Los portadores de monedas y joyas de oro, trofeos de armería real Andrea Mantegna (italiano, 1431-1506) |
Este
cuento habla de una mujer que llevaba un cofre con joyas de diversos tamaños a
una joyería. Justo ante la tienda tropezó, y el joyero cayó al suelo: la tapa
saltó, y las joyas se desparramaron por todas partes.
Los
empleados de la joyería salieron corriendo de la tienda para impedir que los
transeúntes agarraran alguna de las alhajas, y ayudaron a recogerlas. Un
avestruz que andaba por allí, pasó corriendo y, desapercibido en medio de aquel
alboroto, se tragó la piedra más grande y valiosa.
Cuando
la mujer echó en falta esa joya, empezó a lamentarse, y a pesar de buscar por
todas partes, no pudo encontrarla. Alguien dijo: “La única persona que ha
podido tomar esa joya es aquel mendigo que está tranquilamente sentado junto a
la tienda.”
El
mendigo, que era religioso, había visto al
avestruz tragarse la piedra, pero no quería que hubiera derramamiento de
sangre. Por eso, cuando llegaron a él, le sujetaron e incluso le golpearon, se
limitó a decir: “Yo no he agarrado nada.”
Naturaleza muerta con copa, corona de flores y joyero Jan Brueghel el Viejo (flamenco, 1568-1625) |
Mientras
le golpeaban, llegó uno de sus compañeros y advirtió a la multitud que tuviera
cuidado con lo que estaba haciendo. También le prendieron a él, y le acusaron
de haber recibido la piedra del primer religioso mendicante, a pesar de que él
lo negaba.
Esto
es lo que estaba sucediendo cuando apareció un hombre dotado de
conocimiento. Reparando en el avestruz,
preguntó: “¿Esa ave estaba aquí en el momento en que cayó el joyero?”
“Sí”,
respondió la gente.
“En
ese caso”, dijo él, “dirijan su atención al avestruz”.
Tras
pagarle a su dueño el precio del avestruz, la mataron. En su estómago se
encontró la joya perdida.
El
avestruz no esconde la cabeza
Aparentemente
el cuento apunta a mostrarnos una confusión.
Se sospecha que el religioso mendicante es en realidad un aprovechador
que, ante el tropiezo de la propietaria de las joyas, arrebata la más grande y
valiosa. Los empleados de la joyería
salen en ayuda de la señora que se accidentó, para proteger sus bienes y no
tanto para ver si se hizo daño.
El sombrero de pluma de avestruz Henri Matisse (francés, 1869-1954) |
El
relato tendría más tensión sin el detalle del avestruz comiendo la piedra
preciosa tan al comienzo. Pero el
narrador apunta a otra enseñanza. Otro
indicio es que el mendigo, habiendo sufrido la acusación injusta de
“arrebatador”, siendo golpeado por los presentes, es dejado de lado en el
remate de la narración.
El que
soluciona las cosas es un hombre dotado de conocimiento. Y esta es la señal que se nos da para que
busquemos lo que se nos quiere decir. Se
nos invita a ser detectives en los sucesos de la vida, y no quedarnos con las
primeras evidencias que pueden ser engaños, producto del prejuicio y de la
ambición.
La
palabra “avestruz” significa “gorrión grande como un camello”. Esto es acertado, porque el avestruz es la
más grande de las aves, llegando a medir hasta tres metros de altura, y pesar
unos 180 kilogramos. Tiene alas pero no
vuela, las usa para alcanzar gran velocidad en su desplazamiento. Come de todo, aunque no mastica. En su voracidad puede llegar a ingerir
piedras o minerales, que retenidas en su organismo ayudan a moler los
alimentos.
Las joyas tienen una
gama bastante extensa de significados. En
general son figuras del alma. Es este
sentido representa lo que es incorruptible de nuestro ser, aquello nuestro que
estará para siempre. Llevar una joya, es
acarrear un símbolo de la verdad y de la perfección espiritual. En varias culturas es la alianza entre el
alma, el conocimiento y la energía para vivir.
La caza del avestruz Blai Ametller (español, 1768-1841) |
Una visión degradada
convierte a las joyas en símbolo de la vanidad y de ostentación económica. Esta
mirada está en la mujer del cuento, que lleva las joyas en el cofre y que al
tropezar, se le caen. La verdadera joya,
la riqueza interior, no se desparrama si el portador tiene un accidente.
A esto lo debemos unir
al hecho de que la pluma de avestruz, muy usada en Egipto, es símbolo de
justicia, equidad y verdad. Además, el
andar característico de esta ave, en marcado zigzag, es interpretado como el
fluir de la vida.
Con estos nuevos datos
el sentido de la narración se abre a otras interpretaciones. Si nos quedamos con la visión degradada, todo
termina en una injusta golpiza al mendigo y en la muerte cruel del
avestruz. Con una mirada más abierta y
humana, nada de esto hubiera sucedido.
Por el contrario, la justicia, la equidad y la verdad estarían presentes
y activas en los zigzagueantes caminos de la vida.
Sin título (de la serie joyería) Mary Joan DeFeo (norteamericana, 1929-1989) |