sábado, 15 de septiembre de 2012

LOS DESATENDIDOS



             Los números están, con frecuencia, presentes en los cuentos.  A veces cumplen un papel central, pues sus significados nos ponen ante la enseñanza central.  En otras ocasiones indican alguna cualidad general que hay que suponer en lo que se relata.
Ciclo (2005)
Sopheap Pich (camboyano)

            En la narración “La bolsa repleta de cuentos” se habla de tres pruebas.  En esta oportunidad el número señala con sencillez la armonía que hay en las instancias que se presentan, pero no se despliegan la inmensidad de su significados.

            Es un relato de la tradición de Camboya, una tierra lejana, y sin embargo compartimos la mayoría de los símbolos que nos acercan a entender la vida del mundo y de los hombres.

“Cuéntame otro cuento, por favor”, suplicó Lom. “No ya es hora de dormir”, contestó su anciano criado. Así que el pequeño se acurrucó en la cama y pensando en la historia que acaba de escuchar.

Desde que Lom era muy niño, el viejo criado le contaba cada noche historias maravillosas: cuentos sobre enormes gigantes y poderosos magos, tigres feroces y sabios elefantes, emperadores opulentos y hermosas princesas. Cada noche tocaba una historia nueva, y a Lom le encantaba escucharlas. Sabía que el criado había oído los cuentos de labios de su madre, su abuela, su bisabuela, y que eran historias muy antiguas.

Lom solía alardear delante de sus amigos de saberse muchos cuentos. “¿Por qué no nos cuenta uno?”, le pedían una y otra vez. “No –gritaba Lom-, son míos, y no se los contaré a nadie”.

Todo el mundo sabe que los cuentos están para ser contados, pero como Lom no los compartía con nadie, se iban quedando aprisionados en una vieja bolsa, colgada en su habitación.

Lom siguió creciendo, acompañado por los cuentos que el viejo criado le contaba cada noche, y se convirtió en un apuesto joven. Decidió casarse con una bonita joven de un pueblo vecino. La noche antes de la boda, el viejo criado oyó unos extraños murmullos en la habitación de Lom. ¿Qué será eso?”, refunfuño, y se puso a escuchar atentamente.

Los murmullos venían de la vieja bolsa. Eran los cuentos, que charlaban entre sí lamentándose: “Mañana se casa y por su culpa nos quedamos aquí apretujados”.  “Debió dejarnos salir”, se quejó otro cuento. “Le haremos pagarlo caro”, gritó un tercero. “Tengo un plan”. Dijo el primer cuento. “Cuando vaya mañana al pueblo para la boda le entrará sed. Me convertiré en pozo y, cuando beba agua, le entrará un dolor de estómago terrible”.

 “Por si el plan no funciona, yo me convertiré en sandía. Cuando se la coma, sufrirá un dolor de cabeza espantoso”, dijo el segundo cuento.

 “Yo me convertiré en serpiente y le morderé”, dijo el tercero. “Sentirá un dolor insoportable en la pierna.” Y los cuentos se rieron cruelmente tramando su venganza.
El viejo sirviente se quedó horrorizado. “¿Qué hago?”, se preguntó. “Tengo que evitarlo”. El criado pasó toda la noche entera pensando como salvar al joven.

Por la mañana, cuando Lom se disponía a partir en su caballo al pueblo vecino, el criado salió apresuradamente y agarró las bridas del animal. Guió al animal por las colinas hasta llegar a un pozo.

 “¡Alto! -gritó Lom-, tengo sed”, pero el anciano hizo seguir al caballo sin detenerse en el pozo. Al poco llegaron a un  sembrado repleto de sandias. “¡Para!, gritó Lom.
“Estoy muerto de sed. Quiero una sandía”. El criado no quiso detenerse y siguieron adelante.

Llegaron al pueblo y durante la boda el criado se pasó todo el tiempo mirando por todas partes, pero no vio ninguna serpiente.

