domingo, 29 de marzo de 2015

EL ATOLLADERO


Arroz y pollo
Jean-Michel Basquiat
(estadounidense, 1960-1988)


   He aquí que un hombre entró en una pollería. Vio un pollo colgado y, dirigiéndose al pollero, le dijo:

  --Buen hombre, tengo esta noche en casa una cena para unos amigos y necesito un pollo. ¿Cuánto pesa éste?

  El pollero repuso:

  --Dos kilos, señor.

  El cliente meció ligeramente la cabeza en un gesto dubitativo y dijo:

  --Éste no me vale entonces. Sin duda, necesito uno más grande.

  Era el único pollo que quedaba en la tienda. El resto de los pollos se habían vendido. El pollero, empero, no estaba dispuesto a dejar pasar la ocasión. Agarró el pollo y se retiró a la trastienda, mientras iba explicando al cliente:
Gallinero
Paul Gauguin
(francés, 1848-1903)

  --No se preocupe, señor, enseguida le traeré un pollo mayor.

  Permaneció unos segundos en la trastienda. Acto seguido apareció con el mismo pollo entre las manos, y dijo:

  --Éste es mayor, señor. Espero que sea de su agrado.

  --¿Cuánto pesa éste? -preguntó el cliente.

  --Tres kilos -contestó el pollero sin dudarlo un instante.

  Y entonces el cliente dijo:

  --Bueno, me quedo con los dos.

El Maestro dice: En un atolladero tal se halla todo aspirante espiritual cuando verdaderamente no se compromete con la Búsqueda.


Limitado por una tontería.

         Un atolladero es un lugar por el cual es difícil avanzar o es difícil salir.  La imagen es la de un terreno pantanoso, un lodazal, un paraje o sitio en donde se atoran las caballerías y los carruajes.  Del mismo modo se aplica a aquella situación humana incómoda y comprometida de la que es difícil salir o librarse, como sucede en el cuento.
La bola negra
Leon Arthur Tutundjian
(armenio, 1905-1968)

         La razón por la que el vendedor de pollos queda atascado nos parece una tontería.  Si lo hubiera pensado un poco, no habría quedado atorado.  No nos parece que ha sido una cuestión de ganancias, pues ya había vendido todo lo que tenía.  Quizás algo de vanagloria, y una tonta idea de superioridad, expresada en el engaño a un inocente.  No sabemos por qué cometió esa estupidez, pero sí que hubiera sido muy fácil evitarla.

         Bastaba con que el pollero dijera: “no tengo más”, “vendí todo hoy y este es el único pollo que me queda”.  Se parece a aquellas ocasiones que, por un falso sentido de responsabilidad, no nos animamos a decir: “no puedo”, “no tengo la capacidad para hacer eso”.  Y allí quedamos trabados, por no hacer o decir lo más simple.

         El pollero tampoco se fija en el cliente.  Es un hombre, que le pide pollo para una de las actividades más humanas y bellas, la cena con amigos en su casa.  A veces, las tonteras que hacen unos se convierten en daño humano para otros.  Cuando no se respetan los espacios sagrados, como es el encuentro entre amigos, se menoscaba la dignidad del ser humano.  En el cuento hay un pequeño intento de engaño, pero suena más fuerte que muchos actos de violencia.

Sin título
Stephen Brosnatch
(eslovaco, 1912-1992)
         La necedad del vendedor de pollos se pone más en evidencia con el comentario del Maestro.  Todos debemos considerarnos aspirantes espirituales, pues nuestra vida es la Búsqueda del infinito.  Nada nos satisface, siempre estamos inquietos, explorando la realidad para encontrar esa inmensidad que nos conforme y nos conforte plenamente. 

         En el sentido de las enseñanzas del Maestro, necesitamos que todos estén comprometidos con la Búsqueda, que no nos pongan en situaciones que nos distraigan de nuestro camino espiritual, que nos respeten nuestra dignidad humana.  El cuento también es un llamado de atención para que no nos atasquemos por tonterías, para que digamos lo que tengamos que decir, de acuerdo a lo que las cosas son.

         Y si caemos en un atolladero, recordemos que seguramente es una bobada la que nos llevó a esa situación,  para  que la saquemos del medio, y rápidamente salgamos a continuar nuestro camino. 

Sin título
Vangel Naumovski
(macedonio, 1924-2006)