Figura Fu Baoshi (chino, 1904-1965) |
En la
antigua China, como en todo el mundo, los cuentos han desempeñado una tarea
educativa y de comunicación que no se puede comparar con nada.
Al no tener
autores conocidos, se presentan como una sabiduría común a todas las personas
que los entienden y los transmiten. No
son parte de ninguna ideología reconocible, ni siquiera de una sola forma de
concebir el mundo y las cosas.
“El
picapedrero”, es un relato situado en la construcción de la Gran Muralla China , una fortificación de más de 6.700 kilómetros
de largo. Recientes estudios han probado
que los sectores más antiguos tienen más de 2.500 años de realizados. Las etapas más recientes de esta
impresionante obra datan de los siglos XV y XVI d.C.
Durante la época en
que se construía la Gran Muralla, vivió un pobre diablo que trabajaba como
picapedrero. Chen Ting-Hua, éste era su nombre, pasaba los días renegando de su
existencia, con enormes pesares y amarguras. No había noche que antes de
dormirse no pidiese a los dioses el poder cambiar su suerte.
Cierta noche, cuando
apenas se había quedado dormido, una gran luz inundó la estancia y una imagen
gigantesca se le apareció.
— ¿Eres tú Chen
Ting-Hua? –preguntó la aparición.
— Yo soy, humilde
siervo y picapedrero –respondió Chen.
— He oído tus
pensamientos –dijo la imagen-, ¿de qué te quejas?
— Señor… ¡de mi
adversa suerte! –contestó-. No soy feliz, con mi pobre sueldo apenas puedo
tener una choza donde malvivir y apenas puedo permitirme el lujo de tomar una
taza de té. Mientras que otros…
— ¿Y qué deseas ser…
dime? –dijo la aparición.
Barcos entre rocas Li Keran (1907-1989) |
— Un gran Mandarín
–contestó Chen-, ellos viven bien y tienen cuanto desean… Pero, perdonad mi
osadía gran señor… ¿quién sois vos y cómo podéis ayudarme?
— Soy el dios de la
ambición –respondió-, y he venido hasta aquí para resolver tus problemas.
Quedarás pues convertido en un gran Mandarín.
Al instante, Chen se
vio rodeado y atendido por gráciles y bellas doncellas y fornidos eunucos.
Vestía hermosos ropajes de seda y poseía un gran palacio.
Al día siguiente, Chen
salió a dar un paseo por los jardines de su fastuoso palacio. La mañana era
maravillosa y el sol lucía en todo su esplendor. Al ver el Sol, Chen pensó:
¡Cómo molesta el Sol!, ¡me abrasa y nada puedo hacer!, ¡quién fuese como él! De
pronto se oyó una voz que dijo:
— Ya que ese es tu
deseo… ¡conviértete en Sol!
Y así, Chen se
convirtió en el Astro Rey del día. Vagaba por el cielo dominándolo con su luz
radiante, esplendoroso… Pero una tarde, una densa y plomiza nube se interpuso
en su camino, impidiendo que los rayos del sol pasasen a través de ella. Esto
irritó enormemente al antiguo picapedrero que pensó: ¿Cómo una indigna
nubecilla osa ponerse en mi camino? ¡Quién fuera nube! Y en menos tiempo del
que se tarda en decirlo, Chen se transformó en una enorme y negra nube, la cual
con un tremendo trueno se descargó en forma de lluvia torrencial cayendo con
enorme violencia sobre la tierra y estrellándose contra las rocas. Chen se
asustó tanto al chocar que deseó ser como las rocas. Y al instante se convirtió
en una de ellas.
Aquello era otra cosa
–pensó- ahora se sentía duro y fuerte, podía resistir, la lluvia, el viento, la
fuerza de los elementos… Mas de pronto, sintió unos terribles golpes y vio a un
hombre que con un pico estaba picando piedras. Un grito surgió de su garganta:
— ¡¡Quiero ser
picapedrero!! –y al abrir los ojos vio que todo había sido un sueño.
Desde aquel día Chen
Ting-Hua no volvió jamás a quejarse de su suerte, ni a desear ser como los
otros.
