Intriga James Ensor (belga, 1860-1949) |
Había
una vez un rey violento, ignorante e idólatra. Un día juró que si su ídolo
personal le concedía cierto beneficio, él apresaría a las primeras tres personas que pasaran por su
castillo y las obligaría a consagrarse al culto del ídolo.
Naturalmente,
el deseo del rey se cumplió, y enseguida envió a unos soldados a la carretera
para que le llevaran a las tres primeras personas que encontraran.
Las
tres personas fueron un erudito, un noble y una prostituta.
Cuando
los arrojaron a los pies del ídolo, el rey trastornado les contó su voto y les
ordenó que se doblegaran ante la imagen.
El
erudito dijo: “Esta situación cae, sin duda, dentro de la doctrina de “fuerza
mayor”. Hay numerosos precedentes que permiten que uno parezca estar de acuerdo
con una costumbre si se le obliga, sin que exista en modo alguno una
culpabilidad real de tipo legal o moral.” Así que le hizo una profunda
reverencia al ídolo.
El
noble, cuando llegó su turno, dijo: “Como persona especialmente protegida, por
cuyas venas corre la sangre de familia de alto rango, mis propias acciones
purifican todo lo que haga, y por tanto nada impide que actúe como me pide este
hombre.” Y se inclinó ante el ídolo.
La
prostituta dijo: “¡Ay de mí!, yo no tengo ni formación intelectual ni
prerrogativas especiales, y por ese me temo que, me hagas lo que me hagas, no
puedo adorar a este ídolo, ni siguiera de forma fingida.”
Antes
esta respuesta, la enfermedad del rey desapareció súbitamente. Como por arte de
magia se dio cuenta del engaño de los dos adoradores de la imagen. Mandó
decapitar al erudito y al noble y liberó a la prostituta.
Las
máscaras
El verbo “idolatrar” se
empezó a usar en el mundo cristiano primitivo para describir a gente de otras
religiones que usaban esculturas o figuras para adorar a la divinidad. Durante los primeros siglos cristianos se mantuvo
la prohibición de usar imágenes para el culto.
Pasado el tiempo, esto no se pudo mantener pues el ser humano siempre
busca la representación material aún para las cuestiones más espirituales, como
queda muy claro con el ejemplo del arte en cualquiera de sus disciplinas.
El iconoclasta Domenico Morelli (italiano, 1826-1901) |
Con el
tiempo, en la Iglesia se produjo una división profunda en bandos que lucharon
entre sí, a veces con ferocidad. Por un
lado estaban los que adoraban imágenes de Santos, de la Virgen, de Jesucristo,
que por lo general eran colocados en los templos o en los cementerios. Como adversarios estaban los “iconoclastas”,
aquellos que “destrozaban las imágenes”.
La
palabra “idolatría” está compuesta de dos términos. Uno es “ídolo” y el otro “latría”, ambos
provenientes del griego.
“Ídolo”
significa imagen, representación, retrato, visión. Proviene de palabras griegas, entre ellas,
“éidos”, que significa “aspecto”. De
aquí vienen algunas las palabras terminadas en “oide”, como es “romboide”:
tiene el aspecto de un rombo, pero no lo es.
También tienen este origen “idea”, que es una imagen de la realidad, y
también “ideología”.
Por su
lado, “latría” es rendir culto religioso, con ritos, sacrificios o cantos. Si este culto se refiere a alguna
representación, persona, organización, ideología o institución se lo llama
“idolatría”. También se aplica a la
adoración del propio yo, la “egolatría”.
El
cuento presenta sin nombrar, sobre esta base idolátrica, el tema de la hipocresía. Este defecto tan común en nuestro tiempo,
significa “actuar o fingir una respuesta”.
En el origen del término también alude a “responder con máscaras”.
Idolo arcaico Mark Rothko (letón, 1903-1970) |
La
hipocresía consta de dos operaciones, la simulación y el disimulo, que es
mostrar lo que se desea y por otro lado ocultar lo que no se quiere
mostrar. Enseguida, este vicio queda
relacionado con la mentira y el engaño.
Junto
a la violenta prepotencia del rey se colocan el erudito y el noble con sendos
asentimientos engañosos, complicidades mentirosas. Son los que podrían oponerse al rey, y sin
embargo, se someten con fines egoístas.
El
cuento presenta a la prostituta como alguien que plantea la verdad y se
enfrenta a la autoridad abusiva del monarca.
Esto es una ironía, pues en las enseñanzas religiosas de la Biblia se
representaba al pueblo idólatra como una prostituta, que se entregaba a los
hombres por dinero. Aquí, ella es la que
se expresa con claridad, aunque percibe el peligro para su propia vida.
De
alguna manera, la idolatría genera simulación y disimulo, lleva a la
hipocresía. Para evitar esto, el culto
debe brotar del santuario de la propia conciencia y de una auténtica intuición
del corazón, de tal manera que nuestra piedad sea sincera.
Noche Espíritu John Hoyland (inglés, 1934-2011) |