homicidio; y su cola es
señal de las tinieblas y la muerte.
Cocodrilo comiéndose a un hombre Manuscrito de Museo Meerlano. (La Haya). Siglo XV |
Como todos
los símbolos, su significación es ambigua.
Al estar entre los elementos de tierra y agua, el cocodrilo se convierte
en símbolo de las contradicciones fundamentales. Se agita en el barro, de donde crece una
vegetación exuberante: en este sentido es símbolo de fecundidad. Pero devora y destruye, saliendo de repente
de las aguas y de las cañas: en este sentido, es un ser maléfico, el símbolo de
una naturaleza viciosa.
Este mundo
exterior tiene un paralelo en el interior del hombre. Por un lado somos seres relacionados con la
luz y la fecundidad, y por otro podemos convertirnos en representantes del
vicio y oscuras actitudes. La sabiduría
africana nos ofrece un camino para resolver el conflicto.
El canto de la
inocente
Marama
resuelve su angustia con el canto.
Cuando le preguntan sobre su nombre y su destino, ella lo dice cantando
una poesía. Al final del cuento, la asamblea de los animales canta la sentencia
final de la situación.
Es de notar que la mujer no contesta nada cuando es interrogada
como la niña. La
malvada madrastra no sabe cantar.
Cantar es primordial
en relación con la música instrumental.
La música, incluso la sagrada, es una técnica. Por esta razón, los instrumentistas son
nobles, hombres libres. Pero los
cantores, además, alcanzan la dimensión de hombres sagrados, poetas
adivinos.
La
tradición considera a los cantantes de esta manera porque imitan de cerca al
Creador. En muchas historias antiguas,
el Hacedor de las cosas utiliza la fuerza de su soplo para dar vida. En este sentido, el cantor responde con su
soplo creativo, musical, para expresar el gozo, la adoración o el pedido.
Ante los
momentos cruciales, en donde está en juego quiénes somos, nuestro nombre, y
nuestro destino, conviene responder cantando.
No hace falta saber ninguna técnica, sino simplemente expresar la vida y
nuestra búsqueda. Tampoco es necesario
un tumulto de palabras, sino emitir simples sonidos y palabras que nos
conduzcan a la amistad con las fuerzas ambiguas de nuestro corazón, como fue la
amistad de la inocente
Marama con el rey del río.
Amigos divirtiéndose juntos George Lilanga (Tanzano, 1934-2005) |