Al anochecer, los novios se dirigieron a su casa. Los vecinos habían cubierto todo el suelo de la casa de alfombras.

De repente, el viejo criado entró corriendo en los aposentos de los novios. “¿Cómo te atreves a entrar aquí de ese modo?”

El viejo criado levantó la alfombra y dejó al descubierto una serpiente venenosa. La tomó por la cabeza y la tiró por la ventana. “¿Cómo sabías que estaba ahí?”, preguntó Lom asustado.

El criado le habló de los cuentos apretujados en la bolsa y de sus planes de venganza por haberlos olvidado y no compartirlos con nadie.

Desde aquel día Lom empezó a contarle los cuentos a su mujer. Uno por uno, fueron saliendo todos los cuentos de la bolsa con gran alegría.

Años más tarde, Lom se los contó a sus hijos, y a su vez, ellos se los contaron a los suyos.

Hoy en día se siguen contando. Lo sé muy bien, porque yo también los he escuchado y porque yo soy  uno de esos cuentos apretujados en la bolsa.


La fuerza de los cuentos.

            Los cuentos, como los símbolos que usan, tienen siempre aspectos benéficos o dañinos.  Esta realidad es siempre así, pues el cuento hace bien o mal según quien lo narre y lo escuche.  Guardarlos sin transmitirlos a los demás es también una forma de reforzar el costado negativo de los mismos.
Empecé a pintar en el depósito de un hotel.
Ken Svay (camboyano, 1933-2008)

            En este sentido, las narraciones de la tradición no son informaciones del pasado o adornos del tiempo.  Por el contrario, tienen una tarea muy importante que desarrollar en las generaciones siguientes a su formulación.  Merecen atención pues pueden hacer un bien o causar daños si no se los atiende como corresponde.

            Los elementos del cuento también tienen esta potencia doble.  Por ejemplo, el pozo del que el viejo criado tiene que proteger a Lom.  El fondo del mismo es el mundo de los muertos, caer en un pozo es quedar prisionero de las fuerzas subterráneas, inferiores.  Es común sentir que los agujeros encierran al final potencias maléficas, dañinas. 

            Pero el pozo tiene otro sentido.  Es como un eje, una escalera, que me permite avanzar desde la oscuridad hacia la luz de su boca.  En este aspecto es salida, solución.  El fondo suele significar la oscuridad, la falta de vitalidad, no saber qué hacer.  Entonces, para esta mirada, el pozo significa la salida por arriba, el camino hacia la luz.

            De la misma manera se podrían considerar los otros dos elementos de las pruebas.  La sandía, y mucho más la serpiente, encierran castigos o beneficios.  Las tres pruebas forman un todo armónico, en relación al matrimonio que Lom está por comenzar.  Indican la solución, la fecundidad y la fuerza vital en primera instancia, para luego desplegar sus potencias en muchos significados más.


La transmisión de cuentos.
Escena de la vida idílica
Vann Nath (camboyano, 1946-2011)

            La principal actitud frente a las narraciones de la tradición humana es comunicarla a otros.  Esto tiene varios caminos, que se pueden recorrer uno detrás de otro.

            El primer camino es escucharlos, leerlos.  Que no queden encerrados en la bolsa, sino que estén vivos en los oídos y en el corazón de los receptores.  Son siempre breves, por lo que resultan fáciles de recordar, y en la memoria volver a encontrarse con ellos.

            Recordar los cuentos nos lleva a meditarlos, a pensarlos en sus elementos, a descubrir lo que quieren decir, lo que quieren enseñar.  Es entender que en las narraciones la humanidad va legando a los descendientes lo que ha atesorado con paciencia en su experiencia.

            La figura humana que más entusiasma del cuento camboyano es el anciano sirviente.  Vive feliz su sabiduría contando las historias a su discípulo, lo salva de su ignorancia y lo protege para que alcance la plenitud.  Una descripción del amor auténtico.



La pollera de la flor dorada
Leang Seckon (camboyano, nacido en 1974)