Cazador
Niko Pirosmani
(georgiano, 1862-1918)
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Al sur del Reino de Chu vivía un cazador que
valiéndose prodigiosamente de su flauta de bambú, conseguía imitar las voces y
sonidos de casi todos los animales del bosque. Armado de un arco, se dirigía a
la montaña y allí imitaba el llamado del ciervo, creyendo éste que se trataba
de alguno de sus congéneres, acudían por manadas al lugar, y así el cazador les
daba muerte disparándole sus certeras flechas.
El cazador
Max Ernst
(alemán, 1891-1976)
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Esta
operación era repetida cotidianamente y siempre con idéntico resultado. Sin
embargo, un día, al oír el llamado del ciervo, un lobo se aproximó
peligrosamente. El cazador aterrorizado debió imitar rápidamente el rugido del
tigre para espantarlo. El lobo huyó pero apareció un tigre creyendo que se
trataba de una hembra. Presa del pánico, el cazador imitó el gruñido del gran
oso con lo cual consiguió espantar al tigre. Pero, en la escena, se hizo
presente un gigantesco oso creyendo encontrar uno de sus semejantes. El oso, al ver que allí sólo
había un hombre, se abalanzó sobre él, lo destrozó y terminó engulléndoselo. Y
este fue el final del desdichado cazador.
Lugares
sagrados
El bosque constituye
para la humanidad un lugar sagrado. No
importa el grupo humano o región que se tome en consideración, cuando está este
sitio natural entonces se lo considera un santuario. Entre los antiguos, los bosques estaban
consagrados a las divinidades, simbolizaban la morada misteriosa de Dios.
Cazadores
Rafael
Zabaleta
(español,
1907-1960)
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Comparado con otros elementos naturales sagrados, se dice
que el bosque es menos abierto que la montaña, menos fluido que el mar, menos
sutil que el aire, menos árido que el desierto, menos oscuro que la gruta. Pero el bosque tiene ese halo misterioso, es
cerrado, arraigado, silencioso, verdoso, sombrío, desnudo y múltiple,
secreto. En todas las tradiciones se
construyeron santuarios entre los árboles.
Para los modernos, por su oscuridad y arraigamiento
profundo, el bosque simboliza lo inconsciente.
Los terrores del bosque, como los terrores pánicos, estarían inspirados
por el temor a las revelaciones de lo inconsciente.
Al bosque se dirige el cazador astuto. Este hombre forma parte de una larga cadena
de generaciones. Sus antepasados
comenzaron siendo carroñeros, comiendo de los restos que abandonaban los
grandes animales. Pero con el tiempo,
los hombres fueron aprendiendo el oficio de la caza, para su propio sustento.
En pocas generaciones, este oficio fue interpretado como un
símbolo. El aspecto de la matanza del
animal, se lo relacionaba con la destrucción de la ignorancia y de las
tendencias nefastas. El otro aspecto, el
de la persecución de la presa, significa la búsqueda espiritual. Seguir los rastros de un animal es seguir la
vía que conduce al Gran Espíritu, dicen los aborígenes de América del norte.
Pero luego apareció el cazador “astuto” del cuento, representante
de una generación que no hace más esfuerzos, sino que mediante un artificio
engañoso, atrae a sus víctimas. Ya no
busca alimentarse, ya no realiza las danzas sagradas con las que se mimetizaba
con su presa para cazarla, en un gesto de respeto, de unión con la naturaleza,
de la cual recibe su alimento.
El adjetivo astuto se deriva de un viejo vocablo latino “astus”, que significa agudeza mental,
trampa, astucia. Pero en tiempos de la
decadencia de Imperio Romano, se desarrolló una etimología popular que
confundió este adjetivo con el nombre que, en griego, se le daba al centro
fortificado de una ciudad: “astú”. Con el tiempo esto llevó a vincular al ser
humano urbano con la astucia, y de allí fino, versátil, educado. Mientras que al que provenía del campo, al
rústico, se lo consideraba escasamente educado, burdo, tosco y algo tonto. Esta calificación perdura en nuestro tiempo.
El cuento muestra que el uso de artificios, aunque resulten
exitosos, pronto encuentran su final. El
cazador “astuto” termina engullido por el oso. El ser humano que usa ardides en
la vida, termina perdido en los terrores de su propia inconsciencia. Hacer trampas no responde a la ley de las
cosas. Tarde o temprano, quien violenta
a la naturaleza recibirá su violencia.
Bosque
Paul Cezanne
(francés, 1839-1906)
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