Arroz y
pollo
Jean-Michel
Basquiat
(estadounidense,
1960-1988)
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He aquí que un hombre entró en una pollería.
Vio un pollo colgado y, dirigiéndose al pollero, le dijo:
--Buen hombre, tengo esta noche en casa una
cena para unos amigos y necesito un pollo. ¿Cuánto pesa éste?
El pollero repuso:
--Dos kilos, señor.
El cliente meció ligeramente la cabeza en un
gesto dubitativo y dijo:
--Éste no me vale entonces. Sin duda,
necesito uno más grande.
Era el único pollo que quedaba en la tienda.
El resto de los pollos se habían vendido. El pollero, empero, no estaba
dispuesto a dejar pasar la ocasión. Agarró el pollo y se retiró a la
trastienda, mientras iba explicando al cliente:
Gallinero
Paul Gauguin
(francés, 1848-1903) |
--No se preocupe, señor, enseguida le traeré
un pollo mayor.
Permaneció unos segundos en la trastienda.
Acto seguido apareció con el mismo pollo entre las manos, y dijo:
--Éste es mayor, señor. Espero que sea de su
agrado.
--¿Cuánto pesa éste? -preguntó el cliente.
--Tres kilos -contestó el pollero sin dudarlo
un instante.
Y entonces el cliente dijo:
--Bueno, me quedo con los dos.
El Maestro dice:
En un atolladero tal se halla todo aspirante espiritual cuando verdaderamente
no se compromete con la Búsqueda.
Limitado por una
tontería.
Un
atolladero es un lugar por el cual es difícil avanzar o es difícil salir. La imagen es la de un terreno pantanoso, un lodazal,
un paraje o sitio en donde se atoran las caballerías y los carruajes. Del mismo modo se aplica a aquella situación
humana incómoda y comprometida de la que es difícil salir o librarse, como
sucede en el cuento.
La bola
negra
Leon Arthur
Tutundjian
(armenio, 1905-1968)
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La razón
por la que el vendedor de pollos queda atascado nos parece una tontería. Si lo hubiera pensado un poco, no habría
quedado atorado. No nos parece que ha
sido una cuestión de ganancias, pues ya había vendido todo lo que tenía. Quizás algo de vanagloria, y una tonta idea
de superioridad, expresada en el engaño a un inocente. No sabemos por qué cometió esa estupidez,
pero sí que hubiera sido muy fácil evitarla.
Bastaba
con que el pollero dijera: “no tengo más”, “vendí todo hoy y este es el único
pollo que me queda”. Se parece a
aquellas ocasiones que, por un falso sentido de responsabilidad, no nos
animamos a decir: “no puedo”, “no tengo la capacidad para hacer eso”. Y allí quedamos trabados, por no hacer o
decir lo más simple.
El pollero
tampoco se fija en el cliente. Es un
hombre, que le pide pollo para una de las actividades más humanas y bellas, la
cena con amigos en su casa. A veces, las
tonteras que hacen unos se convierten en daño humano para otros. Cuando no se respetan los espacios sagrados,
como es el encuentro entre amigos, se menoscaba la dignidad del ser humano. En el cuento hay un pequeño intento de
engaño, pero suena más fuerte que muchos actos de violencia.
Sin título
Stephen Brosnatch
(eslovaco, 1912-1992)
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La necedad
del vendedor de pollos se pone más en evidencia con el comentario del
Maestro. Todos debemos considerarnos
aspirantes espirituales, pues nuestra vida es la Búsqueda del infinito. Nada nos satisface, siempre estamos
inquietos, explorando la realidad para encontrar esa inmensidad que nos
conforme y nos conforte plenamente.
En el
sentido de las enseñanzas del Maestro, necesitamos que todos estén
comprometidos con la Búsqueda, que no nos pongan en situaciones que nos
distraigan de nuestro camino espiritual, que nos respeten nuestra dignidad
humana. El cuento también es un llamado
de atención para que no nos atasquemos por tonterías, para que digamos lo que
tengamos que decir, de acuerdo a lo que las cosas son.
Y si
caemos en un atolladero, recordemos que seguramente es una bobada la que nos
llevó a esa situación, para que la saquemos del medio, y rápidamente
salgamos a continuar nuestro camino.
Sin título
Vangel Naumovski
(macedonio, 1924-2006)
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