La transformación del
picapedrero
Podemos
representar la vida humana en este mundo como un camino de transformación desde
la simple existencia hasta alcanzar a conocer el sentido de la propia
vida. Esto no implica una modificación
externa, sino un apasionante cambio de actitud interior.
Círculo de piedra Anónimo Neolítico - III milenio A.C. |
El cuento
presenta, en una forma sencilla, lo que sucede realmente en la vida de Chen
Ting-hua, el picapedrero desconforme.
Por obra del sueño va a pasar por símbolos llamativos hasta llegar
finalmente a la piedra, el eje central de su oficio. Luego de ser mandarín, sol, nube, lluvia
tormentosa y piedra, vuelve a su oficio original, pero ya no es el mismo.
De forma
parecida, las tradiciones humanas han elaborado ritos que acompañan a los
jóvenes en su paso a la vida adulta. Los
hacen pasar por distintas experiencias, dependiendo del entorno en el cual vive
cada sociedad, y de las enseñanzas que se quieran transmitir. Se los denomina “ritos de iniciación”, y
están presentes en la historia humana, aún en las civilizaciones más contemporáneas
y tecnocráticas. La ausencia de este
tipo de ritos produce en el individuo la impresión de ser despreciado, lo que
se convierte en rencor e inadaptabilidad.
En nuestro
cuento, el sentido del oficio del protagonista va a estar puesto en el símbolo
de la piedra. Veamos algunos de sus
significados. A partir de aquí
entendamos que cuando se menciona que la piedra tiene “poderes especiales” lo
que se quiere decir es que son instrumentos de una fuerza de otro orden, un
poder que no reside en ellas. Las
piedras nos indican hacia donde prestar atención.
La vitalidad de las
piedras
Piedra viviente (fotografía) Khaled Hasan (bangladés, n. en 1981) |
Según
explican algunos estudiosos modernos, el planeta tierra que habitamos fue, en
su origen, una masa de fuego, venida de otro lado, que se fue enfriando y endureciendo. Esta manera moderna de entender el planeta,
coincide con la forma en que piensa la tradición. Las piedras son el
testimonio, endurecido y permanente, de la masa, originalmente encendida en
fuego, que vino del cielo.
Perseverando
en esta idea, la tradición atiende a las piedras caídas del cielo, como los
meteoritos, porque son las mensajeras del origen del mundo. Todo lo que vino con la masa ígnea original
viene en cada piedra que cae del cielo. Por
este motivo, en muchas religiones del mundo, los altares son de piedra o, al
menos, tienen una piedra en la base.
En otros
tiempos, se ponía una piedra para fundar un lugar. En un relato bíblico, se habla del patriarca
Jacob, que apoyó su cabeza sobre una piedra para dormir. Por el sueño que tuvo, se dio cuenta que esa
piedra era el centro de un lugar sagrado, “Beith-el”, la Casa de Dios.
En otros
casos, como en los Andes peruanos, se hacen amontonamientos con piedras
aportadas por cada persona que pasa por ese lugar. Es un mojón que indica el camino seguro, o el
lugar en donde encontrar lo necesario para el viaje. Allí, como en muchos pueblos africanos, cada
piedra representa un alma, y juntas están velando para que los otros puedan
hacer su camino en paz.
Lo que se
llaman “piedras preciosas”, añaden, a su origen celestial, la idea de permitir
la luz, al ser translúcidas y no opacas.
La tradición considera que estas piedras son símbolos de la
transmutación, del cambio profundo. Por
eso se ponían en las coronas de los reyes, como también en muchos pueblos se
regalan joyas con piedras preciosas engarzadas, para que protejan a quien las
recibe.
Es
inabarcable la significación de las piedras. En bruto o talladas, naturales o
transmutadas, seguirán llenando de enseñanzas la vida del hombre.
El
picapedrero, al comienzo del cuento, estaba triste con su oficio. Era como una piedra tallada por los hombres,
hecho a la medida para construir la Muralla china. Tenía razón en su queja. Pero, en el sueño, fue tallado por la
divinidad, que lo llevó a conocer el sentido de su vida. Y termina como una piedra preciosa, una
prenda de sabiduría y de paz.
La Gran Muralla Wu Guanzhong (chino, 1919-2010) |