Naturaleza muerta con arpa y violin George Braque (francés, 1882-1963) |
Esta es una historia de un ermitaño de gran reputación
e incomparables poderes que vivía retirado en el desierto.
Un día,
mientras permanecía inmóvil como siempre en el mismo sitio, el maestro vio
aparecer en el horizonte una especie de bola de polvo. Aquella bola se hizo más
y más grande y el ermitaño pronto reconoció a un hombre que se le acercaba
corriendo y levantaba una enorme polvareda.
El hombre,
que era joven, llegó hasta el maestro y se postró ante él. Jadeaba. El ermitaño dejó que se recuperara y luego le
preguntó:
- ¿Qué
quieres?
El joven le
contestó:
- Maestro, he venido a oírte tocar el arpa sin cuerdas.
- Maestro, he venido a oírte tocar el arpa sin cuerdas.
- Como quieras – le dijo el maestro.
Armonía con opuestos Víctor Pasmore (británico, 1908-1998) |
El santo
hombre no varió su postura lo más mínimo. No agarró ningún instrumento, no hizo
nada. El maestro y el ferviente discípulo permanecieron inmóviles el uno frente
al otro durante “un cierto tiempo” y, ese cierto tiempo, dependiendo del humor
o de la formación de los narradores, duró algunas horas, algunos días o algunos
años. De hecho, tiene poca importancia.
Tras ese
“cierto tiempo”, el joven dejó percibir, quizá por un gesto, una inclinación o
un carraspeo, un incipiente cansancio.
- ¿Qué te
pasa? – preguntó el maestro.
El joven
dudó un poco. Comenzó a balbucear algunas palabras. No se entendía demasiado
bien lo que quería decir. Para poder ayudarlo, el maestro preguntó:
- ¿No has oído nada?
- ¿No has oído nada?
- No –
contestó el joven con voz culpable.
- Entonces, ¿por qué no me has pedido que tocase más fuerte?
Los
opuestos
Ángel con arpa Jan Mateyko (polaco, 1838-1893) |
El
universo está dominado por los opuestos, y la vida humana no escapa a esta
realidad. Noche y día, figura y fondo,
alegría y tristeza, varón y mujer, sonido y silencio, son algunos opuestos que,
apenas los pronunciamos, provocan una enormidad de enunciados: salud y
enfermedad, lado derecho y lado izquierdo, dulce y salado, cerca y lejos, y
muchos más. Estos pares de opuestos
tienen una característica que salta a la vista inmediatamente: están
relacionados. Más aún, son relativos el
uno al otro.
¿Cómo saber
que es la salud si no conocemos la enfermedad? ¿Cómo sabemos que hay luz si no
conocemos la oscuridad? Cuando decimos
que algo está cerca, es porque sabemos qué es estar lejos. Reconocemos una figura recortada contra un
fondo; si no hubiese un fondo, la figura sería imperceptible e inexistente.
Como
tantos relatos tradicionales, el cuento nos presenta un juego de opuestos. Al principio está el ermitaño, el hombre solo
y aislado, en contraste con el ser humano que habita en comunidad. Sin explicar nada, estimula a nuestra
imaginación a asumir el contraste, y sacar conclusiones rápidas, aunque no las
formulemos. En seguida el contraste del
horizonte con la bola de polvo, y no necesitamos mucho más para saber varias
cosas sobre el paisaje en el que se va a desarrollar la escena. Luego, la oposición entre la bola de polvo y
el único que la genera, un joven ansioso. No es una banda, ni un grupo, sino un
hombre solo y una gran nube. Con gran
destreza el narrador dice simplemente: “jadeaba”.
Armonía en azul y verde Natalia Goncharova (rusa, 1881-1962) |
En
este relato en particular, el núcleo está planteado en el instrumento musical
que no tiene cuerdas. El arpa es un
instrumento antiquísimo, que se opone a los instrumentos de viento o los de
percusión. En la tradición se dice que
los dioses o sus mensajeros tocan en el arpa “el modo del sueño”, que adormece
irresistiblemente a quienes lo oyen, con el riesgo de hacerles pasar a veces al
más allá.
Como
símbolo, el arpa ata el cielo y la tierra.
Es la representación de las tensiones entre los instintos terrenos,
puestos en el cuadro de madera y en las cuerdas, y en las aspiraciones
espirituales, figuradas por las vibraciones de esas cuerdas. Es una guía de almas, por eso en
civilizaciones precristianas se enterraban a los difuntos con un arpa a su
costado. De aquí, ya en el mundo
cristiano, vemos las pinturas de ángeles y seres celestiales con este
instrumento musical.
Este
es el contraste entre la búsqueda ansiosa y desordenada del joven, representada
en la polvareda que levanta, señal de lo vacío y superficial, y la música que
“toca” el maestro, un ermitaño pacífico, sabio y gracioso. Éste último sabe cómo vivir con paz, con
profundo entusiasmo, lejos de la tristeza que causa dolor.
El
cuento nos invita a buscar a los ermitaños que tocan el arpa sin cuerdas, que
no son pocos. Están a cada paso de nuestra vida, especialmente cuando nos
sentimos envueltos en la bola de polvo de la búsqueda, de la ansiedad por la
paz. Son varones, mujeres, niños,
ancianos, de distintos oficios y condiciones.
Al verlos, no nos enfrasquemos en nuestros balbuceos, sino que
claramente pidamos que toquen más fuerte.
Armonía opacaRichard Pousette-Dart (norteamricano, 1916-1992) |